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El 23 de abril de 1954, Jhon Foster Dulles, Secretario de Estado Norteamericano quien se encontraba en París con el fin de asistir a la conferencia de Ginebra convocada con el fin de intentar resolver la guerra en Indochina; después de oír la difícil situación de los defensores sobre la asediada base militar de Dien Bien Phu, que hace el ministro de Asuntos Exteriores francés, Georges Bidault, y leído el telegrama enviado por el general Henry Navarre, jefe de las fuerzas francesas en Indochina, pidiendo que se pusiera de inmediato en marcha la “Operación Buitre”, que habia sido organizada el mes anterior, conjuntamente por los jefes de los estados mayores norteamericano y francés, para enviar 60 bombarderos B-29 y 200 cazas norteamericanos contra los patriotas Vietnamitas, comandados por el legendario General Giap que asediaban Dien Bien Phu; pregunta tajantemente al ministro Bidault:

-“¿Y si les damos dos bombas atómicas?”-

Según sus propias palabras, tras unos segundos de estupefacción, Bidault, rechazó el ofrecimiento, porque pensó que si las bombas las utilizaban cerca de Dien Bien Phu, serían eliminados tanto los atacantes como los defensores. Y si se utilizaban sobre las rutas de suministros de las guerrillas comunistas, es decir cerca de China, se podría correr el riesgo de una conflagración mundial. La operación “buitre” se suspendió pero no así el apoyo político militar norteamericano a los franceses.

Un año antes, el general Henri Navarre había tomado el mando de las fuerzas coloniales francesas en Vietnam, y adelantaba un plan para atraer a los guerrilleros del general Giap dentro de una batalla abierta, donde, pensaba que la inmensa capacidad de fuego francesa y norteamericana, debería aniquilar a los gerrilleros vietnamitas. Había lanzado sobre Dien Bien Phu, un pueblo situado en un pequeño valle, a 300 kilómetros al oeste de Hanoi, donde los franceses habían montado una enorme base defensiva; una operación aerotransportada de 15.000 paracaidistas de élite (boinas verdes), cañones, tanques ligeros y aviones cargados con bombas de NAPALM.

Pero el ejército guerrillero del general Giap había experimentado grandes avances en experiencia, reclutamiento, entrenamiento, aprovisionamiento, y sobre todo en conciencia política, que terminaron sorprendiendo a los franceses. Los vietnamitas, maestros en el arte del camuflaje y en los trabajos de zapadores, llenaron de túneles y ocultas trincheras de las colinas que dominaban las defensas francesas en oriente del campo atrincherado, e instalaron sus “rudimentarios” 200 cañones de tal forma que sólo la boca salía de las troneras.

En marzo comenzaron un bombardeo persistente que desconcertó a los colonialistas franceses y terminó destruyendo su pista de aterrizaje en el centro de Dien Bien Phu. Durante 56 días que duró el asedio con artillería ligera y en medio de las torrenciales lluvias monzónicas que convirtieron el campo en un barrizal; el general Giap lanzó alternativamente al asalto de la base, a sus tropas guerrilleras, que sumaba por entonces 25.000 hombres, desde trincheras y túneles secretos, cavados bajo el intenso bombardeo francés, desde los límites de la jungla, hasta las fortificaciones. Tras caer una tras otras bajo los asaltos masivos, los últimos bastiones y bolsones de resistencia, terminaron de ser dominados el 7 de mayo de 1954, hoy hace 51 años.

En la tarde del 7 de mayo, un último ataque permitió a los patriotas vietnamitas capturar todo el estado mayor de la guarnición, y con el general De Castries, la guarnición se rindió izando la bandera blanca. En la noche la guarnición del sector sur fue hecha prisionera. Ningún hombre pudo escapar.

Los franceses habían perdido en Dien Bien Phu sus mejores unidades: en total 16.200 hombres entre ellos un general, 16 coroneles, 1.749 oficiales y suboficiales. Durante toda la campaña de invierno -primavera de 1953-1954 la batalla fue encarnizada en todos los frentes. En particular sobre los altiplanos de Tay Nguyen, las fuerzas vietnamitas habían destruido enteramente el grupo móvil 100 venido de Corea. La guerrilla en los deltas del Mekong y del Rio Rojo y en Binh-Tri-Thien había tomado una amplitud semejante a las operaciones regulares.

