INTRODUCCIÓN
Viajar a Marruecos es sumergirte en un país donde la historia no está en los museos, sino en la calle, en los muros que aún conservan el olor a especias y el eco de las antiguas rutas comerciales. En Fez , por ejemplo, puedes entrar a un taller donde generaciones de artesanos trabajan el cuero exactamente igual que hace siglos. No es una reconstrucción: es su realidad. La historia en Marruecos no está disecada, sigue viva.

Marruecos |
Marruecos está en un punto de choque y fusión entre dos mundos distintos, África y Europa, esta se ve en sus calles entre la tradición y modernidad y sobre todo con respecto al Islam y la globalización.
Esa tensión se nota en todo: en cómo una chica joven va al hammam con su madre y luego se va a estudiar ingeniería a Francia. O en cómo un imán da sermones en la mezquita mientras su sobrino monta una tienda de surf para turistas. El país vive en transición permanente, y eso da lugar a una sociedad rica, compleja, y contradictoria.

Viaje a Marruecos en autocaravana |
En Marruecos, el tiempo no es lineal ni urgente. El “insha'Allah” (si Dios quiere) rige la lógica cotidiana. Las cosas no suceden cuando tú quieres. Te obliga a soltar el control. A veces eso es frustrante. Pero con el tiempo, empiezas a apreciar ese ritmo lento, ese té que dura 40 minutos, esa conversación que se estira. Marruecos te entrena en paciencia y presencia.
En Occidente, la hospitalidad suele ser educada pero distante. En Marruecos, es una responsabilidad sagrada. Te invitan a su casa sin conocerte. Te insisten en que comas. Te despiden con más té aunque ya estés saliendo. No lo hacen por turismo. Es una herencia cultural, especialmente fuerte entre los pueblos bereberes.

Marruecos actual |
Esa apertura genuina puede ser desconcertante al principio. Pero cuando aceptas, entiendes que Marruecos no se visita, se comparte.
Aunque Marruecos es mayoritariamente musulmán, no impone. Puedes sentir la espiritualidad en los detalles cotidianos: en la llamada al rezo al atardecer, en la forma en que se ofrece el pan, en el respeto por el descanso, el silencio o el ayuno durante el Ramadán. No es una fe para ser mostrada; es una forma de estar en el mundo. Incluso si no eres creyente, te atraviesa esa atmósfera de sentido.
Marruecos no es toda belleza. También puedes ver como aflora la pobreza rural, la desigualdad de género, las presiones migratorias y sigue la corrupción en algunas instituciones.
Pero el viajero que se atreve a mirar más allá del exotismo encuentra un país que lucha, crea, se reinventa. Ver cómo un joven de un pueblo del Atlas aprende español en TikTok para abrir un negocio, o cómo una mujer en Casablanca lidera una cooperativa de cosmética natural, es profundamente inspirador. Marruecos no se esconde, y eso lo hace más real.
Elegir otra vez Marruecos es aceptar las condiciones que ofrece el país al turismo, quizás hemos de admitir que nos gusta porque nos desenvolvemos como pez en el agua. Aunque según vamos conociéndolo seguimos sintiendo las mismas emociones que experimentamos en nuestro primer viaje.
EL VIAJE
Itinerario del viaje |
Día 8 de abril (martes) Ruta: Madrid-Algeciras Km. 662; tiempo estimado 7h 19'

Camino de Algeciras |
Hoy hemos comenzado una nueva aventura, en esta ocasión viajamos a Marruecos. Hemos sacado unos billetes chollo por la compañía FRS por 65 euros la autocaravana y dos personas, por trayecto.
Llenamos el frigorífico aunque no muy apretado porque sabemos que Marruecos tiene tantas tentaciones culinarias y seguro nos van a cautivar porque comer en Marruecos es mucho más que alimentarse. Cada comida es una manifestación de hospitalidad, de herencia cultural, de conexión espiritual incluso. Los sabores no son al azar: cada especia, cada combinación, cuenta una historia, muchas veces transmitida oralmente, de generación en generación.
No existen apenas libros de recetas familiares. La cocina se aprende viendo, oliendo, tocando, y sobre todo, participando en comunidad.
Llevamos toda el agua que podemos porque en pueblos pequeños o zonas del desierto, el agua puede venir de pozos o depósitos sin tratamiento constante. No es aconsejable beberla sin filtrar o hervir.

Camino de Algeciras |
Antes de partir repostamos en la estación Plenoil a un precio de 1,289 € y seguro será el precio de referencia con los precios del gasoil en Marruecos, ya sabemos que es un poco más barato.
Salimos por la autovía A-4 (Andalucía) a las 11,30 horas por la afluencia de coches parece un martes normal y no tenemos ninguna retención. Este año vamos mucho más tranquilos porque no tenemos ninguna presión de llegada a Algeciras porque el barco sale a las 9,00 horas del día siguiente.
Pernoctamos en el Polígono Industrial de Palmones, enfrente del parking del Mercadona, es gratuito y te sientes muy acompañado de otras autocaravanas. Las coordenadas GPS del lugar corresponden con N36.183943 W5.437633. Se han instalado cámaras de video vigilancia en puntos estratégicos del municipio, incluyendo Palmones, para mejorar el control del tráfico y la seguridad. Además, la Guardia Civil ha aumentado su presencia en la zona, nos sentimos bien.
Día 9 de abril (miércoles) Ruta: Algeciras-Tanger-Med- Tetuán Km. 50; tiempo estimado 0h56'
Comenzamos el día en el Polígono de Palmones en Algeciras, es un punto de encuentro y el sitio de trasiego de autocaravanas entre los que van a África y los que vuelven de invernar en Marruecos.

Embarque en Algeciras |
Antes de salir de Algeciras decidimos volver a repostar unos 40 litros porque no sabemos cómo está la situación en Marruecos y no es bueno llegar con el depósito vacio. Utilizamos el Plenoil a 1.159€.
Las cosas en Marruecos siguen la misma trayectoria que en años anteriores, llevamos siete años sin bajar y seguro notaremos el profundo cambio.

Control de Pasaportes barcos hacia Tanger-Med |
Como decía nada más subir al barco sigue el control de pasaportes para la entrada en Marruecos, nos demora la mitad del trayecto.
En poco tiempo estamos al otro lado del estrecho, antes de poner las ruedas en África, nuevo control para ver si hemos sellado los pasaportes con perros antidroga.
Más adelante el escáner para ver si llevas algo o alguien, esto es nuevo porque antes solamente se pasaba a la salida.
Seguimos con la aduana enseguida nos atiendes y la verdad no se demora mucho con otros perros incluidos.
Y dos veces más control de pasaportes y de los papeles del vehículo. Ha pasado el tiempo, pero como decía la canción, la vida sigue igual.
Una vez fuera de la frontera y en la misma terminal resolvemos el cambio de monedas 10.05 por euros y las tarjetas de teléfono 30 euros 2 horas de llamadas y 20 GB por Maroc Telecom.
Bueno ya lo tenemos todo solamente nos falta repostar, aquí llenamos a 11.01 al cambio 1.11 euros.

Parking en Tetuán |
Ahora a disfrutar del inicio del viaje nuestro primer destino es Tetuán. Tenemos un parking en la nueva zona del río, es gratuito, no tiene vigilante y nos parece un sitio seguro. Las coordenadas GPS N35.565253 W5.387887.
Una de las cosas que vemos mejorado es el uso de petit taxi, Petit Taxi (Pequeño Taxi), es uso urbano y solamente los puedes ver que circulan dentro de las ciudades. Tienen una capacidad para hasta 3 pasajeros.
Llevan colores distintivos por ciudad: Por ejemplo, en Marrakech son rojos, en Casablanca son beige y en Fez son azules.
El taxímetro obligatorio, aunque no siempre lo usa, deben usarlo por ley. Tampoco sabemos cómo se paga cuando esta compartido que suelen compartir el taxi con otros pasajeros que vayan en la misma dirección.
Un taxi por 20 dh nos sube a la parte alta donde está el cementerio judío
GPS N35.5778293 W5.3679021. Hay un teléfono para que Antonio te abra la puerta.

Cementerio Judío de Tetuán |
El interior está rehabilitándose y aquí yacen todos los judíos de Tetuán desde el siglo XIV. Son dignas de ver las tumbas antropomorfas con signos especiales, flores, círculos, etc.
Enseguida aparece Antonio que sustituye a Mohamed Chagaf que es el guarda encargado del cementerio cuando lo visitamos la última vez, es canario y entiende nuestras dudas lo que nos hace tener esperanzas de la visita al cementerio será interesante.
Los judíos llegan a Tetuán expulsados seguramente desde la tierra prometida porque algunas de sus tumbas, las más antiguas, conservan inscripciones en idioma arameo. Es una de las ramas de las lenguas semíticas con una antigüedad de 3000 años, es quizás la lengua que hablaba Jesús de Nazaret y también la lengua en que se escribió el Talmut, es el libro donde se anota la tradición judía “oral” y se diferencia de la Torá porque en este se escribe la tradición “escrita” aunque esta última tiene la autoridad sobre la primera y nunca pueden contradecirse.
No hay un estudio amplio de las tumbas y de sus significados por lo que quizás esta tumba con inscripciones en arameo estemos ante una enterramiento de más de 2.000 años, es posible que perteneciese a gente que había huido de la última diáspora en el año 135 d.C. o alguno de sus descendientes, estas tumbas están ubicadas en la parte más baja del cementerio.

Cementerio Judío de Tetuán |
Otra gran oleada de judíos que llegaron a la ciudad de Tetuán se produjo con la expulsión en 1492 por el decreto de los Reyes Católicos y esto origino la fundación del cementerio para dar cobijo a la gran cantidad de judíos sefardíes que habían llegado en masa y se habían establecido en la ciudad. Los entierros comenzaron por la parte más alta de la montaña al abrirse la puerta del cementerio en esa zona, con el paso de los siglos se fue extendiéndose hasta juntarse el nuevo cementerio con las primeras tumbas de los primeros judíos de la ciudad.
El cementerio es muy extenso y tiene una superficie de 15 hectáreas, se encuentra situado contiguo al musulmán aunque este último ha superado su extensión. Se accedía desde la medina por la puerta llamada Bab Jiaf, era la puerta de los muertos, estaba permanente cerrada y solamente se abría para conducir al judío hasta su última morada.
El ejemplo de la puerta del cementerio es una anécdota de cómo era la vida de un judío en tierra del Islam, una ley regulaba la vida de estas personas y se la llamaba Dimma. En Marruecos los judíos debían de vivir en barrios específicos con puertas y muros aislados llamados “Mellah” debían de vestir prendas distintas a los musulmanes, cuando salían de su zona debían de caminar descalzos o con calzado distinto al musulmán, a diferencia de otros países eran reglas que si se respetaban no ofrecían problemas y la comunidad judía conseguía prosperar.

Cementerio Judío de Tetuán |
La llegada del protectorado español consigue abolir la Dimma y los judíos pasan a considerarse marroquíes con todos los derechos, esto favoreció que en Tetuán durante este periodo prosperaran los negocios, la artesanía y los oficios.
Después de atravesar la valla una amplia avenida discurre entre tumbas, se mezclan unas más antiguas con las más actuales, no parece que haya una relación entre el día de la muerte y la ocupación de la tumba en el cementerio, quizás se deba algún otro motivo que no acabamos de comprender y pudiera estar relacionado con su propiedad, su estatus u otra referencia. En esta parte del cementerio se ha contabilizado unas 550 tumbas, casi todas tienen la misma orientación que puede corresponder con Jerusalén pero encontramos alguna que no está orientada en esa posición y no sabemos el por qué.
Esta calle central nos lleva a una de las tumbas más famosas del cementerio corresponde con la del rabino Isaac Bengualid (1777-1870), uno de los más ilustres de Tetuán, ayer tuvimos la oportunidad de ver su casa en la medina, tenía el titulo del “Faro de Occidente” fue un honor otorgado por los rabinos de Marruecos a la figura del más importante hasta el siglo XIX. Por su sabiduría fue elegido como el gran juez del Magreb, sus opiniones eran requeridas por todos los rabinos de Marruecos, también en algunas ocasiones llegaron peticiones de otras partes del mundo.

Tumba del rabino Isaac Bengualid de Tetuán |
Instauró un impuesto en su comunidad para el consumo de carne y de gabela que debía de ingresar el rabino para el sustento y de su familia, pero tomo la decisión de redistribuirlo entre las personas más necesitadas de la comunidad.
La muerte del rabino le sobreviene en Tetuán y su fama crece; la tumba se convierte en un lugar de peregrinación para los judíos marroquíes, su estudio en la parte de la sinagoga se convierte en un lugar de veneración, su bastón se conserva como reliquia, era empleado para posarlo en el vientre de las mujeres embarazadas, facilitaba el parto y eliminaba el dolor.
La tumba del rabino Isaac esta encalada y no lleva inscripciones, está flanqueada a los lados por las tumbas de sus hijos Semtob y Vidal, están cubiertas por un templete rectangular encalado en blanco.
La tradición judía impide las inscripciones en las tumbas de las personas que tienen descendencia, siendo una de las obligaciones de los hijos judíos recordar y honrar la tumba de los progenitores, solamente se inscribe el nombre del fallecido en la lápida cuando muere sin descendencia para que el testimonio de su vida no se lo lleve la memoria.

Tumba antiguas del cementerio de Tetuán |
Otra de las tradiciones judías es que a las tumbas no se llevan flores, estas son para lo vivos, en otros cementerios se llevan piedras que permanecerán como la memoria durante siglos aferrado al difunto, se depositan junto a mensajes de cariño inscritos en papel recordando a sus seres queridos, aunque en este cementerio nada de esto se hace así.
Las tumbas más antiguas tiene formas antropomorfas, la cabeza suele representar un circulo, el cuerpo es un largo vástago que en algunas ocasiones tienen diferentes figuras o dibujos geométricos, en la parte más antigua son dibujos sencillos pero poco a poco se van complicando según pasan los siglos, podemos ver estrellas, ruedas de la vida, estrellas de David, hojas de palmeras, atributos sexuales, una gran variedad de motivos que nunca se han estudiado. Las tumbas masculinas por lo general terminan en punta y las femeninas tienen dos piernas para que circule mejor la vida. Algunas de las tumbas evitan el modelo oficial y su silueta se asemeja más a una cerradura, en otras las cabezas dibujan un perfecto circulo con forma de rueda y una ventana que asoma a su interior, seguramente para que el difundo pueda ver un trozo del cielo en un día estrellado. Los dibujos son tan diferentes que estudiados a fondo no hay dos iguales y seguramente su significado era consensuado con su ocupante antes de la muerte o bien puede representar las mejores facetas del difundo en su vida. Me llama la atención una que tiene en su tórax el relieve de unas gafas, en verdad, son dos eslabones de una cadena que nos quiere decir su fuerza y su permanencia en la tierra.

Tumba antiguas del cementerio de Tetuán |
Según ascendemos por la montaña vemos algunas de las zonas más actuales, estas tiene inscripciones en castellano, nos llama la atención las fechas FALLECIO EL 13 ELUL 5708, tengo que acudir a San Google para saber que el calendario hebreo comienza con la Génesis del Mundo, que aconteció, según la tradición judía, el domingo 7 de octubre de año 3761 a.C. siguiendo el año gregoriano actual del 2013 estaríamos en el año 5774.
El paisaje desde lo más alto del cementerio judío podemos ver si miramos hacia abajo una parte de la costa Mediterránea y si miramos hacia arriba los macizos montañosos que rodean la ciudad de Tetuán.
Cuando la última vez que visitamos el cementerio había sobre el suelo hay una tumba elevada y semi desenterrada, me confiesa el vigilante que en una ocasión han tenido la visita de los cacos para llevársela pero debido a su peso no consiguieron nada más que elevarla, me parece una afirmación extraña y le pregunto para qué se quiere una de estas tumbas, ¡vaya metedura de pata! Me confiesa que hay una importe presión de los coleccionistas sobre este tipo de arte funerario. Le pregunto cuánto puede costar una tumba de 600 años en el mercado del arte; me responde pon tu la cifra, ¡bueno!, lo pienso unos segundos, 6.000 euros, ¡jajjjaja!, se ríe, se puede pagar por una de estas más antiguas hasta 1.000.000 de dólares. Vaya me parece una razón evidente para poner hasta vídeo vigilancia en el cementerio porque si que tiene importancia su valor económico pero más me parece que tienen un importante vestigio cultural y no está suficientemente valorado. Este cementerio en cualquier población de Francia tendría un museo tan importante con visitas millonarias al año.

Cementerio Judío de Tetuán |
Seguimos nuestro camino hasta la cima de la montaña, vemos una de las tumbas que tiene en el pecho dos círculos, imagino que se trata de una mujer, pues no, es de un hombre porque termina en punta y en vástago.
Llegamos a la parte más historiada del cementerio, Antonio nos cuenta que debajo de una enorme piedra se encuentra la tumba Rabbi Isaac Cohen, era una persona tan buena que era venerada tanto por musulmanes como judíos.
Según la leyenda cuando murió el rabino y estaba en su velatorio los musulmanes robaron su cuerpo y lo enterraron en el cementerio musulmán. Durante la noche siguiente un grupo de judíos lo desenterró y lo llevo al cementerio judío donde pudiese descansar en paz. Al día siguiente los musulmanes acudieron al cementerio judío acompañados de guardias para llevarse nuevamente el cuerpo, pero descubrieron que la tumba se había recubierto con una piedra tan grande que era imposible levantarla.
La única explicación que encontraron es que una piedra tan grande solamente había sido posible llevarla hasta allí gracias a que había caído del cielo, la tumba se la conoce con el nombre de “La Piedra Caída”. En otra de la versiones populares cuenta que el rabino había atravesado por error la puerta de una de las mezquitas de la ciudad y estos interpretaron que se quería abrazar a la religión musulmana. Estos le pidieron su conversión por la ofensa, lo condenaron y lo ahorcaron. Los judíos robaron su cuerpo y lo enterraron con una gran piedra.

Entrada al Cementerio alto de Tetuán |
En la actualidad la tumba esta semienterrada con los sedimentos de arena y aunque es muy grande, no es tanto como debió de parecer a los visitantes musulmanes.
Muy cerca de la anterior tumba se encuentra el pocito, la leyenda también ha pasado a la historia este lugar, cuenta que llevaban varios meses de sequía y se les atribuía el hecho a los judíos, estos fueron amenazados por los musulmanes, el rabino Hasday Almosnino subió a orar al cementerio ante la tumba de Rabbi Isaac Cohen para que le ayudase, enseguida el cielo se lleno de nubes y empezó a llover, un rayo a los pies de la tumba señalo el lugar donde debía de excavarse para encontrar directamente agua. El pocito se recubrió de piedra caliza y permitió que los ciudadanos de Tetuán pudieran recoger agua.

Tumba del Rabino santo con la lápida en blanco Cementerio Judío de Tetuán
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Bajamos hasta la avenida principal del cementerio podemos ver la zona del siglo XIX donde se abandona la concepción de la tumba como era entendida por los judíos del siglo XV y pasa a ornamentarse de forma occidental, empleando nuevas materiales como el mármol, parece ser que la primera de esas tumbas se atribuye al rabino Rabbi Isaac Nahon en 1882, en estas nuevas tumbas se emplea la inscripciones en sefardíes o hebreo.

Cementerio Musulman de Tetuán |
Una vez en la avenida principal del cementerio y finalizada la visita somos despedidos por Antonio que es vigilante titular del cementerio.
Pasamos por el cementerio musulmán y tenemos que entender como es el entierro en el Marruecos musulmán actual ha cambiado un poco debido a la adaptación a las nuevas restricciones, porque antiguamente se debía de guardar el luto siguiendo la tradición que podía llevar varios días.
El musulmán fallecido es conducido a su casa donde es lavado por una persona cercana de su mismo sexo o por una persona especializada en el ritual. Terminada esta fase es envuelto en un sudario que le recubre desde los pies hasta la cabeza, la tela se ajusta al cuerpo mediante unas cintas como si se tratase de un fardo para el transporte, estas cintas son soltadas en el momento del entierro y ante su tumba. Durante el velatorio se deposita sobre una cama con la cara mirando hacia la Meca. La familia permanece en la casa donde los hombres permanecen juntos en una habitación y separados de las mujeres. Durante el velatorio se cubre las televisiones con telas, también los espejos y se guardan las alfombras. Durante este tiempo alguien recita continuamente salmos del Corán, la familia recibe a todos sus conocidos que vienen a dar sus condolencias, estos ofrecen té y café y algún dulce. Durante una semana no se puede encender fuego en la casa, la gente tiene que comprar comida preparada o buscar algún vecino que les ayude. Las mujeres se ponen una chilaba blanca, sobre todo cuando se quedan viudas, los hombres se visten con su mejor chilaba de las fiestas y en los pies se ponen unas babuchas amarillas.

Cementerio Musulman de Tetuán |
En el momento del entierro al difunto se le introduce en una estrecha caja de madera que solamente tiene la función de transporte hasta el cementerio. En la ciudad de Tetuán se lleva el cadáver al cementerio después de la oración de la tarde. Una vez ante su tumba es sacado de la caja y colocado directamente sobre la tierra con la cabeza hacia el sur y los pies hacia el norte con una ligera inclinación del cuerpo hacia el este, de esta forma se deja la cara mirando hacia la Meca.
La familia recibe durante los siete siguientes días el pésame de toda la comunidad, al cuarto día del entierro hace una invitación a los más allegados, pasados los siguientes 40 días se hace una reunión familiar para recordar al difunto.

Puerta de Bab Maqbara de Tetuán |
Desde aquí marchamos a la puerta alta de la Medina Andalusí, fundada por los musulmanes expulsados de la Península. Bab Maqbara, la puerta del cementerio. El lugar de acceso al mausoleo de Sidi Aly al Mandry y conexión entre el mundo eterno y el mundo terrenal a través de la zawiya Harraqiya, que se encuentra frente a ella nada más entrar. Es la puerta más bonita de toda la ciudad antigua y la que guarda el carácter más genuinamente andalusí de todas, muy emparentada con la arquitectura andalusí que se encuentra en la ciudad de Fes. En tiempos de protectorado se la llamaba Puerta de Ceuta GPS N 35.5737204 W5.3683183.

Zagüia Harrakia de Tetuán |
La puerta tiene un gran sabor debido a su arquitectura donde destacan los arcos de herradura y las murallas encaladas en blanco. En la misma plaza se encuentra uno de los edificios más bonitos se trata de la zagüía Harrakía, fue fundada en 1835. Unas escaleras nos conduce a la impresionante portada con un doble arco de herradura, sobre el dintel está decorado con profusas yeserías donde se puede leer algunas dedicatorias del Corán, en las paredes frisos de cerámica con decoraciones de rombos en variados colores.

Tenerías de Tetuán |
Nada más entrar lo más inmediato es visitar las tenerías, lugar donde se trata la piel, sigue igual que hace siglos, pero tiende a desaparecer, ahora trabajan cuatro personas.
Las tenerías es una zona dedicada al curtido de la piel fueron construidas en la parte más antigua de la medina fue erigida a finales del siglo XV y principios del siglo XVI. En estos momentos las cubetas están vacías, el olor grasa de cordero impregna el ambiente, sobre los suelos hay numerosas pieles de cordero recientemente sacrificados a la espera de su curtido, sobre las paredes otras ya tratadas esperan su secado. Solamente dos trabajadores están separando con una enorme cuchilla el pelo de la piel, es un trabajo muy duro y especialmente reservado para los beréberes.
Una escalera nos permite salvar la parte de la muralla que limita con el cementerio musulmán, es un estupendo mirador de la parte más alta de la ciudad, a su derecha se encuentra el cementerio judío.
Sin querer se nos echa encima la hora del almuerzo, tenemos que pedir ayuda para saber dónde comer, nada más preguntar nos han llevado al mejor sitio de la zona, os podéis imaginar, pero la comida cinco estrellas, como curiosidad un plato de verduras, un plato de pescado frito con patatas, unos pinchos de carne, salsa para mojar el pan con agua, todo 45 Dh cuatro euros. Y todo con la atenta mirada de los ciudadanos de Tetuán que no perdían detalle. El único problema es que no sabríamos volver.

