VIETNAM

BLOG DEL VIAJE DE RICARDO RICO POR VIETNAM

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Los Brazos del Dragón,Vietnam

Como no podía ser de otra manera, vuelve a ser domingo (el día que salimos con destino Viet Nam). Las cuatro veces (con ésta) que viajamos con destino a ese País hemos salido en domingo. Viajando con tres compañías distintas.

Nos levantamos temprano, a las 7, hemos quedado con el taxista a las 9,30 para que nos traslade a la T-2 de Barajas (habíamos quedado a las 10 pero, como ha sido imposible obtener las tarjetas de embarque a través e Internet, hemos decidido adelantar la hora de salida para recogerlas en KLM y facturar el equipaje).

Nos hemos citado en Barajas a las 10,30 con Pilar y Regina (que hacen el viaje con nosotros, o nosotros con ellas). Allí estamos todos a la hora prevista, frente al mostrador de KLM. Facturamos y sólo nos dan las tarjetas de embarque de los dos primeros vuelos (los correspondientes a Madrid – Ámsterdam y Ámsterdam – Bangkok) la tercera, y última (Bangkok – Ho Chí Minh ), no nos la pueden dar (lo opera la compañía vietnamita, que forma parte del holding de empresas KLM, Air France y Vietnam Airlines), hay que solicitarla en Bangkok, en el mostrador de Vietnam Airlines (un fastidio pues nuestro inglés es penoso).

Aproximación a Saigón, Vietnam

Han venido a despedir a Pilar sus hijos, nos despedimos de ellos y facturamos el equipaje. Al preguntar por el tema de las tarjetas de embarque del último tramo, por si pudiera haber problemas con el equipaje, nos dicen que va directo a Ho Chí Minh sin tener que volver a facturarlo en Bangkok (con menos problemas que nosotros, “que es posible que llegue antes que nosotros”). Así se escribe la historia del viajero.

Liberados del equipaje “pesado” (realmente pesado no es pues hemos facturado tres maletas que ni siquiera se acercan al peso máximo permitido –así habrá espacio para los “souvenirs”–) pasamos a la zona de embarque de la T-2. Control de pasaportes y de billetes… y dentro. Esperamos hasta las 13,10 (hora a la que sale nuestro primer vuelo) tomando un café y buscando nuestra puerta de embarque. Nos sentamos cerca de ésta y nos hacemos la foto de rigor.

Embarcamos a la hora prevista y despegamos a las 13,30. Tras un rápido vuelo (en cuestión de media hora cruzamos la frontera con Francia –no es que se vea la raya fronteriza de los mapas desde el aire, pero es obvio que cuando llegas al mar y después lo sobrevuelas en dirección norte, ya has dejado atrás España–) nos encontramos en Ámsterdam. La aproximación al aeropuerto es una pasada, entre islas, cabos y golfos rodeados de verde por todas partes, y el mar lleno de barcos de transporte (por lo bien que se ven han de ser grandes). Desde que pasamos ¿Segovia? Todo el trayecto ha estado jalonado de nubes y claros, con igual intensidad. Quizá donde menos nubes ha habido sea sobre Francia y Holanda.

Río Saigón,Vietnam

En Ámsterdam hace una tarde de lujo, sol y buena temperatura. Aprovechando que tenemos que esperar en la zona de tránsito para nuestro próximo vuelo, insisto en el mostrador de KLM con el tema de las tarjetas de embarque finales. Nada, que si quieres arroz Catalina, es imposible, tendremos que pedirlas en el mostrador de la compañía vietnamita en Bangkok (por intentarlo no se pierde nada). Y yo me pregunto ¿Para qué sirve tanto Internet y tanta informática si entre compañías filiales no son capaces de gestionar algo en común?

Un cafelito para relajarnos y, de paso, comprobamos que los “euros” son moneda común en Europa.

Volvemos al control de pasaportes y de billetes y ¡Mira tú por dónde! Nos dicen que pasemos por el mostrador con nuestras tarjetas de embarque. Parece que las tarjetas de embarque del último tramo nos van a dar algún que otro problema. Nos toman los datos, hacen comprobaciones en el terminal del ordenador y, sin más, nos dicen que podemos embarcar. Pero seguimos sin las dichosas tarjetas de embarque.

Embarcamos en el que será el vuelo más largo de este periplo. Pantallita del asiento (¡Joder que difícil es hacerse con el control de los programas de esta pantallita! Al final ves lo primero que pillas pues el resto es para gente con carrera –y todo en varios idiomas opcionales, menos en español–), ver el mundo a tus pies desde la ventanilla (hasta ahora siempre me ha tocado ventanilla), ver nubes, cenar (no está mal el menú) y a dormir –el que pueda, porque a mi las piernas, en los aviones, me sobran. No sé cómo colocarlas y encuentras todos los obstáculos que, hasta la hora de dormir, no habías notado que tiene el reducido habitáculo que te ha tocado en suerte–.

Puerto de Hochiminh, Vietnam

Amanece ¡Que no es poco! Desayuno (sin diamantes). Más nubes. No sé cuánto tiempo llevamos pero tenemos que volar 11 horas, y se hace largo.

¡Por fin llegamos a Bangkok! ¡Corriendo a buscar el mostrador de la Vietnam Airlines ! ¡Lo hemos encontrado sin ayuda –es para celebrarlo en nuestra situación–!

Nos piden el pasaporte con el visado y les facilitamos los pasaportes (sin visado) y la invitación que llevamos de Viet-Y Co., la compañía con la que hemos contratado el viaje por el País, que nos servirá en Ho Chí Minh para gestionar los visados. Nos piden el ticket de lo facturado (el equipaje, claro). A pesar de nuestro inglés chapurreado ¡Toma tarjetas de embarque! ¡En 45 minutos despegamos hacia Ho Chí Minh!

Llegamos a Ho Chí Minh ( Saigón , por el río que la divide y bordea). Hay que hacer los trámites para los visados (todo el mundo se va hacia los controles de pasaporte, excepto nosotros y algún que otro aventurero, de diversas nacionalidades). Tenemos cola, y no hay más de 6 ó 7 personas. Le entrego nuestros pasaportes, las solicitudes de visado (que traíamos rellenas desde España, con su foto correspondiente) y la invitación de Viet-Y Co. a uno de los dos policías que hay en la ventanilla. Me dice que nos sentemos y esperemos (supongo, porque… ¿Qué otra cosa puede decirme?). A todo esto mi hijo, se supone, entiende y habla más inglés que yo pero le ha dado el punto tímido ¡Esperaremos a otra ocasión o a otro viaje! Esto tarda más que cuando en Hà Noi tuvimos que rellenar los impresos y nos lo hicieron todo a mano ¡Por fin nos llaman, bueno a mi, flanqueado por todos los demás –a los que irán mirando, uno a uno, según me devuelve el pasaporte de cada cual–, y nos dan los pasaportes con su correspondiente visado! ¡Hay que espabilarse nuestra guía nos espera!

Hotel Continental Saigón, Vietnam

Control de pasaportes, que ya están vacíos, casi. Como es costumbre en este País de uno en uno y sin amontonarse ¡Que esperen en la raya hasta que les toque, coño! Como siempre me piden el ticket de las maletas ¿Cómo no? A la policía que me ha tocado, la más “simpática y enrollada”, le parece poco equipaje tres maletas para cinco personas ¡Pues es lo que hay! Paso de explicárselo (y ella de insistir) y nos dirigimos a las cintas transportadoras del equipaje. Afortunadamente un mozo del aeropuerto nos indica en qué cinta debemos buscar. Está parada ¿De qué me suena esto de la cinta parada? ¡Ah ya, es que cada vez que he llegado a este País la cinta donde debía circular mi maleta estaba parada y ésta reposaba en el suelo! ¿Por qué romper la tradición? ¡Las tres maletas descansan en el suelo del aeropuerto! Sólo quedan las nuestras. Como siempre somos los últimos, de nuestro vuelo, en abandonar el aeropuerto.

Control de equipajes y estamos fuera, no del aeropuerto pero sí de la zona controlada por la policía.

Ahora sí salimos del aeropuerto, pisamos tierra conocida, y allí está Nga, esperándonos pacientemente ¿Qué otra cosa puede hacer? Con un cartel. Nga es una mujer menuda –como la mayoría de las vietnamitas–, algo mayor que yo (luego descubriré que también es una mujer enérgica y resuelta, que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo, cueste lo que cueste y pese a quien pese), inteligente, alegre y vivaracha. Nos saludamos efusivamente, no en balde es íntima amiga de juventud de Perla. Su primera pregunta va dirigida a “Richi” (ese será el nombre de Ricardo para ella durante todo el viaje, y el de ella para nosotros Ña) ¿Hablas vietnamita? La respuesta es rápida y contundente: No. Le explicamos que, en Madrid, no hay colonia vietnamita y que en la Embajada, alguna vez, han hablado de darles a los niños cursos de su idioma, pero nunca ha cuajado. Su respuesta es tan rápida y contundente (con un puntito de reproche) como la nuestra: “Para eso está Internet”. ¿Dije inteligente? ¡Me quedé corto!

Descanso en las calles de Saigón,Vietnam

Con su móvil (del que no se separa nunca) llama a nuestro conductor para que se persone en la salida del aeropuerto con su Toyota 9 plazas, tras lo que me pone al teléfono a Perla, para que hable con ella y me dé la bienvenida. También es eficaz y amiga de sus amigas. Es un momento mágico e inesperado. Nunca hubiera imaginado que lo primero que haría sería ponerme en contacto con nuestra común amiga, Perla. Nos saludamos y quedamos en vernos en Hà Noi.

Nuestro destino es el hotel Renaissance, muy cerquita del Grand Hotel donde estuvimos en 2004 –a unos 50 metros, mal contados, en la plaza donde se encuentra el monumento a Tran Hung Ðao –.

Pilar y Regina alucinan con el tráfico (y eso que está más organizado que la última vez que visitamos este País, y lo que es más importante ¡Empiezan a respetar los semáforos! Aunque todavía hay lugares en los que tienes que jugártela para cruzar… sin prisa, pero sin pausa). Durante el traslado le pregunto a Nga qué propinas debemos dar a mozos de hotel y conductores (mi experiencia en este lugar es que hay que dejar “propinas”), me dice que tres dólares en los hoteles cada vez que nos lleven las maletas (dólar por maleta) y al conductor, es costumbre, darle tres dólares por día, al final de su servicio con nosotros ¡Tenemos un presupuesto en propinas! Si a esto le unes que cada vez que tomes algo, ya sea con la comida, la cena o en cualquier bar o restaurante es costumbre dejar algo de propina… la cosa toma tintes trillonarios.

Venta Callejera Ho Chí Minh , Vietnam

El Renaissance es un hotel que, al estar en la plaza de Tran Hung Ðao, tiene vistas al río Saigón (desde nuestra ventana hay unas maravillosas e inigualables vistas sobre él, sus barcos-restaurante y los de carga, del puerto y hasta donde alcanza la vista –que es bastante–). Nos inscribe Nga (previa presentación de mi tarjeta Visa de crédito, con su número de seguridad incluido) y, a petición nuestra, nos acompaña a comprar unas tarjetas de prepago para nuestros teléfonos “liberados”, en la esquina frente al Grand Hotel. Las paga ella, más tarde se las pagaremos. Así da gusto, el dinero por delante y con salero.

El mundo es un pañuelo ¡Coincide con su nieto, que pasa por la esquina de enfrente! Momento que aprovecha para despedirse de nosotros hasta el día siguiente a las 9, y marcharse con él. Nga vive en Ho Chí Minh , aunque su madre y hermanos viven en Hà Noi. Lo cual no es impedimento para que tenga amigos repartidos por toda la geografía vietnamita, como ya iremos viendo.

Pagoda Thien Hau Saigón, Vietnam

Ha sido breve pero intenso. Creo que todos hemos conectado, transmite buenas, buenísimas vibraciones. Con nosotros, durante todo el viaje, se comportará como una gallina con sus polluelos. En todo momento nos sentiremos protegidos y ayudados. Regreso al hotel, duchazo y paseo por las cercanías. Para irnos acostumbrando a los rigores climáticos de aquí y a cómo funciona en este lugar del mundo el tráfico, la gente… ¡La vida! Por cierto nos hemos cruzado, frente al Hotel Continental, con el que salió en el programa de “Españoles por el mundo” que montaba discotecas y cosas relacionadas, iba hablando por el móvil y se ha sonreído al oírnos hablar en su idioma, quiero suponer (espero que no sea por el aspecto de guiris que tenemos), pero ni se ha parado ni ha dicho esta boca es española ¡Adiós chaval, que a ti también te vaya bien!

Regreso al hotel, tras las fotos pertinentes (me toca ir de fotógrafo oficial por llevar la mejor cámara, comprada para la ocasión) y a tomar una cervecita antes de cenar, una Tiger (5 $). Cenamos en el hotel ¿No lo he dicho? Cena de bufé, pero ¡Qué bufé! La botella de agua 6 $, eso sí, casi de litro.

Incienso en la Pagoda Thien Hau Saigón, Vietnam

Subimos ahítos de comida, es el primer día y hemos probado de casi todo (sobre todo frutas exóticas que, o no se conocen, o no se consumen en España), a descansar hasta el día siguiente a nuestras habitaciones. Mañana será otro día.

Aprovecho para empezar a escribir este cuaderno de viaje. A dormir. A la 1 ó 1,30 nos despertamos (nos acostamos a las 20,30 agotados) y permanecemos despiertos (mirando el río Saigón y su constante fluir de barcos) hasta las 3 ó 3,30. La noche se hace larga por el jet lag o por el cambio de horario o por la emoción ¡Qué nos importa, estamos donde queríamos estar! ¿Qué más se puede pedir? Nos volvemos a dormir y, despertarnos a las 7, nos cuesta Dios y ayuda. Es cansada la ajetreada vida del viajero.

Ya es martes (llevamos un día y parece que hayan pasado 5 ó 6). Tras el desayuno (donde Richi pide un Bún Bò Hue (sopa popular de la ciudad de Hue elaborada con fideos –ingrediente que confunde a Richi–, cuyo sabor predominante es la hierba limón y muy especiada. Se sirve caliente y generalmente acompañada de algunas verduras), pensando que es un pho– con la sutil diferencia de que, lo que ha pedido, pica a rabiar–), espléndido y pantagruélico bufé del hotel, salimos a efectuar la primera visita “oficial” del viaje a la pagoda Thien Hau, girando antes visita a las numerosas tiendas y puestos de medicina tradicional china del Barrio de Cholón (hierbas, bichos, hongos, etc.). La pagoda no ha cambiado nada, sí la ciudad que tiene una “S- 30” y está remozando el cauce del río (con expropiaciones incluidas), y algún túnel que, según Nga, en un futuro muy próximo será de peaje (ya están instaladas las cabinas de pago).

Mercado Binh Tay Saigón ,Vietnam

La temperatura, el ambiente, lo que se respira, lo que se siente… sigue exactamente igual que siempre. Viet Nam en bruto ¡Bien hallado!

Le toca el turno al mercado (Cho) chino Bình Tây o Cho Lon o Cho Lon Moi , que está abarrotado, aunque no tanto como la última vez que lo visitamos, el trasiego de mercancías y personas es incesante. Lo visitamos de cabo a rabo, aunque no subimos a la planta superior. Aprovechamos para comprarnos unas capas de agua, por lo que pueda pasar. De aquí vamos al Museo de los Restos de la Guerra (es la primera vez que visito este museo y no me arrepiento de no haber venido antes), la mayoría de objetos que se muestran aquí son fotografías donadas por los fotógrafos de la guerra con EEUU y, como la barbarie es mucha, prefiero salir al patio a hacer fotos de los “restos” capturados a los americanos (helicópteros, tanquetas, cazas, etc.) y de lo que queda de la antigua prisión francesa, donde todavía se puede ver una guillotina, en perfecto estado de uso, traída desde la madre patria para ajusticiar a los rebeldes vietnamitas durante la ocupación francesa ¡“Tecnología punta” de la civilización de la época!

Mercado Binh Tay Saigón ,Vietnam

Visita a la fábrica de lacados, más bien rápida –está comiendo el personal que trabaja allí– pues hay dos o tres personas atendiendo el negocio. Como siempre hacen maravillas con el bambú, el nácar, las cáscaras de huevo, la madera y la laca. Observo que los artículos son los de siempre ¿Si funciona para qué cambiarlo? ¡Me lo llevaría todo pero con los precios que tienen! Me ha sorprendido que los precios, de todo lo visto hasta ahora, han experimentado un alza considerable para los sueldos que, se supone, se ganan aquí. A pesar de lo cual se sigue comiendo y bebiendo barato, a pie de calle.

Toca comer. Parece que hemos visitado pocos lugares pero, desde las 9, no hemos parado y son las 13,30 (para las costumbres del lugar, algo tarde para comer). Comemos en un restaurante vietnamita, todos los restaurantes (ya nos daremos cuenta a lo largo del viaje) son exquisitos y de un gusto excepcional, éste se llama Pho Co (no estoy muy seguro pero podría traducirse por ¿Sopa de arroz?).