Las pérdidas del cuerpo expedicionario francés y de las fuerzas títeres durante esta campaña fueron considerables: 12.000 hombres, 117 aviones. La victoria de Dien Bien Phu y los éxitos de la campaña de invierno-primavera de 1953-1954 obligaron al gobierno francés a consentir a la paz. El 8 de mayo de 1954, 24 horas después de la caída de Dien Bien Phu, la Conferencia de Ginebra sobre Indochina se abría. En la noche del 20 al 21 de julio se firmaron los Acuerdos poniendo fin a la guerra en el norte de Vietnam.

Al día siguiente de la espectacular victoria el brillante general Giap, recibió un telegrama de felicitaciones de Ho Chi Minh, que le decía: "Es en verdad una gran victoria, pero no es más que el comienzo”. Efectivamente, tras la retirada francesa la intervención de consejeros Norteamericanos (agentes de "guerra especial") en Vietnam, que se había iniciado apenas finalizada Corea, comienza una escalada intervencionista, que culminaría en 1965 con el compromiso total de las fuerzas militares Norteamericanas en Indochina y el desembarco, sólo en Vietnam del Sur, de un cuerpo expedicionario de 550.000 hombres provistos de todos los medios de guerra disponibles y conocidos por la Humanidad. Los gigantescos bombarderos B-52 lanzaron ataques concentrados sobre Vietnam del Norte dejando caer más bombas que todas las que se habían lanzado por ambos bandos durante la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, el mismo vencedor de Dien Bien Phu, el legendario general Giap, que había derrotado a los franceses, será también 21 años después; el artífice de la primera derrota militar de los Estados Unidos en la historia: El 1 de mayo de 1975 en la batalla y toma de Saigón.

Sin embargo, los militares franceses con esta dura experiencia, también sacaron sus propias las lecciones, que llamaron “LA GUERRA MODERNA SIN REGLAS”, afortunadamente plasmada para la posteridad en varios textos: El del general Charles Lecheroy, el del célebre general Paúl Aussaresses, el del coronel Marcel Bigeard, o el del coronel Roger Tinquier, entre los mas conocidos: Guerra Sucia, que unos meses mas tarde, ya autorizados legalmente, por el gobierno “Socialista” de la cuarta república francesa de Guy Mollet, Francois Mitterand como ministerio del Interior, y Jacques Chabas-Delmas como ministro de defensa; desarrollarán a plenitud 40.000 soldados franceses en otra guerra colonial contra el Frente de Liberación Nacional (FNL) de Argelia.

Y cuya máxima expresión fue la llamada batalla de Argel de 1957, donde se “desaparecieron” 3. 024 prisioneros patriotas argelinos, tan realistamente presentado en la película emblemática de Pontecorvo: La tortura ya no como fuente de información usada por los Nazis, sino como “arma de combate” y núcleo del terrorismo IMPUNE del Estado.

La guerra sucia, posiblemente hizo mermar la actividad revolucionaria, pero no logró quebrar la moral patriótica y anticolonialista de los argelinos, lo que sumado a desgaste y fricción de la guerra, a las manifestaciones de repudio no solo por el terrorismo de estado, sino al escándalo por la expedición franco-británica al canal de Suez en 1956; posibilitaron el acceso al poder del general Charles De Gaulle, quien asume una posición no esperada por los militares y finalmente reconoce la independencia de Argelia.

Muy conocida es la anécdota en la cual el comandante francés de Argel, general Paúl Aussaresses le dice al también general De Gaulle: “Hay que meter la mano en la mierda, con tal de no dejarnos derrotar”. A lo cual el Presidente, también ex general, le responde:

-“todo lo contrario; hay que sacarla de allí y lavárnosla cuanto antes”-

El gran historiador ingles Eric Hobsbawm, en su libro La Historia del Siglo XX, editorial Critica pág. 224 lo anota así: “La guerra de Argelia fue un conflicto sangriento que contribuyó a institucionalizar la tortura en el Ejercito, la Policía y las Fuerzas de Seguridad de un país que se declaraba civilizado. Popularizó la utilización de la tortura mediante descargas eléctricas que se aplicaban en distintas zonas del cuerpo como la lengua, los pezones, los genitales, y provocó la caída de de la cuarta república (1958) y casi de la quinta (1961), antes de que Argelia consiguiera la independencia, que el general De Gaulle había considerado inevitable hacía mucho tiempo”.

La lavada de manos no significó el abandono de la tecnología adquirida: El propio ex ministro de Defensa de Charles De Gaulle entre 1959 y 1970, Pierre Messmer, un poco después debió reconocer “haber enviado a varios veteranos del conflicto en Argelia en especial al experto general Aussaresses, como agregado militar en la embajada francesa de los Estados Unidos, para que instruyeran en la academia de Fort Bragg”, a oficiales del ejército norteamericano en esas prácticas, que de inmediato se aplicaron en la Guerra de Vietnam en el denominado Plan Fénix.