Almuerzo local en Tetuán |
Con el estómago lleno todo es más fácil, conseguimos llegar al barrio judío, aquí es el Mellach. Se distingue por los colores azules de los frisos y las ventanas y puertas de madera labradas.
El antiguo Mellah, llamado Mellah al-Bali, fue abandonado por los hebreos del siglo XVIII por orden del sultán Muley Slimán, que ordenó la construcción de la mezquita Mayor. Fue en el nuevo Mellah donde se conservó la tradición sefardí de la pequeña Jerusalén, una de las más ricas del Magreb. La Medina es tan humilde y orgullosa, tan auténtica y tan ligada a su pasado y su presente como el tetuaní.
El traslado de la judería a otra zona de la ciudad supone un cambio de uso de los lugares que los hebreos habían utilizado para sus actividades económicas. Así, el comercio que realizaban los plateros judíos en la calle Siaguin, se verá desplazado de lugar, al no ofrecer éste las garantías de seguridad necesarias que brindaba antes de la destrucción de la antigua judería.
En esta zona empezamos a ver restos del antiguo Mellah, las ventanas de las casas son más grandes a las musulmanas y adornadas con rejas. En la misma zona encontramos la zagüía Raisuniya, fue construida en 1793 en los restos de las antiguos Funduk Lucas y El Maristan, la portada es muy similar a las descritas anteriormente, destaca sobre el arco una decoración en cerámica con flores, poco habitual en el Corán. Otra de las portadas es mucho más interesante porque tiene unas yeserías profusamente adornadas con vivos colores, sobre el arco de la puerta una inscripción indica 1239.

Barrio del Mellah de Tetuán |
El edificio más importante es la sinagoga del rabino Isaac Bengualid está situada se trazó a comienzos del siglo XIX. En el momento de su construcción Tetuán era el centro del sefardismo
marroquí, donde Bengualid era uno de los rabinos de mayor transcendencia. La mayoría de las fuentes hispanas, desde los redentores de cautivos a literatos como el granadino Pedro Antonio de Alarcón, se hacen eco de los judíos de Tetuán.
Pacheco, a finales del siglo XVIII, da cuenta del sabaht, que los judíos «lo emplean en las sinagogas en sus rezos; las mujeres no pueden entrar en éstas». Este autor comenta, por cierto, que la relación entre los musulmanes y los judíos no era, en su tiempo, la mejor.
A mediados del siglo XIX, se cifró en 170 las casas del «Millah» o judería y en 4200 los habitantes hebreos de la Medina, donde había siete sinagogas.
La Bengualid, además de representar el tipo de vivienda del barrio judío, es un compendio de múltiples funciones: albergaba el tribunal jurídico y disponía de biblioteca, horno para la fabricación de las galletas utilizadas en las celebraciones, baño para la purificación de las mujeres y de un espacio propio para la producción del vino.

Sinagoga del rabino Isaac Bengualid de Tetuán |
Pese a su carácter doméstico, escala pequeña y sencillez constructiva y decorativa, la sinagoga Bengualid cobra singularidad por su condición de testimonio relicto del pasado de Tetuán. Es en efecto uno de los escasos hitos arquitectónicos e históricos que nos hablan de la presencia judía en Tetuán, hoy prácticamente desaparecida.

Medina de Tetuán |
El horno del barrio se llama Sidi Ali Ben Raison fue construido en el siglo XVIII, en su interior un fornido y amable trabajador cuida del horno que da calor también al hammam. Este trabajador nos explica que este negocio dedicado a la comunidad del barrio está en recesión porque cada vez es menos demando por una población que se hace poco a poco más individualista.
Seguimos andando por la Medina constituye una ciudad compleja, dotada de una geometría irregular, con formas urbanas inesperadas, producto de la materialización de los contenidos del derecho islámico. En efecto, las disposiciones sobre los bienes comunes, los bienes de herencia, los derechos de uso, la sacralidad inviolable de la casa familiar, la ocupación y uso del espacio público, resultan determinantes en la generación de la Medina. En este contexto legislativo adquiere extraordinaria importancia como determinante de la morfología urbana el vínculo más elemental posible expresado por la relación intervecinal que se basa en la tolerancia y respeto mutuo, como factor de cohesión social. El arraigo y práctica de no causar daño al vecino, proyectado al ámbito de lo urbano, tiene como consecuencia directa la interpretación por consenso de toda una serie de disposiciones y reglas que deciden la forma y uso del espacio a pequeña escala.

Medina de Tetuán |
El derecho del propietario a utilizar el espacio que rodea su bien se materializa en la ocupación del espacio público para la venta, la carga y descarga, la instalación de marquesinas, toldos, incluso para la construcción de cuerpos de edificación con el consiguiente estrechamiento de la calle. Esta colonización y transformación de la calle se convierte en definitiva cuando se produce de forma consensuada entre los vecinos, para evitar daños mutuos y a terceros, permitiendo la circulación de peatones y mercancías. Aquellas actuaciones que sobrepasan el derecho de uso y que suponen la privatización del espacio público, cuando son aceptadas por los vecinos, acaban constituyendo una práctica consentida de hechos consumados, prescribiendo con el paso del tiempo el derecho de la comunidad. Esta privatización del espacio público opera según la importancia de la calle, que se establece según el uso y el tránsito de peatones, porteadores y animales. La privatización y el estrechamiento progresivo de las calles se reflejan también con el cierre, mediante puertas o cancelas, de callejones y adarves.
La Medina de Tetuán, una auténtica joya arquitectónica, reposa al lado del Ensanche construido durante el Protectorado español en Marruecos. El Ensanche, cuyo encanto no deja de sorprender, representa la apertura de Tetuán hacia el exterior, y muy particularmente hacia España.

Medina de Tetuán |
La Medina, por su parte, simboliza la autenticidad, la memoria colectiva y el orgullo del pasado, contemplando el mar hacia abajo en dirección al río Martín. Bien protegida por sus muros centenarios, conserva su encanto artístico en barrios del siglo XVI como el de al-Ayún, las tumbas de los mudjahidines granadinos o la fortaleza de Sidi al-Mandari, fundador del Tetuán andalusí.
La ocupación española no influyó de manera significativa en la vida de la ciudad; sin embargo, introdujo cambios en la industria textil que en cierta medida serían irreversibles. Tras la paz de Uadrás comienza una apertura comercial que atrae numerosos comerciantes europeos y que al mismo tiempo mueve a los comerciantes a abastecer el mercado de seda en rama procedente de otros mercados, que les ofrecen mejores créditos con los que poder especular. La situación se agravó con la introducción del cultivo y el tejido de algodón, por lo que la industria de la seda decayó considerablemente, al igual que la industria del lino, que los montañeses trabajaban y vendían a los habitantes de la ciudad. Con la implantación del Protectorado en 1912 la administración española intenta rescatar los antiguos planes para la ciudad realizados durante la ocupación de 1860, y de esta manera las huertas del barrio del Ayún, situadas entre Bab Nuader y Bab Tut, se convertirán en cuartel de Artillería; el antiguo Picadero será ocupado por el Bajalato y el Museo Arqueológico; así mismo, en el solar que había sido destinado a casa consular e iglesia, al sur de la Mellah, se instalarán los cuarteles de la Guardia Civil, garajes de Intendencia, escuelas... Esta zona y el barrio judío acogieron, al igual que ocurrió en 1860, a gran número de españoles que llegaron para satisfacer las necesidades de la administración, hasta que poco a poco se fue edificando el Ensanche al suroeste de la Medina.

Plaza de Hassan de Tetuán |
Conseguimos salir de la Medina sin saber cómo, estamos ante el Palacio Real, hoy no estaba su rey. La Place Hassan II, ha tenido varios nombres uno fue Plaza del Feddan, el cual fue cambiado en la época del protectorado y comenzó a llamarse plaza España. Fue transformada en el año 1988 para recibir el nombre que tiene actualmente.

Plaza de Hassan de Tetuán |
La estructura de la plaza tiene una forma elíptica, la fachada este no tiene forma simétrica y el resto de la estructura no es proporcional con el resto de los elementos que se encuentran en la plaza, sus faroles son muy modernos que llaman mucho la atención.
Está rodeada de muchos edificios y entre ellos está el Palacio Real, en la parte norte hay varios cafés con terrazas, donde se puede disfrutar de un té o un café. En el lado sur se encuentran también algunos cafés que tienen terrazas.
En la misma plaza de Hasan II no sentamos a degustamos el mejor café de Marruecos y un té a la menta con agua 23 dh. Esta ocupado en exclusividad por hombres que miran y disfrutan con el trascurrir de la gente por la calle. Después de cargar nosotros la batería de nuestro cuerpo seguimos descubriendo el ensanche, fue construido en la época española con su cine El Español, el Instituto Cervantes y el edificio de Regulares, todavía tiene el escudo de Franco.
Ya en el Barrio Español o ensanche destaca el edificio de Teatro Español ubicado en posición cercana a la plaza de España, hoy plaza de Hassan, su fachada constituye un interesante cierre de perspectiva del flanco oeste de la plaza.

Teatro Esdpañol de Tetuán |
Edificado en la década de los treinta para albergar un uso singular, cinematógrafo, que pervive en la actualidad.
Resuelto compositivamente dentro de los principios de un correcto racionalismo, su estilo es, no obstante, permeable a las influencias locales.
Es notable cómo, sin perder su austeridad formal, introduce su solución de fachada los valores de la arquitectura vernácul a árabe, como puede ser el predominio de lo " ll eno" o "ciego" sobre lo “vacío” o “abierto”.
El Segundo de los edificios que nos llama la atención es el actual Instituto Cervantes. Primera época. Obra del Arquitecto Carlos Ovilo, dentro de la arquitectura tradicional. Influencias modernistas. Numerosos edificios del ensanche presentan en sus fachadas, el repertorio arquitectónico y ornamental arabizante. Para muchos arquitectos españoles, la funcionalidad y la belleza de las formas emanaban de esa añoranza por lo musulmán: líneas, planos, volúmenes y ornamentación se inscribieron en los grandes edificios con la finalidad de evocar e interrogar a la tradición nazarí.

Cuarteles Gomez Jordana de Tetuán |
Desde aquí, al fondo, se puede ver los Cuarteles Gomez Jordana situados en la cornisa sur del Ensanche, se trata de una de las piezas conformadoras de la estructura urbana del Ensanche, tanto por su posición, como por su escala, -12.000 metros cuadrados de parcela- , como por su valor como conformador del viario básico del Ensanche.
Edificado en la primera época del Protectorado, es obra anónima de arquitectos e ingenieros militares. Posee una estructura compositiva densa y rígida en la que priman criterios de economía y seguridad, a base de cinco bloques lineales de dos plantas colocados paralelos entre sí y regularmente espaciados. Los tres bloques centrales se cortan en su zona central para formar un espacio.
Destacan las texturas de sus muros exteriores de mampostería concertada, con recercados de ladrillo visto en los huecos.
A señalar cómo se resuelve su mejor elemento formal, la larga fachada principal. Extremada horizontalidad de la composición del muro, se anima con siete piñones transversales, dotados de huecos abuhardillados; el piñón central, que corona y enmarca el acceso, es objeto de tratamiento especial, con un amplio balcón de carácter emblemático.

Casa del dictador Franco de Tetuán |
Seguimos andando y pasamos por la calle Kaa El Hafa, aquí encontramos la casa en que vivió nuestro dictador Francisco Franco Bahamontes durante su estancia en Tetuán. Tiene dos plantas, curiosamente todas las ventanas están recubiertas con rejas, una puerta con arco de herradura comunica con el patio de la vivienda contigua, destaca las vistas posteriores que tanto le gustaban al general porque da al ensanche y a las montañas que rodean la ciudad de Tetuán. Según algunos vecinos cuentan cómo le gustaba al general pasear por estas calles unas veces vestido con su traje militar y sus altas botas, y otras ocasiones de incógnito dentro de una chilaba.
Esta vez tenemos oportunidad de ver la casa de Franco por su interior porque se ha convertido en la actualidad en el Bar El Hafa, no es difícil imaginar cómo era la casa cuando estaba habitada por el dictador.
Desde aquí vamos al museo de la ciudad Museo de Bad El Oqla, está dentro de un Palacio Andalusí, el vigilante jurado nos sirve de guía porque iban a cerrar. Son 60 dh.

Interior de la Casa del dictador Franco de Tetuán |
Situado al este de la antigua medina, el Museo Bab El Oqla, cuyo nombre deriva de una de las siete puertas históricas de Tetuán, es un espacio de encuentro e intercambios, una apertura al descubrimiento de la riqueza histórica y cultural de la ciudad de Tetuán, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y situada en la encrucijada de numerosas confluencias.

Museo Bab El Oqla de Tetuán |
La exposición inaugural «Tetuán: el hombre y su entorno» destaca la historia de la ciudad y sus especificidades culturales. Se divide en tres secciones. El primero se centra en la presentación geográfica e histórica de la ciudad de Tetuán desde su reconstrucción en el siglo XV hasta el período de la presencia española y el período moderno (siglos XIX y XX), incluyendo su período de apogeo y prosperidad (finales del siglo XVI y principios del XVIII). La segunda sección ofrece una inmersión en la organización urbana de la medina y sus diversos elementos arquitectónicos.
Permite descubrir el “Squndo” que es el sistema de distribución de agua que atraviesa la medina y que data del siglo XVI, así como los diferentes elementos arquitectónicos como maderas pintadas y esculpidas, zellige, frisos, estelas funerarias, puertas...
La tercera sección está dedicada al arte y la artesanía de la medina de Tetuán. La artesanía de esta ciudad es un patrimonio que constituye un elemento de identidad. También muestra algunas influencias andaluzas, otomanas y sefardíes.
Un manuscrito hebreo, cedido por el Museo Judío Marroquí de Casablanca, enriquece la exposición y confirma, una vez más, la mezcla de religiones y culturas en Tetuán.

Jardín del Museo Bab El Oqla de Tetuán |
El Museo y su jardín recuerdan a palacios y casas tradicionales, con su aljibe central, su fuente mural cubierta de zellige y su terraza en la que se exponen cañones de origen portugués.

Fuente Bab El Oqla de Tetuán |
Solamente nos queda salir por la puerta de la reina, es la más famosa. Los españoles en la época del protectorado nos trajimos los cañones de bronce y los fundimos en Madrid para hacer los leones que podemos ver en la entrada del Congreso de los Diputados de la capital.

Puente Bab El Oqla de Tetuán |
Seguimos nuestro paseo hasta llegar a la puerta más importante de la medina, se trata de Bab Okla o Puerta de la Reina ; una curiosidad, entre sus almenas se puede apreciar una colección de cañones de bronce, estos no son los originales, los auténticos fueron requisados por los españoles durante la campaña de África de 1860, terminaron en Madrid y fueron fundidos para hacer esculturas, en concreto dos esculturas tan famosas como los “Leones del Congreso de los Diputados” y lucen desde esa fecha junto a las escalinatas, una placa en su frontal acredita el hecho.

León del Congreso de los Diputados en Madrid y Cañones de la Puerta Bad Okla de Tetuán |
La puerta Bab Okla fue construida en la época medieval, tiene un estilo arquitectónico almohades y meriníes construida con bóveda cañón. La torre defensiva es de forma octogonal y sigue el esquema de otras torres que rodean la muralla de la medina, tiene unas reminiscencias de las murallas portuguesas, se cree que durante su construcción se pudo utilizar prisioneros de guerra portugueses, esta parte de la muralla es la mejor conservada de la ciudad.
Por último nos queda bajar andando toda la cuesta hasta llegar al río donde tenemos la autocaravana con la esperanza de dormir tranquilos, aunque nos damos cuenta que esta zona se ha convertido en dl lugar donde las familias bajan para tener un momento de esparcimiento y ocio.
Día 10 de abril (jueves) Ruta Tetuán-Xauen; distancia Km 61; tiempo estimado 1h 12'

Puerta de Xauen |
La noche en el parking gratuito, sin gorrilla, GPS N35.565253 W5.387887, de Tetuán ha sido tranquilo, solamente a las 5;30 nos despertamos en la primera llamada a la oración del muecín, esto siempre nos pasa, pero pronto nos acostumbraremos.
Salimos corriendo para descubrir la ciudad que la vemos dispuesta en nuestros pies desde un mirador increible, solamente tenemos que bajar muchas escaleras para llegar a la Medina.
Vamos directamente hasta la parte más alta de la ciudad donde se levanta el camping de Azilal, el precio 12 euros con luz y WiFi. Las coordenadas GPS de lugar corresponden con: N35.1756365 W5.2675489.
Salimos corriendo para descubrir la ciudad que la vemos dispuesta en nuestros pies, solamente tenemos que bajar muchas escaleras para llegar a la Medina.
La ciudad de Xauen se funda coincidiendo con la tercera etapa de inmigración importante procedente desde la Península Ibérica , ésta se produce debido a la paulatina desaparición del reino nazarí de Granada 1.489, y acaudillados por Abu Yumas Al-Alami, y la expulsión definitiva de los moriscos a comienzos del siglo XVII.

Panorámica de Xauen |
La ciudad se cerró a la vida exterior dentro de la muralla levantada por Ben Rachid, con una mirada exclusiva puesta en el Islam. El paso del tiempo la convirtió en una Ciudad Sagrada, venerada solamente por los musulmanes que acudían en peregrinación. Esta condición duro hasta 1920 en que la ciudad fue tomada por el ejército español.

Patio de una casa de Xauen |
El nombre de Xauen hace referencia a “el Cuerno” es la figura que forma el terreno entre los dos montes de el Tisuka y el Magot.
La puerta principal de la medina nos conduce por estrechas calles a la Plaza de Mohamed V, esta plaza tiene un gran sabor español, con sus arcada, enrejados, bancos de azulejos entorno a una fuente central y un gran abeto. En tiempo del protectorado español en esta glorieta se levantaba el Ayuntamiento y la Iglesia Católica; a la derecha esta una de las mezquitas más bonitas y antiguas de Marruecos con su minarete octogonal; un poco más al fondo se encuentra los muros de la antigua Alcazaba, la kasba con sus jardines y palmeras, símbolo típico de la arquitectura andalusí musulmana.
La arquitectura de la ciudad de Xauen se diferencia de otros núcleos urbanos de la región porque tiene una clara influencia andaluza introducida por los nuevos portadores que llegaron en el siglo XV. La uniformidad del conjunto es una prueba de que la mano de obra era andalusí en la parte que se asienta sobre el barrio de al-Suiqa donde se aprecian soluciones formales y constructivas típicas de la arquitectura popular andaluza, esta zona era la dedicada a la artesanía y al comercio, era el corazón económico de la ciudad.

Calles de Xauen |
La segunda oleada de moriscos que llevaban de Andalucía en el año 1540 se instala en una zona más alta y escarpada y se la llamo barrio Rif al-Andalus, eran gentes diferentes con necesidades igualmente diferenciadas por lo que las casas tampoco son como las anteriores principalmente por la adaptación al terreno. Se protegen estas nuevas zonas con murallas y se levanta otro nuevo barrio llamado al-‘Nsar (fuente, manantial) debido a su proximidad al manantial de Ras al-Ma'. El nuevo barrio se dota de su nueva mezquita, con un bello alminar de planta cuadrada construido en piedra. En estas casas son más abiertas al exterior, tienen una puerta para albergar los animales y otra que conduce al piso superior donde se encuentra la vivienda habitada.
La construcción de la casa está muy definida por la ley islámica que habla del espacio y su utilización, con respecto a los espacios comunes de la calle, medianerías de las casas, servidumbres de vistas, de paso, olores, ruidos, agua. Estas disposiciones son las que regulan las anchuras mínimas de calles para permitir el paso de un burro con su carga, de altura mínima de los pasajes para permitir con la suficiente holgura el tránsito de las mercancías, el derecho que se tiene al construir una nueva vivienda a apoyarse en el muro medianero, a separar las viviendas unas de otras para no arrojar las aguas pluviales, a no abrir huecos para preservar el derecho a la intimidad, etc. La atención a estas normas por parte de cada individuo en relación con su vecino o a la comunidad.

Calles de Xauen |
Las casas se ordenan igual que lo hicieran en Andalucía y siempre destaca en el centro el patio donde la vida se desarrollo a su alrededor y en dos plantas, la entrada se hace por un zaguán, algunas son para una sola familia. Por otro lado, las tipologías en viviendas plurifamiliares que comparten varias estancias comunes y habitaciones individuales.

Magia en las calles de Xauen |
Es la tercera vez que la visitamos, pero no deja de sorprendernos su belleza tan especial. En las calles aledañas a la plaza se encuentra el mercado de fruta y verduras, algunas tiendas también forman parte del mercado con negocios de pollos, estos simplemente reciben diariamente los animales de las granjas y ellos los mantienen vivos hasta que son vendidos.
En la medida de lo posible puedo ver muchos de los ejemplos de la casa andalusí de Xauen, estoy ante una de nuestra de la herencia española y de la forma de vivir y de construir. Como en la ciudad de Tetuán los barrios aquí tienen unos servicios propios y comunes, en todos los casos siempre encontramos: la fuente, la mezquita, el horno y el hammam.
El agua en las creencias del Islam es la fuente de la vida y también la purificación del hombre expresado en una Sura del Corán que habla de este tema. El hombre se limpia exteriormente por medio del agua pero también cuando lo hace exteriormente lo hace en su interior limpiando su alma y sus pecados. Para poder cumplir con este precepto la sociedad y las autoridades han creado una serie de servicios comunitarios para que el agua fluya y corra gratuitamente y este lo más cerca posible del ciudadano.

Calles de Xauen |
El mundo en el al-Andalus estaba diseñado para que las casas pudieran cumplir con este precepto, las autoridades andalusíes conducían el agua desde sitios remotos para dotar de agua a las ciudades, llevándola a través de canalizaciones a las ciudades y haciéndola correr por las fuentes públicas.
El hammam se localiza en el centro del barrio y lo más próximo a las mezquitas, por las mañana podemos encontrar a sus mujeres como acuden a sus servicios y por la tarde después del trabajo a los hombres.
La tipología característica de la casas que los hombres andalusíes que en su día llevaron a la ciudad, siguiendo esas características se siguen construyendo en estos momentos sus barrios y calles, tienen un esquema muy similar al empleado en la localidades de la Península Ibérica. La residencia tipo es la “casa patio” cuya historia han sido importadas los musulmanes a través de los ejemplos clásicos de las viviendas en Mesopotámica, Roma, Egipto y Grecia. Básicamente este tipo de casas viven hacia el interior dejando de lado su fachada y los accesos públicos, muchas de las veces las entradas por callejones sin salida llamados adarves por el que solamente circulan los vecinos a cuyas viviendas dan acceso. El ingreso no se hace directamente por un portal, sino se efectúa por un zaguán que a menudo da acceso a varias viviendas a la vez. El núcleo principal de la vivienda es el patio, a él se abren todas las estancias de la casa para conseguir una ventilación directa, también contribuye a la iluminación del interior, es el centro de la casa en la vida musulmana y toda la vida de sus miembros convergen sobre esta zona central.

Plaza de Xauen |
El patio central puede expandirse por la toda zona mediterránea gracias al clima que hace ser un elemento importante en su cultura, los fríos y las lluvias del norte de Europa hacen que este tipo de arquitectura no evolucionaría porque el patio en esos países es un elemento inútil por eso los musulmanes que se extienden por otras zonas ocupan casas cerradas. En el Magreb otras corrientes musulmanas extienden otro tipo de viviendas es la Casa-Torre, se encuentran desprovistas de patio y se abre hacia el exterior mediante troneras elevadas, celosías o vidrieras lo que permite acceder a una ventilación e iluminación sin perder intimidad, vemos muchos de estos ejemplos en las ciudades beréberes del sur de Marruecos siguiendo los ejemplos de muchas de las kasbas.
Hay una característica botánica que une Andalucía con el Rif y mas en particular la Serranía de Ronda con la a Sierra de Xauen y es la existencia en ambos casos del bosque “Abies pinsapo” andaluz, es un particular abeto que demuestra que la Península Ibérica estuvo unido al continente africano hace 5 millones de años.
Visitamos el barrio de los andaluces deleitándome con las portadas de las casas, el color azul de los frisos que abarca desde el color cielo hasta el añil, es un maravilla poder contemplar su fisonomía sin un alma en sus calles, visitando la ciudad mucho antes de que sus ciudadanos se hayan despertado. Recorro esta parte de la ciudad por pasadizos estrechos, formados por arcos de ladrillo, otros de madera, el empedrado del firme es nuevo, antes tenía un pequeño canal por donde discurrían las aguas pluviales, las puertas de los actuales negocios están cerradas, dentro de unas horas estas mismas calles serán irreconocibles por el gentío, la mitad serán turistas occidentales y la otra mitad por rifeños que descienden de las montañas para comprar artículos que difícilmente podrían encontrar en sus propias aldeas.