Oficina de Correos en Saigón, Vietnam

Hay que descansar para cargar pilas, pues a pesar de ir en un vehículo climatizado, cada vez que sales a visitar algo el calor, la humedad y los olores te recuerdan que esto no es la Vieja Europa. De regreso al hotel pasamos frente al mercado Ben Thành (Nga nos dice que esta tarde lo visitaremos). Nos despedimos hasta las 19 h. en que nos llevará a cenar ¡No hemos sido capaces de sacar tiempo para visitar el mercado!

A la hora acordada (Nga siempre está, como mínimo, media hora antes de lo acordado) nos encontramos en el hall del hotel para ir a cenar. Vehículo climatizado y a transitar por entre las motos, bicis y coches de Saigón. Nos dirigimos al norte de la ciudad, a las afueras (lo que equivaldría en Madrid a El Pardo o Fuencarral pueblo), por carreteras estrechas y, lógicamente sin luz. El restaurante se llama Bình An Village ¡Qué lugar! Sitio bonito donde los haya, al menos de noche. Para nuestra desgracia (hoy hay luna llena) el cielo está cubierto de nubes que están desparramando, incansable y abundantemente, sus gotas de agua, relámpagos y truenos desde que Nga nos dejara en el hotel ¿Será por eso que no visitamos Ben Thành? ¡Me da igual, será como todos! Está junto al río Saigón (como es noche cerrada y con lluvia, no podemos apreciar en su justo valor las vistas del río desde el lugar). Estamos “literal y físicamente” solos. Nos ponen en un “templete” (un apartado del jardín, de los varios que hay, cubierto de brezo, hojas de palmera o lo que sea, todo ello sustentado por unas columnas cuadradas de madera negra, con sus correspondientes lámparas de papel que le dan una luz difusa y muy agradable al lugar) al que llegamos cubiertos por sendos “non la” que nos ofrecen en la estancia principal, para no mojarnos en el trayecto de 15 metros de jardín que hay hasta nuestro apartado. Tanto Amadeo como Le Thi Thuy se han portado como unos colosos ¡No se puede hacer mejor! Chà giò, nem cuon o nem rán (rollitos vietnamitas fritos) de entrante (muy ricos), sopa de coco (un coco, por persona, con semillas de loto, ¿patata?, zanahoria y supongo que algo más, además de cilantro –se nos ha olvidado decirle a Nga que no es verdura de nuestro gusto– a pesar de lo cual es exótica y rica, también), pescado para las chicas y carne para los chicos (en salsa de pimiento) y, como colofón, un delicioso helado de fruta de la pasión, todo ello refrescado con cerveza Ba Ba Ba (333). La cena una delicia, la compañía y la charla también.

Cai Be, Vietnam

Volvemos al hotel bajo la pertinaz lluvia. Quedamos a las 8,30 del día siguiente, que será el 3 de julio.

A estas alturas, llevamos dos días en Viet Nam, creo que todos estamos disfrutando, a pesar de las incomodidades producidas por el calor, la humedad, las prisas, etc.

Tras el desayuno, con Nga esperándonos, salimos hacia Cái Bè, pueblo del delta del Mekong donde tomaremos un barco para recorrer parte del Tien Giang (afluente del Mekong) y alguno de sus múltiples canales. El trayecto lo hacemos por autopista (que antes no había) y por carreteras “nacionales”, para evitar los peajes, aunque alguno siempre cae (en los puentes, pues todos los de importancia son de pago).

Pasamos embarcados unas 2 horas (entre el río Tien Giang y un canal, creo que el Culao An Binh), haciendo paradas en la fábrica de dulces de coco y palomitas de arroz. Es una gozada, por lo inusual y por lo tradicional, ver elaborar los caramelos de coco y cómo inflan el arroz para convertirlo en tabletitas de arroz inflado, ligado con dulce. Paramos a comer en la isla de An Binh, en el Jardín de Longana (el del señor Sao, que parece ser que falleció, los herederos lo han descuidado y no da el servicio mínimo exigible, por eso Viet-Y Co. ha cambiado a este otro jardín frutal con restaurante), comida vietnamita, por supuesto, que hace las delicias de todos los comensales. De postre a Richi le ofrecen ponerse de “bufanda” una impresionante, por el tamaño y grosor, pitón. Se la pone y Pilar, que no es menos valiente, también se calza a la pitón. En el trayecto nos han ofrecido, y hemos tomado, agua de coco ¡Como en las películas!

Mercado de Vinh Long, Vietnam

Próxima parada Vinh Long , donde visitamos el mercado de animales, pescados, verdura y fruta. Atestado y con su característico olor (en la zona del pescado y la carne) y sus vistosos colores (en la zona de verduras y frutas). No sé si están más asombrados ellos por ser blanco de nuestras fotografías o nosotros por cómo nos miran. Entiendo que no comprendan por qué puede tener interés, para nosotros, lo que ellos hacen a diario.

Se acabó el barquichuelo, retornamos a nuestro vehículo climatizado para llegar a la vecina Can Tho, al hotel Victoria, de agradables recuerdos.

Nos homenajean en la recepción del hotel (como en la mayoría de hoteles en los que nos hemos alojado), mientras Nga se encarga de inscribirnos, con un fresco y estimulante zumo (se agradece). Nos tocan habitaciones en la segunda planta, con buenas vistas sobre la piscina y el río. Nos dan un ticket para la cena en el comedor del hotel.

Chirimoyas en el Mercado de Vinh Long, Vietnam

Relax y piscina. Yo aprovechando que hay zona de ordenadores “libres” con Internet voy a poner e-mails a familia y amigos, para contarles cómo estamos y dónde. Coincido con una española en el ordenador ¡El mundo no es un pañuelo, es un kleenex!

Antes de cenar y para relajar la espera tomamos ¿Cómo no? Una 333 (ba ba ba) y a eso de las 20 horas entramos en el comedor.

El cocinero, francés, es descendiente de familia española (por lo que habla perfectamente el español ¡Joder, qué comodidad a la hora de saber qué vas a cenar!). Nos explica el menú y pasamos a degustarlo. Como siempre espléndido (pero a lo francés) y variado. Se compone de rollitos de queso de cabra con bacón, crema de guisantes con no sé qué más ¡Qué crema!, un pescado (sea bass) en salsa, también muy rico y, de postre, plátano flambeado en una cestita de crepe con helado de chocolate, todo ello regado con chocolate fundido. Exquisito. Aparte la cervecita y el agua.

Lady Hau, Vietnam

Con el estómago y los sentidos llenos, salimos a caminar un poco por el paseo (que antes no había) que bordea el río y aprovecho para enseñarles a Pilar y Regina el “Lady Hau”, barco en el que mañana descenderemos por el río mientras desayunamos. Curioseamos un poco por la tienda del hotel (todo muy bonito y de calidad, pero muy caro para mi bolsillo) y nos despedimos hasta el día siguiente a las 6,15 (lo que significa que tenemos que levantarnos a las 5,15) para embarcar (la hora a la que sale el barco, estemos o no).

Todos somos puntuales, a las 6,15 estamos en el hall del hotel, durante la noche ha llovido sin parar, se aprecia en las baldosas de la piscina, que están empapadas y con charcos (foto resultona). Viene a buscarnos un hombre (el capitán del navío) que nos lleva hasta el barco. De momento el día está cubierto, ya veremos cómo evoluciona el tiempo.

Embarcamos y ¡Oh sorpresa! ¡Somos los únicos pasajeros! (esto me suena). Una cocinera y una camarera para nosotros solos. Un lujo asiático (que no será el último).

Mercado flotante Cai Rang , Vietnam

Comienza el descenso hacia el mercado flotante de Cái Rang y el desayuno. Opíparo desayuno ¡Como si pasáramos hambre! Un bufé sólo para nosotros. Extenso y variado, a pesar del, relativamente reducido, espacio disponible para éste.

Mercado flotante Cai Rang , Vietnam

A las 7,15 h., más o menos, aparece Nga con un barco más pequeño (el Lady Hau no puede maniobrar entre los de mercancías del mercado, siempre hay que abandonarlo y pasar a otro más pequeño, desembarcar o volver al hotel en él). Como ven que nos aprestamos a cambiar de barco nos dicen que no hay prisa, que disfrutemos del desayuno, que nuestra guía esperará. Bueno, para degustar un poquito más siempre hay hueco. Cuando creemos que podemos dar por finalizado el desayuno, cinco o diez minutos más tarde –no sin que antes Nga eche una bronca de padre y muy señor mío a la camarera, por no decirnos que uno de los ingredientes que se ha echado Richi en el pho es de la familia del cilantro ¡Qué carácter! Ya le habíamos dicho a Nga que eviten echar cilantro a las comidas y ésta lo ha transmitido a Viet-Y Co. para que se lo pase a todos y cada uno de los lugares donde tenemos concertadas comidas o cenas. Y así será durante todo el viaje–.

Mercado Cai Rang , Vietnam

Cambiamos de barco. El día, poco a poco, ha ido despejándose (al menos hay grandes claros entre las nubes que permiten que el sol castigue sin piedad, cuando éstas no lo ocultan), lo que incrementa la vistosidad del río y sus barcos con las nubes y el cielo reflejándose en él, aunque sus aguas son de color marrón terroso. De ahí la riqueza de sus márgenes.

El mercado, desde mi punto de vista ha menguado (en 2004 había incontables barcos y se hacía difícil transitar entre ellos), quizá por la hora (es más tarde que en 2004) o la crisis. De todas formas sigue siendo muy llamativo, barcos de todos los colores y tamaños trasegando, de uno a otro, todo tipo de mercancías (frutas y verduras), luz y color. Barcos-bares, que te preparan un desayuno en un abrir y cerrar de ojos. Deslumbrante, exótico, multicolor y distinto. Como siempre.

Dejamos el mercado, tras haberlo recorrido de principio a fin y de fin a principio, y nos metemos en un ramal (canal, le llaman aquí) del río para visitar una empresa dedicada a la venta de arroz (arroces, de diversos tipos y calidades) al por mayor. Dirigida por una mujer (Nga es la abanderada de la mujer vietnamita y de su independencia, en todos los sentidos, de sus maridos o familias). La brisa en el barco (al menos para los que navegamos) es una delicia, nos alivia, en parte, del tremendo calor húmedo que hace. No deja de ser curioso que estos canales no tengan el color marrón terroso del río principal sino más suave que se mimetiza con el entorno (es el color de todos los canales, tanto más al norte como más al sur).

Mercado Cai Rang , Vietnam

Es una empresa grande, un negocio boyante que, a pesar de nosotros, no para de acarrear sacos de arroz hasta cargar un camión que espera en la puerta. Aprovechamos para visitar el pueblo (parte de él) donde se asienta el negocio. Regina (como luego me pasará a mi) acusa los rigores del calor y la humedad, se deshidrata un poco, pero está Nga que rápidamente consigue, en un bar cercano, una botella de agua. Pelillos a la mar.

Otra vez en el barco, que nos lleva hasta una granja donde cultivan árboles frutales de todo tipo. Fruta del dragón (pitahaya roja), longana, piñas, fruta del árbol del pan (bueno este árbol no hace falta cultivarlo, crece por todas partes de forma salvaje), carambolas, lichis, rambután, papayas, mangostán, etc.

Regresamos al hotel, donde dejamos las maletas preparadas para retornar a Saigón. Antes de abandonar definitivamente Can Tho. Ya de regreso, paramos en una pagoda Budista Khemer, Munirang Syaram, restaurada recientemente. Nada que ver, por la vistosidad, riqueza y colorido, con las pagodas vietnamitas (llegamos a la hora en que los bonzos comen). Una maravilla.

Mercado Cai Rang , Vietnam

Nosotros comemos en el camino, en el restaurante Mekong Restop. Bien como siempre.

Llegamos a Ho Chí Minh , al hotel Renaissance, nos vuelve a inscribir Nga, como siempre (con mi tarjeta de crédito como aval, también como siempre), y quedamos citados con ella a las 18,45 para trasladarnos al Barco-Restaurante Bonsai River. Volvemos a tener unas impagables vistas sobre el río Saigón, pero desde una planta superior a la primera vez. La piscina de este hotel se encuentra en la planta 22 (última), junto con un gimnasio y spa, hasta donde subimos (ya que en nuestra primera estancia no lo hicimos) para conocerlo y disfrutar de las vistas de pájaro sobre río y ciudad (el baño se tendrá que aplazar indefinidamente, pues comienza a chispear suavemente). Obviamente, las vistas son el atractivo de esta piscina. Y, como todos los hoteles vietnamitas, carece de la planta 13 (otros de alguna más).

Bajo la pertinaz y fina lluvia (que no molesta) nos recoge Nga y nos lleva hasta el muelle donde está amarrado el barco-restaurante. El barco, en cuestión, es el más “normalito” de los barcos-restaurante que surcan las aguas del río Saigón. No lleva luces multicolores por todos lados y parece más un sampán chino que un barco de crucero. Todo él de oscura madera barnizada (parece ser que su propietario es un holandés, y se nota). En el embarcadero, hay un grupo de mujeres ataviadas con el traje típico vietnamita y un fotógrafo que te invita a hacerte una foto con ellas. Como llevo mi cámara declinamos la invitación (además de que sería el colmo de guirilandia). Embarcamos, junto con Nga (que nos acompañará y cenará con nosotros –en todo el viaje esto ocurrirá en dos ocasiones más–) y nos situamos en el lado de estribor (las mesas están dispuestas alrededor de un inmenso bufé y cocinas que ocupan el centro del barco, de donde luego nos serviremos y nos servirán. Cada mesa, en función de su tamaño, tiene un camarero para atenderla –la nuestra y la siguiente hacia proa, por ser de pocos comensales las atiende el mismo camarero–). Una vez todos sentados nos dan la bienvenida y ejecutan un número tribal por entre las mesas. Dan la salida (comenzamos a navegar río arriba, hasta nuestro hotel, y río abajo) y comienza la cena. La comida muy bien, de la bebida se encarga nuestro camarero (que también nos aconseja, supongo que por la propina que intuye le dejaremos, sobre qué platos son mejor e incluso en ocasiones nos trae algo del bufé). La mesa de al lado (más a popa), de unos 20 ó 25 comensales, está compuesta por japoneses (que, a la hora de pagar la bebida, le harán a la camarera desglosar uno por uno el importe de lo consumido ¡Trabajo de chinos! Cada quién que pague lo suyo), es un auténtico jaleo, un ir y venir a las bandejas (y la mayoría son gente de edad, el más joven es Richi). Hago fotos, hasta que mi hijo me dice que está prohibido –es cierto, hay carteles prohibiendo hacer fotos. No los había visto–. Dejo quieta la cámara ¡Hasta que empieza el jaleo de verdad! Tras la cena una banda de músicos y dos cantantes (filipinas según Nga) que lo hacen bastante bien, nos deleitan con sus ritmos y canciones, hasta que las cantantes empiezan a pedir la colaboración del público y la implicación de éste en los cánticos, cesado el trasiego de comida, hacen un hueco ante ellas, que sirve de pista de baile, para que los más lanzados muevan las caderas ¿Quiénes son los más lanzados? ¡Efectivamente! Pilar y Marijose. Ahí están (espoleadas por Nga, que las anima) bailando y cantando junto a las “filipinas”. Esto da ánimos a los nipones más desinhibidos de la mesa de al lado que salen a bailar con ellas. Ellas, muy mujeres para eso, van de un lado a otro contoneándose al ritmo de la música (no sé si por exigencias musicales o por huir de los nipones que las persiguen para bailar en pareja). Y aquí es donde ejerzo, de nuevo, como fotógrafo ¡Todo el mundo está inmortalizando el momento y yo de legal! ¡Viva el libre albedrío! Después hay un grupo de bailarinas malayas con sus tronquitos de bambú y sus bailes de o retiras los pies o te parto los tobillos, y vuelven a pedir voluntarios ¡Otra vez Pilar! Pero esta chica es reincidente. También un mago, infiltrado entre el público, hace las delicias de todos (hace, en nuestra mesa –para nosotros–, unos números increíbles). Y así va pasando la velada. Creo que felizmente llenamos la noche con nuevas experiencias. La cena y el ambiente ¡Inenarrables! Guiri total, pero de calidad. Sobre las 21,15 abandonamos, todos, el barco. Nga nos deja en el hotel y, como estamos de buen humor y alegres, vamos a tomar un café en un acogedor bar frente al hotel Sheraton. La noche en Ho Chí Minh invita a pasear, lejos del rigor climático matutino y vespertino, aunque no nos engañemos, las temperaturas bajan poco.

Playa de Nha Trang, Vietnam

Se acabó la fiesta mañana volaremos hasta Nha Trang. Hemos quedado a las 12,30 con Nga.

Amanece despejado como todos los días, a pesar de la lluvia nocturna. Desayuno y actividades varias.