El cual significó el asesinato de 20.000 civiles vietnamitas entre 1965 y 1975acusados de ser comunistas. Asimismo, el general estadounidense John Jons y el coronel Carl Bernard, dos ex “discípulos” del general Paúl Aussaresses, en Fort Bragg, posteriormente corroboraron todo. Estos oficiales, quienes actualmente manifiestan su rechazo a la tortura, han incluso llegado a detallar cómo fueron entrenados en esas metodologías, y a explicar cómo muchos de los oficiales norteamericanos que pasaron por allí implementaron lo aprendido, especialmente en la guerra de Vietnam como parte del mencionado Plan Fénix.

Pero el general de Argel, Paúl Aussaresses, continuó prestando sus servicios al gobierno francés y en 1973, como agregado militar de la embajada de su país, ante la dictadura que gobernaba el Brasil, entrenó en la base militar de Manaos a varios oficiales argentinos, y en especial chilenos enviados por el jefe de la DINA Chilena y mano derecha de Pinochet Manuel Contreras, quien acaba de reconocer que desapareció mas de 500 prisioneros de la Unidad Popular de Chile. (03, Septiembre 2003. Diario Página 12. Argentina)

EL Terrorismo de Estado hizo metástasis temprana en toda Latinoamérica: de Fort Bragg, pasó a la Escuela de las Américas en Panamá y para finales de los años 60 ya estaba generalizada como una práctica corriente en todo el Continente como el componente básico de la doctrina de la seguridad Nacional y de la guerra contrainsurgente imperial, especialmente en la llamada Guerra Sucia de las dictaduras del Cono Sur; cuyas secuelas de oprobio aún no se han podido resolver.

En Colombia el Militarismo Oligárquico fue uno de sus mas entusiastas impulsores y adoptadores, llegando incluso a la sofisticación de reemplazar la “picana eléctrica” recomendada por los expertos franco-norteamericanos; por los mordiscos de caballos amaestrados, en las caballerizas de Usaquén, contra los “enemigos internos” del régimen bipartidista del binomio Turbay-Camacho Leyva (¿recuerdan?), y a constituir la “esencia Estratégica”, de la conformación de los escuadrones de muerte llamados Paramilitares, que hoy 41 años después de haberse puesto en ejecución, sus creadores de la Oligarquía financiera transnacionalizada, están tratando inútilmente de lavar.

A ellos; que para adelantar su “guerra contrainsurgente” e Imperial contra el enemigo interno como llaman al pueblo trabajador, ocultan la mediocridad asesina de su mente antidialéctica y metafísica, adornándose ocasionalmente con frases mal tomas y mal comprendidas de ese gran pensador dialéctico y materialista llamado Carl Von Clawsewitz, les ofrezco esta cita que está al principio de su libro sobre la Guerra, y que arroja claridad al debate fariseo de que en Colombia no aplica el derecho Humanitario, porque se decretó su inexistencia:

“3 . Extrema aplicación de la violencia. Las almas filantrópicas podrían fácilmente pensar que hay una manera artificial de desarmar o derrotar al adversario sin causar demasiadas heridas, y que esa es la verdadera tendencia del arte de la guerra. Por bien que suene esto, hay que destruir semejante error, porque en cosas tan peligrosas como la guerra AQUELLOS errores que surgen de la bondad son justamente los peores. Dado que el uso de la violencia física en todo su alcance no excluye en modo alguno de la inteligencia, aquel que se sirve de de esa violencia sin reparar en sangre tendrá que tener ventaja si el adversario no lo hace. Con eso marca la ley para el otro, y así ambos ascienden hasta el extremo sin que haya más barrera que la correlación de fuerzas inherente”.

Todos los casos aquí narrados, sucedidos un siglo y medio después de la muerte del general prusiano, en donde “ los Estados metieron la mano en la letrina para no ser derrotados”, terminaron GENERANDO FUERZAS INHERENTES Y OPUESTAS que los llevaron a la no deseada derrota, y a concederle la razón a Clawsewitz: Berlín, Saigón, Argel, el Cono Sur Latinoamericano o Centroamérica, para mencionar solo algunos casos destacados, anticipan lo que les sucederá a los recientes ejecutores de Abu Grail en Bagdad y a los de San Onofre o San José de Apartadó en Colombia, que aún continúan impunes.

Alberto Pinzón Sánchez

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