Mezquita de Xauen |
Enseguida nos entra hambre, queremos encontrar un restaurante similar al de ayer, no lo encontramos, pero vemos el menos turístico, una ensalada marroquí, unos pinchos de ternera y un tajín de cordero 160 dh. Unos 15 euros.
Bajamos hasta la plaza mayor o de Hamman, presidida por un enorme abeto, la mezquita más antigua con el minarete octogonal y la kasba con la torre portuguesa, la entrada no es barata 80 dh.
La Kasbah alberga el museo etnológico, así como un jardín interior, fuentes y patios. La vista desde lo alto de la Kasbah también es espectacular, ya que ofrece una panorámica de la ciudad de Chefchaouen y las montañas circundantes.
La majestuosa Kasbah de Chefchaouen, que data del siglo XV, fue construida en 1471 por Rachid Ben Ali para proteger la ciudad y se encuentra en la plaza de Outa El Hamman, junto a la gran mezquita. La Kasbah consta de una mezquita, varias viviendas y una muralla que la rodea, formando el centro de la ciudad de Chefchaouen.

Calles de Xauen |
La medina se desarrolló en torno a la fortaleza, de planta cuadrada y flanqueada por bastiones y torres cuadrangulares. La torre principal de la Kasbah se distingue por su estructura arquitectónica y su función. Tiene tres pisos, el último de los cuales es una gran terraza cubierta a la que se accede a través de puertas restauradas.
En el ala izquierda de la Kasbah se ha instalado un museo etnológico, inaugurado en 1985. Expone elementos clave del patrimonio marroquí, como instrumentos musicales típicos, cerámica, esculturas, bordados y armas que se habrían utilizado para defender la fortaleza.
Seguimos descubriendo rincones y paseando por las estrechas calles haciendo de youtubers. Caminamos hacia la cascada, está desdibujada por la cantidad de vendedores ambulantes que atienden la curiosidad de los turistas de todo el mundo.
La Cascada de Ras el Maa está a unos 20 minutos a pie de la medina. Las famosas cascadas Ras ubicadas en Chefchaouen se encuentran localizadas en el punto más elevado de la ciudad, justo al lado de una de las siete puertas de la ciudad. Se accede a ellas saliendo de la medina por Bab el Onsar (la puerta más oriental de la ciudad). Este es un lugar popular para los locales y los visitantes para relajarse, disfrutar del agua fresca y disfrutar de la belleza natural de la zona. Es un lugar ideal para un picnic o simplemente para disfrutar de la tranquilidad del entorno natural.

Mezquita de Xauen |
Pasamos por la puerta Bab el Onsar o la Puerta del Manantial es una de las más bonitas que ver en Chefchaouen y recibe dicho nombre porque da paso a Ras El Ma, lugar del que te hablamos anteriormente.
Su construcción data del siglo XVI y está restaurada y puedes imaginar de cómo eran las entradas a la medina durante los primeros años de su fundación.

Entrada a la Kasbah de Xauen |
Recordamos la primera visita a la ciudad, casi hace 20 años, llegamos de noche a una ciudad casi sin luz, muertos de miedo, el turismo era unos pocos españoles que viajaban al Riff en busca de nuevas experiencias.
Decidimos retirarnos al camping, solamente nos queda salir a la ciudad nueva para que un taxi azul, los más económicos, nos suba al camping. Nos pide 20 Dh. como ya esperábamos.

Calles de Xauen |
Os dejo un pequeño relato sobre nuestras primeras impresiones que tuvimos la primera vez que llegamos a Marruecos y visitamos la ciudad azul de Xuen:
La primera vez que cruzamos el estrecho y pisamos Marruecos, el tiempo se me escurre entre los dedos y apenas puedo recordar la fecha exacta. Era hace tanto que pareciera un sueño, un recuerdo envuelto en polvo y luz dorada. Llegamos a la ciudad de Xauen, o Chefchaouen, cuando el sol comenzaba a rendirse, al borde del ocaso. Allí, el día termina pronto, y la noche cae con la velocidad de un suspiro.
La ciudad nos recibió con su silencio tenue, con calles casi vacías y una penumbra que hacía difusas las figuras que caminaban apresuradas o sentadas a la sombra de algún portal. Apenas se distinguían las caras, los rostros que se movían en ese crepúsculo. La luz, escasa y tímida, parecía querer esconder la ciudad más que mostrarla.
Buscábamos un lugar donde dejar la autocaravana, aquella casa rodante que era nuestro hogar y nuestro refugio. La ciudad, desconocida para nosotros, no ofrecía indicaciones ni mapas claros. Fue así como terminamos aparcando en un pequeño parking, casi en el mismo centro, entre muros que susurraban historias antiguas.

Calles de Xauen |
El guardián del lugar apareció sin avisar. Un hombre de porte severo y mirada fija, vestido con una djellaba blanca, aunque su prenda estaba tan desgastada que más bien parecía negra. La capucha estaba echada sobre su cabeza, pues el frío se colaba en el aire del atardecer.
—Cuarenta dirhans —nos dijo, con voz grave y sin espacio para discusión.
Protestamos, no por la suma, que para nosotros era pequeña, sino por el principio. Intentamos argumentar, pero él nos miró con una mezcla de paciencia y firmeza que no invitaba a réplica.
—Una autocaravana —nos explicó con calma— vale miles de euros. Cuarenta dirhans no es más que un pequeño pago por cuidarla.
Nosotros, viajeros recién llegados, apenas teníamos argumentos frente a ese razonamiento sencillo y contundente.
Lo que al principio nos intimidó, la presencia imponente de aquel hombre, se fue transformando cuando, con un gesto inesperado, se ofreció a mostrarnos la ciudad. Nos invitó a caminar con él por las calles de Xauen, esas calles tan especiales que parecen pintadas de azul y blanco, poco transitadas, casi secretas.

Calles de Xauen |
Caminamos despacio, dejando que la ciudad nos fuera revelando sus rincones. Con cada paso, el miedo inicial se desvanecía, reemplazado por una sensación familiar. Aquel azul, aquellas paredes encaladas, nos recordaban a ciudades andaluzas que habíamos conocido: Cádiz, con su brisa salina, y los patios llenos de flores de Córdoba.
Así, con la ayuda de aquel guardián de djellaba raída, empezamos a sentir que Marruecos no era un territorio ajeno y amenazante, sino un lugar vivo, con sus propias historias, su propio latido.
El guardián, que se llamaba Mustafá o quizás era Hassan —aunque no estábamos seguros de que quisiera que lo supiéramos— caminaba delante de nosotros con pasos lentos pero seguros. La capucha de su djellaba, algo caída sobre los hombros, parecía ocultar no solo su rostro sino también historias enteras que solo la ciudad podía revelar.
Las calles azules parecían susurrar bajo nuestros pies, un murmullo que nos envolvía. A cada esquina, un patio oculto, una puerta pintada en un tono celeste más intenso, un pequeño zoco cerrado, y silencioso. No había prisas, ni multitudes, solo la calma profunda de un lugar que vive al ritmo pausado del atardecer.

Calles de Xauen |
Nos contó, con un español arrastrado y suave, que aquellas paredes se habían pintado de azul siglos atrás, que el color ayudaba a alejar a los mosquitos y que, además, tenía un sentido espiritual para la comunidad judía que había habitado la ciudad.
Mientras escuchábamos, nos dimos cuenta de que nuestras ideas preconcebidas —esas que nos hacían sentir miedo o distancia— comenzaban a desvanecerse. No era solo la belleza de Xauen, sino la humanidad tangible en cada gesto, en cada mirada.
Poco a poco, la ciudad nos fue mostrando sus secretos más sencillos: una fuente donde una mujer llenaba una vasija, un niño que corría con una sonrisa abierta, el olor a pan recién horneado que se escapaba de una puerta entreabierta. Todo parecía un cuadro vivo, un paisaje de sensaciones y sonidos que despertaban en nosotros recuerdos de casas andaluzas y calles estrechas bañadas por la luz de la tarde.
Mustafá nos llevó hasta una pequeña plaza donde un grupo de ancianos jugaba a las damas, entre risas y silencios compartidos. Nos sentamos a observar, sintiéndonos por primera vez menos extranjeros y más parte del latido lento de aquella comunidad.

Calles de Xauen |
En aquel instante comprendimos algo esencial: viajar no es solo recorrer lugares, sino despojarse de miedos para abrazar lo desconocido. Y que, a veces, la mano amiga de un guardián —con djellaba raída y mirada profunda— es lo que necesitamos para atravesar ese umbral.
La noche se instaló con rapidez, envolviendo la ciudad en un manto oscuro salpicado por las luces tenues de las lámparas de aceite y las ventanas encendidas. Regresamos lentamente al parking, ya sin la sombra del miedo que nos había acompañado al principio. Ahora la oscuridad parecía menos amenazante, casi acogedora.
El frío se colaba por los huecos de la puerta de la autocaravana, y la djellaba raída de Mustafá nos parecía, en la distancia, un símbolo de esa sencillez dura y auténtica que habíamos empezado a comprender. Sentados dentro, con la luz amarilla que el pequeño flexo del techo dibujaba sobre los mapas y las notas, repasábamos cada momento del día.
Recordábamos el azul de las paredes, el murmullo de las fuentes, las risas de los ancianos y la calidez de aquel hombre que, sin saberlo, nos había guiado más allá de las apariencias.

Calles de Xauen |
Preparábamos una sencilla cena con alimentos que habíamos traído con nosotros, y mientras comíamos, sentíamos que algo en nosotros había cambiado. La frontera invisible que separa al turista del habitante parecía haberse desdibujado un poco.
Nos preguntábamos qué nos esperaba en los días siguientes, qué secretos guardaba aún aquella ciudad de colores y de calma. Y aunque sabíamos que el camino por delante sería a veces difícil, que la distancia cultural y el idioma pondrían a prueba nuestra paciencia, sentíamos una creciente confianza.
Fez, Marrakech, Rabat... ciudades que hasta entonces eran nombres en un mapa, ahora comenzaban a tomar forma en nuestra mente como lugares donde regresaríamos.
Esa primera noche en la autocaravana, con el viento frío golpeando la chapa y el sonido lejano de la ciudad, supimos que Marruecos ya había dejado una huella en nosotros. Una huella que, aunque invisible, sería imposible de borrar.
Día 11 de abril (viernes) Ruta Xauen -Volubilis-Mulay Idriss.

Cocinar nuestras chuletas |
El día comienza en el camping de Xauen, la noche ha sido fenomenal porque hoy no escuchamos los rezos del amanecer. Hacemos un reset en la autocaravana y salimos pitando.
Nuestro primer destino es el Yacimiento Arqueológico de Volubilis, se encuentra a 170 km, para que os hagáis una idea el GPS nos marca tres horas, lo hacemos en cinco, respetando todas las señales y adelantando donde se debe.
Como decía el otro día la vida sigue igual, se repiten las mismas escenas que dos décadas antes, los burros, las ovejas, cabras, vacas, los arados tirados por animales, bicicletas, camiones con cargas imposibles. En definitiva, la vida en esta parte ha cambiado poco.
Se nos echa la hora de la comida y paramos en una estación Shell que tiene restaurante con grill.
Llevamos nuestras chuletas de cordero en el frigo y les pedimos que nos las asen, con dos ensaladas de tomate marroquinos y el pan, nos la traen en bandeja a la autocaravana como si fuera un Globo, todo por 3,5 euros.

Entrada al Yacimiento de Vulubilis |
La posibilidad de comprar la comida en el mercado y que te la cocinen en un restaurante es una de las facilidades que aún tiene Marruecos, de esta forma te aseguras tanto la calidad como la higiene y la seguridad alimentaria. En Marruecos todo es posible pagando su justiprecio, esta forma de cocinar era muy común hace unas décadas en España, nosotros muchas noches de verano nos llevábamos nuestra comida y la consumíamos en una fresca terraza de Madrid. Quizás con la crisis se tenga que volver a poner de moda todo esto en España.
Enseguida llegamos a Volubilis, esto si lo vemos muy cambiado, en la puerta el parking lleno y cinco autobuses, hace dos décadas estábamos solos y la entrada era gratuita, ahora 10 euros. Las coordenadas GPS del lugar corresponden con: N34.0718001 W5.552397.
Volubilis es el yacimiento arqueológico mejor conservado de Marruecos. Sus ruinas se encuentran en medio de una fértil llanura a las afueras de la actual Meknes, en el norte de Marruecos, cerca de las alturas del Atlas. Fundada durante la colonización cartaginesa, la capital del reino bereber de Mauretania se desarrolló a partir del siglo III a.C. hasta convertirse en un importante puesto avanzado del Imperio romano. Fue abandonada 1400 años después, en el siglo XI.

Calle principal de Volubilis |
Bajo el dominio romano, la ciudad prosperó gracias a la exportación de productos agrícolas, como cereales y aceite de oliva, y al suministro de animales salvajes para las luchas de gladiadores. Su trazado es un ejemplo notablemente coherente de planificación urbana romana, que forma un plano de calles de sección transversal y una distribución de edificios públicos casi perfectos. Contaba con dos termas romanas, arcos de triunfo, un foro y una basílica, todo dispuesto alrededor del Decumanus Maximus, la principal calle este-oeste de la ciudad. Sin embargo, carecía de teatro o anfiteatro romanos. Sofisticadas casas adosadas, pavimentadas con mosaicos y precedidas por tiendas, panaderías y complejos de prensado de aceite, formaban el paisaje urbano. En su apogeo, contaba probablemente con 20.000 habitantes.
El trayecto que define la ciudad es el Decumanus Maximus era la principal calle este-oeste de la ciudad. Estaba pavimentada con aceras a ambos lados y flanqueada por pórticos porticados y tiendas.
En el centro del yacimiento arqueológico se halla el foro, que fue el centro de la vida pública y social. Se pueden ver los restos de la tribuna desde donde los oradores se dirigían al pueblo y justo enfrene los pedestales donde antaño se erigían estatuas de emperadores y dirigentes locales. En los aledaños de la plaza se observan los restos del mayor edificio público de la ciudad: la basílica, desde donde se gobernaba el municipio y se administraba la justicia.

Capitolio de Vulubilis |
El Capitolio, dedicado a las tres deidades principales de la religión romana, Júpiter, Juno y Minerva, data del año 218 d.C. El templo corintio se erigió sobre un alto podio y tenía 13 escalones y una sola cella. Era períptero (una sola hilera de pilares en todos los lados) y hexástilo (seis columnas), pero fue restaurado con torpeza como un edificio próstilo de cuatro columnas. Un gran patio porticado con un altar en el centro rodeaba el Capitolio.
La Basílica de principios del siglo III d.C. era un edificio judicial y administrativo y el lugar de reunión del consejo o senado de la ciudad. Este imponente edificio de 42,2 m de largo y 22,3 m de ancho tenía originalmente dos plantas. Se encuentra en el lado oriental del Foro, donde una serie de pedestales de piedra tallados con inscripciones en latín habrían sostenido estatuas de miembros de la élite local.
El arco triunfal de mármol es el monumento más famoso de Volubilis. Fue erigido en 217 d.C. por Marco Aurelio Sebasteno, gobernador de la provincia, en honor del emperador Caracalla, quien gobernó del 211 al 217 y concedió la ciudadanía romana a sus habitantes y los eximió del pago de impuestos. El arco, originalmente coronado por un carro tirado por caballos, se erigía a más de 8 m de altura en el extremo suroeste del Decumanus Maximus.

Mosaico de Baco y Aridana en Volubilis |
La Casa de Orfeo es una lujosa villa llamada así por el fantástico mosaico romano que representa a Orfeo tocando la lira ante un público de animales y pájaros. El mosaico de Orfeo adornaba el triclinium (comedor) de la casa peristilo, donde los comensales se reclinaban en sofás adosados a las paredes y admiraban el mosaico central. La casa sin dudas pertenecía a la aristocracia de la ciudad, que mostraba su riqueza a través de su tamaño, elementos decorativos (mosaicos, estatuas de mármol y bronce, columnas) y diversos centros económicas (tiendas, panaderías, molinos).
La Casa de los Trabajos de Hércules debe su nombre al mosaico que representa los doce trabajos que el semidiós tuvo que realizar como castigo por matar a su mujer e hijos. La casa era palaciega, con 41 habitaciones y una superficie de 2000 metros cuadrados.
La Casa de Venus era una de las residencias más lujosas de Volubilis. Contaba con un conjunto de baños privados y un interior ricamente decorado con finos mosaicos que mostraban escenas de la mitología romana y animales. El mosaico del Viaje de Venus, que dio nombre a la casa, ha sido trasladado al Museo Arqueológico de Tánger, pero en la habitación contigua hay un mosaico que muestra a Diana sorprendida por el cazador Acteón mientras se baña.

Ciudad romana de Volubilis |
La ciudad está muy bien conservada, pese a los expolios de 2000 años. Lo mejor fue llevado a las mejores mezquitas y Palacios y otras partes corresponden con la puerta de la ciudad de Meknes, que veremos mañana, era la entrada más suntuosa.
Numerosas casas todavía conservan los suelos originales, algunas con maravillosos mosaicos de teselas policromadas, se puede apreciar diseños bereberes.

Arco de la ciudad romana de Volubilis |
Podemos ver molinos, el acueducto, los baños, retretes públicos, la zona de basílica, el crematorio, el edificio de los rezos. Y hay uno oculto que estaba dedicado como el prostíbulo, los guías ahora lo llaman sorpresa para llamar la atención del turista, porque tiene un enorme relieve sexual masculino.

Signo fálico en Volubilis |
Un burdel es un lugar donde se ejerce la prostitución de manera organizada. El término también puede usarse de manera metafórica para describir un lugar caótico o degradado moralmente.
En las ruinas de Volubilis, se han identificado algunas estructuras que algunos arqueólogos creen que podrían haber funcionado como lupanar (burdel romano), basándose en la arquitectura y ciertos elementos iconográficos, como mosaicos con escenas sexuales. Sin embargo, la interpretación de estos restos no es unánime y muchas veces se basa en conjeturas.
Símbolos fálicos eran comunes en el mundo romano, no solo como símbolos sexuales, sino también como amuletos de protección contra el mal de ojo y signos de fertilidad y buena fortuna.
El pene (falo) no era visto en Roma como algo obsceno, sino como un símbolo poderoso con múltiples significados: Fertilidad y virilidad: Representaba la fuerza vital y la capacidad reproductiva. Buena suerte: Los amuletos fálicos (llamados fascinum) eran usados para atraer la fortuna. Protección contra el mal de ojo (envidia): Se creía que la mirada envidiosa podía traer desgracias, y el falo era un símbolo que “espantaba” esa mala energía.

Flor de Volubilis |
Entre el yacimiento florece una de las flores que da nombre al lugar, la flor de volubilis (o “flor de vilubilis”, como a veces se escribe mal) generalmente se refiere a Ipomoea purpurea, conocida popularmente como gloria de la mañana. Es una planta trepadora ornamental muy común en jardines, caracterizada por sus flores en forma de trompeta, que se abren por la mañana y se marchitan por la tarde.
Volubilis proviene del latín volubilis , que significa “aquello que se enrolla”, lo que describe la forma en que esta enredadera crece, envolviéndose alrededor de soportes como cercas y enrejados.

Calles de Volubilis |
Después de recorrer todo el yacimiento marchamos a la Ciudad Santa de Mulay Idriss, está a 4 km. Aparcamos en la parte más alta, en el parking del hospital, al gorrilla le damos 10 dh. Donde pasaremos la noche. Las coordenadas GPS del lugar corresponden con: N34.057468 W5.5170031.
La ciudad de Moulay Idriss Zerhoun es una de las localidades más emblemáticas de Marruecos, tanto por su significado histórico y religioso como por su arquitectura única. Situada en las laderas de las montañas Zerhoun, cerca de Meknes y Fez, esta ciudad es conocida por su laberinto de callejuelas empinadas, casas encaladas y una atmósfera profundamente espiritual.
Marchamos a la Medina guiados por el Minarete cilíndrico de la mezquita más antigua, dicen que es único en Marruecos, está revestido de cerámica verde con versículos de Corán.
Un niño nos ayuda para llevarnos por lo más destacado de la ciudad, no es grande, tiene 20000 habitantes, pero es complicadilla de ver.
Subimos hasta el mirador desde donde se contempla una espectacular visión de la ciudad y el complejo donde está enterrado el Santo Mulay Idriss, descendiente del profeta Mahoma, por eso está ciudad es santa para el Islam, si vienes siete veces equivale a una peregrinación a la Meca.

Mausoleo de Sidi Abdellah El Hajjam en Volubilis |
La ciudad está construida sobre dos colinas adyacentes, el Khiber y el Tasga, lo que le confiere una topografía única y vistas panorámicas de los valles y montañas circundantes. Las estrechas calles empedradas y las casas blancas crean una atmósfera que recuerda a los antiguos asentamientos marroquíes. Entre las colinas se encuentra el complejo religioso de Moulay Idriss, y en la cima de la colina Khiber se pueden encontrar otras mezquitas y mausoleos, como la mezquita Sentissi y el mausoleo de Sidi Abdallah el Hajjam.
El mausoleo de Sidi Abdellah El Hajjam es parte del patrimonio religioso de Moulay Idriss, una ciudad que, según la tradición, fue fundada por Idris I, el primer gran gobernante islámico de Marruecos. La ciudad es conocida por su importancia espiritual y su conexión con la historia del islam en la región.
Situado en la colina de Khiber, una de las dos colinas que conforman la ciudad de Moulay Idriss. Desde este punto elevado, se ofrecen vistas panorámicas de la ciudad y sus alrededores.

Cementerio de Volubilis |
El mausoleo presenta una torre blanca sencilla y de considerable altura, destacándose por su color azul y blanco. La entrada al edificio está restringida exclusivamente a musulmanes, pero su estructura exterior es visible y apreciable desde la medina.
Aunque la entrada al interior está prohibida para los no musulmanes, el mausoleo es accesible para admirar su arquitectura desde el exterior. Además, se puede disfrutar de vistas panorámicas de la ciudad desde los alrededores del mausoleo. Una característica arquitectónica única de Moulay Idriss es el minarete cilíndrico de la mezquita Sentissi, construido en 1939. Este minarete es el único de forma redonda en Marruecos y está decorado con mosaicos verdes que contienen inscripciones coránicas en estilo kufi. La mezquita, también conocida como la Medersa Idrissi, fue construida por un hombre local tras su regreso del Hajj en La Meca. Actualmente, la mezquita funciona como una escuela coránica.
Vemos el barrio de los beréberes, destaca porque está encalado en verde, color del Islam, mientras que los judíos son azul añil.

Panorámica de Volubilis |
El barrio bereber de Khiber, ubicado en la colina más alta de la ciudad, es un claro ejemplo de la arquitectura tradicional bereber. Las viviendas en Khiber están construidas principalmente con adobe (mezcla de barro y paja), un material que proporciona aislamiento térmico y es abundante en la región. Los techos son planos, diseñados para resistir las condiciones climáticas extremas de las montañas del Rif y del Medio Atlas. Este estilo de construcción ha sido utilizado durante siglos y refleja la adaptación de la comunidad a su entorno natural.

Mausoleo de la Zawiya de Moulay Idriss I Volubilis |
Las casas suelen tener una planta cuadrada o rectangular, con patios interiores que ofrecen privacidad y protección contra el viento. Las fachadas están encaladas, lo que ayuda a reflejar el calor del sol y mantener las viviendas frescas en verano. Los detalles en madera tallada y cerámica vidriada añaden un toque decorativo distintivo.
Bajamos en dirección del Mausoleo de Mulay Idriss, pasamos por su mercado, donde se pueden contemplar escenas del Marruecos profundo. Su plaza mayor llena de cafés ocupados únicamente por señores que miran atentamente a los transeúntes.
En el corazón de la ciudad se encuentra la Zawiya de Moulay Idriss I, un complejo religioso que incluye una tumba, una mezquita y otras instalaciones. Este santuario es considerado uno de los más sagrados de Marruecos y es el principal punto de peregrinación del país. La arquitectura de la zawiya refleja un estilo islámico tradicional, con una rica ornamentación que incluye mosaicos de azulejos (zellij), estucos tallados, columnas de mármol blanco y negro, y techos de madera decorados con intrincados patrones geométricos. La cámara funeraria alberga el sepulcro de Moulay Idriss I, cubierto por un dosel de madera tallada y decorado con oro y cobre. El techo de la cámara funeraria presenta una cúpula de madera pintada, característica de la arquitectura morisca-marroquí.

Entrada al Mausoleo de la Zawiya de Moulay Idriss I Volubilis |
Un calle nos desemboca en el complejo de Mulay Idriss, nosotros nos quedamos con la miel en los labios porque al no ser musulmanes no podemos ver su tumba, solamente el amplio corredor de los peregrinos, el minarete y parte del cementerio.
El mercado de Moulay Idriss es más que un simple lugar de compras; es también un punto de encuentro social para locales y visitantes. En él se pueden encontrar productos tradicionales como textiles hechos a mano, cerámica y alimentos regionales. Los zocos ofrecen una visión auténtica de la vida diaria y la cultura de los residentes de la ciudad.