Las chicas (las tres más una, Teresa) se van a dar un masaje (para eso han venido a Asia) y los chicos (Richi y yo más otro, Job –sí, el de la paciencia–) nos vamos a hacer fotos de los alrededores. A la salida del comedor hemos coincidido con un matrimonio aragonés (empresario jubilado él, y enfermera ella) que han decidido, mientras esperan su traslado al aeropuerto (parten hacia Camboya) unirse a nosotros. Vamos a hacer fotos del Ayuntamiento y las zonas aledañas (el tiempo y el calor no dan para muchas alegrías). Hago alguna foto curiosa, como la de una pareja, vestidos de boda, en un ciclo (y no será la única pareja de boda con la que nos topemos en este viaje). A las 11,30 nos reunimos todos en el hall del hotel. Despedida, ellos a Camboya y nosotros a Nha Trang (nuestro vuelo se ha retrasado hasta las 14,55).

Calles en Nha Trang, Vietnam

Vamos al aeropuerto (para esperar en el hotel, preferimos hacerlo en el aeropuerto). Facturamos el equipaje –aquí no es como en Europa el equipaje de mano no puede exceder de 7 Kg , en Europa son 12 Kg–, Nga nos tranquiliza, de momento en los vuelos internos no debe de haber problema (otra cosa será cuando salgamos para España). Por la seguridad del mundo mundial, nos requisan las primeras botellas de agua, del hotel, que llevábamos por aquello de la hidratación. Como Nga es una viajera incansable tiene tarjeta Business, por lo que puede acceder a la zona VIP del aeropuerto con otra persona (para descansar, comer o beber lo que quiera por cuenta de la Vietnam Airlines). Pregunta quién le acompañará y elegimos a Pilar como representante española en la zona VIP. Esperamos al embarque y media hora antes nos cambian la puerta (de la 7 a la 11) y lo peor es que Nga y Pilar no han regresado y, con nuestro inglés, no estamos muy seguros de lo que dicen por megafonía. Cuando salen, pasado un buen rato empezamos a embarcar.

Volamos y, en una hora, estamos en el aeropuerto de Cam Ranh, a 30 Km de Nha Trang (es el aeropuerto más cercano, pues el que hay en la mismísima Nha Trang –lo sé por las fotos que hice cuando íbamos a aterrizar– no está operativo, debe datar de los años de la guerra y ha quedado tan en la ciudad que lo han descartado para su uso). Carretera (autopista en construcción), terrenos acotados entre dunas de blanca arena –pobladas de anacardos– para resorts de nueva construcción (que todavía son proyecto) y un bonito paisaje hasta la ciudad. Y un día esplendoroso.

Buda reclinado en Nha Trang, Vietnam

La ciudad ha cambiado, cuando entras por carretera lo haces entre resorts, ya operativos, y casas o chalets de nueva construcción. Avenidas grandes y congestionadas por el tráfico, en su mayoría motos. También el paseo marítimo ha sido mejorado (ya era ancho, pero ahora lo han urbanizado con zonas ajardinadas y enlosadas). Nos inscribimos en el hotel Novotel. La primera sorpresa es que, en concepto de señal, he de depositar 300 $, que me serán reintegrados en 2 ó 3 semanas, si no rompemos ni nos llevamos nada (cuando llegue a Madrid y mire los movimientos bancarios descubriré que, o no me los llegaron a cargar o si lo hicieron me lo reintegraron rápidamente, pues no hay constancia de ello –pero el susto allí es morrocotudo–). Nos alojamos y merece la pena aguantar el cabreo de la fianza por la habitación. Señorial. Desde el Mac del hotel (en recepción y gratis) mando un correo a Ángel comunicándole que en este País ya no se puede comprar nada por 2 $.

Salimos a pasear frente al hotel para conocer un poco y admirar esta bonita y amplííííííííííísima playa, llena de bañistas a pesar de que esta anocheciendo (a partir de las 6 empieza a anochecer), vendedores ambulantes y paseantes. En la playa hay vendedores con viandas y calamares secos para quien los quiera comprar, su olor es intenso aunque no desagradable. Aprovechamos para tomarnos, ¿Cómo no?, en un local muy bonito pero con un calor de espanto, la ¿refrescante? Ba ba ba (333) para hacer tiempo hasta la cena (en el hotel).

Buda Long Son en Nha Trang, Vietnam

Hemos (Nga en nuestro nombre) reservado para cenar a las 21 horas pero se nos hace interminable la espera y tampoco vamos a estar tomando 333 todo el rato, por lo que a las 20 h. entramos en el comedor del hotel y hacemos lo que se espera que se haga en un comedor ¡Comer! Bufé, variado y rico, con cocineros que te guisan en el momento el marisco, la carne, el pescado, la sopa o la verdura que les pidas.

A las 8 h. de la mañana (ya desayunados) nos reunimos en el hall con Nga para visitar la ciudad. Empezamos yendo a la Catedral (católica). Allí, en el exterior, un futuro matrimonio (el segundo que me encuentro) se hace las fotos de rigor para el álbum (según Nga, antes de casarse todos los novios se hacen el que será su álbum de boda, ataviados como corresponde).

Desde la Catedral vamos al mercado. Si se pudieran quitar los olores, esto ganaría muchísimo, pero no sería un mercado vietnamita. Se vende de todo, principalmente productos del mar desecados (calamares, pulpos, pescado, gambas, medusas –sí, en frascos–, etc.), además de lo “normal”… carne, pescado fresco, verduras, fruta, cacharros metálicos y de plástico, incienso, fideos, souvenirs, ropa, zapatos, mochilas, bolsos, etc. y comida y bebida en los restaurantes del mercado. Como ya he dicho el olor inenarrable. Creo que somos los únicos guiris que visitan el mercado, no guardo recuerdo de habernos cruzado con alguien que tuviera nuestros rasgos. A pesar de todo es cierto que los mercados forman parte de su modo de vida y son lugares de encuentro para ellos, coloridos, bulliciosos y, si me apuras, alegres, donde pasan muchas horas.

Pagoda Long Son en Nha Trang, Vietnam

Salimos de “debajo de los toldos azules” que rodean el mercado, realmente creo que hemos visitado “los aledaños” del mercado, por la zona interior hemos pasado de refilón, y cogemos nuestro transporte con aire acondicionado para ir hasta la pagoda Long Son (la que tiene un buda blanco inmenso que se divisa desde todos los puntos de la ciudad, incluidos la explanada de la Catedral y la planta 12 del hotel donde se encuentran nuestras habitaciones).

Llegamos a la pagoda, que sigue tan bonita como la dejamos en 2004. Al abrigo de flamboyanes floridos y otros muchos árboles y plantas multicolores y frutales. Está llena de gente (fervorosos y guiris –como nosotros–), están preparando el comedor para los bonzos. Subimos hasta el primer Buda, el Buda en el Nirvana (los budas que están tumbados de lado reciben este nombre). Impresionante, tiene un tamaño de unos 15 ó 20 metros tallados en una sola piedra de granito que formaba parte del lugar (no está traída de ningún otro lugar). Todo el mundo nos hacemos fotos aquí, esto es una romería. Estoy descubriendo que a los vietnamitas les encanta hacerse fotos, y que se las hagan. Nos llegamos a la altura de la torre de la campana, donde un acólito hace que ésta suene golpeándola con un tronco suspendido por sus dos extremos, al tiempo que canta. Desde aquí las vistas de la pagoda inferior son fabulosas, medio escondida entre los frondosos y floridos árboles. Llegamos a la explanada donde las vendedoras (generalmente, son vendedoras no vendedores) de bebida, postales, comida y recuerdos esperan a los fieles bajo la protección de sus sombrillas. Desde aquí hay una impresionante vista del inmenso Buda Blanco y su incensario (que no le va a la zaga) al final de la última escalera de acceso. El Buda Blanco descansa sobre un inmenso loto (la altura del conjunto es de 18,5 metros ), es el colofón a haber subido 150 peldaños (siempre que hay que subir a alguna pagoda o figura budista se suben 150 peldaños). Bajo el loto donde se sienta hay una pequeña pagoda (justo ocupando su base, que es de forma octogonal) con una figura por cara (excepto en la que se abre la entrada –es decir, siete–) de bonzos que se inmolaron.

Po Nagar en Nha Trang, Vietnam

Bajamos por donde hemos subido, hacemos la obligada visita a la pagoda (al entrar subimos directamente), donde nos mezclamos, otra vez, devotos y visitantes. Es muy amplia por dentro, hasta el extremo de que los niños pequeños juegan sin molestar a los orantes, y tiene una más pequeña aneja. Abandonamos el lugar. Siempre es un placer venir aquí, por la tranquilidad que transmite y se respira, y lo sereno e integrado del lugar.

Cruzamos el puente más cercano al mar (hay otro paralelo y a escasa distancia, hacia el interior) y, en un suspiro, estamos en las ruinas de Po Nagar. El santuario Cham mejor conservado de todo Viet Nam. Esto es mejor verlo, no se puede contar. Se mantienen en pie 4 ó 5 templos que todavía se usan por los lugareños.

Tras llenarnos los ojos y los sentidos de Po Nagar, nuestro vehículo pone rumbo al promontorio de Hòn Chong . Consta de una edificación, al estilo vietnamita (donde se ubica una tienda de objetos elaborados con madera de sándalo y recuerdos, además de un pequeño bar) y el promontorio, haciendo de cabo en el mar, compuesto por rocas graníticas de enormes dimensiones (como el Tolmo, en la Pedriza ). A los pies de éstas hay una minúscula playa de blanca y fina arena y unas increíbles vistas de Nha Trang. Hace un día precioso (lo que significa que el sol es de “ajusticiar”, no de justicia). Llegamos hasta la piedra que sobresale por encima de la base granítica, Hòn Chong supongo, y volvemos al resguardo de los árboles donde, curiosamente, está el bar ¡Esto se merece una cerveza! Unos cerveza y otros soda con limón y azúcar. Visitamos la tienda de artículos étnicos y realizados con madera de sándalo. Nga dice que es una madera muy apreciada y cara pues es muy peligroso hacerse con ella (está en las profundidades de la inexpugnable selva y sólo unos pocos saben dónde hallarla), tiene un olor perfumado y cuando el árbol muere destila una valiosa resina.

Museo Oceanográfico en Nha Trang, Vietnam

Dirigimos nuestro vehículo hacia el Museo Oceanográfico, que ha mejorado mucho ¿Qué hay en un museo oceanográfico? Peces, vivos y disecados, conchas de todo tipo, etc. ¿Hace falta explicar lo que vimos? ¿No? Pues a otra cosa.

Comemos en un restaurante vietnamita, el Ngoc Suong, comida vietnamita (en la puerta –lo tengo inmortalizado en una foto– un cartel reza: Ricardo Ðong Khoi ).

Tras la comida Nga engatusa a las mujeres (los hombres somos de otra madera ¿Sándalo, quizá?) y, por la tarde, se van a darse unos “baños de barro”, incluida Nga (es una de las actividades que se permite cuando viene a Nha Trang, pues son famosos por sus efectos suavizantes y de limpieza sobre la piel). Los chicos tenemos otra misión: ir a pasar las fotos a DVD.

A Richi esto de andar en plan soltero por la ciudad no le atrae mucho, la verdad. Tiene miedo de que nos perdamos. Todavía no sabe que va con un vietnamita reencarnado. Buscamos un lugar donde poder descargar nuestras fotos a un DVD y tras una hora encontramos una tienda de fotografía (tiendecita). Discutimos por el precio del DVD, me pide 10 $, y al final me lo deja en la mitad. En una hora me lo tiene. A seguir paseando, y Richi preocupado por si nos perdemos. A la hora (10 ó 15 minutos antes) estamos allí (sin habernos perdido) y el DVD no está listo. Esperamos, hora y media más, lo que da lugar a que podamos satisfacer la curiosidad de los vecinos que nos preguntan por Richi ¿De qué nacionalidad es?, ¿Quién es su familia?, etc. Al final han sido 2 DVD's (unas 1800 fotos de 8 Mb) y me quieren cobrar 10 $. Como último recurso del pataleo le espeto (en mi ¿inglés?) que, efectivamente, ha sido un DVD más de lo que esperábamos, pero también yo he esperado hora y media más de lo acordado. Me los deja en 9 $. Con el honor y el orgullo salvados, pago y nos vamos al encuentro de las chicas. Sí que cotizan caros aquí los DVD's, y luego nos quejamos del canon sobre soporte digital virgen de España.

Museo Oceanográfico en Nha Trang, Vietnam

Reencuentro, intercambio de vivencias, explicación de mi “ardua” negociación con la dependienta (dueña o hija de los dueños) de la tienda de fotografía, y a cenar.

Después de cenar como unos señores y unas damas salimos a pasear por el bulevar (Richi se queda en la habitación, descansando y jugando con sus maquinitas). Llegamos hasta un centro comercial (pasando por delante del hotel donde nos hospedamos en 2004), donde curioseamos y vemos que los precios son internacionales (no hace falta estar en Europa para comprar caro). Al día siguiente Nga nos explicará que es un centro comercial donde venden productos, de marca, extranjeros. ¡Y a precios extranjeros!

Hoy es, o debería de ser, un día libre –sin guía, ni vehículo– pero Nga, siempre atenta y pendiente de nosotros, nos ha ofrecido apuntarnos a la excursión que ella va a realizar (vayamos o no, nosotros), que incluye: recogida en el hotel, embarque en un barquito local, ir a una isla cercana a ver los corales (con chapuzón incluido), comida en el barco, visita a otra isla (la de Los Gusanos de Seda, convertida en “parque temático” con piscinas –y eso que sus playas son de tipo caribeño, de blanca y fina arena–) y regreso al hotel. No es mal plan. Nos apuntamos.

Amanacer en Nha Trang, Vietnam

A las 9,15 nos recoge un microbús, donde los únicos occidentales somos nosotros, al fin y al cabo queríamos conocer la realidad vietnamita ¡Pues esta es! Eso sí lleno hasta la bandera, no sobra ni un asiento. El organizador, el dueño del barco, el manager, la voz cantante, el que sea, no para de hablar (en vietnamita y, por nosotros, en inglés –si supiera que no sabemos inglés, bueno ya se enterará, tampoco hay prisa–). Llegamos al puerto, abarrotado –más que cualquier mercado en día de ofertas–, pero los barquichuelos no se quedan atrás, se agolpan unos abarloados junto a los otros sin resquicio para que nadie caiga al agua, cada vez que uno se llena y se hace a la mar, su hueco lo ocupa, inmediatamente, otro. Aquí estamos, los unos junto a los otros para no perdernos y con un sol de reos. A los 15 minutos de deambular de un lado para otro y de espera, embarcamos (el barco se llama Con Setre 3, aunque según Google debería llamarse chim se se, gorrión, según Nga) y nos hacemos a la mar, como la multitud de barcos que nos han precedido y como lo harán los numerosos barcos que todavía quedan en el puerto. Vamos unos 18 pasajeros y 5 ó 6 tripulantes (contando al jefe). La tripulación, en popa, comienza a preparar la que será nuestra comida (al más puro estilo vietnamita). La gente, sobre todo las mujeres, comienzan a desfilar en dirección al baño (una caseta en popa con un agujero que da al mar y un cubo con agua) para embutirse en los bañadores.

Vajilla de playa en Nha Trang, Vietnam

A quince o veinte minutos de distancia del puerto, junto a una isla, un tripulante, enfundado en una reliquia de traje de buceo (probablemente el primer prototipo de traje de buceo, por el estado en que se encuentra, que cubre la ropa de algodón que lleva, asomando a partir de las rodillas –que es donde acaba el traje de “neopreno”–, hasta los tobillos, es abandonado a su suerte con un cesto de red ¡Joder cualquiera dice nada o se queja! Proseguimos entre piscifactorías flotantes hacia la zona de corales. Nos dan la opción de ir a la zona de corales, donde podremos bucear para verlos, o cambiar a otro barco con el fondo de cristal, para ver los corales sin mojarnos. Pilar y Nga optan por la segunda opción (que hay que pagar aparte), el resto seguimos en el barco. Llegados a la zona de corales nos dicen, a todos, que por bucear hay que pagar la módica cantidad de 40.000 dongs por persona (2 $, vamos). Regina, Marijose y Richi se tiran al agua (120.000 dongs de vellón) con el material que el barco pone a su disposición, gafas de buceo, aletas y, si lo quieres, un chaleco salvavidas (todos los vietnamitas se lo han puesto). El agua, dicen los que se bañan, está estupenda ¡Que aproveche! En unos 15 ó 30 minutos aparece el barco con fondo de cristal, Nga y Pilar vuelven al nuestro. Esta zona está llena de barcos con gente que bucea, a pulmón libre (apnea) o con botellas de oxígeno (exagerado, me parece a mi), aunque si vas a volar en menos de 24 horas no te dejan usar las botellas de oxígeno.

A las 12,30, más o menos, nos ponemos en movimiento (tras recoger a todos y cada uno de los que han viajado en este barco), vamos hacia la isla donde abandonamos a nuestro “buceador” ¿Habrá cumplido ya su castigo? Le recogemos a él y a su cesta, repleta de erizos, nos acercamos a la zona de piscifactorías y desembarcamos en una de ellas. Allí vemos su preciado tesoro: marisco, calamares, sepias, pescados, etc. Embarcamos y ¡Este no es nuestro barco! ¡Ah sí! Es que han bajado todos los respaldos de los asientos, convirtiéndolo en una inmensa mesa, donde están depositando los platos, los vasos y la comida y bebida. Preguntan quién quiere sopa de erizo (por un suplemento de, no recuerdo si, 3 ó 5 $) y Nga dice que quiere e invita a Richi a tomarse otra. El resto castigados a tomar sopa normal. De la comida preparada in situ no se puede decir nada malo, a pesar del sitio, de los medios, de todo, está buena y es abundante. Se compone de ensaladas (de varios tipos, pasando por la de espinacas chinas rehogadas), chipirones a la plancha (que están de rechupete o al menos a mi me lo parece), pollo a la brasa (he visto cómo lo hacían en pequeñas parrillas), gambas, pescado, arroz (en abundancia, pues sirve como acompañamiento, plato principal, para mezclar con la sopa, etc.), sopa de verduras y pescado, y de erizo –para el que la pidió y la pagó, Nga y Richi–. Para finalizar con un postre compuesto por sandía (muy dulce) y rambután (fresco y jugoso).

Criadero marino en Nha Trang, Vietnam

Acabada la comida improvisan sobre lo que fuera la “mesa” una pista de baile con su “batería y platillos” (hecha con un platillo, un barreñito y un bidón, ambos, de plástico) y una guitarra eléctrica, además de un cantante ¡El buzo! Y qué voz tiene ese hombre, y cómo toca la guitarra. Un virtuoso (de verdad). Al finalizar la excursión se lo hice saber. Cosa que él agradeció y me dijo que, en su día, fue músico y cantante de profesión.

Empezada la música y canto, aparece un “tripulante” (lo deduzco porque de la nada no puede salir “eso”) llevando un pareo a modo de falda y un par de medios cocos para completar su perfil “femenino”. La indumentaria se completa con un nón lá y unas gafas de sol (para que no se le reconozca, pues debe de tener familia y estas cosas imprimen carácter, además de que Internet no tiene límites). Marijose se lanza a bailar con su “compañera” vietnamita y la fiesta comienza. Hartos de reír y cantar, en el lugar donde permanecemos fondeados, la “bailarina” vietnamita se desprende de su indumentaria y se tira al mar, dentro de un ¿salvavidas? Donde lleva una botella de vino y vasos de plástico para dar de beber a todos aquellos que se tiren al agua. La mayoría se tiran. Chapuzones, risas y seguimos viaje.

Isla de los Gusanos de Seda , Vietnam

Llegamos a la isla de los Gusanos de Seda, donde nos desembarcan, advirtiéndonos en todos los idiomas –menos en español– que son las 14 horas y a las 16 horas (esto es, dentro de dos horas) partiremos hacia el puerto de Nha Trang. Hay tiempo para visitar y disfrutar de la isla, con mesura.

Creo que ya dije que esta isla tiene, al menos, una interminable y paradisíaca playa, al mejor estilo caribeño, de blanca y fina arena. Como podré observar compuesta, en su mayoría, por el desecho de los esqueletos y fósiles de corales de la zona (apaño unos cuantos de éstos, de recuerdo, que se agolpan contra el muro de la playa, y a otra cosa mariposa). Pillamos sombrilla y sillas y a disfrutar de la playa. Giramos una breve visita a las piscinas que hay construidas a varias alturas, atestadas de gente pero no llenas, por su tamaño, y a las instalaciones que las complementan, baños, vestuarios, chiringuitos, etc. No están nada mal, rodeadas de césped por todos lados y con puentes para salvarlas. También hay alguna construcción aislada de casas típicas de la zona (deduzco que en su interior venderán souvenirs –no lo sé pues no nos acercamos a ellas–). Diez minutos antes de las 16 horas estamos embarcados, y esperando a los “tardones” de turno. En todos los países cuecen habas.

Altar en la Montaña Mármol, Vietnam

Con media hora de retraso, que aprovecho para ver cómo las vietnamitas se hacen, y hacen, fotos en el embarcadero, salimos hacia tierra firme. Cogemos el bus que nos depositó en el puerto y éste, a su vez, nos deja en la puerta del hotel. Ha sido un día fantástico y divertido, al estilo vietnamita. Nga se despide de nosotros con un: “Es más cansado hacer turismo que trabajar para los turistas” .

Ducha y a tomar ¿por qué no? una bia Saigón. Cena y a disfrutar de la habitación descansando.

Me levanto antes de que comience a salir el Sol, porque me he despertado y porque quiero hacer fotos del amanecer (no en balde nuestras habitaciones dan al mar –al este–). Nha Trang tiene unos amaneceres (bueno, como en todos los sitios si tienes la fortuna de verlos) para enmarcar. El madrugón, eran las 4,30 ó 4,45 de la mañana, ha merecido la pena. Con todo y con eso no soy, ni muchísimo menos, el único madrugador. Hay centenares de personas en la playa y otras tantas mujeres haciendo tai chi en el paseo marítimo (por lo “equipadas” y “conjuntadas” que van, y las tarimas que están montando, deben estar preparando alguna fiesta –se me olvidó preguntarle a Nga–). Más fotos al canto.

Altar en la Montaña Mármol, Vietnam

A las 10,30 nos despedimos de este magnífico hotel, de esta magnífica playa y de todo lo magnífico (que es mucho) que nos rodea aquí para dirigirnos, una vez más, al aeropuerto rodeado de dunas y anacardos, también magníficos.

Nga nos pregunta quién le acompañará a la sala VIP. Regina es nuestra mejor opción (Pilar estuvo en el primer vuelo). Cuando se nos unen traen una bebida, que nos dan a probar de una lata –rotulada en vietnamita, idioma que aún no dominamos del todo–, a ver si adivinamos de qué bebida se trata ¡Ni flores! Y la respuesta es: “refresco de nido de golondrina” . Sí, muy dulce y agradable al gusto, buena y “nutritiva” –o eso al menos dicen de ella–. Es una bebida que, por lo visto, está muy de moda, por influencia China ¡Vivir para ver, experimentar y creer! El agua que llevábamos del hotel, para no perder la costumbre, nos la confiscan al pasar el control de equipajes ¡Siempre se nos olvida!

Embarcamos en un ATR (traducido al cristiano, avión de hélices con 65 plazas –para vuelos cortos–). Y ¡A volar!

Tras hora y cuarto (o media, no puedo estar en todos los detalles) entre nubes, nos anuncian que vamos a tomar tierra en Ðà Nang . En el aeropuerto reclamamos el asa rota de la maleta de Nga. Ella no quería por el follón y la espera pero, al final, la hemos convencido. Le sueltan 200.000 dongs ¡Menos da una piedra!

Altar de buda en la Montaña Mármol, Vietnam

Esta ciudad, como hasta ahora todas las que hemos visitado, está cambiando (avanzando) a marchas agigantadas. Están construyendo grandes puentes y avenidas (para lo cual han desahuciado y derrumbado las viviendas que se interponían en su camino –dándoles a sus moradores, según Nga, sustanciosas cantidades para comprar otras–). Por una de estas avenidas llegamos hasta el restaurante Apshara, donde comemos (como siempre, es un sitio conocido pues ya comimos aquí). Como siempre, también, delicioso.

Tras reponer fuerzas con la comida, visita a las Montañas de Mármol, Ngu Hành Son en vietnamita, (que están a tiro de piedra ¡En coche!) ¡Qué inteligente es Nga! ¡Cómo lo organiza todo, corrigiendo lo necesario, sin salirse del guión!

Como corresponde a una mente privilegiada y a años de experiencia, entramos por la que normalmente es la salida. Sus escaleras son menos empinadas y hay muchísimo menos trasiego de gente (la mayoría, si no toda, es vietnamita).

Altar en la cueva de la Montaña Mármol, Vietnam

Visitamos la montaña que lleva por nombre Thay Son (Montaña de Agua). Todo cambia (no sé si para mejor). Hasta aquí ha llegado la tecnología ¡Han puesto un ascensor que llega hasta arriba! ¡Una mole de cemento en paralelo a la montaña! ¡Un adefesio que no pinta nada aquí! Nga lo justifica diciendo que es para que todo el mundo, incluidos los impedidos, puedan visitar el lugar. Según ese planteamiento para acceder a las grutas terminarán poniendo escaleras mecánicas y ascensores. Los avances, en ocasiones, sólo empeoran las cosas. En lugar de preservar, perjudican. Hay sitios que una vez destrozados jamás volverán a ser los mismos.

A la entrada (que recordemos que, en realidad, se corresponde con lo que normalmente se ve en último lugar, al salir), a espaldas de la pagoda Linh Ung, Nga nos lleva a la gruta ( (escondida para nosotros que no sabemos leer los carteles en vietnamita –su acceso es por un estrecho pasillo, tras la pagoda–) donde, tras superar a los dos guardianes de la entrada, hay dos budas, uno sentado y el otro, a espaldas del primero, en el nirvana (si no subes a verle la cabeza al primero no ves al segundo, desde esa posición se vislumbra, con linterna, el fondo encharcado y embarrado de la gruta). Lo cierto es que no hay nadie pues, si no la conoces, pasas de largo sin saber que está ahí.

Gruta pincipal Huyen Không en la Montaña Mármol, Vietnam

De ahí, subimos y pasamos por el templete donde se encuentra una estatua de Avalokiteshvara hasta hacer una parada (para las fotos y disfrutar de las vistas sobre la costa) a los pies de la torre de siete pisos Bao tháp Xá Loi , para seguir subiendo hasta la oquedad, puerta de acceso, tallada en la roca, tras la que hay varios puestos de refrescos y comida.

Entramos a la gruta ( dong ) Vân Thông, por la que se “sube” al Nirvana o Camino al Cielo. Ha mejorado, notablemente, la iluminación de ésta y de las demás grutas –dado que antes no tenían luz artificial–. Y, como no podía ser de otra manera, Nga nos conduce hasta el “nirvana” ¡Cuidado con no darse en la cabeza con la piedra que pende del techo al final de la chimenea! ¡Hay que sentarse bajo esa piedra para poder salir sin dificultad! La vista se explaya sobre toda la costa de Ðà Nang y los alrededores de las Montañas de Mármol ¡Efectivamente, si no alcanzas el nirvana, al menos estás en él!

Bajamos por el camino –nuevo, antes no existía marcado y delimitado, como está– hasta la zona donde se distribuyen los senderos que conducen a las distintas grutas (donde están los puestos de bebida y comida).

Pagoda en la Montaña Mármol, Vietnam

Tomamos el de la gruta (dong) principal, Huyen Không (la más grande, que yo conozco). Como ya he dicho, ahora se ve dónde pisas gracias a las bombillas colocadas para ese menester ¡Esto es otra cosa! A la derecha del buda Avalokiteshvara que te recibe (la izquierda de quien accede a la gruta), está la entrada a la gruta. Penetramos, y allí siguen los cuatro guardianes custodios (dos a cada lado y unos por encima de los otros), flanqueando el acceso a las escaleras de bajada, al comienzo y al final de éstas. A ambos lados de las escaleras hay ofrendas de todo tipo, desde dinero hasta fruta, pasando por el incienso. La luz que filtran los agujeros que tiene el techo (unos dicen que producidos por los bombardeos americanos, esto fue hospital del vietcong, y otros que debidos a la acción del agua y el tiempo) dan un halo misterioso y de tranquilidad al lugar, donde hay un gran Buda sentado en una oquedad a mitad de la pared del fondo (tenuemente iluminado lateralmente), una pagoda a la derecha y sendos altares de oraciones y ofrendas bajo éste y a la izquierda. El resto, que no es pequeño, está diáfano y es donde nos concentramos los grupos de visitantes para ver la gruta en toda su amplitud y hacer las fotos.

Paisaje de la Montaña Mármol, Vietnam

Salimos y nos dirigimos a la pagoda Tam Thai, la de la entrada (que para nosotros, en este caso, es la de la salida). Su patio de entrada está presidido por un Buda de la Felicidad (sonriente y orondo), donde Nga hace una foto del grupo. A su derecha (en el sentido que nosotros llevamos) hay otra pagoda de más reciente construcción, Tam Ton Duong, y el montículo Vong Giang Ðai, un mirador, desde el que Minh Mang controló la construcción del “complejo”. Si no controló la construcción, por lo menos tenía unas inmejorables vistas de todas las montañas. Atardece y seguimos en dirección a la salida-entrada.

En las escaleras, que son para gigantes, coincidimos con un grupo de tres o cuatro mujeres acompañadas por un hombre que, según Nga, es un inepto que no deja de dar órdenes y “marcar” a éstas el modo y el sitio por el que han de bajar.

Llegamos a lo que, en realidad, es la entrada. Siguen los tallistas de mármol, y sus talleres, diseminados por todos lados y Nga nos dice que, ahora, está prohibido extraer piedra de las montañas (para preservarlas), el mármol lo traen de otros lugares. Bueno, una compensación a cambio del ascensor.

Amanacer en Hoian , Vietnam

Llegamos al hotel. En la playa de Hoi An ¡Y qué hotel! Con acceso directo al mar, al que precede su gigantesca piscina rodeada de césped y bungalows de dos plantas (para gente con poder adquisitivo, que aquí deben ser muchos pues están todos ocupados). Esta vez, sin que sirva de precedente, unas han ido al ala sur y otros hemos ido al norte.

Barca de pesca en Hoian, Vietnam

Paseamos por la playa, a estas horas desierta, mientras caen las sombras de la tarde y pasamos a cenar al hotel ¿Dónde si no? Estamos en medio de la nada, carretera, hotel y playa. No hay nada más, bueno sí, junto al hotel hay una casa vietnamita que hace de bar y lavandería (la competencia del hotel).

A descansar, mañana hay que madrugar. A las 7,30 estará Nga esperándonos para ir a visitar My Son (Montaña Bonita).

Como un machote (Richi, sigue durmiendo) y unas “machotas” a las 5,30 estamos en la playa viendo amanecer. Hay pescadores recogiendo las artes de pesca (no guardándolas, cobrando las redes para coger la pesca) y los botes (redondos, de bambú entretejido y embreados, llamados thúng chai) ya descansan en la orilla, sobre la arena. Alguno aprovecha para, entre mantas, dormir junto a un bote. La noche ha sido larga, supongo. Otras aprovechan para darse un baño en el Mar del Sur de la China (Pilar y Marijose ¿Quién sino?). Para ser la hora que es hay mucha gente paseando por la orilla del mar. Amanecer de película. Como todos los que he visto hasta ahora. Como este País está bañado en su totalidad por el mar, siempre amanece por él.

Pesca en la costa Hoian, Vietnam

Despertamos a Richi, desayuno (tras el aseo) y ahí está Nga, puntual como siempre.

Carretera hasta My Son, no sin antes depositar ropa para lavar en la competencia del hotel. Tras hora y media, más o menos, llegamos al enclave de My Son, al que ahora se puede subir con el vehículo (antes se subía a pie o en jeeps soviéticos), tras pagar la entrada, por supuesto. Hace un día radiante (por eso hemos madrugado, para no achicharrarnos en exceso, porque calor vamos a pasar).

Las ruinas siguen igual y donde estaban, como no podía ser de otra manera. Siguen desenterrando y ganando a la selva más construcciones en proceso de restauración, con ayuda externa (financiera, técnica y material). Teniendo en cuenta que, antes de la guerra con EEUU, había unas cincuenta construcciones (entre templos y edificios anexos) y tras bombardearlo la “civilización insignia de occidente” no quedaron más de diez, es un éxito lo que se está logrando aquí.

Templos en My Son, Vietnam

Nga nos dice que el pico que se ve al fondo, el que más destaca de todo el contorno (no olvidemos que los valles están rodeados de montañas), se llama “Colmillo de Gato”.

Pasamos toda la mañana en este fantástico lugar. Al finalizar la visita a las ruinas están haciendo un espectáculo de música y danza, se supone, típicos de los antiguos habitantes del lugar. Hoy es el cumpleaños de Richi ¿Dónde se podrían cumplir 14 años mejor que aquí?

De retorno paramos en una casa vietnamita, al borde de la carretera (como tienen por costumbre aquí) donde amablemente nos explican (esto ni estaba previsto, ni pertenece a la ruta trazada) cómo se elaboran las obleas de arroz y además Marijose ejerce de “obleadora”. La mujer nos cuenta una triste historia sobre su hijo mayor y les dejamos en paz.

Llegamos a Hoi An y, tras un corto paseo y una cervecita (333), embarcamos para surcar las aguas del sông (río) Thu Bon. Es mediodía, y se nota a pesar de ir en un barco entoldado, no obstante la brisa quita algo de fuego al asunto.