Transporte al Mausoleo de la Zawiya de Moulay Idriss I Volubilis |
Es el momento de coger fuerzas, nos sentamos en un cafeto y pedimos dos zumos de naranja, son 30 dh y hacemos lo que ellos hacen, mirar y susurrar a la vez.
Y para finalizar pasamos nuevamente por su mercado que recibe agricultores de la zona que venden sus productos, compramos un kg de fresas y otro de plátanos 25 Dh. Imagino que nos aplican la tasa de turista.

Plaza Mayor de Volubilis |
Esperamos un taxi compartido que por los míseros 10 dh. nos sube al parking donde tenemos la autocaravana. Día 12 de abril (sábado) Ruta Mulay Idriss - Meknes

Plaza Mayor de Meknes |
La noche en la plaza del pueblo ha sido genial, aunque antes de dormir vino el gorrilla y nos pidió otros 20 dh por pasar la noche, todos tenemos que comer. Las coordenadas GPS del lugar corresponden con: N34.057468 W5.5170031 .
Salimos corriendo hasta nuestro siguiente destino es la ciudad Imperial de Meknes o Mequinez, está a 32 km y tardamos una hora en llegar.
El parking que teníamos ha desaparecido, pero justo enfrente, debajo de las murallas, todavía existe el antiguo
N33.891742 W5.567060, son 50 dh. Aunque por poco tiempo porque ya han preparado uno nuevo, pero está pendiente de inaugurar.
La ciudad Meknes se encuentra toda en un proceso de rehabilitación, la mayoría de los monumentos se cerraron cuando el COVID y se espera estén rehabilitados en el 2026. Estos son: la antigua cárcel de Mulay Ismail, las cuadras del rey, la Madrasa y las puertas.
Comenzamos la visita a Meknes por la puerta más bonita de todo Marruecos Bab el Mansour GPS N 33.892652 W5.5672544, construida en el siglo XVII durante el reinado del Mulay Ismail y su hijo. Es la que ayer os conté que tiene dos imponentes columnas y capiteles en mármol de la ciudad Romana de Volubilis.

Puerta de Bad Mansour de Meknes |
Bab Mansour es reconocida como una de las puertas más grandes y bellas de Marruecos. Su diseño se inspira en los arcos de triunfo romanos, con una altura aproximada de 16 metros y un ancho de 8 metros. La estructura está adornada con intrincados mosaicos de azulejos (zellij) en tonos verdes y motivos geométricos, característicos del estilo arquitectónico de la ciudad.
Flanqueando la puerta se encuentran columnas de mármol blanco, algunas de las cuales se cree que provienen de las ruinas romanas de Volubilis. Estas columnas aportan un toque clásico a la monumentalidad de la puerta. La parte superior de la puerta está rematada con una inscripción árabe que conmemora su construcción y la grandeza del sultán Moulay Ismail.
La construcción de Bab Mansour comenzó en 1672 bajo el mandato de Moulay Ismail, quien deseaba dotar a Meknes de una entrada digna de su estatus imperial. Sin embargo, la obra no se completó hasta 1732, durante el reinado de su hijo Moulay Abdallah. La puerta fue diseñada por un arquitecto cristiano convertido al islam, conocido como Mansour Laalej, lo que le confiere el nombre de Bab Mansour o La puerta del Renegado.

Puerta de Bad Mansour de Meknes |
La puerta combina influencias almohades con elementos innovadores propios de la época. Presenta un gran arco de herradura flanqueado por bastiones cuadrados, sostenidos por columnas gruesas con arcos de herradura entre ellas, creando una estructura tipo logia en la base. La fachada está decorada con mosaicos de azulejos (zellij) en tonos verdes y motivos geométricos, conocidos como darj-wa-ktaf, que enmarcan el arco principal. Los espacios vacíos dentro de este motivo están rellenos de zellij policromado, una característica distintiva de las puertas monumentales marroquíes. Las enjutas de los arcos están adornadas con azulejos pintados con arabescos. La parte superior de la puerta está coronada por una elaborada inscripción árabe pintada sobre azulejos, que describe la construcción de la puerta, rematada por pequeños merlones en forma de dientes de sierra.
Originalmente, Bab Mansour servía como entrada principal al palacio imperial de Moulay Ismail y conectaba la medina con la Plaza Lalla Aouda. Hoy en día, la puerta permanece cerrada para preservar su estructura, pero se puede admirar desde el exterior.

Interior de la muralla de Meknes |
Pasamos al interior de la zona amurallada donde se encuentra el monumento más bonito e impresionante de toda la ciudad Meknes el Mausoleo de Mulay Ismail GPS N33.8921803 W5.5675995.
En mi opinión era un personaje que no me gusta porque era especialmente cruel con los extranjeros. Pero no dejo de reconocer la belleza del lugar.
El Mausoleo de Mulay Ismail es uno de los monumentos históricos más emblemáticos de Marruecos y una joya arquitectónica situada en la ciudad imperial de Meknes. Construido en el siglo XVIII, este mausoleo alberga la tumba del sultán Mulay Ismail, uno de los monarcas más poderosos y controvertidos de la dinastía alauita. Su reinado, que se extendió desde 1672 hasta 1727, se caracterizó por una centralización férrea del poder, una política militar expansiva y la transformación de Meknes en una verdadera capital imperial, con inspiración en la grandiosidad de Versalles.
El mausoleo es un claro ejemplo de la arquitectura islámica marroquí, con elementos decorativos que incluyen mosaicos de zellige, estuco tallado y techos de madera de cedro finamente trabajados. A pesar de su sobriedad exterior, el interior del edificio sorprende por su refinada ornamentación, que refleja tanto el poder como la espiritualidad del sultán. La sala donde se encuentra la tumba es un espacio sereno, con una fuente en el centro y una atmósfera de respeto y contemplación. La tumba está decorada con mármol y rodeada por inscripciones coránicas que exaltan la fe y el legado del monarca.

Mausoleo de Mulay Ismail en Meknes |
A diferencia de muchas otras tumbas reales, el Mausoleo de Mulay Ismail está abierto a los no musulmanes, lo que lo convierte en uno de los pocos lugares sagrados accesibles al turismo internacional en Marruecos. Esto permite a los visitantes descubrir no solo la historia de un personaje fundamental en la historia del país, sino también admirar de cerca el arte y la arquitectura islámica tradicional. El mausoleo sigue siendo un lugar de devoción y orgullo nacional, testimonio de una época de esplendor y poder en la historia marroquí.
El interior del Mausoleo de Mulay Ismail destaca por su elegancia sobria y su profunda espiritualidad. Aunque su fachada exterior es discreta y modesta, una vez dentro, el visitante se encuentra con un espacio cuidadosamente diseñado según los principios de la arquitectura islámica tradicional marroquí, donde la simetría, la armonía y la ornamentación simbólica juegan un papel esencial.
El recorrido hacia la tumba se realiza a través de varios patios y salas decoradas con zellige, el tradicional mosaico de azulejos vidriados que forma intrincados patrones geométricos. Estos mosaicos cubren paredes y fuentes, con colores dominantes como el verde, azul y blanco, que representan la naturaleza, la espiritualidad y la pureza.

Patio del Mausoleo de Mulay Ismail en Meknes |
Los techos están hechos de madera de cedro tallada, a menudo pintada o decorada con pan de oro, que muestra la maestría artesanal de los talleres marroquíes. Las puertas y ventanas de arco de herradura, típicas de la arquitectura islámica, enmarcan las distintas estancias, mientras que las paredes están revestidas con estucos esculpidos que presentan caligrafía árabe y motivos florales y vegetales.
El corazón del mausoleo es la sala funeraria, donde descansa el sultán Mulay Ismail. Este espacio es sereno y solemne, con una fuente central que simboliza la purificación y el ciclo de la vida. La tumba en sí es sencilla pero respetuosa, hecha de mármol blanco y rodeada de columnas, con inscripciones coránicas que rinden homenaje a su figura. También se encuentran allí las tumbas de algunos de sus descendientes.
A pesar de su función como lugar de enterramiento, el mausoleo transmite una sensación de vida y belleza eterna, donde cada elemento arquitectónico está diseñado para guiar la mirada y el espíritu hacia lo divino. La atmósfera que se respira es de paz, respeto y contemplación, en un entorno que combina el arte, la fe y la memoria histórica.

Patio del Mausoleo de Mulay Ismail en Meknes |
Las paredes están adornadas con mosaicos de azulejos (zellige) que presentan patrones geométricos radiantes, típicos de la arquitectura marroquí. Los muros también cuentan con estucos tallados que exhiben motivos arabescos y caligrafía árabe.
Las columnas de mármol presentan capiteles de estilo marroquí-andalusí, esculpidos con motivos de hojas y palmas. Se cree que estas columnas, así como los paneles de mármol en el arco que conduce a la antecámara del mausoleo, fueron tomadas por Mulay Ismail de los antiguos palacios saadíes en la Kasbah de Marrakech.
Los techos están elaborados en madera de cedro, tallados y pintados con intrincados diseños geométricos y arabescos, que permiten la entrada de luz natural a través de ventanas.
En las esquinas de la sala se encuentran cuatro relojes Comtois, obsequios del rey Luis XIV de Francia a Mulay Ismail. Estos relojes siguen marcando la hora en medio del silencio que domina las diferentes estancias

Gran Sala del Mausoleo de Mulay Ismail en Meknes |
El Mausoleo tiene dos Mihrad orientados a la Meca, es un nicho semicircular u hornacina en la pared de una mezquita, aunque esté lugar no es mezquita pero cuando hay muchos fieles o peregrinos hace sus funciones. Uno de los Mihrad está situado en la Gran Sala y el otro en el patio anterior.

Tumbas del Mausoleo de Mulay Ismail en Meknes |
La belleza se encuentra en cada rincón porque fue embellecido por los mejores artesanos del país que lo decoraron con pavimentos y frisos de cerámica, techos labrados con madera de sándalo, yeserías policromadas convierten el lugar en un sitio único.

Campo de Golf Real en Meknes |
A la salida vemos la entrada al Jardín Real, el guardia de la puerta nos dice que ahora es visitable Royal Golf de Meknes GPS N33.8902989 W5.5686905, nos extraña mucho porque antes era una parte del Palacio del actual rey, no permitían ni acercarte a la puerta.
Pues aprovechemos para descubrirlo, se ha convertido en un campo de Golf público y se permiten las visitas. Es un avance, es algo parecido al Palacio de Mariven en Mallorca que su jardín se abre al público cuando nuestros reyes no veranean en isla.
Decidimos regresar al parking para hacer la comida y esperar que abran los otros monumentos.
Continuamos la tarde con la visita al mercado bereber GPS N33.8916777 E5.5687918, la estructura no ha cambiado mucho, pero se ha dotado a los puestos de una mínima condición sanitaria.
Justo en la entrada hay una enorme pizarra donde antaño figuraban los precios de todos los alimentos, ahora, ya no se distinguen las cifras, imaginó que está en desuso.

Mercado bereber de Meknes |
Es un mercado muy interesante porque está dividido por gremios, las aves, las variantes, los dulces, los condimentos, quizás lo que más llama la atención es la carnicería porque puedes ver las piezas que en nuestro mercado no se muestran, al menos, tan crudamente, cabezas de vaca, toros, ovejas, cabras, estómagos, patas, lenguas, hígados etc.
En el umbral del mercado se nos abre un nuevo mundo de aromas y sabores mezclados con una gran cantidad de imágenes contradictorias. La visita por la calle de los animales vivos, aquí en cestas y jaulas se hallan los pollos, los gallos, los conejos esperan al comprador y a su vez la muerte antes de pagarlos. Pasamos a la zona dedicada a animales de mayor envergadura, aquí el suelo está lleno de estómagos negros de vaca, como los que nosotros empleamos como ingrediente para nuestro ‹‹ plato de callos ›› –en nuestro mundo una gran virtud es que sean blancos–, los chuletones de vaca dicen cómprame. Los vendedores están en plena faena separando una especie de entresijos gigantes que tienen muy buen aspecto. Un poco más adelante pasamos a la zona de las especias, los aromas embriagadores se apoderan de nuestros sentidos, la fragancia de la canela molida aquí llamada karfa es muy empleada en la cocina local sobre todo en la elaboración de los tajines y en polvo para muchos de los dulces; el comino aquí llamado kamoun, utilizado en muchos de los platos de pollo y pescado; el pimiento rojo aquí llamado felfla hioua, el que tiene un sabor más intenso de la variedad llamada felfa harra y el más picante es el que aquí le llaman como felfa soudania; la pimienta de cayena es también muy utilizada en los principales platos y la pimienta negra llamada ibzar ; la páprika se utiliza como condimento principal de ensaladas y el tajin; el aroma del jengibre con su sabor picante que se emplea para atenuar los sabores dulzones aquí es conocido como chkinjbir; la reina de las especias que como en España es el azafrán aquí la variedad beldi es la más apreciada y el colorante para el arroz que aquí se le conoce con el nombre de roumi, cuando el precio es desorbitado para los bolsillos de los marroquíes se sustituye por el azafrán de la India aquí conocido como querkoub ; el cardamomo conocido con el nombre de qâqulla es empleado para postres por su sabor a fresco; el aroma intenso y el color anaranjado nos indica que estamos ante la nuez moscada aquí conocida como guzt ettib; extraída de la cáscara de la nuez moscada es la especia que se emplea en diferentes platos tanto dulces como salados aquí se le conoce con el nombre de bsisba ; la semilla molida elaborada del fruto de fresno aquí se le conoce como lissan ettir ; y por último mencionar las propiedades de una sustancia extraída de insectos “el cantaride” que encontramos para despertar los instintos más ocultos del ser humano. Todos estos ingredientes y especias son la primera lección que las madres transmiten a sus hijas para crear unas grandes alquimistas capaces de crear platos especiales que posteriormente serán apreciados por sus esposos. Gracias a toda esta experiencia se han creado unas mezclas de especias que incluso llegan a sumar 52 variedades distintas, siendo esta mezcla la preferida para algunos platos típicos. Un poco más adelante pasamos por el callejón donde se venden los famosos pasteles marroquíes, los colores y sabores primarios es una especialidad en el mercado, principalmente la base es la leche, la miel, la esencia de azahar, el agua de rosas, las almendras y la harina , son muy conocido “Kaab Ghzal” (cuernos de gacela), los crujientes “aloua dial jeljlane” con sus ingrediente base compuesto de sésamo y miel, los “Feqqas” elaborados con almendras, uvas pasas, “Ghoriba” se emplea como ingrediente principal las almendras. Otro de los ingredientes empleado en la mayoría de los pasteles tienen el sabor a pistachos o también a dátiles.

Plaza el-Hedim en Meknes |
Seguimos la visita por la plaza el-Hedim GPS N33.893253 W5.566345, en estos momentos está muerta. Es similar a la de Marrakech, pero hay que esperar al atardecer.
La Plaza El-Hedim es el corazón vibrante de la ciudad imperial de Meknes, Marruecos. Su nombre, que significa "plaza de las ruinas", hace referencia a los escombros acumulados durante la construcción de la ciudad por el sultán Moulay Ismaíl en el siglo XVII.
Durante el día, la plaza es tranquila, pero al caer la tarde se llena de vida con malabaristas, músicos, vendedores y turistas. En su centro, el mercado de frutas y verduras es famoso por sus aceitunas, únicas en todo Marruecos.
El otro monumento abierto es el Palacio Dar Jemai 30 Dh GPS N33.8935409 W5.567253, tiene entrada por la misma plaza. Fue construido en el siglo XIX para el visir Ben Lardi Jamai.
Es algo parecido a la arquitectura ideal que describe el cuento de las mil y una noches. Sobre un gran patio Andalusí se articulan los salones y las habitaciones, en dos niveles. Están decorados con maderas esculpidas, yeserías y estucos labrados y policromados, coloridos mosaicos zellij, dónde no falta el agua para refrescar el Palacio. Está convertido en museo de instrumentos musicales, pero lo valioso es la arquitectura del palacio.

Palacio Dar Jamaï en Meknes |
El Palacio Dar Jamaï, ubicado en el corazón de la ciudad imperial de Meknes, Marruecos, es una joya arquitectónica que refleja la grandeza y el esplendor de la época en que fue construido. Erigido en 1882 por el visir Mokhtar ben Arbi el Jamaï, quien sirvió bajo el reinado de Moulay Hassan I, el palacio fue concebido como una residencia privada para la familia Jamaï. Sin embargo, tras la caída en desgracia de la familia a finales del siglo XIX, el palacio pasó a manos de la familia Glaoui y, posteriormente, fue utilizado por los colonizadores franceses como hospital militar y tribunal. En 1920, el edificio fue transformado en el "Museo de las Artes Indígenas", y más tarde, en el actual Museo Dar Jamai.
La arquitectura del palacio es un ejemplo destacado del estilo hispano-morisco, caracterizado por la ornamentación detallada y la simetría. El edificio se organiza en torno a un patio central rodeado de estancias decoradas con zellige (mosaicos de cerámica vidriada), estuco tallado y madera pintada. El riad, un jardín interior con naranjos y un menzeh (pabellón de observación), ofrecen un espacio de tranquilidad y belleza. Además, el palacio cuenta con una fuente mural en su fachada exterior, que da a la Plaza El-Hedim, una de las plazas más emblemáticas de Meknes .

Patio del Palacio Dar Jamaï en Meknes |
Los jardines que rodean el palacio son un ejemplo de la jardinería tradicional marroquí. Con cipreses, naranjos y otras especies, el espacio verde proporciona un ambiente relajante en medio de la ciudad. El menzeh, situado en el jardín, ofrece vistas panorámicas del entorno urbano, permitiendo a los visitantes apreciar la armonía entre la arquitectura y la naturaleza

Medina de Meknes |
El resto de la tarde la dedicamos a perdernos por la Medina haciendo o intentando el noble arte del shopping que aquí en Marruecos tiene premio por la dedicación que hay que hacer en cada tienda.
La Medina de Mequinez (Meknes) es una de las medinas más auténticas y menos alteradas de Marruecos. Situada dentro de la ciudad imperial de Meknes, en el norte del país, representa un conjunto histórico y arquitectónico que ha conservado su trazado original, su ambiente tradicional y una rica herencia cultural. Aunque la ciudad es conocida por sus orígenes imperiales bajo el reinado del sultán Mulay Ismaíl, es dentro de la medina donde se concentra la esencia más profunda y viva de su historia.
La medina fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1996 debido a su notable estado de conservación y a su valor como ejemplo de ciudad islámica tradicional. Su trazado irregular, con calles estrechas y sinuosas, patios interiores, mercados cubiertos y viviendas decoradas con zelliges y maderas talladas, forma un laberinto urbano que refleja siglos de historia y cultura.

Joyería de la Medina de Meknes |
A diferencia de otras medinas como la de Fez o Marrakech, la de Mequinez destaca por su carácter más tranquilo y auténtico. No ha sido tan transformada por el turismo masivo, lo que permite a los visitantes observar la vida cotidiana de sus habitantes de forma más directa. Aquí, se puede ver a los artesanos trabajando el cuero, la madera o el metal en pequeños talleres, a las mujeres comprando en los zocos tradicionales, o a los ancianos reunidos en las plazas para conversar o rezar.
Uno de los elementos más característicos de la medina son sus zocos, mercados organizados por especialidades. En ellos se puede encontrar desde especias, tejidos y cerámica, hasta productos frescos y objetos de uso cotidiano. El ambiente es vibrante, con olores, colores y sonidos que estimulan los sentidos y transportan al visitante a otro tiempo.
La arquitectura tradicional también ocupa un lugar central en la medina. Muchas de las casas están construidas en torno a patios interiores, siguiendo el estilo andalusí-marroquí, que privilegia la privacidad y la frescura interior. Las fachadas hacia la calle suelen ser simples y sin adornos, mientras que el interior puede estar ricamente decorado con mosaicos, estucos y madera tallada. También se encuentran numerosas mezquitas, madrazas (escuelas coránicas) y fuentes públicas, que cumplían funciones tanto religiosas como sociales.

Medina deMeknes |
La Medina se ha renovado y adaptando a los nuevos tiempos, se han perdido las tradicionales tiendas de babuchas y maderas artesanales por lo que ahora el público demanda, ropa, zapatillas deportivas y joyas.
Es impresionante la tiendas de joyería, no puedes imaginar la demanda que tienen ofreciendo una orfebrería que es imprescindible en las dotes y casamientos de las mujeres.

Medina de Meknes |
Poco más hacemos, está tarde han bajado mucho las temperaturas y nuestro cuerpo lo nota.
De camino al parking pasamos por la gran plaza, ya está más animada con cuentacuentos, encantadores de serpientes, monos y avestruz, ignoro para que la empleen.

Plaza de Meknes |
Día 13 de abril (domingo) Ruta Meknes-Fez

Ciudad de Fez |
El día comienza en el parking de pago de la ciudad de Meknes GPS N33.891742 W5.567060. La noche ha sido complicada, además, el parking tiene muy cerca una gran cantidad de perros callejeros que se han pasado toda la noche ladrando y a poco me muerden. Este es un aspecto nuevo en Marruecos porque antes no se veían por la calle, era considerado un animal impuro, pero ahora perros y gatos procrean sin control.
Antes de abandonar el parking hacemos un reset de aquella manera, las negras en un agujero negro y las grises en una alcantarilla, me niego a saber dónde estaba el grifo de agua potable.
Durante la noche hemos tenido un problema con internet y con nuestras tarjetas de Maroc Telecom, se nos han quedado bloqueada. Después de mucho pensar he revisado los mensajes SMS en árabe y con el traductor he podido saber que me habían mandado un enlace para identificarse con un aviso de no hacerlo nos dejaban bloqueados.
El vendedor en Tanger med no hizo mención que fuera necesario, creo que en estos momentos es mejor sacar la tarjeta en una oficina comercial de la primera localidad y te evitas problemas.

Calles de Ciudad de Fez |
Salimos pitando hacia la ciudad de Fez, ahora está muy bien comunicada con Meknes por autopista de peaje 21 Dh.
Nada más llegar a Fez nos dirigimos al centro comercial del Marjan para solucionar el tema de la tarjetas telefónica en una oficina de Maroc Telecom, hoy es domingo y solamente se encuentran abiertas en los centros comerciales.
Es complicado entendernos pero por fin lo logramos y nos liberan la línea del móvil dando nuestros datos del pasaporte, volvemos a estar operativos.
Afortunadamente hoy domingo apenas hay tráfico y nos es sencillo encontrar el parking municipal, está cerca de la Medina GPS N34.068203 W4.969364 parking Bin lmdoun . Ya se acabaron los parking con gorrillas en Fez, vemos varios con barreras como los nuestros, precio 24 horas 40 Dh.
Salimos para descubrir la Ciudad imperial de Fez desde otra perspectiva, siempre habíamos aparcado en la puerta Azul.
Una vez ingresados en la Medina y tomando el titulo de guía nos situamos, vamos! que es la hora de la comida y en unos de los restaurantes vemos que es para marroquíes, decidimos comenzar una nueva aventura en este punto sin temor a equivocarnos.

Madrasa Attarine de Fez |
La casa de comidas se llama Chef Adil, es tan pequeña que tiene tres mesitas, hoy con un palo da vueltas a una enorme cazuela, se ha especializado en una sopa o puré de habas, ajo, aceite de oliva, sal y especias. De segundo boquerones fritos con berenjenas asadas, agua y pan 7.5 euros los dos.
Con el estómago lleno la vida se ve de color de rosa y pasear por la Medina tiene otro sabor.
Nuestro primer destino es la Madrasa de Attarine GPS N34.0650608 W4.9735593, el precio es 20 Dh.
La Madrasa es la escuela del Corán, los niños eran ingresados de pequeños para que tuvieran un conocimiento general y sobre todo del Corán, algo parecido a lo que se hacía en España con las enseñanzas para religiosos.
La Madrasa de Attarine, situada en el corazón de la medina de Fez, Marruecos, es uno de los ejemplos más notables de la arquitectura islámica del siglo XIV. Construida entre 1323 y 1325 por orden del sultán Abu Said Uthman II de la dinastía meriní, esta madrasa no solo servía como centro educativo, sino también como espacio espiritual y símbolo del poder intelectual y religioso de la época. Su nombre proviene del zoco cercano dedicado a los perfumistas (“attarine” significa "perfumeros" en árabe), lo que resalta su integración en el tejido urbano y comercial de la ciudad.