Yoni en My Son, Vietnam

Disfrutamos viendo las artes de pesca que aquí utilizan, sumergiéndolas e izándolas por las cuatro esquinas al mismo tiempo, para coger a los infelices peces que pasen sobre la red. En el centro cuelga un candil, que es con lo que atraen a los peces durante la noche. En el centro del río hay una barquita con dos hombres que están lanzando la red al agua. Se acercan y nos muestran unos peces. Nga les da una propina. Nos metemos por un canal y se nos acerca un bote redondo (thúng chai), ocupado por un hombre mayor (según Nga, un excombatiente ¿Y quién no lo es aquí?, veterano de guerra). A lo que iba, lo llamativo es el modo en que hace avanzar su embarcación: empujando hacia proa el borde donde apoya sus manos, hasta casi dejarlo a ras del agua. Así a golpes de “borda” avanza rápidamente hacia nosotros. En un abrir y cerrar de ojos está abarloado a babor nuestro y nos hace el signo de la victoria. Sonriente bajo su non la. Nos invita a acompañarle en su bote a dar un pequeño paseo. Marijose y Richi se sientan a ambos lados de él. Le dice a Marijose que reme (lleva un remo) y que mueva el bote. Imposible ir en una dirección concreta, el bote da vueltas como un tiovivo. Les hace una demostración de cómo se rema en este bote artesanal. Él sí va en dirección recta y donde quiere (con enérgicos movimientos ondulantes por delante de la embarcación). Vuelve a dejarle el remo a Marijose y le ayuda un poco. Nada, ni así. Se vuelven a poner a nuestro costado y cambian puesto por Regina y Pilar. Vuelta a lo mismo. Es imposible hacer avanzar este navío ¡Con lo fácil que lo hace él! Nga coge (mientras esperamos que regresen abordo) el fruto de una palmera de las que crece en el agua y nos lo da para que, una vez seco, lo pongamos de adorno. Pesa uno o dos kilos. Con todos abordo y tras haber dado una propina al marino volvemos hacia Hoi An.

Linga en My Son, Vietnam

Nos para, el barquero, en el mismísimo Brothers Café (donde comeremos), pues tiene una salida al cauce del río. Comemos opíparamente en el amplio jardín que lo rodea.

Tras la comida Nga nos lleva (sobre todo a las mujeres) a una tienda de venta y confección de ropa. Les ha tocado el punto. Allí las dejo, junto a Richi, mientras me voy a hacerle fotos al Puente Japonés, Lai Vien Kiev –Puente de la Amistad – (aprovechando la hora que es, no habrá tanta gente, pienso. Y acierto. No está ni el que asó la manteca). En la Casa Tan Ký me encuentro con una pareja haciéndose las fotos de boda (ella con un ao dai, compuesto por casaca roja bordada y pantalón blanco, al estilo tradicional de las bodas vietnamitas –es la primera, y la última, que encuentro con el atuendo tradicional–). Es la tercera “pareja de boda” que veo. En cosa de una hora, o por ahí, las compras han terminado (les tienen que hacer la ropa que recogeremos mañana).

Regreso al hotel, recogemos la ropa que dejamos para lavar, y piscina (que para eso está). A las 19,30 vendrá a recogernos el monovolumen (Nga tiene previsto cenar con unos amigos, por lo que no nos acompañará. Nos ha preguntado si tendríamos alguna dificultad en ir solos. Hemos creído que no tiene por qué haber ningún problema, así pues, hasta mañana no veremos a Nga). Al entrar en la habitación, sobre la mesa, hay un bizcocho (jugoso y riquísimo, tras degustarlo) con una carta de felicitación para Mr. Rico (Richi) ¡Qué detallazo por parte del hotel, felicitar a Richi por ser hoy su cumpleaños!

A la hora acordada está el monovolumen en la puerta del hotel. Nos lleva hasta el restaurante Nam Long (de la misma cadena del Brothers Café), que significa Sur Dragón o, lo que es lo mismo, “El Dragón del Sur”, donde, para nuestra sorpresa, nos espera Nga (ha decidido acomodarnos y luego ir con sus amigos. Se agradece aunque no fuera necesario). Está a orillas de un canal del Thu Bon, a las afueras de la ciudad, en un sitio impreciso de la costa. Está engalanado con los típicos farolillos de colores (en este caso, la mayoría son blancos) que hacen de esta ciudad un sitio único y pintoresco. También el sitio es único y pintoresco, amplio, bonito, con un jardín trasero (a la entrada hay otro) con vistas al canal, donde cenamos, y sólo con dos mesas ocupadas, la nuestra (donde aprovechamos para celebrar –otra vez– el cumple de Richi) y la de una pareja (que, más tarde, me daré cuenta de que son españoles, pero como están a lo suyo, aquí paz y después gloria). Otra parejita que sienta sus reales en otra mesa, dura lo que dura un pastel a la puerta de un colegio. Supongo que espoleados por los precios optan por buscar otro sitio para cenar. La cena, como el lugar ¿Lo tengo que explicar? ¡Pues eso!

Pesca río Thu Bon , Vietnam

Al día siguiente madrugamos ¿Cómo no? Cogemos el equipaje y partimos hacia Hoi An, donde visitamos el mercado de pescado y de carne en el muelle, a orillas del río, y el de verduras, frutas y pasta (entre otras cosas) frente a éste. Creo recordar que en el 2004 estaba situado o en otro lugar (cercano) o estaba conformado de otra manera (ahora me parece más amplio). Nga saca nuestros tikets para visitar el casco antiguo (el Museo Histórico y Cultural y la pagoda Quan Công, aneja a éste). La pagoda y local social Phúc Kien, que está un poco más allá. Recogemos la ropa que se hicieron ayer (arreglo rápido de algo que no sienta como debería) y la dejamos en el vehículo. Continuamos visita. Puente Japonés ¡Qué bonito es este puente, no me canso de verlo y fotografiarlo! Casa Tan Ký , típica de comerciantes chinos, en su origen. En la actualidad pertenece a una familia vietnamita que la mantiene tal y como la dejaron sus anteriores dueños. Compramos alguna cosa (todo está bastante más caro).

Puente Japonés Hoian , Vietnam

Acabada la visita partimos hacia Ðà Nang , donde visitamos el Museo Cham. Lo han redistribuido pero, en el fondo, sigue como siempre. Lleno de estelas y estatuas de la cultura que le da nombre y de la que pocos detalles se conocen. Salimos de esta remodelada ciudad, siguiendo el curso del paseo marítimo ¡Qué bonito lo han dejado! Viendo los nuevos puentes que se están construyendo y… a subir al paso (dèo) Hai Vân (de las Nubes, creo). Hay un túnel, inaugurado en 2005, que atraviesa la montaña pero primero, porque es más bonito el recorrido por el puerto (hace un día soleado, de los de aquí) y segundo, porque hay que pagar peaje para utilizarlo. Las vistas de Ðà Nang , al fondo a la derecha, y de las playas que quedan a nuestros pies son de postal. Haremos fotos sobre la marcha, pues hay un horario que cumplir.

A la bajada del paso, que es un puerto en realidad, paramos en un lugar cerca de una estación de tren, para hacer fotos de las playas de Lang Cô, pues desde aquí se ven en su inmensa longitud. Paramos a comer en el resort donde nos hospedamos en 2004. Sigue igual (ya sé que me repito pero es la verdad). Gestionado por vietnamitas, con mayoría (amplísima) de clientes vietnamitas.

Altar Cham, Museo de Danang, Vietnam

Tras la comida (con cafelito incluido –gentileza del hotel–) paseamos por los bungalows donde nos hospedamos hace ocho años ¿Ya han pasado tantos años? ¡Parece que fue ayer! Y nos acercamos hasta la playa por el acceso del hotel y al que fue nuestro bungalow. Han puesto asientos de balancín cada pocos metros en el paseo frente a la playa. Seguimos hacia Hue.

Playa de Lang Co , Vietnam

Nga me pregunta si tenemos ganas de visitar las tumbas de los Emperadores pues, cuando lleguemos, se estará poniendo el Sol ¡Mejor! Así las vemos sin el agobio del sofocante calor.

Empezamos por la tumba de Khai Ðinh ( Nguyen Phúc Buu Ðao) , cerca de la explanada de Nam Giao (por la que pasamos). Es la tumba más peculiar, por decirlo de algún modo. No voy a describirla porque para eso están las guías de viaje, sólo decir que es una atrevida mezcla (y supongo que, para algunos, con mucho gusto) de estilos occidentales amalgamados con el arte y la impronta propios de aquí. Cemento, cristal, cerámica y lacados, entre otros elementos, además de la luz eléctrica, desconocida para los anteriores. Efectivamente, el Sol va declinando pero todavía se mantiene en el horizonte. No conozco todos los mausoleos pero, de los que sí conozco, en este llama la atención que es el más “pequeño” y que no tiene lagunas.

Toca el turno ahora al mausoleo que, para mí y creo que para muchos más, es el más bonito. El mausoleo de Tu Ðuc (Nguyen Phúc Hong Nham, también Nguyen Phúc Thì). Tampoco lo voy a describir (necesitaría un bloc de 100 páginas) pero sí resaltar que, siguen las obras de restauración allí donde las dejamos hace ocho años, y que somos tres micos, mal contados, los que estamos realizando la visita a esta tumba. El Sol se está ocultando sobre las copas de los árboles, lo que da un aspecto íntimo, sugerente, envolvente, enigmático y fantasmal al conjunto ¡En cualquier momento puede aparecer el Emperador!

Tumba del emperador Khai Dinh, Vietnam

Cerramos el lugar (vamos, que somos los últimos en abandonarlo).

Esperamos la cola correspondiente para entrar en Hue, pues esta carretera penetra en la ciudad atravesando las vías del tren, y éste ha decidido pasar en este momento.

Llegamos al hotel. Nos lo hemos merecido. Nos inscribimos en el hotel Celadon. Gestionado por vietnamitas (la mayoría de los hoteles, ahora, son gestionados por los vietnamitas –incluidos los Victoria y el Saigón Morin–). No nos defrauda, como ninguno hasta el presente, es un hotelazo ¿Esto es una habitación o es una plaza de toros? Tres camas… camazas, una chaise longue (en el medio de la habitación, para rellenar un poco el grandííííííísimo espacio central, a los pies de las camas, con sitio para bailar entre éste y éstas), un sillón de orejas y la correspondiente mesa de despacho, con su sillón, para que yo escriba este cuaderno de viaje, complementado, todo ello, con un balcón que da sobre la piscina con vistas al amanecer. Cena en el hotel, sobre la que no me extiendo pues es igual que las que hemos hecho hasta ahora ¡Magnífica! A la salida del comedor hay un grupo musical (descubrimos que son filipinas ¿Cómo no?, pues nos preguntan de dónde somos y al decirles que de España nos dedican un par de canciones en español) deleitando a los pocos admiradores que allí estamos. Muy agradable.

Detalle del Kimono emperador ciudad Prohibida de Hue , Vietnam

A las 7, tras haber desayunado opíparamente en el bufé del hotel, con vistas a la piscina y al jardín, nos reunimos con Nga que, cuando hemos bajado a desayunar, ya estaba con su teléfono (amigo inseparable) sentada en un sillón.

Visita a la Ciudadela y a la Ciudad Imperial ¡Que maravilloso día hace! ¿Pero, es que aquí no llueve nunca?

Disposición de la ciudad Imperial de Hue, Vietnam

Llegamos cuando todavía están colocando las puertas. No están más que los que venden las entradas (y dos barrenderas en la explanada de la Bandera). Todo para nosotros ¡Por poco tiempo! Cuando prácticamente no hemos terminado de visitar el Pabellón de los Cinco Fénix, con sus 100 columnas, que se asienta sobre la puerta Ngo Môn (del Mediodía) de acceso al Palacio Real de Thai Hoa (la torre del tambor y su gemela de la campana), esto se llena de guiris (chinos, japoneses o vietnamitas, no sé). Pero para eso llevamos a “Nga”. Decide que vamos a realizar la visita al revés (no haciendo el pino, sino empezando por el final y acabando por el principio). Todo un acierto. No coincidimos con nadie, podemos movernos a nuestro gusto, sin molestar ni ser molestados. Lo primero que vemos es la zona donde descansan las nueve urnas de los Emperadores y el Templo del Príncipe, el edificio que alberga sus tronos, y pertenencias, y el dedicado a vivienda de la Reina Madre (que fue la única que no huyó a Francia, cuando perdieron la guerra el Emperador y su aliado EEUU), muy bonito y bien conservado, mitad estilo francés, mitad estilo vietnamita. El complejo del té, donde esperaban tomando té aquellos que iban a visitar a la Reina. Y algún otro edificio de madera muy bonito y bien restaurado.

Teatro de la ciudad Imperial de Hue, Vietnam

Están restaurando (reconstruyendo) los edificios que fueron arrasados (no destruidos) durante la ofensiva del Tet. Es un modo de ir rellenando los gigantescos espacios de césped que hay aquí dentro. También están restaurando lo que quedaba de la Biblioteca (toda ella de madera), bueno más que restaurando la están rehaciendo, apenas queda algo del esqueleto. Esta zona no se puede visitar por las obras. El Teatro está completamente restaurado y ha quedado precioso con sus lacados en tonos rojizos y sus butacas (antaño no estaban).

Salimos por la puerta lateral de Hien Nhon de la Humanidad – (de la Ciudad Imperial ), no sin antes pasar junto al edificio que hace de universidad de las artes dedicada, principalmente, a la música, de donde están saliendo en ese momento oleadas de estudiantes. Nos topamos con una pareja haciéndose el álbum de fotos de matrimonio (y creo que van cuatro). Visitamos el Museo de los Emperadores, donde se guardan mesas, sillas, camas, palanquines, jarrones, juegos, adornos, etc. que pertenecieron a éstos.

Ciudad Imperial de Hue, Vietnam

Encaminamos nuestro vehículo hacia la pagoda de Thiên Mu. La torre octogonal de siete plantas y 21 metros de altura ( Phuoc Duyên ) ya está restaurada y ha quedado preciosa. Visitamos todo el complejo (es la hora de la comida para los bonzos). No hay excesiva gente haciendo la visita, por lo que vamos tranquilos. Las esculturas de la entrada (los guardianes) tienen cabello y barba de pelo real. Este sitio transmite serenidad y bienestar.

Pagoda Thien Mu en Hue, Vietnam

Volvemos a Hue en barco (donde está el grumete más joven que jamás haya visto, una niña de no más de dos años). Bajamos mansamente (que no despacio), por el río Huong (Perfume) hasta rebasar el puente de Clemençeau (Tràng Tien ), frente al hotel Saigón Morin. Allí desembarcamos y en una tiendecita de fotografía dejamos las tarjetas de las cámaras (la de Nga y la mía) para que, mientras comemos, nos pasen las fotografías, unas tres mil en mi caso, a DVD.

Monjes de la Pagoda Thien Mu de Hue, Vietnam

Nos llevan a comer a las afueras de Hue (de camino a la tumba de Khai Ðinh), en un restaurante que no desmerece de ninguno de los que hemos visitado, el Pilgrimage Village. También, para no variar, comemos solos ¿Será la hora? ¿Será el precio? ¿Por qué será? Pertenece a un resort (creo).

Regresamos a por nuestras tarjetas y nuestros DVD's (cuando los paguemos). 3 DVD's nos salen por 9 $ (uno de ellos es copia del de Nga). Me cuestan lo mismo que en Nha Trang me costaron 2.

Hotel, que para eso es bueno y hace un calor de justicia. Nga se despide de nosotros hasta mañana, explicándonos antes cómo llegar hasta el hotel Saigón Morin (bueno con sus explicaciones, o lo que yo entendí, no llegaremos muy lejos).

Las chicas (Regina y Marijose) a disfrutar de la piscina, donde a estas horas, sobre las 15 ó 15,30, no hay nadie.

A las 18 horas salimos, paseando, con dirección al Saigón Morin. Giramos en la primera glorieta a la derecha y no me parece que vayamos muy encaminados. Pregunto a dos jovencitas que parecen entender inglés ¡Pues va a ser que no! Volvemos sobre nuestros pasos y en la plaza continuamos por la calle que es la continuación a la de nuestro hotel. En 15 minutos estamos a las puertas del Saigón Morin. Asombrados por el juego de luces (de colores) con que se ilumina el puente Clemençeau (ahora de color azul, ahora de verde, ahora de blanco, etc.) entramos al hotel. Salimos al jardín interior (donde desayunábamos en 2004) y nos sentamos a tomar una cervecita. Salvo una pareja de personas maduras, no hay nadie más. El sitio evocador e íntimo (sólo iluminado por débiles luces y globos de papel, y en las mesas ocupadas una vela) invita a quedarse pero, hemos de regresar a nuestro hotel para cenar. Permanecemos en el jardín disfrutando de su paz y ausencia de ruidos unos 15 ó 20 minutos.

Hotel Saigón Morin de Hue, Vietnam

Regresamos haciendo fotos a los ciclistas (mujeres, más que hombres) que viajan compartiendo bici y “pedales”, lo cual tiene mérito. Llegamos a nuestro hotel justo para cenar. Muy bien, como siempre.

Antes de acostarnos hacemos el equipaje (hoy también actúa el grupo musical de ayer, pero no podemos perder tiempo), hemos de madrugar.

Salimos temprano hacia el aeropuerto. Como siempre nos toca “abandonar” nuestras botellitas de agua. Y esta vez es Marijose quien acompaña a la sala VIP a Nga. Allí compramos, para ir gastando el poco dinero local que nos queda, unos CD con música típica (que, en mi caso, llegados a España, no suena nada bien y falla). Viajamos en un Airbús 321. Cómoda y plácidamente nos traslada hasta Hà Noi , atravesando deshilachadas nubes. Nos toca volver a ir a reclamar al mostrador de Vietnam Airlines, esta vez por el asa de la maleta de Pilar.

Vamos a inscribirnos al hotel Meliá (que ya no es lo que era, aunque no deja de ser un gran hotel. Reclama a gritos una puesta al día). Pero hasta después de la comida no nos podrán dar habitaciones. Dejamos el equipaje en consigna ¡El Meliá y su inefable consigna!

Calles de Hanoi, Vietnam

Nga, con su inseparable teléfono, llama a sendos ciclos (uno por cabeza) que nos hacen un recorrido (de una hora, más o menos) por el casco antiguo de la ciudad, para acabar depositándonos en el restaurante donde comeremos. El restaurante Green Tangerine (de estilo colonial francés, muy antiguo pero muy bien cuidado y restaurado), cerca del lago (ho) Hoàn Kiem , a escasos ciento cincuenta metros. Su comida, una fusión entre lo francés y lo vietnamita ¡Una delicia! A los postres se nos une Nga.

Acabada la comida caminamos, guiados por Nga, hasta el lago, 5 minutos tardamos. Visitamos la pagoda (chùa) Ngoc Son (donde conservan una tortuga disecada de considerable tamaño, más de metro y medio de longitud) y desde aquí vamos al hotel, unos en taxi y otros (Pilar, Marijose y yo) paseando. Como hace tiempo que no vengo me pierdo, sólo un poquito, y tardamos (yendo correctamente se deben tardar 10 ó 15 minutos) casi una hora. Gracias a que, al final, desembocamos junto a la Torre de Hà Noi, lo que hace que me sitúe (el Meliá, está a 100 metros de aquí). Nga me ha llamado diciéndome que Amadeo, entre las cinco y las cinco y media, vendrá para conocernos y saludarnos –faltan 5 minutos para las cinco–. Le digo que estamos en la puerta del hotel, casi.

Puesto de fruta en las calles de Hanoi, Vietnam

Nos inscribimos, por fin, y nos asignan las habitaciones. Ahora hay que meter la tarjeta, de apertura de la puerta de la habitación, en la ranura al efecto que tiene el mando de botones del ascensor para que éste suba a la planta de la habitación (Nos tiramos un buen rato –hasta el extremo de que, cuando iniciamos la subida, ya venía el servicio de seguridad del hotel a ver qué pasaba–, intentando subir, unas veces metiendo la tarjeta –sin sacarla, hay que meterla y sacarla, sino no hace ni caso– y otras metiéndola y sacándola tan rápido que no dábamos tiempo a leerla ¡Infernales inventos! Hasta que un cliente nos dice cómo funciona el asunto). Subimos a dejar el equipaje, nos duchamos, y Nga llama diciendo que Amadeo nos espera abajo. Bajamos.

Amadeo es un hombre muy educado, agradable y de aspecto cuidado. Sonriente nos recibe en la cafetería del hotel. Nos saludamos y recordamos que, ya en 2004, estuvimos a punto de conocernos pero un asunto de última hora hizo que no pudiera reunirse con nosotros. Tomamos unos cafés (a los que él nos invita. No permite que paguemos la cuenta) y nos hace un regalo a cada uno de nosotros ¡Nunca me arrepentiré de haber contratado con Viet-Y Co.! También Le Thi Thuy quiere conocernos ¡Es un verdadero placer! Sobre todo tras comprobar cómo nos ha organizado el viaje. Como es un hombre ocupado y está en horas de trabajo, Amadeo se despide pasada una media hora.

Vendedora de fruta en las calles de Hanoi, Vietnam

Esperamos a Perla que ha ido al aeropuerto a recoger al grupo con el que trabajará a partir de hoy (por lo que luego veremos, un grupo de “maestros jubilados” (unos 40) españoles que, como nosotros, no han debido viajar mucho por el extranjero y ninguno fue profesor/a de inglés). Nga se encarga de comprarle, en nuestro nombre, un ramo de flores a Perla. No hemos encontrado tiempo, ni sitio, donde comprarle las flores a Perla ¡Cómo resuelve Nga!

El vuelo se ha retrasado, por lo que Perla y su grupo llegan bastante tarde. Ella está como siempre (aquí todo, incluidas las personas, está como la última vez que lo dejamos). Bueno, Hà Noi no, están haciendo el sexto puente (cau) que cruza el río Rojo –sông Hong– (nosotros dejamos tres: Thang Long, Long Biên y Chuong Duong), porque los que había ya no daban abasto.

Richi le entrega el ramo de flores y emocionados (todos) nos saludamos efusivamente. Perla se sorprende y se alegra por lo cambiado que encuentra a Richi. Le presentamos a Regina y Pilar. Es uno de los momentos más emocionantes que hemos vivido en este viaje. Nos dice que la esperemos un momento que tiene que resolver algunas cosas con su grupo ¡Por supuesto, esperamos! Comienza a diluviar.

Vendedora ambulante de fruta en las calles de Hanoi, Vietnam

Tras resolver el alojamiento de su grupo se encarga de nosotros. Va a llevarnos a cenar a su casa, no sin antes pasar a ver y recoger a Mui y Thang, junto con sus hijas. Nga se despide de nosotros, quiere o debe (aún deseando estar con todos nosotros) ir a cenar con su familia –madre y hermanos–, a los que hace tres meses que no ve. Tomamos un taxi que nos deja en casa de Mui. Nos vienen recuerdos de niños pequeños y visitas vespertinas. Dice, Perla, que entremos nosotros primero para darles una sorpresa (nos esperan ilusionados y emocionados). Entramos entre un mar de sollozos de Mui, sus hijas y Marijose ¡Hemos compartido tantas, y tan importantes, cosas! ¡Bueno pues ya tenemos todos un nudo en la garganta! Es un gran reencuentro ¡El otro momento más feliz de nuestra estancia en Viet Nam!

Miran a Richi como si fuera un aparecido y se miden en altura con él. Le ven alto y guapo (según Perla). Todo un hombrecito ¡Richi es el rey del lugar en este momento!

Nos ofrecen fruta del árbol del pan, como aquella que nos ofrecieran por primera vez allá en 1998 –y que yo, por más que intenté localizar, jamás conseguí. Hasta seis años después, no sabría de qué fruta se trataba– y longana (esta sí la conozco pues Hiat, el marido de Perla en ese viaje, nos trajo un tupido ramillete de estos frutos, “porque nos veía bajar peligrosamente de peso”). Deliciosa fruta ¡Qué mano tiene Mui o Thang, o ambos, para la fruta!

Calles de Hanoi, Vietnam

De casa de Mui pasamos, en frente, a la de Hà. Vive, como es costumbre aquí, compartiendo casa con su suegra. Aunque confiesa que, cuando quiere perderse un rato, va a casa de sus padres (a diez pasos). Está decorada, mezclando lo bonito occidental con lo bonito vietnamita, con muy buen gusto. Conocemos a su suegra y vienen a saludarnos algunos vecinos (incluida la vecina de Mui que dio a luz mientras nosotros visitábamos a nuestros niños –Adrián y Richi–).

Hà tiene un hijo de 6 años, casi tan grande como Richi, y no es que su marido o ella misma sean altos. Estará subiendo la altura media del País, como corresponde a un país que está creciendo en todos los sentidos.

Llaman a dos taxis, por teléfono, y nos distribuimos en ellos para viajar hasta la nueva casa de Perla (ya no vive en una casa individual, ahora vive en un piso en las afueras de Hà Noi. En lo que equivaldría, en Madrid, al exterior de la M-30 ). Por el camino (cada taxi va por su lado, no se siguen), el taxi de Perla con Marijose pasa junto al hospital, en Gia Lâm, donde nacieron Adrián y Richi. Nosotros no ¡Lástima, me hubiera gustado verlo una vez más! De hecho, íbamos con idea de visitarlo para que Richi supiera dónde vió la primera luz, de este incomprensible mundo.

Puente de madera de Hanoi, Vietnam

Perla vive en un bloque de unos 15 pisos (quizá más, no puedo precisarlo, ni era momento ni había venido para tomar notas). Subimos hasta la planta 11, acompañados por una mocosa que no levanta un palmo del suelo pero que maneja los botones con soltura. La niña no sé dónde va, pero a nosotros nos espera Hiat que, a pesar de seguir siendo un hombre serio, nos saluda efusivamente (como se saluda a un amigo al que no se ve desde hace muchos años). Le acompañan sus nietas (dos, muy guapas, una de cada hijo), su nuera del hijo menor, la hermana de ésta (también con su hija, de la misma edad que las otras dos) y el marido e hijo de Hà. También está, en su habitación, la madre de Perla que se rompió la cadera, y por eso la han traído del pueblo. A pesar de su edad, tiene noventa y cuatro años, yo la veo igual. Nuera y hermana son las que han preparado la cena de agasajo con la que nos reciben (en 2004 también les tocó a ellas prepararlo todo).

No falta de nada (el marido de Hài, que también está casada, no va a venir). Perla tiene preparado un vino chileno para esta ocasión. Un muy buen tinto. Se agradece. También hay cervezas al por mayor (bia Hà Noi, en cada ciudad recibe su nombre. Si estás en Saigón, bia Saigón, etc.). Coca Cola, agua y bebida de naranja. Y comida ¡Muchísima comida! Más de la que nos podremos comer entre todos. Y somos bastantes (unas diecinueve personas, así a bote pronto). Comemos sobre un mantel (gran mantel) extendido en el suelo –como se come aquí, aunque a nosotros, que no estamos acostumbrados, se nos corte la circulación de las piernas–. Comienza la fiesta, todos los niños/as alrededor de Richi (para eso es el personaje del día). Todos compiten por ofrecernos comida (rollitos frescos que nos van haciendo sobre la marcha, nems, ensaladas, pato, pollo, pescado, etc.). Para finalizar la cena con una “tarta sorpresa” para celebrar el, hace poco acontecido, cumpleaños de Richi.

Arrozal camino Hoa Lu, Vietnam

Sobre las 22,30 ó 22,45 damos por finalizada la cena y el encuentro. Por hoy, ya son demasiadas emociones. Nos llaman a un taxi, al que le dan instrucciones de que no nos de un paseo por toda la ciudad y vaya directamente al hotel. Y partimos con el espíritu, y el estómago, llenos.

En el hotel Richi nos dice que es el mejor día que ha pasado en Viet Nam.

Toca reposar, cuerpo y espíritu.

Tam Coc, Vietnam

Hoy nos levantamos temprano para hacer una excursión (de las dos no programadas, que hemos contratado aparte) a la “Bahía de Ha Long en tierra”, Hoa Lu, en Tam Coc , distrito de Ninh Bình.

Hoa Lu Hanoi, Vietnam

En Hoa Lu, impresionante por su belleza paisajística y el lugar donde está situada, visitamos primero la pagoda de . Al otro lado de un puente y oculta en la montaña. Subimos para visitar los diversos santuarios que hay y disfrutamos de la panorámica que desde éstos se tiene del lugar (montañas inaccesibles, llanos semi inundados por el agua y una paz contagiosa). Visitamos el lugar en auténtica soledad. En el último templo, un sordomudo –que no tonto–, nos dice que subamos un poco más, cosa de poco tiempo, y que tendremos las mejores vistas de todos los alrededores (todo esto traducido por Nga). Bueno, Richi y yo subimos ¡En qué hora! Este hombre no corre ¡Vuela! A pesar de que las rocas, por las que medio trepamos, están bastante afiladas y cortan como diablos. Llegamos a la zona más elevada a la que se puede llegar y, efectivamente, las vistas son impagables. Sería imperdonable no haber hecho el esfuerzo de llegar hasta aquí. Hago fotos y éste, a su vez, nos hace fotos a Richi y a mi (con mi cámara, claro). Me pide dinero ¿Aquí todo el mundo piensa que el dinero cae del cielo? Le ofrezco 5000 dongs y me hace un signo despreciativo (hemos subido no más de 20 metros en línea recta, hacia arriba, desde donde nos dijo que se podía llegar un poco más alto) ¡Pues vale! Insiste. Le ofrezco 10000 y vuelve a decirme que me los meta por donde me quepan ¡Tú mismo! Al final, como intuye que no voy a ceder mucho más, los coge, a regañadientes. Y empieza a bajar a más velocidad de la que subió. Ya no tiene interés en nosotros. Cuando llegamos donde esperan las chicas con Nga, ésta le da otra propina. Bajando me da una pájara de aúpa. Hemos subido sin sombra y, por lo que se ve, me he deshidratado. Bajo como puedo (las piernas no son lo que eran y noto que me chiclean). Nga me pregunta si podré llegar hasta nuestro vehículo, donde está el agua, además de comprarme una botella extra en la primera pagoda, hasta donde hemos bajado. Sí, creo que llegaré. Y llego. Allí me bebo toda el agua de que soy capaz y empiezo a recuperarme. No tomar sales (como en mi caso, por prescripción facultativa), se paga. Una vez repuesto, seguimos camino del embarcadero para ver lo que, realmente, nos ha traído aquí.

Vendedora ambulante en Tam Coc, Vietnam

El encanto y belleza de este lugar consiste en los parajes que atraviesa su río, el Ngô Ðong , plagado de verdes algas –como si de ramitas de pino se trataran–, que discurre entre frondosas y altas montañas (como las que hemos dejado atrás). Regina y Pilar suben a una barca (de macizo hierro, como todas) y nosotros lo hacemos en otra. Ellas llevan remero y nosotros remera (que se intercambiará con otra, no mucho más allá de dejar el embarcadero).

Fruta del pan, Vietnam

Este sitio es espectacular ¿Hay algo que no sea espectacular en Viet Nam? Todos los remeros reman con los pies (estilo que se prodiga por todo el País). Nuestra remera nos acerca hasta una zona de lotos y corta una gran hoja de loto para cada uno de nosotros (para que nos la pongamos como sombrilla sobre el cuero cabelludo –lo que no nos dice es que la sujetemos con la gorra, que cada uno de nosotros lleva para mitigar el Sol, pues son las 10,30 de la mañana–. No es ninguna mala idea, pues cubre hasta los hombros). El cauce del río corre, como ya he dicho, entre montañas que parecen impenetrables y bordeando islas con tumbas. Manadas de patos nos salen al paso y, hasta en tres ocasiones, pasamos bajo las montañas por amplios túneles excavados por el agua (cada uno de estos pasos recibe el siguiente nombre, por orden de aparición: Hang Ca, Hang Giua –también Hai– y Hang Cuoi –también Ba–) ¡Sin palabras!

Al final del trayecto, a resguardo, en el último de los pasos bajo la montaña, el Hang Cuoi –Ba, Tres–, está esperando una importante flotilla de barcas que se dedican a la venta de bebida, souvenirs, comida, lotos, etc. No queremos nada (ni siquiera bebida para nuestra remera –Nga nos ha dicho que todo está pagado–, que nos ofrecen para recompensarla por el esfuerzo de llevarnos hasta allí. Casi una hora, y otra de regreso).

Tam Coc, Vietnam

A la salida del segundo paso, junto a una zona donde hay, lo que parece, una pagoda o santuario volvemos a parar para ofrecernos mantelerías y tejidos varios. No, no deseamos comprar nada. Seguimos, ya sin paradas, hasta el embarcadero, donde nos espera Nga.

Allí Nga nos compra un par de piñas (que, con su innata destreza, pelan y preparan antes de que saquemos los pañuelos para limpiarnos el jugo) ¡Dulcísimas, como siempre!

Nga nos lleva a comer a un restaurante (la comida está incluida en el precio que hemos pagado) que está a pocos metros del embarcadero. Está repleto de gente (la mayoría vietnamita).

Tras reponer fuerzas volvemos a Hà Noi . Nos lo merecemos. Ha sido un día completito.

Esta noche iremos a ver las Marionetas de Agua – Múa Roi Nuoc –. Remozado espectáculo que sorprende y hace las delicias de todos, incluso de los que ya lo hemos visto. Y a cenar. En ambos lugares (cena y marionetas) coincidimos con el escandaloso grupo de Perla.

Anciana, Vietnam

Volvemos a madrugar para hacer la excursión que tenemos pendiente, a un pueblo típicamente vietnamita (vida rural sin, en principio, estar “contaminada” por el ajetreado mundo de las ciudades, ni su forma de vida), a unos 45 Km de la ciudad, Duong Lâm, creo que se llama.

Tiene, sus imprescindibles, puerta de acceso y lago de lotos. Y caminando (el vehículo nos deja antes de la puerta de acceso, por la que no cabe. Aunque luego me daré cuenta de que tiene otros caminos para entrar con vehículo) llegamos a un centro de información y alquiler de bicis. Alquilamos una para cada uno. Nunca había montado en un bicicleta de este tipo, primero, el manillar es para gente ancha de espaldas – debe de tener de maneta a maneta un metro, más o menos– y, segundo, se frena con los pedales –dando, con suavidad, a la contra–. Toda una experiencia, sobre todo para Marijose que no está muy ducha en montar en bici.