Madrasa Attarine de Fez |
Esta institución fue diseñada para alojar a estudiantes de teología que asistían a la cercana Mezquita al-Qarawiyyin, considerada la universidad más antigua del mundo en funcionamiento. A lo largo de los siglos, la madrasa ha sido un centro de formación coránica, jurisprudencia islámica (fiqh) y otras disciplinas religiosas, formando parte esencial de la vida intelectual de Fez, una de las capitales culturales del mundo islámico medieval.
Lo que distingue a la Madrasa de Attarine no es solo su función académica, sino su deslumbrante belleza arquitectónica. Al cruzar su entrada, el visitante se encuentra con un patio central rodeado de galerías de columnas esculpidas y paredes revestidas de zelliges (azulejos geométricos) de colores vibrantes, yeserías talladas y maderas de cedro decoradas con gran detalle. Estos elementos no solo demuestran la destreza artesanal de los artistas meriníes, sino también la importancia de la decoración como medio de expresión espiritual en el Islam, donde las formas geométricas y la caligrafía sustituyen a la figura humana en el arte religioso.
Uno de los aspectos más impresionantes del edificio es su mihrab, el nicho que indica la dirección de La Meca, ricamente decorado con estuco y caligrafía árabe. Este espacio simboliza la conexión directa entre conocimiento y fe, característica esencial de las madrasas tradicionales. También destaca la armonía entre materiales y formas, la luz que se filtra por los espacios interiores, y la proporción equilibrada de todos sus elementos, lo que genera un ambiente de recogimiento y contemplación.

Mirad de la Madrasa Attarine de Fez |
A pesar de su tamaño relativamente reducido en comparación con otras madrasas de Marruecos, la Madrasa de Attarine es considerada una de las más refinadas por su elegancia y nivel de detalle. Su restauración en el siglo XX la ha preservado como un tesoro nacional y atracción turística de alto valor histórico. Hoy, miles de visitantes de todo el mundo acuden para admirar esta joya del patrimonio islámico y comprender mejor la importancia de la educación en la civilización musulmana.

Mausoleo de Mulay Idriss II de Fez |
Nuestro siguiente destino es el Mausoleo de Mulay Idriss II GPS N34.0648605 W4.9748846, con mucho respeto hemos conseguido entrar ya que es un lugar sagrado.
El Mausoleo (Zaouia) de Mulay Idrís II es un santuario dedicado al que fue rey de Marruecos entre los años 807 y 828 y fundador de la ciudad por segunda vez en el año 810.
Ubicado en el corazón de la antigua medina de Fez, Marruecos, el Mausoleo de Mulay Idriss II es uno de los lugares más venerados y emblemáticos del país. Este santuario alberga la tumba del sultán Mulay Idriss II, considerado el fundador de la ciudad de Fez en el siglo IX y una de las figuras más importantes del islam en Marruecos. Más que un simple lugar de descanso, el mausoleo es un símbolo de identidad religiosa, política y cultural para el pueblo marroquí. Cinco siglos después de la muerte de Mulay Idrís II, en el año 1308, se encontró un cuerpo en perfecto estado que se atribuyó al santo patrón, por lo que la zona se transformó en un lugar sagrado (Zaouia).
Mulay Idriss II fue el hijo de Idriss I, un descendiente directo del profeta Mahoma que se estableció en Marruecos tras huir de las persecuciones en el mundo islámico oriental. Mientras Idriss I fundó la ciudad de Volubilis y estableció las bases del primer estado islámico en Marruecos, su hijo Idriss II consolidó ese legado fundando Fez en el año 808 d.C. Bajo su liderazgo, Fez se convirtió en un importante centro de conocimiento, religión y comercio. A su muerte, fue enterrado en la ciudad, aunque su tumba fue redescubierta siglos después, durante el siglo XIV, lo que dio origen al mausoleo que hoy conocemos.

Mausoleo de Mulay Idriss II de Fez |
El mausoleo actual fue construido principalmente durante el reinado de la dinastía marroquí de los meriníes y luego fue ampliado y embellecido por sultanes posteriores, especialmente durante la época alauí. Su arquitectura refleja la riqueza del arte islámico marroquí, con detalles en madera tallada, zellige (azulejos de cerámica), estuco decorativo y caligrafía árabe que adornan cada rincón del edificio. La entrada al santuario está marcada por una gran puerta decorada, que da paso a un patio central con una fuente de abluciones y columnas que sostienen galerías cubiertas. En el centro se encuentra la sala del mausoleo, donde yace la tumba de Mulay Idriss II, ricamente decorada y rodeada por barandillas de madera tallada.
La atmósfera dentro del mausoleo es solemne y espiritual. Los peregrinos vienen de todo el país para rezar, hacer votos o pedir bendiciones, especialmente durante la festividad religiosa del moussem (festival) de Mulay Idriss, cuando miles de personas se congregan en su honor.
El Mausoleo de Mulay Idriss II no es solo un lugar de descanso para un santo, sino también un sitio de peregrinación para muchos musulmanes marroquíes. En la tradición popular, se considera que visitar el mausoleo puede traer baraka (bendición) y protección espiritual. De hecho, durante siglos se ha creído que la ciudad de Fez goza de un estatus especial debido a la presencia de esta tumba sagrada.

Tumba del Mausoleo de Mulay Idriss II de Fez |
Además, el mausoleo tiene un valor simbólico para los habitantes de Fez. Representa la conexión con sus raíces, su historia islámica y la identidad espiritual de la ciudad. Aunque la entrada al santuario propiamente dicho está restringida a los musulmanes, el conjunto del edificio puede apreciarse desde sus exteriores, y su influencia se extiende a lo largo de la medina, donde aún hoy se siente la presencia de Mulay Idriss en la vida cotidiana, la tradición oral y el arte local.

Tenerías o curtidurías de Fez |
Nuestro siguiente destino son la tenerías o curtidurías GPS N34.0642683 W4.978965, nos cuesta trabajo encontrarlas porque en cuánto preguntas a alguien quiere ser tu guía local y te cuesta quitártelo de encima.
Las vemos desde una terraza de una tienda de cuero que gratuitamente ofrece unas impresionantes panorámicas, al final no compramos nada pues tienen precio para el turismo de grandes grupos.
Desde el primer momento en que llegamos a la medina de Fez, sentimos que habíamos viajado en el tiempo. Las calles estrechas, los muros de adobe, el sonido de las voces mezclado con el de los artesanos trabajando… todo parecía formar parte de una película antigua. Pero nada nos preparó realmente para lo que experimentaríamos al visitar las famosas tenerías de Fez, uno de los lugares más auténticos y sorprendentes que conocimos durante nuestro viaje.
Habíamos leído sobre ellas, habíamos visto fotos, pero estar allí, en persona, fue algo completamente distinto. Caminamos por callejones estrechos, en algunos momentos eramos guiados por un joven que conocía bien los secretos de la medina, pero enseguida entendimos que era un simple comisionista y le despedimos. Antes de llegar, nos ofrecieron ramitas de menta para llevar a la nariz que desestimamos. Pensamos que exageraba, pero apenas pusimos un pie en la zona de las curtidurías, entendimos por qué.

Tenerías o curtidurías de Fez |
Desde una terraza que daba al corazón del complejo de las tenerías de Chouara, observamos en silencio la escena que se desplegaba ante nosotros. Era como mirar un cuadro en movimiento. Decenas de cubas de piedra, perfectamente alineadas, llenas de líquidos de diferentes colores, formaban un mosaico sorprendente. Hombres descalzos, con las piernas teñidas por el trabajo diario, se movían entre ellas con naturalidad, sumergiendo pieles en líquidos blancos y luego en tintes vivos: rojo, amarillo, marrón, azul.
Nos contaron que todo el proceso era completamente artesanal, igual que hace más de mil años. Primero, las pieles se trataban en una mezcla de cal viva, agua y excremento de paloma para limpiarlas y ablandarlas. Aquel paso, aunque desagradable para nosotros, era fundamental para preparar el cuero. Después, las pieles pasaban al área de teñido, donde se usaban pigmentos naturales: cúrcuma para el amarillo, amapola para el rojo, índigo para el azul, y henna para los tonos marrones.
Lo que más nos impactó no fue solo la técnica, sino la fuerza y resistencia de los trabajadores. Día tras día, bajo el sol, se sumergían en las cubas, arrastraban pieles mojadas, teñían a mano cada pieza, sin máquinas, sin descanso. Algunos eran jóvenes, otros mayores, y todos compartían la misma destreza y orgullo por su oficio. Nos hablaron de cómo esta tradición se transmitía de generación en generación, como un saber sagrado que forma parte del alma de Fez.

Tenerías o curtidurías de Fez |
Tras un rato observando el proceso desde arriba, bajamos a los talleres y tiendas que rodeaban las tenerías. El olor seguía presente, pero ya nos habíamos acostumbrado un poco. Vimos cómo se transformaba el cuero ya teñido en productos terminados: babuchas de colores, bolsos decorados, chaquetas, cinturones. Cada artículo tenía algo especial, un toque de autenticidad que no se encuentra en la producción industrial.
Nos llamó la atención cómo el trabajo del cuero no era solo un oficio, sino una parte viva de la identidad de la ciudad. Las tenerías no solo producían, también contaban historias: historias de esfuerzo, de herencia cultural, de belleza nacida del trabajo duro. Los vendedores, con amabilidad, nos explicaban el significado de los símbolos grabados en algunos productos o el tipo de piel usada en otros.
Antes de irnos, subimos nuevamente a una terraza para echar una última mirada al conjunto. La luz del atardecer caía sobre las cubas, intensificando los colores y dándole al lugar un aire casi mágico. A pesar del olor y el calor, nos costaba apartar la vista. Sentíamos que habíamos presenciado algo único, un rincón del mundo donde el tiempo avanza despacio y donde la tradición aún tiene un lugar central en la vida cotidiana.

Panorámica de las Tenerías o curtidurías de Fez |
Salimos de allí en silencio, reflexionando. Aquella visita no fue solo una excursión turística; fue una experiencia profunda. Aprendimos no solo sobre el cuero, sino sobre la perseverancia, el arte de lo hecho a mano y el valor de mantener vivas las raíces culturales. Las tenerías de Fez nos dejaron una impresión duradera, grabada en la memoria con el mismo cuidado con el que se graba un diseño sobre el cuero curtido.

Museo Nejjarine de Fez |
Para finalizar el día terminamos viendo una Fondu o fonda GPS N34.0647572 W4.9784796, era el lugar donde llegaban las caravanas de camellos cargadas con bienes desde el desierto, precio de entrada 20 dh.
Durante nuestro recorrido por la medina de Fez, una de las ciudades más antiguas y fascinantes de Marruecos, decidimos visitar un lugar que muchos nos habían recomendado: el Museo Nejjarine. No sabíamos exactamente qué esperar, pero desde el primer momento supimos que estábamos por vivir una experiencia única.
La medina de Fez es un verdadero laberinto de callejones estrechos, zocos llenos de vida y aromas intensos que cambian con cada esquina. Avanzábamos entre tiendas de especias, puestos de artesanías y niños jugando, hasta que llegamos a la plaza Nejjarine. Allí, en un espacio abierto rodeado de historia, nos encontramos con la fuente decorada con zellige tradicional, justo frente a la entrada del museo.
El Museo Nejjarine se encuentra en un antiguo funduq, un tipo de posada donde, siglos atrás, se hospedaban comerciantes que llegaban con sus mercancías desde distintas partes del país. Al entrar, quedamos impresionados por la belleza del edificio. El patio central, amplio y luminoso, estaba rodeado de balcones de madera tallada que parecían sacados de otro tiempo. Todo en ese lugar hablaba de historia, de arte y de tradición.

Interior del Museo Nejjarine de Fez |
Lo primero que nos llamó la atención fue la tranquilidad que se respiraba. A pesar del bullicio de la medina, dentro del museo reinaba un silencio casi sagrado, como si los objetos y las paredes pidieran respeto. Recorrimos las salas con asombro, admirando cada pieza expuesta. El museo está dedicado a las artesanías en madera, y en cada vitrina descubrimos verdaderas obras de arte: cofres antiguos, puertas esculpidas con increíble precisión, instrumentos musicales, muebles decorados con incrustaciones de nácar y hueso.
Nos detuvimos largo rato frente a una cama ceremonial de madera tallada que parecía sacada de un palacio. El nivel de detalle era sorprendente, y nos preguntábamos cuántas horas de trabajo y cuántas generaciones de conocimiento habrían sido necesarias para crear algo así. También nos impresionó ver cómo los diferentes estilos reflejaban las influencias árabes, bereberes y andalusíes que han marcado la historia de Marruecos.
Subimos por las escaleras de piedra hasta los niveles superiores, donde pudimos observar el patio desde arriba, como lo hacían los comerciantes hace siglos. Sentíamos que cada rincón del edificio tenía una historia que contar. En el último piso, accedimos a la terraza, desde donde disfrutamos de una vista maravillosa de los tejados de la medina, los minaretes lejanos y las montañas que se asomaban en el horizonte. Allí, bajo el cielo despejado y con el viento en el rostro, nos tomamos unos minutos para reflexionar.

Galerías del Museo Nejjarine de Fez |
Más allá de los objetos expuestos, lo que realmente nos conmovió fue la conexión entre el lugar y el oficio que representa. La palabra Nejjarine significa "los carpinteros", y este museo es un homenaje a todos esos artesanos que, con paciencia y sabiduría, han sabido trabajar la madera como si se tratara de una forma de poesía visual. Sentimos admiración por quienes dedican su vida a preservar tradiciones que podrían haberse perdido con el paso del tiempo.

Patio del Museo Nejjarine de Fez |
Antes de salir, nos quedamos un rato en la plaza, junto a la fuente, observando la vida pasar: vendedores ambulantes, turistas curiosos y ancianos conversando bajo la sombra. La visita al Museo Nejjarine no fue solo una parada cultural en nuestro viaje, fue una verdadera inmersión en el alma de Marruecos. Nos llevamos con nosotros no solo fotos y recuerdos, sino una profunda valoración por el arte, la historia y el esfuerzo de quienes han construido ese legado con sus propias manos. Día, 14 de abril (lunes) Ruta: Fez

Palacio Real de Fez |
El día comienza en el parking público de la ciudad de Fez, pegado a la Medina GPS N34.0684 W4.9694. La noche ha vuelto a ser complicada por los ladridos de los perros callejeros que solamente se les escucha por la noche.
Nuestro primer destino es el Mellah o barrio judío. Para llegar tomamos un taxi rojo, son compartidos y tienen una ocupación máxima de tres personas. Nos deja en la entrada principal del Palacio Real, el precio es de 25 dirham.
El Palacio Real de Fez GPS N34.0526708 W4.994671, también conocido como el Dar al-Makhzen, es una de las estructuras más importantes y emblemáticas de la ciudad de Fez, Marruecos. Aunque no está abierto al público, su fachada es un punto turístico muy visitado por su impresionante arquitectura y significado histórico.
Las puertas del Palacio Real de Fez son mucho más que simples accesos; representan los 7 días de la semana, son impresionantes símbolos históricos y artísticos. Ante ti se alza una fachada monumental, donde el tiempo parece detenerse y la historia respira a través del arte. Las siete puertas doradas, majestuosas y simétricas, se despliegan como un abanico de esplendor real. Cada una es un arco de herradura perfecto, símbolo tradicional del mundo islámico, enmarcado por mosaicos minuciosos que narran siglos de refinamiento estético.

Puerta del Palacio Real de Fez |
Las hojas de las puertas, hechas de bronce pulido, reflejan la luz del sol con un brillo cálido, casi líquido, como si estuvieran hechas de oro fundido. El metal, martillado a mano, está cubierto de motivos geométricos entrelazados, estrellas de ocho puntas y arabescos que giran en espirales infinitas, representando el orden divino y la perfección cósmica.
Los bordes de cada puerta están enmarcados por bandas de zellige, mosaico cerámico vidriado en tonos verdes, azules, blancos y ocres. Estas piezas, cortadas a mano con precisión milimétrica, crean puzzles de luz y sombra que cambian con el paso del día. Los patrones florales y geométricos no sólo decoran: invitan al recogimiento, a la contemplación, al asombro.
Sobre las puertas, franjas de madera tallada muestran inscripciones cúficas que podrían ser versos coránicos o frases de bendición. La talla es tan fina que parece encaje; una artesanía que no solo embellece, sino que habla en silencio de fe, poder y legado.
Frente a este conjunto, uno se siente pequeño, como si la arquitectura no solo fuera grandiosa por su tamaño, sino por su capacidad de transmitir espiritualidad, orden y armonía. Es un umbral simbólico, más allá del cual comienza el mundo del poder real, lo sagrado y lo oculto.

Detalle de las puertas del Palacio Real de Fez |
Pegado está el Mellah, enseguida ves la diferencia arquitectónica porque las casas tienen la fachada de madera y balcones y rejas. En algunas calles aparece el color azul añil.

Calles del Mellah de Fez |
El Mellah de Fez es uno de los testimonios más vivos y conmovedores de la historia judeo-marroquí. Situado en la ciudad imperial de Fez, en Marruecos, este antiguo barrio judío refleja siglos de convivencia, resistencia cultural y vida comunitaria en un entorno donde religión, arte y comercio se entrelazaron de manera única. Aunque hoy solo queda una pequeña presencia judía en la ciudad, las huellas de este legado son aún palpables en sus sinagogas restauradas, cementerios sagrados y calles que conservan el alma de una comunidad que fue vital para la historia de Fez.
El término “Mellah” proviene del árabe y significa “salina”, en referencia a una antigua zona de almacenamiento de sal en el lugar donde se estableció el barrio. El Mellah de Fez, fundado en el siglo XV por la dinastía mariní, fue el primer barrio judío delimitado en Marruecos, un modelo que luego sería replicado en ciudades como Marrakech, Rabat y Meknes. Originalmente, los judíos vivían dispersos por la ciudad vieja de Fez (Fez el-Bali), pero fueron reubicados en Fez el-Jdid —la ciudad nueva construida por los sultanes para albergar al palacio real— por razones tanto políticas como de seguridad, aunque también para tenerlos bajo una vigilancia más directa. A pesar de esa reclusión geográfica, el Mellah no fue un gueto en el sentido europeo; se trataba de una comunidad organizada, vibrante y productiva.

Calles del Mellah de Fez |
Arquitectónicamente, el Mellah de Fez se distingue por sus viviendas de dos y tres pisos con balcones de hierro forjado que se asoman a las calles —una rareza en la arquitectura marroquí, donde los espacios privados suelen resguardarse hacia el interior. Estas casas reflejan una adaptación a las costumbres judías, donde el contacto visual con el exterior y la vida comunitaria era parte esencial de la cotidianidad. Las calles del Mellah son estrechas y laberínticas, flanqueadas por tiendas, talleres y espacios religiosos. En su época dorada, el barrio contaba con numerosas sinagogas —algunas pequeñas y humildes, otras ricamente decoradas— que actuaban como núcleos espirituales y sociales.
Entre las más notables se encuentra la sinagoga Aben Danan, construida en el siglo XVII y restaurada a finales del siglo XX. Su interior conserva elementos originales como el arca sagrada de madera tallada, candelabros antiguos y un mikvé (baño ritual) subterráneo. Esta sinagoga, junto con la Slat al-Fassiyine —una de las más antiguas, restaurada recientemente—, representa el esfuerzo por conservar el patrimonio judío de Marruecos. Muy cerca del corazón del Mellah se encuentra también el cementerio judío de Fez, un lugar sagrado donde descansan figuras veneradas como rabinos, líderes comunitarios y mártires. Entre ellos, destaca Lalla Solica, una joven judía ejecutada por negarse a convertirse al islam, cuya tumba se ha convertido en sitio de peregrinación tanto para judíos como para musulmanes.

Calles del Mellah de Fez |
La comunidad judía del Mellah era activa y altamente integrada en la economía de Fez. Se destacaban como comerciantes, artesanos y banqueros. Eran especialmente conocidos por su destreza en la orfebrería, la fabricación de hilos de oro y la producción de perfumes, cera y tejidos. Además, muchos de ellos eran multilingües y actuaban como intermediarios entre Marruecos y el mundo exterior, en especial con las comunidades sefardíes del Mediterráneo y con comerciantes europeos. También existía un fuerte sentido de organización interna: las instituciones comunitarias gestionaban la educación religiosa, la caridad y la resolución de conflictos internos, mostrando un alto grado de autonomía y cohesión social.
Sin embargo, la historia del Mellah no estuvo exenta de tensiones. En 1465, un levantamiento popular dirigido por las élites musulmanas provocó una masacre en la comunidad, resultado del resentimiento hacia la cercanía de los judíos con el poder político. A pesar de estos episodios, la comunidad logró recomponerse y continuar su desarrollo. Ya en el siglo XX, con la independencia de Marruecos en 1956 y especialmente tras la creación del Estado de Israel en 1948, comenzó un éxodo masivo de judíos marroquíes. De una población de cientos de miles en todo el país, hoy solo quedan unos pocos miles, y en Fez, la presencia judía es principalmente patrimonial.

Calles del Mellah de Fez |
Hoy en día, el Mellah es objeto de esfuerzos significativos de conservación y puesta en valor. El gobierno marroquí, bajo el liderazgo del rey Mohammed VI, ha promovido activamente la preservación del patrimonio judío como parte integral de la identidad marroquí. Esto incluye la restauración de sinagogas, la señalización en hebreo y árabe, y la creación de museos dedicados a la cultura judía marroquí. Uno de los proyectos más emblemáticos ha sido la restauración del barrio en su conjunto, que permite a visitantes y ciudadanos redescubrir este capítulo esencial de la historia de Marruecos.
Vamos al cementerio Judío GPS N34.0513729 W4.9947593, un cartel en la puerta nos indica que hoy y mañana permanece cerrado por una festividad.
El cementerio judío de Fez es uno de los lugares más sagrados y emblemáticos para la comunidad judía en Marruecos. Situado en el histórico barrio del Mellah, este cementerio representa no solo un espacio de descanso final para miles de generaciones de judíos marroquíes, sino también un testimonio vivo de la profunda historia y presencia judía en la ciudad de Fez, una de las capitales culturales y espirituales del país.

Cementario Judío de Fez |
Este cementerio se encuentra en la zona suroeste del Mellah y se estima que sus orígenes datan de varios siglos atrás, posiblemente desde la creación del barrio en el siglo XV. A lo largo del tiempo, ha sido el lugar de enterramiento de numerosos rabinos, líderes comunitarios, figuras religiosas y santos locales, quienes son venerados no solo por la comunidad judía, sino en muchos casos también por la población musulmana, lo que refleja la convivencia y el respeto interreligioso que caracterizó en diversas épocas a Fez.
Entre las figuras más destacadas que reposan en este cementerio se encuentra Lalla Solica, una joven mártir del siglo XIX que fue ejecutada por negarse a convertirse al Islam. Su tumba se ha convertido en un lugar de peregrinación y respeto tanto para judíos como para musulmanes, simbolizando el profundo vínculo espiritual y cultural entre ambas comunidades.
El cementerio está compuesto por miles de lápidas de piedra sencillas, muchas de ellas con inscripciones en hebreo, y presenta una disposición tradicional, con tumbas orientadas hacia Jerusalén, siguiendo el ritual judío. Aunque el tiempo y las condiciones climáticas han afectado su conservación, se han realizado varios esfuerzos para preservar este patrimonio histórico, incluyendo trabajos de restauración y mantenimiento, impulsados tanto por la comunidad local como por organizaciones internacionales interesadas en la protección del legado judío marroquí.

Sinagoga Iban Danan de Fez |
Más allá de su función funeraria, el cementerio judío de Fez es un símbolo de la continuidad y permanencia de la cultura judía en Marruecos. Representa la memoria colectiva de una comunidad que ha contribuido de manera significativa al desarrollo social, económico y cultural del país. El respeto por este lugar sagrado es una manifestación del reconocimiento de Marruecos hacia su pluralidad histórica y su riqueza multicultural.
Nos acercamos a la sinagoga Iban Danan GPS N34.0527373 W4.9931799, el precio de entrada son 25 dh. Llama la atención la vigilancia policial.
Es una de las sinagogas más antiguas e importantes del norte de África. Fue construida por la familia Ibn Danan a mediados del siglo XVII.
Es una de las pocas sinagogas marroquíes que preserva el conjunto completo original de accesorios: la tevah, el heijal, la silla de Eliahu (para la ceremonia de circuncisión), las lámparas de aceite –que son una tradición heredada de España– y los tapices bordados.