Atravesamos el pueblo (hasta la primera pagoda, muy cerquita de donde alquilamos las bicis, con su estanque de agua donde se refleja la luna –también obligatorio si es que quiere ser una pagoda como Buda manda–) y salimos del casco urbano, dejándolo atrás, para ir a visitar dos pagodas que están en las afueras. La primera la pasamos (de momento) y, atravesando un puente que están reparando y sorteando los camiones que circulan (¿Así que no había peligro porque no hay vehículos?), seguimos hasta la segunda (en medio del campo, con una explanada descomunal). Muy bonito esto de la bici. Al volver visitamos la primera pagoda, flanqueada su entrada por dos tigres tallados. Regresamos al pueblo y visitamos la pagoda (inmensa) que allí tienen. Richi se encarga de hacer las fotos interiores con mi cámara, yo ya estoy hasta el gorro de quitarme los zapatos. Visitamos el mercado urbano, a ambos lados de la calle.

Devolvemos las bicis y un nutrido grupo de “chavales” vietnamitas –de entre 16 y 17 años, de ambos sexos– insiste en que les deje hacerse una foto conmigo (yo les digo que no soy, aunque lo parezca, George Clooney) y nos hacemos la foto. Como pago por ese “favor” les pido que posen con nosotros para mi foto. La hacemos.

Lago Hoàn Kiem, Vietnam

Y nos aventuramos por la plaza y las callejas del pueblo. En la plaza están secándose cacahuetes, extendidos sobre lonas (algunos) o, directamente, sobre el suelo. Cubren una extensión de unos 20 metros por otros tantos ¡Con cuidado de no pisarlos!

Lago Hoàn Kiem en Hanoi , Vietnam

Compramos (compra Nga) una “ración” de betel a una anciana de la aldea, que nos la prepara con delicadeza y primor, ella tiene los dientes “negros del betel” (que mastico para complacencia de Nga –de sabor amargo y, una vez fuera de la boca ¡No se traga!, te deja un regustillo a regaliz en la boca– y, a los 5 metros , escupo. Tiñendo mi saliva de color rojo sangre). Un hombre, que está cerca, pregunta (en vietnamita) cómo se me ocurre tirar tan pronto el betel ¡Hay que masticarlo durante mucho más rato! ¡Ellos, no yo!

Vamos camino de una casa donde elaboran salsa de soja al estilo tradicional. En su patio descansan unas doce o quince tinajas (algunas con agua de lluvia, según Nga, base fundamental) donde se elabora la preciada salsa. Nos sacan comida: nems (a decir de todos los más exquisitos que hasta la fecha nos han servido), tofu fresco frito (también delicioso y distinto a cualquier otro). Yo no estoy muy católico y no pruebo nada (muy a mi pesar, pues no paran de alabar las bondades de los manjares servidos, pero yo no tengo apetito). Nga aprovecha para comprar una botella de salsa de soja para su familia y Regina les compra la tetera con la que nos han servido el té. Todos contentos.

Minoría étnica de Sa Pa , Vietnam

Regreso al Meliá (donde han tenido la deferencia de dejarnos el equipaje en la consigna y la habitación hasta las 14 horas) para comer y preparar la salida hacia la estación para viajar a Lào Cai. Ducha y paseo por Hoàn Kiem (tomamos un café en el restaurante que está en el lago). Cenamos y… ¡Al tren!

Ya no es lo que era (a pesar de que nos están esperando los mozos del tren para transportar el equipaje y guiarnos hasta la sala de espera, para recoger nuestros billetes y, más tarde, para llevarnos hasta el vagón). Ahora lo gestiona (como ya he dicho anteriormente) una compañía vietnamita y, aunque se esfuerzan por que las cosas se hagan como las hacían los franceses, se nota que les falta rodaje en estos menesteres. Esperamos junto a Nga y embarcamos cuando nos toca (atravesando vías y siguiendo con el equipaje, que ellos no pueden transportar, a los mozos del tren). Nga me confía su flamante y nueva cámara (Canon) pues no se fía de los compañeros de compartimento (ella ha pagado, de su bolsillo, la diferencia entre el asiento que le proporciona la agencia y una litera en un compartimento para cuatro personas, en la zona que no corresponde al hotel Victoria). Este tren sólo lleva un vagón del hotel, y sin restaurante.

Como los compartimentos son de cuatro, y nosotros somos cinco, me parece una buena idea que sea yo quien vaya a compartir litera con desconocidos. Me toca una parejita de vietnamitas (y creo que, durante la noche, se nos unió alguien del personal de servicio del vagón). Paso todo el tiempo que puedo en el compartimento de los cuatro y, cuando ya no se puede apurar más el tiempo, voy a mi compartimento, que curiosamente está vacío –no sé si eran ellos los que no querían coincidir conmigo al acostarse o era yo quien no quería coincidir con ellos–. Noche tranquila, cuando abro el ojo, en uno de esos momentos en los que la noche parece interminable, descubro que ya están acostados y que en la otra litera también hay alguien durmiendo.

Terrazas de arroz en Sa Pa , Vietnam

Una hora antes de llegar, a eso de las 5 de la mañana, nos preguntan si queremos café o té. Unos pedimos café y otros té. Es un detalle, antes no daban “desayuno”.

Lào Cai sigue tal cual. Como es temprano, iniciamos viaje hasta Sa Pa mientras el día se despereza brumoso y con una ligera y fina lluvia que no molesta. Las carreteras han mejorado. Paramos en el camino para hacer fotos del valle que va quedando a nuestros pies.

Sa Pa , al contrario que Lào Cai, ya no es lo que era. Ha crecido y se ha llenado de hoteles (no excesivamente grandes, por lo que no desentonan). Nos inscribimos en el hotel Victoria –donde nos homenajean con un delicioso té– y, sin pasar por las habitaciones, vamos a desayunar a su amplio y confortable salón.

Nos corresponde una suite con una cama de matrimonio –plaza de toros– y tres camas individuales). Tras ordenar y dejar todo (estamos en la zona y la planta donde nos alojaron en 2004 –yo diría que la habitación de Pilar y Regina es la que nos asignaron entonces–) partimos a hacer una visita a pie por algunas aldeas H'Mong. Cuando llegamos con el vehículo hasta donde hemos de comenzar el recorrido Richi no se encuentra muy bien, no sabemos si por el tratamiento contra la malaria o por el cansancio acumulado, por lo que éste y Marijose vuelven en el vehículo al hotel ¡Otra vez será (para ellos)!

Cultivo de arroz en Sa Pa , Vietnam

Seguidos por un enjambre de niños y adultos (niños de uno y otro sexo y adultos femeninos) que intentan vendernos lo que, se supone, son adornos y artículos tribales propios de su etnia, comenzamos el descenso por el valle que se abre ante nosotros. Caminamos entre búfalos de agua y paramos en algunos lugares donde confeccionan y venden artesanía del lugar. También vemos el funcionamiento de los “molinos” de agua para machacar el arroz. Caminamos entre campos de arroz y maíz durante hora y media, aproximadamente, jalonados por pequeños grupos de casas. El aire está surcado por cientos de libélulas. Cruzamos, en total, dos puentes sobre las frías y rápidas aguas que descienden de las cumbres de las montañas y retornamos hasta la carretera, a un punto más bajo del que partimos, donde nos espera nuestro vehículo para llevarnos a Sa Pa.

Richi está mejor. Y Pilar y Regina, acompañadas por Nga, aprovechan para visitar el mercado. Como yo lo conozco, continúo hasta el hotel al encuentro de Richi y Marijose. Comida en el hotel y a descansar. Comienza a llover mansamente.

Búfalo de agua en Sa Pa , Vietnam

A media tarde, casi anocheciendo, salimos a pasear con Pilar por las cercanías del hotel, junto al lago y los jardines que lo adornan. Miramos, con pena y resignación, el “mirador” del parque al que ya, debido a la lluvia, no va a ser posible subir para obtener una panorámica de la ciudad y sus alrededores.

Cenamos en el hotel, donde pedimos una infusión para Richi y Regina, pues siguen con su estómago regular, y les ponen una infusión de jengibre con lemongrass, como ven que tiene aceptación (está, francamente, rica) nos ponen para todos y, a descansar, como unos reyes.

A las 8 de la mañana dejamos el hotel para encaminarnos hacia el mercado étnico de Co Cly. Sigue, a ratos, lloviendo mansamente. Bajamos al valle donde se asienta Lào Cai y dejamos atrás dicha ciudad. La gente trabaja en los campos de arroz (llueva o haga calor y, según Nga, si es necesario, y hay luna llena, también por la noche).

Co Cly (el mercado de la aldea, pues por ésta no hemos llegado a pasar) ha cambiado de ubicación por fuerza mayor ¡Han construido una presa! Ahora está justo al otro lado del río Chay , en la ladera de enfrente, retirado de la aldea, y ha desaparecido el largo, e impresionante, puente colgante. Arrecia la lluvia y los plásticos con los que tapan los puestos y los “viales”, por los que transitamos los compradores y mirones, de vez en cuando descargan su bolsa de agua sobre el infeliz que acierta a pasar por allí en ese fatídico momento. 50 ó 60 litros de agua liberan en unos segundos los plásticos. El suelo, convertido en barrizal, hace que nos pintemos los pies y los bajos de los pantalones de color ocre. Los vietnamitas se manchan menos, sobre todo Nga, que sigue impoluta. Con la seguridad que nos dan las capas de agua que compramos en Ho Chí Minh , recorremos el mercado y hartos de agua, por dentro –del sudor–, y por fuera –de lo que nos mandan el cielo y los azules plásticos–, vamos al encuentro de los barqueros que nos llevarán por el río Chay (afluente del río Rojo) en un rápido y bonito descenso. Sólo bajamos por el río nosotros. Durante el descenso deja de llover pero sigue cubierto.

Arrozal en Sa Pa , Vietnam

El río baja crecido y, debido a la fina lluvia, todo se ve más vivo. Contrastan los verdes de los márgenes con el ocre del río. La lancha corre, y el río más. Las laderas del río están totalmente cubiertas por tapiocas, bananos y maíz rojo (me lo dice Nga, que parece que entiende). Llegamos a nuestro destino, un “restaurante” típico vietnamita, donde nos recogerá el vehículo. Allí Nga improvisa una comida, que a todos nos sienta muy bien (recuperamos a Pilar, que no nos ha acompañado en el viaje fluvial, no se encontraba muy bien). Está todo muy rico (será el hambre pero, nos soltamos de manos y, comemos de todo lo que nos sirven). Por allí juguetea, entre clientes y mesas, la nieta de la dueña del local. Coincidimos con un grupito de españoles (no sé si catalanes o vascos). Nos saludamos, sin efusiones, y cada quien a lo suyo. Cafelito para rematar la comida y regreso a Lào Cai.

Mercado de Co Cli , Vietnam

Llegamos hasta la frontera con China (realmente nos quedamos en el margen del río Rojo correspondiente a Viet Nam) y nos medio registramos en el hotel Thiên Hai ¿Hace falta decir que es vietnamita?, se supone que en inglés “El International”, junto a la estación. Donde nos han buscado alojamiento temporal, por unas horas, pues hasta la noche no efectuaremos el viaje de regreso a Hà Noi. Ponen a nuestra disposición sendas habitaciones, para que descansemos o hagamos lo que nos apetezca (dormitar, ver la tele –en vietnamita–, mirar a la estación desde la ventana… lo que se nos ocurra). Aprovechamos para limpiarnos, en la medida de lo posible, el barro que llevamos adherido a nuestro calzado y pantalones. Cenamos, una pantagruélica y rica comida chino-vietnamita, en el hotel.

A las 21 horas cogemos el tren. De nuevo Nga nos confía su más preciado tesoro, la cámara de fotos y, también de nuevo, me toca con una parejita de vietnamitas ¡Así es la vida!

Esta vez, el vagón va al comienzo del convoy, por lo que descansamos mucho mejor que a la venida (el traqueteo es infinitamente inferior).

Mercado de Co Cli , Vietnam

Llegamos muy temprano a Hà Noi , y Nga nos provee de desayunos vietnamitas a todos.

Al Meliá a cambiar la ropa que necesitemos para la playa. Salimos, no sin antes pasar por la agencia. A recoger las viandas que tomaremos –al menos parte de ellas– durante nuestro crucero por Ha Long , y de paso conocemos a Le Thi Thuy –encantadora mujer–, con la que me cuesta un imperio comunicarme –y mira que hicimos, ambos, esfuerzos– y al personal de la agencia (también está por allí Amadeo, que nos saluda). Tomamos la carretera N 5, con destino a Hai Phòng. En la actualidad amplia y cuidada “autopista”.

Como salimos temprano de Hà Noi, llegamos temprano a Hai Phòng . También conocida como “La ciudad de los flamboyanes”, según Nga. Hacemos un alto, de camino a la terminal donde cogeremos el hidrojet para llegar a Cat Ba, en un kiosco-bar vietnamita. Nos sentamos en las pequeñas sillas de plástico (unos con más fortuna que otras) y tomamos un café de aquella manera (la leche en sobres y racionada). Momento que aprovechan para intentar vendernos postales, artesanía, etc. No picamos ¡No somos nosotros duros en estos temas!

Mujerers plantado arroz, Vietnam

Cuando toca, embarcamos –a empujones y sálvese quien pueda– siempre protegidos por Nga, en lo que alguna vez fue un moderno hidrojet, con sus asientos reclinables (en la actualidad sin funcionalidad para variar su posición –si te toca el respaldo un poco inclinado, así te quedas, lo mismo que si te toca demasiado vertical–). Nga se nos adelanta y reserva cinco asientos en la zona media. Según va entrando la gente van sacando sillas plegables que van colocando en el pasillo central, y así ocupamos toda la superficie útil.

Isla de Cat Ba, Vietnam

Nos hacemos a la mar ¡Y qué mar! El barquichuelo este corre pero hay unas olas que, en ocasiones, nos dejan con la quilla al aire. La mayoría empieza a regurgitar lo que tomó de desayuno. Nosotros, afortunadamente, como debemos de tener alma marinera no pasamos por ese trance y Richi que podría ser candidato a ello está dormido, ni se entera del viaje. A quien madruga, Dios le ayuda. Por delante nuestro hay un guiri –que también debe de ser marinero– haciendo fotos a diestro, siniestro y trasera (saca el brazo, por encima de su butaca, y hace fotos a su espalda sin molestarse en mirar, pues sigue sentado) ¡Este trayecto es todo un espectáculo! Del ruido atronador que emite/n el/los motor/es, no vamos a hablar.

Tras un viaje de 30 a 45 minutos, con breve parada en alta mar (si por alta mar entendemos una zona equidistante de origen y destino unas 3 ó 4 millas náuticas), no sabemos si a causa del estado de la mar o por “causas técnicas”, llegamos al embarcadero de Cát Bà . Hace un día radiante. Salimos, casi, como entramos.

Gruta en la Isla de Cat Ba, Vietnam

En nuestro flamante vehículo vamos a nuestro resort (queda mejor en Internet que en la realidad, aunque no desmerezca). Regentado por vietnamitas. Está compuesto por cuatro bloques separados –uno de ellos todavía en construcción o terminación. El más cercano a la recepción–. Entre que nos registramos y no nos registramos (parece estar completo y tendremos que esperar un poco, tomando el té que nos ofrecen) hacemos la excursión al Parque Nacional que hay en el corazón de la isla. No esperamos a las explicaciones que dan en el aula medioambiental y salimos con un joven guía que nos conduce montaña arriba (han hecho un camino de subida –nuevo y más asequible que el original– y otro de bajada –el original, y único, camino que había en 2004. Mucho más empinado y con escalones para gigantes. Quizá por la enorme estatura que caracteriza a los vietnamitas–). Esta vez no llegamos a la “remozada torre” de observación, nos conformamos con verla de lejos. Aún siendo “asequible” tanto la subida, como la bajada a, y desde, el “mirador” (llamémosle así por tener un par de bancos para descansar, pues ver, lo que se dice ver, se ve poco al estar inmerso en una zona boscosa de abigarrada y frondosa floresta) tiene sus bemoles. Se suda, y mucho, en apenas 700 metros, entre subida y bajada. Como el guía vive de eso, de guiar, nos dejamos llevar hasta una gruta cercana –al otro lado de la carretera– que también, pagando, nos enseña. Tiene la mayoría de las paredes y estalactitas cubiertas de un material que, al ser iluminado con una linterna, semeja ser diminutos y brillantes leds, Nga dice que es metal, creo que dijo aluminio ¡Quién sabe! En su interior también alberga un pequeño altar con ofrendas (en la mayoría de las grutas, si no en todas, existe un altar e incluso en alguna, un pequeño templo). Toda la isla, como todo Ha Long , es zona de cuevas calizas resultado de la filtración del agua, que aquí sobra.

Hotel (ya disponemos de las habitaciones). Nuestra habitación no es excesivamente amplia –más bien tirando a pequeña– y está conformada por dos camas (normales) y un colchón, junto a la del fondo, en el suelo –para Richi–, una mesa con televisor de pantalla plana y una silla, además de un cuarto de baño, que parece no estar acabado del todo –casi más amplio que la habitación–. Nos toca planta baja frente a la piscina y, eso sí, con unas vistas magníficas del mar y las islas cercanas. Comida y descanso.