Sinagoga Iban Danan de Fez |
La sinagoga Iban Danan, ubicada en el histórico barrio del Mellah de Fez, es una de las sinagogas más antiguas y emblemáticas de Marruecos. Fundada en el siglo XVII, esta sinagoga ha sido un centro espiritual y comunitario fundamental para la comunidad judía de Fez durante siglos. Su importancia radica no solo en su función religiosa, sino también en su valor histórico, arquitectónico y cultural.
Construida en un estilo tradicional marroquí, la sinagoga Iban Danan presenta una arquitectura sencilla pero llena de detalles significativos. Su interior cuenta con un espacioso salón de oración, decorado con tallas de madera, arcos de yesería y elementos ornamentales típicos del arte islámico, reflejando la convivencia y la influencia cultural entre las comunidades judía y musulmana. Uno de los elementos más destacados es el Arca Sagrada (Aron Kodesh), donde se guardan los rollos de la Torá, tallado en madera y cuidadosamente decorado.
La sinagoga también alberga un mikvé (baño ritual) subterráneo, utilizado por la comunidad para cumplir con las normas de pureza ritual, un aspecto esencial en la vida religiosa judía. Además, el edificio ha sido restaurado en varias ocasiones, la última gran restauración realizada a finales del siglo XX, con la colaboración de la comunidad judía marroquí y apoyo estatal, para preservar su patrimonio.

Sinagoga Iban Danan de Fez |
Históricamente, la sinagoga Iban Danan fue el centro no solo de culto, sino también de actividades educativas y sociales. Allí se impartían enseñanzas religiosas y se celebraban eventos comunitarios, consolidando el papel del Mellah como un núcleo de vida judía en Fez. Aunque la población judía de la ciudad ha disminuido considerablemente desde mediados del siglo XX, la sinagoga sigue siendo un símbolo vivo de la herencia judía en Marruecos. Es importante subir hasta la terraza porque tiene una estupenda panorámica del cementerio Judio.

Synagogue Al Fassiyine de Fez |
Continuamos hacia la segunda Synagogue Al Fassiyine
GPS N34.053227 W4.9933324, está vigilada por la policía y con cámaras exteriores, precio 25 Dh.
La Sinagoga Al Fassiyine, también conocida como Slat Al Fassiyine, es una de las sinagogas más antiguas, emblemáticas y significativas de Fez, Marruecos. Situada en el histórico barrio judío del Mellah de Fez el-Jdid, esta sinagoga ha sido durante siglos un centro espiritual, cultural y comunitario para la población judía de la ciudad. Su historia se remonta a la época de la dinastía meriní, entre los siglos XIII y XV, cuando fue fundada para servir como lugar de oración de los judíos autóctonos de Fez, conocidos como los toshavim. El nombre “Al Fassiyine” significa literalmente “los de Fez” y refleja la identidad particular de esta comunidad judía que, a diferencia de los sefardíes expulsados de España, mantenía ritos y tradiciones litúrgicas propias, constituyendo así un importante componente de la diversidad cultural dentro del mundo judío marroquí.
A lo largo de su historia, la sinagoga ha atravesado diferentes etapas, reflejando los vaivenes de la historia política y social de Fez y Marruecos. Durante el siglo XVIII, bajo el reinado del sultán Moulay Yazid, la comunidad judía fue expulsada temporalmente del Mellah, y la sinagoga fue transformada en prisión. Sin embargo, poco tiempo después, los judíos regresaron a su barrio y retomaron sus actividades religiosas en el lugar, demostrando la resiliencia y permanencia de la comunidad a pesar de las adversidades. La sinagoga siguió siendo utilizada activamente hasta mediados del siglo XX, cuando la mayoría de los judíos marroquíes emigraron a Israel, Francia, Canadá y otros países, reduciendo considerablemente la población judía de Fez y, con ello, el uso habitual de la sinagoga.

Sinagoga Al Fassiyine de Fez |
Tras años de abandono y deterioro, durante los cuales el edificio incluso fue utilizado para actividades no religiosas como talleres de fabricación de alfombras y gimnasios, la sinagoga Al Fassiyine fue objeto de un ambicioso proyecto de restauración iniciado en 2013. Este esfuerzo contó con el apoyo del gobierno marroquí, la comunidad judía local, la Fundación para el Patrimonio Cultural Judío Marroquí y la cooperación internacional, incluyendo financiación del gobierno alemán. La restauración no solo permitió recuperar el esplendor arquitectónico y espiritual del edificio, sino que también simbolizó un compromiso nacional con la preservación del patrimonio judío y la promoción de la convivencia pacífica entre las comunidades religiosas del país. La reinauguración de la sinagoga fue un evento de gran relevancia, con la presencia de figuras políticas marroquíes que destacaron la importancia del respeto intercultural y la diversidad histórica como pilares de la identidad marroquí contemporánea.
Arquitectónicamente, la sinagoga Al Fassiyine es un ejemplo magnífico de la fusión entre las tradiciones judías y la influencia del arte islámico marroquí. Su salón central de oración está flanqueado por columnas que sostienen un techo de madera tallada, elaborado con un detallado trabajo artesanal que aporta solemnidad y belleza al espacio. El Arca Sagrada, o Aron Kodesh, donde se custodian los rollos de la Torá, está ubicado en la pared orientada hacia Jerusalén, siguiendo la tradición religiosa judía. Este arca es una pieza artística destacada, tallada en madera con motivos decorativos que reflejan tanto la devoción como el sentido estético de la comunidad. El suelo de la sinagoga está adornado con azulejos de cerámica de estilo tradicional, cuyos patrones geométricos y colores vivos armonizan con los delicados trabajos de yesería en las paredes, manifestando una clara influencia de la arquitectura islámica que caracteriza a Fez. Este conjunto no solo proporciona una atmósfera propicia para la oración y la meditación, sino que también es un testimonio tangible de la convivencia cultural que se desarrolló durante siglos en la ciudad.

Sinagoga Al Fassiyine de Fez |
La restauración de la sinagoga Al Fassiyine ha contribuido a revitalizar un espacio de memoria y encuentro, que hoy en día sirve como lugar de culto, pero también como un centro cultural que recibe a visitantes interesados en conocer la historia y el patrimonio judío de Marruecos. El edificio funciona como un puente entre el pasado y el presente, mostrando cómo las tradiciones judías se han integrado dentro del contexto marroquí, y cómo, a pesar de los cambios sociales y migratorios, la herencia judía sigue siendo una parte vital del mosaico cultural del país.

Puerta de Bab El-Magana de Fez |
Seguimos andando y la puerta de Bab El-Magana GPS N 34.0536541 W4.990792, nos indica que accedemos a la ciudad musulmana de Fez y abandonamos el barrio judío del Mellah. Atravesarla es adentrarse en un mundo dispar, desde la arquitectura a la disposición del comercio es completamente diferente.
Aquí cogemos un taxi rojo compartido y nos deja en la puerta más famosa de la Medina Bab Boujloud GPS N34.0617066 W4.9842653. Empezar a descubrir la Medina desde esta puerta es volver al lugar desde donde en años anteriores lo tenemos todo mucho mas familiarizado.
La Bab Boujloud, conocida como la Puerta Azul de Fez, es uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad de Fez, en Marruecos. Esta impresionante puerta da acceso a la medina, una de las más antiguas y mejor conservadas del mundo islámico, y se ha convertido en un símbolo visual e histórico del patrimonio marroquí.
Construida en 1913 durante el periodo del protectorado francés, Bab Boujloud no fue diseñada como una estructura defensiva, sino como una puerta monumental que embelleciera la entrada a la medina. Su función principal era simbólica y decorativa, mostrando el respeto por la arquitectura tradicional mientras se introducían elementos modernos.

Bab Boujloud de Fez |
La puerta destaca por su estilo arquitectónico moro-andalusí, caracterizado por la simetría, los arcos de herradura y el uso de mosaicos decorativos conocidos como zellige. Presenta tres arcos: uno central, más grande, y dos laterales más pequeños. La fachada exterior está decorada con azulejos de color azul, el cual representa la ciudad de Fez. En cambio, la cara interior de la puerta está adornada con mosaicos verdes, un color simbólicamente asociado al islam.
Los detalles ornamentales de Bab Boujloud son un ejemplo del refinamiento del arte islámico: patrones geométricos, caligrafía árabe y formas florales que se entrelazan en perfecta armonía. El uso del yeso tallado y la cerámica vidriada aporta un aire de majestuosidad y equilibrio visual a la estructura.
Aquí en años anteriores comenzaban nuestras andanzas por la ciudad de Fez porque era el lugar donde aparcamos, ahora, han hecho un parking subterráneo para coches y ha quedado todo diáfano.
Es la hora de la comida y esta parte es un mal sitio para tener hambre porque es el lugar de los restaurantes para turistas.

Carnicería de Fez |
Solamente tenemos que andar unos metros hasta llegar a la zona de las carnicerías. Una luz se nos ilumina al ver unos magníficos chuletones de ternera.
Solamente tenemos que encontrar un bar donde están asando grill con carbón para que nos los quieran cocinar. Un chico amablemente nos ayuda para indicarnos donde poder cocinarlos.
Al carnicero le indicamos la pieza que queremos, dos chuletones pesan 700 gramos y nos pide 7 euros.
El dueño del restaurante por cocinarlos, acompañados de dos ensaladas marroquíes, pan y agua, nos pide otros 6 euros. En total comemos por 13 euros, todo muy bien cocinado y en su punto.
Éramos la envidia del turisteo de la Medina y servía de reclamo para otros que les indicábamos como hacerlo.
Con el estómago lleno vamos hasta la vecina Madrasa de Bou Inania GPS N34.0622882 W4.9840285, está enfrente, Precio 20 dh.

Madrasa Bou Inania de Fez |
La Madrasa Bou Inania, situada en el corazón de la ciudad de Fez, es uno de los monumentos más sobresalientes del arte islámico en Marruecos. Construida entre los años 1350 y 1357 por orden del sultán Abu Inan Faris, de la dinastía meriní, esta madrasa representa la combinación perfecta entre funcionalidad, espiritualidad y belleza arquitectónica.
La palabra madrasa en árabe significa “escuela”, y, en el contexto islámico, hace referencia a un centro de enseñanza religiosa. La Madrasa Bou Inania se utilizaba para educar a los jóvenes musulmanes en el Corán, la ley islámica (sharía), la gramática árabe, la astronomía, la lógica y otras ciencias que eran consideradas esenciales para el conocimiento religioso y social. También ofrecía alojamiento gratuito a los estudiantes, muchos de los cuales venían de otras ciudades y regiones del mundo islámico.
Lo que distingue a esta madrasa de otras similares en Marruecos es que incluye una mezquita funcional con su propio minarete, algo poco común en este tipo de edificios. Gracias a esto, la madrasa no solo fue un centro educativo, sino también un lugar de culto y oración para la comunidad. Además, el sultán Abu Inan hizo restaurar el cercano reloj de agua (dar al-magana), que ayudaba a marcar los tiempos de oración y estudio.

Madrasa Bou Inania de Fez |
Desde el punto de vista arquitectónico, la Madrasa Bou Inania es una verdadera joya del arte islámico meriní, influenciado por el estilo moro-andalusí, que se desarrolló en el norte de África y la España musulmana. El edificio está organizado alrededor de un patio central de mármol blanco, donde se encuentra una fuente de abluciones que refleja la importancia de la purificación en el islam. Este espacio es rodeado por columnas, arcos y galerías ricamente decoradas.
Los materiales utilizados y la decoración interior son impresionantes. Las paredes están revestidas con zellige, un tipo de mosaico cerámico vidriado dispuesto en patrones geométricos extremadamente detallados. Por encima de estos mosaicos, se encuentra una franja decorada con caligrafía árabe que reproduce versos del Corán y otros textos sagrados. La parte superior de las paredes y los techos están cubiertos con yeserías talladas y madera de cedro finamente labrada, mostrando una gran maestría artesanal.
La luz natural juega un papel fundamental en la atmósfera del edificio. La manera en que entra a través de las aberturas superiores crea juegos de luces y sombras que refuerzan el sentido de recogimiento espiritual. Cada rincón de la madrasa fue diseñado no solo con propósito funcional, sino también para inspirar una experiencia estética y mística.

Madrasa Bou Inania de Fez |
A lo largo de los siglos, la Madrasa Bou Inania ha sido cuidadosamente restaurada, especialmente en el siglo XX, cuando se reconoció su valor patrimonial. Actualmente, está abierta al público, siendo uno de los pocos monumentos religiosos de Marruecos accesibles a los no musulmanes. Recibir visitantes es parte de un esfuerzo para preservar y dar a conocer el rico legado cultural de Fez, ciudad que fue durante siglos un importante centro de conocimiento, comercio y espiritualidad en el mundo islámico.

El Kassr Annoujoum de Fez |
Pasamos por un ejemplo de la arquitectura de Fez El Kassr Annoujoum GPS N34.0616174 W4.9804628, también conocido como el Palacio de las Estrellas, es un destacado centro cultural situado en el corazón de la medina de Fez, Marruecos. Este elegante riad se erige como un ejemplo excepcional de la arquitectura tradicional marroquí, fusionada con influencias internacionales, y sirve como sede de la Fondazione Ducci, una organización dedicada al diálogo intercultural entre Marruecos e Italia.
El palacio presenta un plano rectangular con tres estructuras principales que se abren hacia un amplio patio central. Este patio está adornado con una fuente de mármol de Carrara y rodeado por columnas decoradas con mosaicos de zellige multicolores. Las logias del primer piso, sostenidas por columnas de cedro, conducen a salones decorados con paneles de mármol negro y cerámica vidriada. Las habitaciones están decoradas con yeserías talladas y techos de madera de cedro, mostrando una maestría artesanal excepcional. Desde la terraza se ofrece una vista panorámica de la medina y las murallas meriníes.

El Kassr Annoujoum de Fez |
La Fondazione Ducci organiza una variedad de eventos culturales en Kassr Annoujoum, incluyendo exposiciones de arte, conciertos y talleres. Estos eventos buscan promover el entendimiento y la colaboración entre las culturas marroquí e italiana, ofreciendo a los visitantes una inmersión profunda en las tradiciones y el arte de ambas naciones.

Palacio El Glaoui de Fez |
Nuestro siguiente destino es el Palacio Glaoui, nos cuesta mucho trabajo encontrar la entrada en el laberinto de calles de la Medina GPS N 34.0589446 W4.9774083, entrada 25 Dh.
En el corazón de la medina de Fez, una de las ciudades imperiales más antiguas y culturales de Marruecos, se encuentra el Palacio El Glaoui, también conocido como Dar Glaoui. Este palacio, aunque menos conocido que otras atracciones turísticas como la Madrasa Bou Inania o la Puerta Bab Boujloud, encierra una riqueza histórica y arquitectónica que lo convierte en un auténtico tesoro escondido.
Construido a finales del siglo XIX, el palacio fue propiedad de la poderosa familia El Glaoui, originaria del Alto Atlas. Esta familia llegó a ocupar una posición privilegiada en la política marroquí durante el periodo del protectorado francés. El más famoso de sus miembros fue Thami El Glaoui, conocido como el “Pasha de Marrakech”, quien fue una figura influyente y a menudo controvertida por su colaboración con los franceses. Su hermano, Madani El Glaoui, fue gran visir en Fez y responsable de la construcción de este magnífico palacio.

Patio del Palacio El Glaoui de Fez |
El Palacio El Glaoui fue concebido como una muestra del poder, la riqueza y la sofisticación de la familia. Su diseño sigue los principios de la arquitectura marroquí andalusí, con influencias otomanas. La estructura se organiza en torno a varios patios interiores, cada uno con una fuente central de mármol que proporciona frescor y serenidad. Estas fuentes, junto con los jardines y los corredores decorados, crean un ambiente íntimo y armonioso que refleja la espiritualidad y la estética del arte islámico.
Uno de los aspectos más notables del palacio es su extraordinaria decoración interior. Los suelos están revestidos con zellige, mosaicos de cerámica multicolor dispuestos en patrones geométricos que no solo cumplen una función estética, sino también simbólica. Las paredes están adornadas con yeserías finamente trabajadas, y los techos presentan intrincadas tallas en madera de cedro, una especialidad artesanal de Fez. Este trabajo minucioso da testimonio del talento de los artesanos marroquíes y del refinamiento de la élite del país en aquella época.
A pesar de su grandeza, el palacio ha pasado por periodos de abandono y deterioro tras la independencia de Marruecos. Actualmente, partes del edificio han sido restauradas y se utilizan para eventos culturales, cenas tradicionales, conciertos de música andalusí y exposiciones de arte. Sin embargo, muchas otras zonas permanecen en estado ruinoso, lo cual añade un aire melancólico y auténtico a la visita. Caminar por sus salones vacíos y corredores silenciosos es una experiencia profundamente evocadora, como si uno pudiera escuchar los ecos de una era ya pasada.

Arco del Palacio El Glaoui de Fez |
Hoy, el Palacio El Glaoui representa más que una joya arquitectónica; es también un testimonio vivo de la historia moderna de Marruecos, especialmente del periodo colonial, del papel de las grandes familias aristocráticas y del mestizaje entre lo tradicional y lo moderno. Aunque no es tan frecuentado por turistas como otros sitios en Fez, quienes lo descubren suelen quedar profundamente impresionados por su atmósfera única.

Patio principal del Palacio El Glaoui de Fez |
El resto de la tarde lo dedicamos a pasear por la Medina, unas veces con rumbo y otros completamente perdidos, aunque siempre conectados con el Google Maps, que muchas veces no sabemos su utilidad.

Barka Fondouq de Fez |
Entre los sitios que rápidamente visitamos se encuentra el Barka Fondouq, también conocido como Fondouk Bazaar, es un restaurante destacado ubicado en el corazón de la antigua medina de Fez. Ofrece una experiencia gastronómica única que combina sabores tradicionales marroquíes con influencias mediterráneas y libanesas.
Pasear por las estrechas y laberínticas calles de la medina de Fez es como adentrarse en una máquina del tiempo. A cada paso, el viajero se encuentra con rastros de una ciudad que fue, durante siglos, un punto neurálgico del comercio y el conocimiento en el mundo islámico. Entre sus construcciones más emblemáticas destacan los fondouq, antiguos albergues para comerciantes, que aún hoy conservan el eco de voces lejanas, de trueques, y del bullicio de las caravanas que llegaban desde los rincones más remotos del mundo árabe y africano.
Los fondouq no eran simples hospedajes. Eran verdaderas casas de comercio, diseñadas para alojar a los comerciantes, guardar sus mercancías y servir de punto de intercambio económico y cultural. En sus patios interiores se descargaban tejidos, especias, pieles, cerámicas o metales preciosos, mientras los viajeros descansaban en las habitaciones de los pisos superiores. Todo ello enmarcado por una arquitectura sobria pero funcional, que combinaba la piedra, la madera tallada y los tradicionales zelliges (azulejos marroquíes).

Barka Fondouq de Fez |
Fez, gracias a su ubicación estratégica, se convirtió en un gran centro de tránsito y de producción artesanal. En los fondouq no solo se alojaban extranjeros, sino también maestros artesanos locales que trabajaban en talleres abiertos al patio, dando forma a objetos que todavía hoy se consideran auténticas obras de arte. Cada fondouq solía estar vinculado a un gremio o producto específico, lo que permitía una organización eficiente y una competencia sana entre los oficios.
Aunque muchos fondouq han caído en el olvido o han sido transformados en otros espacios —cafés, tiendas, restaurantes como el moderno Fondouk Bazaar—, su esencia permanece viva. Son testimonio de una época en la que el comercio no solo movía la economía, sino también las ideas, los saberes y las culturas.
Los fondouq de Fez son mucho más que edificios antiguos. Son fragmentos vivos de la historia, piezas esenciales del alma de la medina, y recordatorios de un Marruecos que supo abrir sus puertas al mundo sin perder su identidad. Caminar entre sus muros es recordar que, en algún momento, todos fuimos viajeros en busca de un lugar donde comerciar, descansar y compartir historias.

Plaza de Saffarine de Fez |
Estamos muy cansados y queremos llegar hasta la plaza de los Caldereros para tomarnos un zumo de naranja mientras vemos las imágenes de los artesanos trabajando sobre el metal que todavía se mantienen en el mismo lugar desde hace cientos de años.
En el corazón vibrante de la medina de Fez, donde el tiempo parece estar suspendido entre los ecos del pasado, se encuentra un rincón singular: el barrio de los caldereros, conocido por muchos como el Souk es-Saffarine. Basta con adentrarse unos pasos desde la bulliciosa plaza Seffarine para que los sentidos se agudicen: el olor del cobre calentado, el repicar constante de los martillos, el murmullo de generaciones que han transmitido el arte de moldear el metal como si fuera un lenguaje secreto.
Este barrio no se ve, se escucha. El sonido del cobre golpeado reverbera en las paredes de los edificios antiguos y se convierte en la música de una ciudad que nunca ha dejado de crear. Desde muy temprano, los artesanos se instalan frente a sus talleres abiertos a la calle, en bancos bajos, rodeados de herramientas negras por el uso y de objetos en todas las etapas de su creación. Allí nacen calderos, bandejas, lámparas, teteras, jarras y piezas que llevan el sello indeleble del trabajo hecho a mano.

Plaza de Saffarine de Fez |
Pasear por este barrio es como entrar en una coreografía perfectamente ensayada desde hace siglos. Hay hombres jóvenes aprendiendo el oficio junto a sus padres o tíos, y hay maestros mayores que trabajan con un gesto pausado, como si cada golpe tuviera un sentido profundo. El calor, el polvo del metal, el roce de las limas, el tintineo de cada cincelado: todo forma parte de una experiencia sensorial que va más allá de lo visual.
La plaza, con su fuente central y la biblioteca Qarawiyyin a pocos pasos, es un punto de encuentro y de descanso. Allí los caldereros toman té, conversan, observan a los turistas que se asoman con timidez. A veces los visitantes compran alguna pieza; otras veces, solo miran. Pero los artesanos continúan trabajando igual, como si supieran que el valor de lo que hacen no necesita ser explicado.
El barrio de los caldereros de Fez no es solo un lugar para comprar objetos: es un testimonio vivo de la resistencia del saber tradicional frente al avance de la producción industrial. En un mundo donde todo tiende a la rapidez y la repetición, aquí se defiende la lentitud, el detalle, la memoria de las manos.

Plaza de Saffarine de Fez |
Cada caldera tiene su historia. Cada bandeja cincelada es el resultado de horas de trabajo, de ojos atentos, de una relación íntima entre el artesano y el metal. Algunos diseños son geométricos, otros florales, otros simplemente libres. Pero todos conservan esa belleza irregular que solo lo hecho a mano puede ofrecer.
A veces, mientras uno se detiene a mirar, puede surgir una conversación breve, una sonrisa, una invitación a entrar al taller y ver más de cerca cómo se realiza una pieza. Y si se tiene suerte, se puede incluso sostener una herramienta, sentir el peso de un martillo o el calor del fuego. Es entonces cuando uno comprende que el verdadero valor del barrio no está en los objetos, sino en los gestos repetidos, en la dignidad del trabajo diario, en la herencia silenciosa que se transmite sin ceremonias.
Visitar el barrio de los caldereros es asomarse a una forma de vida que se defiende contra el olvido. Es descubrir que, en medio del ruido del turismo moderno, aún quedan lugares donde lo esencial sigue intacto: el amor por el oficio, el respeto por la materia, la paciencia del trabajo bien hecho.

Plaza de Saffarine de Fez |
La primera vez que llegamos a Fez fue hace casi veinte años, empujados por una mezcla de curiosidad, intuición y un mapa tan rudimentario que más parecía una invitación a perderse que una guía de orientación. Era una hoja gastada, con apenas dos calles señaladas con nombre, y que parecía más un testimonio de otro tiempo que una herramienta útil para el presente.

Reverso de la puerta Azul Calles de la ciudad de Fez |
Recuerdo el momento exacto en que cruzamos la puerta de Bab Bou Jeloud, la entrada azul y verde que parecía abrazar al visitante antes de lanzarlo sin aviso al corazón palpitante de la medina. Atrás quedaban las carreteras polvorientas, la velocidad, los carteles en francés y árabe que aún no sabíamos leer; delante se abría un laberinto de piedra, voces, olores y siglos superpuestos.
No había aplicaciones, ni GPS, ni fotos satelitales que nos dijeran por dónde ir. Solo teníamos aquel mapa incompleto y una cierta fe ingenua: la de que, como en los cuentos, todos los caminos terminarían llevándonos a casa. Y, sin embargo, siempre conseguíamos salir. No sé cómo. Quizás la ciudad, caprichosa pero sabía, nos devolvía al mundo exterior cuando ya habíamos aprendido lo suficiente en sus entrañas.
Ahora, veinte años después, todo es distinto. La gente camina mirando sus móviles, creyendo que el camino está trazado por la tecnología. Pero Fez es otra cosa. Fez no se deja dominar por satélites ni por rutas optimizadas. Te hace creer que sabes a dónde vas, hasta que te encuentras, sin entender cómo, en un callejón sin salida donde un gato duerme sobre una alfombra de tierra y pan seco. Esta ciudad no se deja leer en Google Maps. Es ella la que te lee a ti.