Playas en la Isla de Cat Ba, Vietnam

Por la tarde tomamos el camino que, saliendo de la minúscula playa extramuros y a los pies de una de las piscinas del hotel, va bordeando hacia la derecha la isla, colgado de la montaña, hasta donde la vista alcanza. Es un agradable paseo, sobre todo a estas horas de la tarde en que el Sol comienza a ocultarse, hasta otra cala donde se levanta ¿Cómo no? otro hotel.

Cenamos, también, en el hotel y bajamos (no todos) hasta la ciudad paseando. Está tomada por mini ciclos y tándem –de hasta cinco plazas–, además de por una marea humana que ahora es común ver en todos los sitios de veraneo que hemos visitado (Nha Trang, Hoi An). Regresamos al hotel pensando en cómo hacen los vietnamitas para acostarse tarde y levantarse con el amanecer.

Desayunamos en el hotel y tomamos nuestro vehículo para ir a embarcar en el barco de Amadeo (de su agencia, supongo). Nga nos dice que ha madrugado y en una moto-taxi ha subido a ver los búnkeres que hay sobre la ciudad (lástima podríamos haber ido todos). De camino paramos para visitar otra gruta (utilizada por el vietcong como hospital, cuartel general, alojamiento, etc.). Está compartimentada, por acción de la mano del hombre y del cemento, en tres niveles. Consta de un gran número de habitaciones, salas de operaciones, salas de reposo, cuerpo de guardia, salas de reuniones, aljibes para recoger el agua, baños, duchas, saneamiento, etc. Eso sí, todas ellas rezumando –muchísimo– agua por todos los sitios (pared, techo y suelo). A la sensación claustrofóbica se unen el agobiante y pegajoso calor y humedad. Es tal la humedad que hay, que las cámaras de fotos y de vídeo se empañan (en todas las grutas y cuevas hemos tenido similares problemas), pero además de la parte externa –que se puede solucionar con la gamuza– el interior de las lentes de los objetivos y quién sabe qué más. Hacer fotos y vídeo es una misión imposible aquí. El interior es muy grande, tras haber subido al segundo nivel (hay tres plantas, recordémoslo) hay una sala que debe de tener entre 15 y 20 metros de altura libre hasta el techo. Tanto entrada como salida están protegidas por sendas puertas metálicas “acorazadas” con forma panzuda (para que las balas no la atraviesen, nos dice el guía).

Islas Bahía Halong, Vietnam

Llegamos al punto de encuentro con el barco de Amadeo (donde desembarcamos y embarcamos en 2004, al norte de la isla). A relativamente corta distancia hay un barco, de dos palos, de madera pintado en blanco. Es nuestro barco (ahora todos los barcos de Ha Long han de ser blancos. En 2004 estaba con su color de madera barnizada), el Nang Tien, “Capricho”. Es tan impresionante como lo recordaba ¡Parece un barco pirata! Viene la lancha fueraborda (metálica y blanca) a recogernos.

Islas Bahía Halong, Vietnam

A pie de escalerilla nos recibe el capitán y comenzamos un plácido y tranquilo paseo por entre las calcáreas formaciones rocosas que emergen del fondo del mar. Verde esmeralda y opaco, como siempre. Son las 11 de la mañana.

Islas Bahía Halong, Vietnam

El día está con nublados y claros, a partes iguales, pero cuando toca claro con un Sol de “injusticia”. Precioso día.

Bahía de Halong, Vietnam

Fotos y más fotos (las primeras algo borrosas, debido a que todavía sigue un poco empañado el objetivo de la cámara, a consecuencia de nuestro paso por la gruta en Cát Bà). Islas e islotes y más islas e islotes. Visitamos una gruta fuera de las rutas habituales (tienen que encender el equipo electrógeno, somos los primeros que la visitan hoy, y creo que los únicos), situada en una isla de las que tienen mar interior y tan rezumante de agua como todas, por lo que tiene caprichosas y variadas formaciones de estalactitas y estalagmitas. Con entrada por un lado y salida por otro, a más altura (en esta bahía todas las grutas que he visitado son así, con más o menos longitud de recorrido). Subiendo un poco tras salir se divisan el “mar interno” y una vasta porción de los alrededores. Tras esto visitamos otra isla con una inmensa gruta abierta a dos lados y con una altura de unos 15 ó 20 metros, que están preparando para ofrecer cenas y espectáculos nocturnos (montan sillas sobre el suelo allanado). Ya en “nuestro barco” nos ofrecen bebida y empiezan a disponer la comida (llevamos cocinera para nosotros solitos). Mariscada (almejas, cangrejazos, gambas, etc.) por todo lo alto, acompañada de ensalada, chipirones, carne y sopa. Nos bebemos el contenido de una botella de vino de Da Lat (blanco) que marida (como se dice ahora) francamente bien con la comida, además de la cervecita y agua correspondientes.

Barco en la Bahía de Halong, Vietnam

Permanecemos embarcados desde las 11 de la mañana hasta las 6 de la tarde, en que la lancha nos deja en Bai Chai , también conocida como Ha Long. Con la tarde siguiendo nuestros pasos nos inscribimos en el Novotel (como el de Nha Trang, muy bien). También aquí me piden una fianza (100 $) que deposito hasta el día siguiente, en que me la devolverán.

Las vistas desde nuestra habitación son de película… Toda la Bahía desplegada frente a nosotros, teniendo en cuenta que estamos en una habitación a siete plantas de altura, más el repecho, que equivale a dos o tres plantas, que hay que subir para llegar a la recepción del hotel, desde nuestro balcón es como estar en el Nirvana. Atardece lentamente, como atardece aquí, y todo, despacito, se va llenando de colores rojizos.

Salimos a pasear por el amplio paseo marítimo que han hecho (en 2004 no estaba, ni muchísimo menos, así). A pesar de que está anocheciendo… hace un bochorno playero de aúpa.

Islas Bahía Halong, Vietnam

Volvemos al hotel a esperar a la hora de la cena y a refrescarnos con una cervecita… Tiger, creo ¡Estamos de vacaciones!

Artesanía del norte de Vietnam

Desayunamos en el bufé como cenamos, opíparamente. Y empezamos el trayecto de regreso a Hà Noi. Paramos, como no podía ser de otra manera, en una fábrica de perlas naturales, artificiales, etc. Pilar deja prendado a un trabajador de allí. Hay una foto, entre otras muchas de mujeres “ilustres”, de Carmen Chacón con un ostentoso collar de perlas. No sabemos si lo compró, se lo regalaron o ninguna de las dos cosas.

En el pueblo donde vive la familia de la mujer de Amadeo (en la casa de su tío, “El Coronel”) paramos para comer. Él está, por lo que nos cuentan, muy enfermo, lástima nos hubiera gustado volver a verle y presentarle nuestros respetos. Comemos, también como siempre, muy bien (comida vietnamita, por supuesto) y, a los postres, nos ofrecen recuerdos para comprar (además de regalarle a Richi un llavero para su “novia”).

Llegamos a la ciudad con el tiempo justo de registrarnos, en el Meliá –¿Dónde si no? En la última planta del hotel– y salir a visitar el Templo de la Literatura.

En estas fechas se están celebrando los exámenes para ingresar en las escuelas superiores y universidades, por lo que hay zonas, como el Templo de la Literatura, que están a rebosar. Alumnos experimentados (con camisa azul) ayudan y guían a los que pasan por el estresante trance de las pruebas y, por lo que vemos, luego les hacen un recorrido por los lugares emblemáticos de la ciudad. Otros, los licenciados o graduados, aprovechan para hacerse fotos con sus “ao dai” (el sexo débil) o sus togas (generalmente hombres). Está atardeciendo, y por tanto cercana la hora de cierre, pero sigue abarrotado de gente.

Templo de la Literatura en Hanoi, Vietnam

El Templo de la Literatura me encanta, aún estando en el bullicioso corazón de Hà Noi, no se oye una voz más alta que otra. Es, realmente, un remanso de paz y armonía. Transmite tranquilidad y sosiego. Impone respeto. Visitamos todos los rincones de éste como si fuera la primera vez que lo hacemos. Cae la tarde, con los colores y olores propios de este País, los sonidos quedan fuera de este recinto.

Nga nos lleva a cenar a un restaurante, Loto creo que se llama, donde le hemos dicho que sólo nos pongan verdura, fruta y yogur, pues estamos todos un poco tocados por la alimentación vietnamita (no porque sea mala, sino porque no estamos acostumbrados a su modo de cocinar tanto verduras como carne, a sus aceites, etc.). Allí sorprendidos, por lo raro de la petición, no dejan de ofrecernos otros alimentos que nosotros amablemente rechazamos. Los yogures, como el resto, muy ricos (en este País hacen los mejores yogures del mundo).

Hoy, sábado, es nuestro último día con Nga. Tras el obligado desayuno en el Meliá, visitamos el Museo del Arte. Allí se conservan las obras más importantes de los hitos culturales de esta nación. Desde estatuas cham hasta cuadros de pintores revolucionarios vietcong. Hay poca gente (no llegamos a cruzarnos con más de seis personas), hasta el extremo de que hay salas, al final del recorrido, que están en penumbra, lo que nos obliga a dar las luces. En esa zona Nga coincide con un joven, acompañado por su hija de 3 ó 4 años, al que conoce, pues es de su pueblo ¡El mundo sigue siendo un pañuelo! Al salir la dejamos en penumbra, como estaba. Por aquello del ahorro.

Altar del Templo de la Literatura en Hanoi, Vietnam

Terminada la visita Nga nos lleva hasta un restaurante, en la misma calle del Meliá –al final de ésta, en un callejón apartado de miradas curiosas–, donde me presenta a la persona que hace de portero y al que le dice que iremos a comer. Nos deja en el hotel y nos despedimos de ella, no sin que antes le regale a Richi, de parte de Le Thi Thuy (o de la agencia, no está muy claro) un ciclo por su cumpleaños ¡Todo un detalle! Ya no la volveremos a ver (en este viaje), esta tarde vuela a Ho Chí Minh , a recoger a un grupo nuevo. Las despedidas siempre son tristes pero, en este caso, se nos ha pegado un poco a la piel esta enérgica mujercita.

Paseamos hasta el restaurante y, en el camino, Pilar aprovecha para tomar nota de un puestecito, situado en una esquina y atendido por una mujer mayor, que vende incienso de todas clases y tamaños, pues piensa llevarse algo de este oloroso y original souvenir. Comemos sin problemas, un poco desinflados por no contar ya con Nga. Volvemos al hotel haciendo el recorrido inverso con tranquilidad (tiene mérito pues a estas horas el calor y la humedad hacen estragos, no hay nadie por las calles, salvo la señora del puesto de incienso) y Pilar compra incienso de varias clases.

Calles de Hanoi, Vietnam

Por la tarde paseamos por el lago Hoàn Kiem , tomamos un refrigerio en el restaurante junto al lago (un clásico para nosotros) y buscamos una farmacia para comprar los parches milagrosos que quitan el dolor articular y muscular (están compuestos, esencialmente, por aspirina) que Marijose ya ha probado, por gentileza de Nga (que siempre los lleva). Los compramos y al hotel.

Cenamos en el Meliá (donde una mesa cercana a la nuestra, de entre 10 y 15 comensales, se está atracando de marisco –langosta, cigalas, gambas, etc. –). Y a dormir hasta mañana, día en el que partimos de regreso a España (ya la echamos de menos).

Desayuno y paseo por las calles de la ciudad. Marijose, Regina y yo nos acercamos hasta la editorial The Gioi (donde nos hospedamos durante nuestra visita en 1998). Todo continúa igual, excepto el conserje de la puerta que ahora es más joven. Foto en la puerta y seguimos con nuestro paseo.

Nos acercamos, una vez más –nunca nos cansamos de recorrer los sitios por los que tantas veces transitamos entonces–, hasta el lago de la Espada Restaurada y dejamos que vaya pasando la mañana (Nga nos dijo ayer que el hotel nos dejaba la habitación hasta las 2 de la tarde –se agradece, pues hasta las 21 horas en que hemos quedado con el guía que nos ha puesto la agencia para el traslado al aeropuerto, se nos va a hacer largo. Volamos a las 23,50–).

Calles de Hanoi, Vietnam

Comemos en un restaurante que hay en los bajos de la Ópera de Hà Noi (dicho así parece fácil, pero nos costó idas y venidas, preguntas y más preguntas y que nos pararan en la puerta de la Ópera los vigilantes pues pensábamos que era allí donde estaba el restaurante. Pues no, está en el costado del edificio, frente al jardín con chiringuito veraniego para comer hamburguesas o pizza y beber algo). El conductor nos ha dejado en la puerta de acceso al jardín y ya no le veremos hasta la noche. El jardín da a una calle lateral, donde también hay varios bares y restaurantes (lo que nos indujo a confusión, afortunadamente –y gracias a la llamada que hicimos a Nga–, al final dimos con el lugar, creo que se llama 911).

Paseando, que es un placer, volvemos al hotel pasando por Hoàn Kiem . Maletas a la consigna, checking out y a esperar a que den las 21 horas. En estas ocasiones es cuando se aprecia que el hall de un hotel sea grande y cómodo (no llamas, excesivamente, la atención perdido entre el marasmo de gente que deambula de un sitio para otro).

Llegada la hora, que se nos hace muy, pero que muy largo, llega el vehículo con el guía con el que nos puso en contacto Nga, telefónicamente, el sábado. Es un hombre muy simpático y parlanchín. Hablamos todo el trayecto hasta el aeropuerto, donde nos ayuda a facturar el equipaje y, una vez resuelto todo, se despide de nosotros. Un placer haberle conocido. Poco antes de llegar al aeropuerto comienza a llover, primero mansamente, para luego pasar a convertirse en una cortina de agua (pero cortina de verdad). Hà Noi nos despide llorando. Como estamos a cubierto, no nos preocupa lo más mínimo. El guía nos ha dicho que hemos tenido suerte, entre mañana y pasado se espera el ciclón “Vicente” ¡Vaya manera de “marcar” un nombre! Por lo que, esta lluvia, debe de ser el anticipo de lo que se avecina.

Calles de Hanoi, Vietnam

Pasamos todos los trámites de control aduanero (ya no hay que pagar las tasas del aeropuerto, cosa que siempre nos ha vuelto locos, por desconocimiento y las prisas) y entramos en la zona de embarque. Sin retorno. A esperar otro ratito para irnos. Sigue lloviendo a cántaros.

A la hora del embarque seguimos en la terminal. Sólo queda nuestro avión por embarcar (los comercios, donde hemos comprado bebida y alguna otra chorrada –para gastar los pocos dongs que nos quedaban–, hace rato que han cerrado y hasta el control aduanero ha cerrado. Ni se entra, ni se sale). A las 0,25 (es decir, a las doce y veinticinco de la noche) nos comunican que el vuelo (no sabemos, ni sabremos nunca el por qué, si a causa de la lluvia –que ya ha comenzado a disminuir– o por causas técnicas) se retrasa hasta la 1,30. A esa hora nos dicen que es a las 2,30 cuando saldremos y cuando llega ese nuevo tope horario nos dicen que saldremos a las 7 de la mañana. Traen las mantas, la cena y el agua del avión (estacionado en la pista), que reparten según demanda de los viajeros y a dormir (en el suelo o en los bancos metálicos de la terminal, que ahora parece un campo de refugiados, abandonada, desolada y con su luz tétrica, que no apagan en toda la noche y todo el mundo repartido, como puede, por suelos y bancos).

Amanece, como en la película ¡Que no es poco! Y nos traen el desayuno (también del avión). Comienzan a recoger las mantas y empieza a recobrar su vida la terminal (los comercios, poco a poco, van abriendo). Algunos pasajeros protestan por no haber recibido ningún tipo de información. Nosotros, debido a la fluidez de nuestro inglés, ni nos molestamos.

Lago Hoan Kiem, Vietnam

A las 8 de la mañana comenzamos a embarcar ¡Por fin!

El vuelo, dormitando todo el mundo a causa de la noche pasada, transcurre sin más incidencias. El recorrido aéreo nos permite ver unos paisajes cambiantes, muy bonitos (zonas desérticas, cañones entre rocas, campos de labor, etc.). Nos dan de comer en el avión, pues llegamos a París a las 15,30 horas. Allí nos espera una azafata de Air France para comunicarnos, a los que tenemos enlace con otro vuelo, cuál es nuestro próximo vuelo (para nosotros la espera será de, apenas, una hora). Por lo menos esto lo han hecho bien.

Pisamos suelo español a las 18,30, más o menos. Nos despedimos de nuestras compañeras de viaje en el aeropuerto (a Pilar le ha venido a buscar su hijo y Regina coge un taxi, como nosotros). Llegamos a casa a las 20 horas.

Es mi cumpleaños. El cumpleaños más largo de mi vida, ha durado, el día, 30 horas. Salimos con horario de Viet Nam y Llegamos con seis horas menos al horario de España. Como compensación por las molestias no está nada mal ¡Un día seis horas más largo!

-FIN-

 

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Textos y fotografías:

R. Rico

   
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