Comida callejera en las calles de la ciudad de Fez |
Hoy dejo mi viejo mapa en casa, pero una parte de mí cree que si lo hubiese traído, todavía me orientaría mejor que cualquier app. Ese mapa conocía mis pasos, mis errores, mis rodeos. Había memorizado mis dudas.
En aquellos días, el contraste entre el mundo musulmán y nuestra vida cotidiana en España era tan grande que nos costaba comprenderlo todo sin prejuicios. Cada rincón parecía un desafío, cada mirada una pregunta. El turismo era escaso, y la hospitalidad local, aunque presente, se daba en un idioma que aún no sabíamos interpretar del todo.
Nos movíamos con una cautela que hoy recuerdo con cierta ternura. Llevábamos la nevera de la autocaravana llena de conservas, pan, embutidos y botellas de agua como si estuviéramos en medio del desierto. Al pasar por los mercados, veíamos con fascinación y cierto respeto los mostradores llenos de carne al sol, rodeados de moscas que parecían parte del inventario. Nos maravillaba todo: las montañas de especias de colores imposibles, las pirámides de aceitunas, los vendedores que parecían salidos de una novela antigua. Pero no nos atrevíamos a probar nada. Solo mirar, escuchar, aprender.

Artesanos en las Calles de la ciudad de Fez |
Los artesanos nos parecían figuras míticas. Los veíamos trabajar el cuero con manos curtidas, cortar babuchas con una precisión casi mágica, moldear el metal con fuego y paciencia. La medina era un mundo dentro del mundo, un universo que latía con sus propias leyes, con sus propios tiempos, con su propia música.
Y nosotros, pequeños viajeros del norte, lo recorríamos como quien atraviesa un sueño: sin saber muy bien si éramos protagonistas o simples testigos. La Medina de Fez con su millón de habitantes sigue siendo un verdadero espectáculo de sensaciones, olores y sentimientos encontrados.
Antes de que tus ojos se acostumbren al caos ordenado de colores y texturas, lo que llega es el sonido. El tintineo de los martillos en las forjas, el grito agudo de un vendedor de azafrán, el murmullo constante de pasos sobre las piedras irregulares, el balido de una cabra que parece extraviada entre los puestos. Hay un idioma que no se aprende con libros ni clases: es el lenguaje del zoco, y sólo se entiende con los sentidos despiertos.
Cada mañana nos aventurábamos en sus pasillos estrechos, sin saber a dónde llegaríamos ni a quién encontraríamos. Había una magia inevitable en aquel desorden. Las tiendas no eran tiendas, eran cuevas, cofres abiertos, pequeños teatros donde cada vendedor representaba una escena sin guion. Algunos te saludaban con una sonrisa abierta, otros con una mirada silenciosa, pero todos con el mismo deseo: que te detuvieras, que miraras, que formaras parte de ese instante.

Vendedores de dulces en las calles de la ciudad de Fez |
Recuerdo especialmente a un viejo vendedor de especias, sentado tras un mostrador cubierto de conos de polvo de colores: ocre, bermellón, naranja encendido, verde seco. No hablaba nuestro idioma, ni nosotros el suyo, pero nos ofreció un pequeño puñado de comino molido como si fuera oro. Lo olimos con respeto. Nos sonrió sin prisas, con esa calma que solo tienen los que han visto pasar muchas estaciones. A veces, esa fue toda la conversación. Pero salíamos de allí con el corazón lleno.
Había un lugar del zoco que evitábamos los primeros días: la zona de las curtidurías. El olor era brutal, una bofetada en plena cara. Pero la curiosidad pudo más que el miedo. Subimos a una terraza desde donde se veían los pozos de tintura, círculos perfectos llenos de líquidos rojizos, azules, amarillos. Hombres con las piernas manchadas hasta las rodillas caminaban dentro como si fueran alquimistas de otra era. Allí, el cuero no era moda: era lucha, arte, subsistencia.
El zoco tenía también rincones de sombra y silencio, lugares donde la luz apenas entraba y las voces se volvían susurros. A veces encontrábamos talleres diminutos donde un solo hombre trabajaba el latón, grabando con paciencia infinita los bordes de una bandeja. O escuchábamos el sonido regular del telar de un artesano de seda, oculto en un rincón que parecía robado al tiempo. Nos deteníamos, fascinados, sin saber si estábamos en 2005, en 1500 o en ninguno de los dos.

Calles de la ciudad de Fez |
Y sin embargo, todo nos resultaba familiar, como si en el fondo esas voces —aunque distintas— hablaran también de nosotros: de la necesidad de crear, de vender, de contar historias, de dar forma con las manos a lo que la mente imagina. No entendíamos las palabras, pero comprendíamos el gesto. Y eso era suficiente.
Al mediodía, cuando el calor se volvía más denso y el bullicio bajaba, encontrábamos refugio en alguna plaza escondida. Allí bebíamos agua, compartíamos pan y nos quedábamos observando, en silencio, cómo la vida seguía fluyendo sin preocuparse por nosotros.
Porque el zoco de Fez no necesita testigos. Es un organismo que respira por sí mismo, que late con su propio ritmo. Pero si sabes mirar —si sabes escuchar—, te regala un pedazo de su alma.
Hay ciudades que viven en el presente, otras en el futuro. Fez vive en el tiempo suspendido hemos ido muchas y veces y cada año vemos pequeñas diferencias que son imperceptibles al ojo humano.
No es que la ciudad se haya quedado atrás. Es que ha decidido no correr. No tiene prisa. Las cosas en Fez suceden como si el reloj fuera un artefacto decorativo, como si el paso de las horas dependiera más de la luz que entra por un arco que del tic-tac de un mecanismo suizo.

Especias en las calles de la ciudad de Fez |
Durante aquellos primeros días, esta percepción del tiempo fue lo que más nos descolocó. Veníamos de un mundo donde todo era inmediato, donde hasta el descanso debía ser productivo. Pero aquí, sentarse a observar cómo se tuesta el pan en un horno de leña, o ver cómo un niño juega con una rueda vieja en una esquina, podía llevar una hora... o más. Y nadie parecía necesitar más que eso.
Un día, sin proponérnoslo, nos quedamos atrapados en una pequeña plaza mientras una boda pasaba por delante. Un grupo de músicos con tambores y gaitas marroquíes —los ghaita— encabezaban una comitiva de hombres que cantaban y bailaban mientras las mujeres los seguían a distancia, más discretas, pero igual de radiantes. La novia no estaba a la vista; aún no. Solo la alegría era visible. Nos quedamos allí, entre turistas desorientados, gatos callejeros y ancianos sentados en sillas de mimbre, como si todos compartiéramos el mismo banco de un teatro invisible.
Aquello duró quizá veinte minutos. O una eternidad. Fez tiene ese poder: estira los momentos hasta que se vuelven memorias antes de tiempo.
La medina, con sus 9000 callejones, es una red de laberintos donde el presente parece desvanecerse. En cada rincón, uno siente que el pasado no ha sido reemplazado, solo se ha quedado quieto. Las puertas de madera tallada, los techos de tejas verdes, las fuentes con mosaicos... Nada parece haber sido diseñado para cambiar. Y, sin embargo, todo cambia lentamente, como si respirara con calma.

Detalle puerta en las Calles de la ciudad de Fez |
Nos costó mucho dejar de buscar la lógica occidental. Preguntábamos cuánto tiempo faltaba para algo, cuánto costaba tal producto, cuánto medía aquella calle. Y muchas veces recibíamos sonrisas como respuestas, o un gesto con la mano que significaba: “depende”. Fez no es una ciudad de certezas, es una ciudad de intuiciones.
Con el tiempo aprendimos a movernos como se mueve el agua por una acequia: sin forzar, sin cuestionar demasiado. Empezamos a medir el día por el sonido de la llamada a la oración, por el momento en que el panadero abría su horno, por el instante en que el sol tocaba la cúpula de una mezquita. Y, extrañamente, esa forma de habitar el tiempo nos hizo sentir más libres.
Una tarde, nos sentamos frente a un anciano que vendía libros usados en árabe, francés y español. Sin decir palabra, nos ofreció uno. Era una edición ajada de un texto de Ibn Battuta, el gran viajero marroquí del siglo XIV. Lo hojeamos, fascinados. “Este también caminó estas calles”, dijo en un español esforzado. Y en ese momento comprendimos: no estábamos solos. Fez había sido testigo de millones de pasos como los nuestros. No importaba si veníamos del siglo XXI. Éramos parte del mismo hilo.

Calles de la ciudad de Fez |
Así que dejamos de correr. Aprendimos a quedarnos. Y en quedarnos, comprendimos que Fez no es una ciudad que se recorre. Es una ciudad que te permite estar.
Fez, en aquellos primeros días, no solo nos ofrecía maravilla y asombro. También nos enfrentaba a nuestros propios temores.
Veníamos de una Europa ordenada, familiar, donde las normas eran previsibles y el caos se evitaba a toda costa. En cambio, la medina de Fez nos recibía con una lógica que parecía ajena a todo lo que conocíamos. Y el miedo, aunque no lo confesáramos en voz alta, nos acompañaba como un huésped más.
Lo sentíamos especialmente al caer la tarde. Cuando el sol bajaba y las calles se volvían sombras, las luces escaseaban y la ciudad parecía cerrarse sobre sí misma. En esos momentos, cada cruce sin señal, cada esquina con hombres sentados en silencio, cada niño que se nos acercaba para “guiarnos” por unas monedas, nos ponía en guardia.
Nos preguntábamos si era seguro, si estábamos haciendo lo correcto, si no estábamos siendo ingenuos.

Calles de la ciudad de Fez |
Pero con el paso de los días, comenzamos a descubrir que el miedo muchas veces era nuestro, no de la ciudad. Era una herencia que traíamos puesta, un escudo construido a base de desconocimiento y distancia cultural. No era Fez la que debía ganarse nuestra confianza. Éramos nosotros quienes debíamos aprender a ofrecerla.
Uno de los momentos clave fue en un callejón estrecho donde nos perdimos una vez más. Un joven se ofreció a llevarnos hasta Bab Rcif, el corazón del centro urbano. Dudamos. No hablaba nuestro idioma, iba descalzo, vestía una chilaba desgastada. Pero algo en su mirada —quizás la ausencia de urgencia, la calma con la que nos esperó decidir— nos hizo asentir.
No habló durante todo el trayecto. Caminaba unos pasos por delante, de vez en cuando miraba hacia atrás para ver si lo seguíamos. Al llegar, señaló con la mano y se despidió con una leve inclinación de cabeza. Le ofrecimos unas monedas. Sonrió, las rechazó con un gesto suave y se marchó por donde había venido.
Ese gesto rompió algo dentro de nosotros. Un nudo. Un prejuicio. Un peso invisible. Y desde ese día, dejamos de mirar con sospecha y empezamos a mirar con atención.

Calles de la ciudad de Fez |
Aquel mismo día, de regreso a la autocaravana, hablamos largamente sobre el miedo. No el miedo real —a una amenaza concreta— sino ese miedo sutil que impide abrir el corazón. El que te hace mirar con recelo en lugar de con curiosidad. El que te lleva a cargar con tus propios alimentos porque no te fías del pan del otro.
Durante nuestros primeros días en Fez, vivíamos como si estuviéramos de paso por un lugar potencialmente peligroso. Pero poco a poco, la ciudad nos fue enseñando que la seguridad no siempre está en los muros, ni en las puertas cerradas, ni en las alarmas. A veces está en el respeto. A veces, en la humildad.
Aprendimos a comer en pequeños puestos callejeros. A confiar en la tetera compartida. A aceptar un vaso de té como un acto de bienvenida, no como una trampa. Aprendimos que un zoco no es un caos, sino una conversación colectiva. Que un niño que grita no es una amenaza, sino un juego.
El miedo no desapareció del todo. Pero se transformó. Pasó de ser una barrera a convertirse en un filtro que nos obligaba a mirar más de cerca, a escuchar mejor, a no dar nada por sentado.

Dentista en las Calles de la ciudad de Fez |
Y con esa nueva confianza, la ciudad cambió. O, más bien, la empezamos a ver de otra manera. Como si por fin se hubiera abierto una puerta que no habíamos sabido encontrar antes.
Después de largas jornadas caminando por los intrincados laberintos de la medina, las noches eran nuestro refugio. La autocaravana, estacionada en Bab Boujloud, se convertía en nuestro pequeño mundo, un santuario donde podíamos descansar y asimilar todo lo vivido.
Al caer el sol, la ciudad parecía cambiar de piel. El bullicio del zoco desaparecía poco a poco, las luces de gas y los faroles se encendían, dibujando sombras danzantes en las paredes. Desde la ventana de la autocaravana, escuchábamos el lejano eco de la llamada a la oración, un canto que, aunque repetido, nunca perdía su poder hipnótico.
Dentro, el espacio era reducido pero acogedor. Preparábamos nuestra cena con calma, sin prisas, en un pequeño fogón. A veces compartíamos pan con aceitunas y un poco de queso, mientras afuera el aire se impregnaba de aromas lejanos a especias, madera quemada y menta fresca.

Calles de la Medina de ciudad de Fez |
Aquellas noches eran momentos de recogimiento y también de reflexión. A menudo comentábamos las historias del día, las personas que habíamos conocido, los aromas que aún parecían bailar en nuestras narices, las texturas de las telas que habíamos tocado. Pero también las dudas, las incógnitas que la ciudad planteaba sin resolver.
La autocaravana era nuestra burbuja, sí, pero también el lugar desde donde nos sentíamos conectados con Fez. Era como si la distancia física nos permitiera mirar con más claridad, sin perdernos en el vértigo del día.
A veces, mientras nos preparábamos para dormir, mirábamos el cielo estrellado. La contaminación lumínica era mínima, y el firmamento nos regalaba un manto de infinitas luces. Recordábamos entonces que, a pesar de las diferencias culturales y los siglos que nos separaban, todos compartíamos ese mismo cielo.
En esas noches calladas, sentíamos que Fez se había instalado en nuestro interior. No era solo un lugar para visitar, sino un espacio para recordar, para guardar. Un refugio que no necesitaba muros altos, sino la disposición a dejarse habitar.
Veinte años después de aquella primera visita, regresamos a Fez con una mezcla de nostalgia y expectación. Mucho había cambiado en el mundo, pero nos preguntábamos: ¿habría cambiado Fez?

Calles de la ciudad de Fez |
Al entrar nuevamente por la puerta de Bab Bou Jeloud, el azul y el verde seguían intactos, como guardianes silenciosos del tiempo. Pero esta vez, nuestros pasos eran más seguros, aunque el corazón latía con la misma emoción de entonces.
Habíamos dejado en casa el viejo mapa de papel. Ahora, con Internet y aplicaciones, pensábamos que sería fácil navegar la medina. Pero pronto comprendimos que la ciudad seguía siendo un laberinto, y que las tecnologías solo eran una capa superficial sobre su misterio.
Las calles se habían llenado de turistas, las tiendas parecían menos artesanales y más orientadas al visitante extranjero. Sin embargo, aún podíamos encontrar los rincones donde el tiempo parecía detenerse: los talleres escondidos, los patios de los fondouq, las voces del zoco que nunca se apagan.
Nos reencontramos con el aroma de las especias, el sonido del martillo en el metal y la cadencia de las plegarias. Sentimos que Fez, aunque cambiante, seguía manteniendo su alma.
Pero también nos dimos cuenta de algo nuevo: que nosotros habíamos cambiado. Ya no éramos solo observadores; éramos parte de la historia que habíamos comenzado a escribir dos décadas atrás.

Puertas de las Calles de la Medina ciudad de Fez |
Volvimos a perder el rumbo en las calles estrechas, a charlar con artesanos, a saborear un té de menta en alguna plaza escondida. Y aprendimos que, aunque el tiempo pasa y las cosas evolucionan, Fez siempre encuentra la manera de sorprender a quien se atreve a mirar más allá.
Día 15 de abril (martes) Ruta: Fez-Taza

Comida en la ciudad de Taza |
El día comienza en el parking público de pago pegado a la Medida de Fez, GPS N34.0684 W4.9694. La noche ha sido más tranquila aunque los ladridos provienen del perro del parking, es un imponente rottwailer.
El día comienza muy gris, en principio queríamos visitar las tenerías que tenemos al lado del parking, pero llueve torrencialmente y decidimos continuar el viaje.
Pagamos los 80 Dh de los dos días y continuamos hasta nuestro siguiente destino, es la ciudad de Taza, se encuentra a unos 120 km. de Fez en dirección Argelia.
Una parte del trayecto lo hacemos por una nacional y el resto por autopista de peaje, 39 Dh.
En el mismo peaje repostamos en una estación de Shell, el precio es similar a otras gasolineras 11.05 Dh y aqui se puede pagar con tarjeta de crédito. Hacemos un reset a la autocaravana, pero no podemos llenar de agua porque no es potable. Debemos esperar a llegar a Taza para poder rellenar el agua potable en un lavadero, les doy 20 Dh.

Medina alta de Taza |
Tenemos referenciado un parking que está en la entrada de una instalación del ejército, como sitio seguro. Pero amablemente el jefe de la guardia nos dice que podemos aparcar durante el día, pero no podemos pernoctar. Nos indica en Google Maps otro sitio oficial y vigilado donde no tendremos problemas.
El parking gratuito en la ciudad de Taza se encuentra en la zona de los edificios oficiales, no tiene gorrilla y está vigilado por la policía GPS N34.216878 W4.007695.
Se nos ha echado encima el mediodía y decidimos hacer una comida rápida en la propia autocaravana, descansar un poco y salir para descubrir esta ciudad que es la primera vez que visitamos.
Según las guías turísticas la zona más interesante de Taza es la Medina Antigua, además del mercado tiene dos mezquitas, solamente podemos ver la de los Andaluces porque la otra lleva tres años de rehabilitación.
Para subir a la Medina cogemos un Taxi compartido aquí son azules y nos cuesta unos 0,90 céntimos de euro.

Calles de Taza |
La Medina se encuentra en la parte más alta de la ciudad dentro de una muralla y desde aquí se contempla una magnífica panorámica de la ciudad de Taza Nueva, las montañas del Riff y de las faldas de los Atlas.
Ubicada estratégicamente entre el Rif y el Medio Atlas, la ciudad de Taza es una de las joyas históricas menos exploradas de Marruecos. Su medina antigua, también conocida como Taza la Alta, es un auténtico testimonio de las civilizaciones que han dejado su huella en el norte del país desde hace más de mil años. Este núcleo urbano amurallado no solo posee un gran valor arquitectónico y patrimonial, sino que también representa una pieza clave en la comprensión del desarrollo político, militar y religioso del Marruecos medieval.
La medina de Taza fue fundada en el siglo XI por la tribu bereber de los Miknasa, quienes establecieron un ribat —una especie de fortaleza religiosa y militar— en esta zona estratégica que conecta el este y el oeste de Marruecos. Su ubicación en el paso natural conocido como “el cuello de botella de Taza” la convirtió desde temprano en un lugar clave para el control de las rutas comerciales y militares.

Interior de la Medina de Taza |
Durante los siglos siguientes, Taza pasó por manos de varias dinastías importantes. En 1074 fue tomada por los almorávides, quienes consolidaron su carácter defensivo. En el siglo XII, los almohades la convirtieron en una base militar importante desde la cual lanzaron campañas hacia el oeste. La ciudad alcanzó uno de sus momentos de mayor esplendor bajo los merínidas, que la tomaron en 1248 y la dotaron de nuevas construcciones religiosas y educativas, como madrasas y mezquitas.
La medina de Taza conserva hasta hoy una muralla de aproximadamente 3 kilómetros de longitud que rodea el casco antiguo. Estas murallas, construidas originalmente en el siglo XII, fueron reforzadas en el siglo XVI por el sultán saadí Ahmad al-Mansur. Las puertas de la ciudad, como Bab el-Rih (la Puerta del Viento), Bab el-Qebbour y Bab Jemaa, servían tanto como elementos defensivos como de control social y económico.
En su interior, la medina está formada por un entramado de calles estrechas y laberínticas, típico de las ciudades islámicas medievales. Entre sus monumentos más notables se encuentra la Gran Mezquita de Taza, mandada a construir por el califa almohade Abd al-Mu'min en el siglo XII. Esta mezquita no solo es una de las más antiguas del norte de África, sino que también alberga una lámpara de bronce andalusí, símbolo del intercambio cultural entre al-Ándalus y el Magreb.

Calles de Taza |
Otros lugares de interés dentro de la medina incluyen la Mezquita de los Andaluces, la Madrasa Abou El Hassan —fundada en 1332 para la formación religiosa— y el antiguo Palacio Real o Dar el Makhzen, que servía como sede del poder local.
A diferencia de otras medinas más turísticas como las de Fez o Marrakech, la medina de Taza ha permanecido relativamente al margen del turismo de masas. Esto, si bien ha limitado su desarrollo económico, también ha permitido que conserve una autenticidad única. Caminar por sus calles es una experiencia que transporta al visitante a otra época, donde se puede observar la vida cotidiana sin la sobrecarga comercial que afecta a otros sitios históricos.
No obstante, el paso del tiempo y la falta de restauraciones en algunas zonas han provocado cierto deterioro. A pesar de esto, en los últimos años se han impulsado proyectos para revitalizar el patrimonio de Taza, reconociendo su valor histórico y su potencial como destino cultural.
La tarde se pone fea y la verdad nos es muy grato el paseo, además, la mayoría de los puestos de la Medina están medio cerrados. Damos una vuelta, hacemos unas pequeñas compras y bajamos al centro de la ciudad de Taza. Para ello pillamos otro Taxi azul y nos costó 0,60 céntimos de euro.

Entrada a la mezquita de la Medina en Taza |
El sol de la tarde se filtraba oblicuo por los huecos de las viejas contraventanas. Habíamos caminado sin rumbo por la medina de Taza, entre calles angostas que olían a especias, cuero y piedra antigua. La ciudad parecía respirar un aire quieto, suspendido entre la historia y el tiempo. Nos detuvimos frente a un pequeño cafeto en una esquina polvorienta. Tenía un pequeño cartel que lo llamaba La Casa, solo una cortina deshilachada que se mecía como una lengua cansada, y un leve aroma a menta, azúcar quemado y café fuerte.
Mi mujer me miró, alzando una ceja. No era el tipo de lugar que uno encuentra en las guías. Pero algo nos atrajo: la autenticidad, quizás; o la promesa de observar sin ser observados.
Entramos.
El murmullo cesó, casi imperceptible. El lugar estaba lleno de hombres. Todos ocupaban mesas estrechas, con sillas de hierro doblado y manteles que ya no recordaban su color original. No hablaban entre ellos. Cada uno parecía estar inmerso en su propio silencio, con un vaso de té o un café diminuto entre los dedos. Algunos fumaban en silencio. Otros simplemente miraban. Miraban la calle, a través del marco de la puerta. Como si el mundo solo existiera al otro lado de esa entrada: mujeres que cruzaban con bolsas, niños en bicicleta, el sol que se filtraba entre los cables del tendido eléctrico.

Interior de la mezquita de la Medina en Taza |
Nos sentamos en una mesa junto a la pared. Mi mujer se acomodó con esa elegancia involuntaria que la hace destacar incluso en el anonimato. Noté que varias miradas se desviaban hacia ella, no con hostilidad, sino con una mezcla de desconcierto y melancolía. Como si su presencia reavivara algo dormido en aquel lugar de hombres callados.
—¿Siempre ha sido así? —me preguntó en voz baja, sin necesidad de explicar a qué se refería.
Miré a mi alrededor. Los hombres continuaban en su rutina muda. Ninguna mujer, salvo ella, ocupaba una silla. Ninguna risa aguda, ninguna conversación salpicada de gestos. Solo el tintinear de cucharitas en vasos de té, el murmullo de la calle al otro lado, y esas miradas —largas, cansadas, expectantes— que no parecían buscar nada en particular, salvo el paso de la vida.
—Quizá no siempre —le respondí—. Quizá antes sí. Pero hoy, aquí, parece que se ha olvidado cómo suena una voz femenina entre estos muros.
El camarero, un hombre mayor de rostro arrugado y bigote fino, nos sirvió con amabilidad. Nos trajo un té de menta cargado y un café con un toque de canela. No preguntó nada. Nos sonrió apenas, como si agradeciera —en secreto— esa ruptura suave del patrón.

Panorámica de las montañas de Riff en Taza |
Pasamos un rato ahí, sin hablar mucho. Observando como ellos, con la diferencia de que nosotros también nos observábamos el uno al otro. Compartimos un silencio distinto. Un silencio lleno.
Cuando salimos, la luz del atardecer había encendido las piedras doradas de la medina. Ella me tomó del brazo. No dijo nada, pero apretó mi mano, como quien guarda algo valioso en un rincón del alma. Quizá no habíamos hecho más que tomar un café. Pero también habíamos sido testigos —y parte— de un ritual antiguo, uno que seguía esperando, paciente, a que algo cambiara.
La entrada en el café es memorable, es un gran salón con mesas pequeñas orientadas a sendas paredes con grandes televisiones que proyectan Bein Sport con la Liga española. Todas ocupadas por hombres hablando sus cosillas y otros simplemente informándose de los goles en la última jornada de liga.
El camarero se muestra muy amable, pero solamente tiene café con sus variantes o té con sus distintas modalidades. Pagamos por un café y un té 1,80 euros.
Como ha vuelto a llover decidimos volver al parking donde tenemos la autocaravana, para entendernos con el taxista le mostramos una foto con el edificio público donde hemos aparcado que habíamos hecho previamente. Nos cobra 0,50 céntimos de euros por el trayecto.

Panorámica de Taza |
Nos parece increíble esto de los taxistas compartidos y su precio tan competitivo, los taxistas son muy legales porque no negociamos el precio antes de subir y nos cobran algo simbólico porque no tienen taxímetros. Día 16 de abril (miércoles) Ruta: Taza-Uchda

Calles de Ujda |
El día comienza en el parking gratuito en la ciudad de Taza se encuentra en la zona de los edificios oficiales, no tiene gorrilla y está vigilado por la policía GPS N34.216878 W4.007695. La noche ha sido tranquila vino un oficial del ejército a las 21.00 horas y nos pidió los pasaportes, aquí la seguridad la lleva el ejército.
Comenzamos el viaje hacia la frontera con Argelia en la ciudad de Uchda o Ujda, se encuentra a 220 km de Taza, está muy bien comunicada por autopista de peaje y ferrocarril.
Taza se sitúa en un valle fluvial a unos 500 metros de altitud, rodeada por las montañas del Rif al norte y el Atlas Medio al sur. Esta ubicación le otorga una geografía accidentada, con valles profundos y colinas que albergan el Parque Nacional de Tazekka, conocido por sus bosques de cedros y encinas, así como por su fauna endémica.
A medida que se avanza hacia el este, el paisaje se transforma gradualmente. El Atlas Medio, una cadena montañosa que se extiende desde el suroeste hasta el nordeste de Marruecos, presenta una estructura geomorfológica compuesta esencialmente por rocas calcáreas, mesetas volcánicas y valles profundos. Su biodiversidad incluye bosques de algarrobos, encinas y cedros, que se alternan con zonas más áridas hacia el este .

Calles modernas de Ujda |
Dejamos las nubes y la lluvia en Taza poco a poco según se hace el paisaje semi desierto las nubes van aclarando según nos alejamos de la influencia de Atlas Medio.
La vegetación es propia del desierto con unas pocas hierbas que decoran el suelo árido. Pasamos por lugares donde la agricultura se abre camino por medio de enormes plantaciones de olivos en medio de la nada. Vemos unas enormes balsas donde almacenan agua con muchas placas solares para hacer funcionar las bombas que extraen el agua del suelo. Son tantos y tan seguidos que en pocos años serán la competencia de los olivares de Jaén.
Circulamos entre montañas erosionadas por el viento a la izquierda de la cordillera del Riff y a la derecha las últimas estribaciones de los Atlas. Entre ciudad y ciudad no hay espacio para la vida, no pasamos por ningún pueblo.
Enseguida llegamos a Uchda, en el peaje nos pide 11 euros. Nos recibe una ciudad bulliciosa con amplias avenidas y plazas, edificios altos y nuevos, todo parece muy limpio y ordenado.

Mezquita Mohammed VI de Oujda |
Nos dirigimos al centro de la ciudad al parking que hay en la entrada a la Medina, está completo y no hay mucho sitio para una autocaravana.
Hemos visto una nueva Mezquita con un minarete parecido a la Kutubia y con un parking que nos puede apañar.
El parking para autocaravanas en Uchda se encuentra en la plaza de 3 de marzo en la Mezquita de Mohamed VI GPS N34.676272 W1.928903. Hay un entierro en la mezquita, pero nada más llegar se marcha el coche fúnebre, el gorrilla nos hace sitio aparcando en batería, le doy 20 dh.
La Mezquita Mohammed VI de Oujda GPS N34.6765666 W1.9301069 es una destacada obra arquitectónica inaugurada el 15 de junio de 2012 por Su Majestad el Rey Mohammed VI, quien también presidió la oración del viernes en su interior. Esta mezquita, una de las más grandes del país, simboliza el compromiso del monarca con el fortalecimiento del patrimonio religioso y cultural de Marruecos.
Con una superficie total de 12000 m² y capacidad para albergar a 3000 fieles, la mezquita presenta una planta hipóstila tradicional, con columnas que sostienen el techo y crean un espacio amplio para la oración. Su diseño incorpora elementos de la arquitectura islámica marroquí clásica, fusionando funcionalidad y estética.

Entrada Mezquita Mohammed VI de Oujda |
El minarete, de 24 metros de altura, se erige en la fachada occidental del edificio, destacando por su proporción y detalles decorativos. La mezquita también cuenta con dos salas de oración (para hombres y mujeres), viviendas para el imán y el muecín, una biblioteca y un espacio dedicado al aprendizaje del Corán.
La construcción de la mezquita responde a un programa estatal orientado a dotar a las diversas regiones del país de lugares de culto que faciliten la práctica religiosa en condiciones óptimas. Además, se enmarca en una serie de iniciativas que buscan preservar y promover la identidad islámica de Marruecos, al tiempo que se adaptan a las necesidades contemporáneas de la población.
La Mezquita Mohammed VI no solo es un centro de oración, sino también un símbolo de la modernidad y la tradición que coexisten en la ciudad de Oujda, reflejando el dinamismo y la riqueza cultural de la región oriental de Marruecos.
Paramos un taxi compartido, conocidos localmente como "taxis rouges" (taxis rojos), son una opción de transporte económico y popular para los residentes y visitantes. Estos vehículos, generalmente de color rojo, operan dentro de la ciudad y en rutas suburbanas, ofreciendo una alternativa accesible al transporte público.

Interior de la Mezquita Mohammed VI de Oujda |
Los taxis compartidos en Oujda funcionan bajo un sistema de rutas fijas y precios preestablecidos. A diferencia de los taxis tradicionales que ofrecen viajes directos, los taxis compartidos recogen y dejan pasajeros en puntos específicos a lo largo de su ruta, lo que permite reducir el costo del viaje. Este modelo es especialmente popular para trayectos dentro de la ciudad y hacia áreas cercanas.
Las tarifas de los taxis compartidos son generalmente más bajas que las de los taxis privados. Por ejemplo, un viaje dentro de la ciudad puede costar alrededor de 10 dirhams, dependiendo de la distancia y la ruta. Es importante tener en cuenta que los precios pueden variar y es recomendable confirmar la tarifa antes de iniciar el viaje.
Nos bajamos en la plaza mayor aquí llamada Daswak Baha Sudi Abdeloufab GPS N 34.680710 W1.909494, es semejante a la Yamaa el Fna de Marrakech.
En el núcleo de la ciudad de Oujda, al este de Marruecos, se encuentra la Plaza Daswak Baba Sidi Abdelouhab, un lugar cargado de historia, vida y simbolismo. Esta plaza, considerada una de las más importantes de la medina, es mucho más que un simple espacio urbano: es un crisol donde confluyen el pasado legendario de la ciudad y su vibrante presente.

Plaza de Daswak Baha Sudi Abdeloufab Ujda |
Situada junto a la histórica puerta Bab Sidi Abdelouhab —conocida como la “puerta de las cabezas” por haber sido, en tiempos antiguos, lugar de escarmiento público— la plaza ha evolucionado hasta convertirse en un punto de encuentro social, cultural y comercial. Hoy, esta entrada ya no infunde temor, sino que da paso a un mundo colorido y bullicioso donde la tradición cobra vida.
La plaza se transforma especialmente durante las festividades religiosas como el Ramadán. Música tradicional, poesía oral y danzas improvisadas animan el ambiente nocturno, convirtiendo el lugar en un auténtico teatro popular al aire libre. Es un espacio donde la identidad beduina y la herencia arabo-andaluza de la región se entrelazan en cada rincón, en cada voz, en cada instrumento.
Durante el día, la plaza y sus alrededores acogen a comerciantes y artesanos locales que exhiben productos típicos: tejidos ricos en colores, alfombras tejidas a mano, joyas bereberes y especias aromáticas. Este dinamismo comercial refleja la importancia de Oujda como cruce de culturas entre Marruecos y Argelia, pasado y presente.
Además de su función económica, la plaza tiene un fuerte valor simbólico y comunitario. Cercana a monumentos históricos como la Gran Mezquita y antiguas madrasas, actúa como nexo entre la espiritualidad, la cultura y la vida cotidiana.

Puerta Baha Sudi Abdeloufab Ujda |
Nos internamos por la porta Bab Sidi Abdelwahab GPS N 34.679976 W1.910832, es una emblemática puerta histórica ubicada en la ciudad. Fue construida alrededor del año 1325 durante la dinastía merínida, y su nombre rinde homenaje a Sidi Abdelwahab, un santo local muy venerado. Esta puerta formaba parte de las antiguas murallas que protegían la medina de Oujda, y su arquitectura refleja un diseño militar islámico, con bastiones a cada lado y una estructura profunda pensada para la defensa. Con el tiempo, Bab Sidi Abdelwahab dejó de ser únicamente un punto defensivo para convertirse en una zona clave para la vida comercial y social de la ciudad.
Durante el periodo colonial francés, entre 1907 y 1956, el entorno de la puerta se transformó, añadiéndose comercios que modificaron su aspecto original. Sin embargo, tras la independencia de Marruecos, surgieron esfuerzos para restaurar su valor histórico. En 2013, bajo la iniciativa del rey Mohammed VI, se lanzó un ambicioso proyecto de rehabilitación del área que incluyó la restauración del monumento, la construcción de un centro comercial y de un mercado de frutas y verduras, así como la renovación de edificios históricos como la escuela Moulay Abdellah y la edificación de la mezquita Al Fadila. También se reconstruyeron partes de las murallas antiguas y se limpiaron las fachadas aledañas, con una inversión total de unos 150 millones de dirhams.

Puerta de Baha Sudi Abdeloufab Ujda |
Hoy en día, Bab Sidi Abdelwahab sigue siendo un lugar muy frecuentado, atrayendo a entre 200000 y 250000 personas cada día. Su plaza es un punto de encuentro central para la vida urbana, combinando historia, comercio y cultura. Esta puerta no solo representa una conexión con el pasado glorioso de Oujda, sino que también simboliza el equilibrio entre la conservación del patrimonio y el desarrollo moderno. Visitar Bab Sidi Abdelwahab es adentrarse en el corazón histórico de la ciudad y comprender su evolución a lo largo de los siglos.

Medina Ujda |
La medina de Oujda es uno de los núcleos históricos más antiguos y significativos del país. Fundada en el año 994 por Ziri Ibn Atiyya, un líder de la dinastía zenata, la medina ha sido durante siglos el corazón espiritual, cultural y comercial de la ciudad. Su posición estratégica, muy cerca de la frontera con Argelia, la convirtió en un punto clave de intercambio y de conexión entre el Magreb oriental y occidental. A lo largo de su historia, la medina fue gobernada por diversas dinastías, entre ellas los almorávides, almohades, merínidas, saadíes y alauitas, todas las cuales dejaron su huella en la arquitectura, el urbanismo y la vida social del lugar. Durante el siglo XIII, bajo el gobierno de los merínidas, la medina fue fortificada y ampliada. En esta época se construyeron importantes elementos patrimoniales como la Gran Mezquita, partes de las murallas y puertas monumentales como Bab Sidi Abdelwahab, que hoy en día es uno de los principales símbolos de Oujda.
El interior de la medina conserva el trazado tradicional de callejones estrechos y sinuosos que desembocan en plazas, patios y mercados. Su vida cotidiana está marcada por la presencia de mezquitas, escuelas coránicas, zaouias y mausoleos de santos venerados por la población local. La Zaouia de Moulay Abdelkader, por ejemplo, es un centro espiritual activo que sigue desempeñando un papel importante en la vida religiosa de los habitantes. La dimensión comercial de la medina también es fundamental. En sus zocos, como el Souk El Foqani y el Souk Etata, se comercializan productos tradicionales como especias, tejidos, cerámica, calzado artesanal y objetos de cobre. Estos espacios mantienen vivo el arte del regateo y ofrecen una experiencia auténtica del comercio marroquí. Además, la medina alberga la Kissariat Oujda, un mercado cubierto que combina estructuras modernas con el ambiente clásico del casco antiguo, donde se pueden encontrar desde ropa y electrónica hasta productos de uso diario.

Caracoles de la Medina Ujda |
Durante los últimos años, la medina ha sido objeto de varios proyectos de rehabilitación impulsados por las autoridades locales y respaldados por el rey Mohammed VI. Estas iniciativas han buscado no solo restaurar el patrimonio arquitectónico, sino también revitalizar la economía local y mejorar la calidad de vida de los habitantes. Se han renovado calles, fachadas, plazas y monumentos históricos, y se han desarrollado espacios públicos como la plaza Bab Sidi Abdelwahab, el mercado de frutas y verduras y nuevas instalaciones religiosas y educativas. Hoy en día, la medina de Oujda no solo es un lugar para visitar, sino un espacio vivo donde se cruzan la historia y la modernidad. Con sus más de mil años de existencia, sigue siendo un reflejo de la identidad oriental de Marruecos, un punto de encuentro entre pasado y presente, y un símbolo de resistencia cultural y renovación urbana. Recorrer sus calles es adentrarse en la esencia de una ciudad que ha sabido conservar su alma a lo largo de los siglos.
Desde su fundación, la medina de Oujda ha estado organizada de manera funcional y social según el modelo tradicional de las ciudades islámicas del Magreb. Una de sus características más distintivas ha sido la distribución del espacio urbano según gremios u oficios. Cada actividad artesanal o comercial se agrupaba en calles, plazas o pequeños barrios dedicados exclusivamente a una especialidad, lo que facilitaba tanto la organización del trabajo como el control de la calidad de los productos. Estos gremios, conocidos en árabe como asnaf, formaban comunidades cerradas, con sus propios jefes, reglas internas, jerarquías y vínculos con las autoridades religiosas o municipales.

Tortugas de la Medina Ujda |
Por ejemplo, uno de los gremios más antiguos y respetados era el de los herreros (haddadin), que solía estar ubicado cerca de las puertas principales de la medina, como Bab Sidi Abdelwahab, tanto por razones prácticas (salida fácil de mercancía pesada) como de seguridad (fabricaban herramientas y armas). Estos herreros no solo trabajaban el hierro forjado para puertas, clavos y utensilios, sino que también fabricaban espadas, cerraduras y componentes para la construcción. Otro gremio destacado era el de los zapateros (kobbala), especializados en la confección de babuchas marroquíes o belgha, que solían concentrarse en callejones cubiertos para proteger el cuero del sol y la humedad.
También existía un gremio de tintoreros (sabbaghin), que trabajaban principalmente con telas de lana o algodón teñidas con colorantes naturales. Sus talleres se ubicaban cerca de zonas con acceso al agua, pues el proceso de teñido requería grandes cantidades. Del mismo modo, los curtidores (dabbagha) trabajaban fuera del núcleo más densamente poblado de la medina, ya que su actividad generaba olores intensos debido al tratamiento del cuero.

Pescado de la Medina Ujda |
Los comerciantes de especias, perfumes y medicinas tradicionales (attarin) se agrupaban en zonas centrales, próximas a las mezquitas y madrasas, ya que muchos de sus productos también se usaban con fines rituales o espirituales. Los plateros (saghghaa) y joyeros trabajaban cerca de zonas más elitistas o de paso de comerciantes pudientes, dado el alto valor de sus mercancías. Este ordenamiento por gremios facilitaba también el acceso a los materiales, la colaboración entre talleres, y la transmisión de conocimientos entre generaciones.
Cada gremio contaba con un responsable, llamado amin, una figura que actuaba como mediador entre los artesanos y las autoridades de la ciudad o de la mezquita. El amin velaba por la calidad de los productos, la resolución de conflictos laborales y el cumplimiento de normas éticas, muchas de las cuales tenían base religiosa. También se encargaba de la formación de los aprendices, que seguían un sistema de aprendizaje prolongado, comenzando como ayudantes y progresando hasta ser maestros.
Con el paso del tiempo, y especialmente tras la colonización francesa y la introducción de la economía moderna, esta organización tradicional de la medina por gremios empezó a transformarse. Muchos artesanos fueron desplazados a barrios periféricos, mientras que los mercados y kissarias absorbieron algunas funciones de los zocos especializados. No obstante, en Oujda aún se pueden identificar vestigios de esta organización: es común encontrar calles donde se concentran talleres de carpintería, reparación de calzado, confección de ropa tradicional o venta de productos naturales como hierbas medicinales.

Cabezas de corderos en la Medina Ujda |
En la actualidad, aunque las estructuras gremiales formales han perdido fuerza, muchas asociaciones artesanales continúan funcionando como herederas de estos antiguos gremios. Gracias a proyectos de rehabilitación de la medina, se han revalorizado muchos oficios tradicionales, integrándolos en la oferta cultural y turística de la ciudad. El visitante que recorre la medina puede observar cómo estas actividades artesanales, aunque adaptadas al siglo XXI, siguen representando una parte viva y esencial del alma de Oujda.

Cabezas de corderos en la Medina Ujda |
Se nos echa la hora de comer, salimos por una puerta y enseguida vemos un chiringuito se llama Merendero Amir donde las mujeres solas también comen, nos parece una nueva aventura descubrir por qué hay mujeres. Pedimos una ensalada al gusto, dos tacos rellenos de pollo con patatas cocinadas y una salsa, acompañados de patatas fritas con la bebida nos piden a los dos 6.5 euros.

Alquiler de atrezzo Medina Ujda |
Otra vez regresamos a la Medina para dejar de vichear y hacer nuestras propias compras, encontramos el paraíso de las deportivas por 9 euros las marcas de moda. Lo que más nos llama la atención es el espacio de la Medina dedicado al alquiler de atrezzo para la celebración de los enlaces matrimoniales.
La preparación de una boda marroquí implica una meticulosa planificación, en la que intervienen la familia, profesionales de eventos y artesanos locales. Uno de los elementos más destacados es la decoración: se busca crear un ambiente que evoque elegancia, tradición y calidez. Para lograrlo, muchas parejas recurren al alquiler de atrezzo especializado , un servicio muy demandado en ciudades como Casablanca, Marrakech, Fez, Rabat u Oujda, y que permite adaptar el espacio a un estilo típicamente marroquí o fusionado con elementos modernos.
En las bodes se ponen estructuras, decoradas con tejidos bordados, lámparas colgantes y motivos geométricos, recrean el ambiente íntimo y suntuoso de los antiguos salones árabes. También se alquilan muebles bajos, alfombras, cojines, mesas redondas o cuadradas decoradas con bandejas de plata, vajillas de cerámica pintadas a mano, cristalería de colores, faroles y candelabros.

Alquiler de atrezzo Medina Ujda |
Otro servicio muy solicitado es el trono nupcial o “amariya”, una especie de palanquín ornamentado en el que la novia es llevada en procesión durante la ceremonia, acompañada por música tradicional. Estos tronos, junto con la decoración floral, los sillones reales para los novios y los fondos fotográficos, forman parte del catálogo de muchas empresas de alquiler especializadas.
Además, muchas novias optan por alquilar sus trajes tradicionales —como el caftán, el takchita o el lebsa fassia— a través de casas de moda locales que ofrecen varios cambios de vestuario, una tradición típica en las bodas marroquíes. Este servicio suele incluir también la contratación de la neggafa, una figura femenina experta en arreglos de novia, que ayuda en la preparación estética y ritual de la esposa durante el evento.
A esto se suma la posibilidad de alquilar elementos musicales y artísticos: grupos de música andalusí, bandas de dekka marrakchia o issawa, danzas tradicionales e incluso espectáculos de fuegos artificiales o caballos con jinetes en atuendo ceremonial.
Nos damos cuenta que estamos en una ciudad que vive de las compras, las personas acuden de muchos rincones del país para descubrir sus gangas.

Alquiler de atrezzo Medina Ujda |
Una ciudad que era fronteriza con Argelia y después del último desencuentro con Marruecos se cerró las fronteras, pero pese a ello la ciudad ha seguido progresando.
A las 18;00 horas pillamos un taxi compartido conducido por un marroquí español, nos quiere invitar a su casa para cenar y ver el partido, pero sentimos apuro y le decimos que hemos quedado. Es verdad, hemos reservado una mesa enfrente para ver el partido de la champions del Real Madrid.

Café La Foire Ujda |
Hemos reservado una mesa para ver el partido en el Café La Foire GPS N 34.675897 W-1.9284221, es un espectáculo ver los partidos en estos sitios porque los aficionados suelen ser muy asépticos y respetuosos con los contrarios.
Día 17 de abril (jueves) Ruta: Uchda-Tendrara- Bouarfa

Camino de Tendrara |
El día comienza en el parking con gorrilla debajo de la Mezquita Mohamed VI GPS N34.676272 W1.928905. La noche la pasamos viendo el fútbol en compañía de los amigos locales del Real Madrid.
Cuando termino el partido no habíamos cenado, en frente tenemos un MacDonalds y nos salvo la papeleta, cenamos dos menús por 13 euros, nos sorprende porque en la puerta había motos de Globos, esto indica que algo está cambiando en Marruecos.
Comenzamos el día en el supermercado Marjal Uchda GPS N34.679240 W1.906358 y nos sorprende porque no tiene productos frescos, según nos dicen al estar cerca de la Medina nadie los compraba.
Nuestro primer destino es la ciudad de Tendrara, comunicada por la Nacional 17. Los primeros 60 km nos sorprende el buen estado de la carretera, aunque sabemos que esto no puede durar mucho, efectivamente empiezan la obras, los baches y badenes que nos retardan mucho.
El trayecto entre Oujda y Tendrara ofrece una visión fascinante de la diversidad geográfica y cultural de la región oriental de Marruecos. A medida que se abandona la ciudad de Oujda, la ruta se adentra en un paisaje que combina montañas, mesetas, oasis y vastas extensiones desérticas, reflejando la transición de una zona agrícola a un entorno más árido y desolado.

El desierto se apodera la carretera a Tendrara |
El viaje comienza en Oujda, una ciudad situada cerca de la frontera con Argelia. Desde aquí, la carretera se dirige hacia el este, pasando por Ain Bni Mathar, una pequeña localidad conocida por su paisaje semiárido y sus formaciones rocosas. La vegetación en esta área es escasa, predominando arbustos dispersos y terrenos áridos que anuncian la proximidad del desierto.
A medida que se avanza hacia Tendrara, el paisaje se transforma en un vasto desierto, caracterizado por su suelo rojizo y su vegetación mínima. Este entorno desolado es interrumpido ocasionalmente por antiguos pozos de agua, que sirven como recordatorio de las comunidades que históricamente habitaron y atravesaron esta región. La presencia de estaciones de tren abandonadas, como la de Tendrara, añade un aire nostálgico al paisaje, evocando épocas pasadas de actividad y comercio.
Sorprende como algunos tramos la carretera se estrecha por la arena del desierto que se deposita en las cunetas y las tienen que retirar con máquinas especiales.
Vemos que es una lucha del gobierno marroquí para evitar el avance del desierto por la zona, para fijar el suelo hay plantaciones de grandes extensiones de pinares y eucaliptos, pero creo que es una batalla perdida.

Grill en Tendrara |
Llegamos a las 15:00 horas y nada más entrar vemos el humo de los típicos grill con carbón GPS N33.0499660 W2.002702. Está vez tenemos preparados nuestros buenos filetes de cadera que compramos en Madrid. Encargamos dos ensaladas y el pan y nos cobran 2.5 euros por todo.
Estamos ya en el Marruecos profundo donde la gente va desaliñada con sus casacas de meses sin lavar, esas caras con miradas profundas y con el corazón moldeado por el Islam. Esa forma de enfrentarse al mundo y a la pobreza sin prisas y con armonía.
Tendrara es una pequeña ciudad del este de Marruecos, situada en la provincia de Figuig, dentro de la región Oriental. Ubicada a unos 300 kilómetros al sur de Oujda y a una altitud media de 1.300 metros, se asienta en una vasta llanura esteparia que marca la transición entre el Alto Atlas oriental y las extensiones áridas del pre-Sáhara. Aunque poco conocida fuera del país, Tendrara es un lugar con una historia silenciosa y un paisaje profundamente evocador, donde la inmensidad del desierto se combina con la memoria de tiempos difíciles.

Medina de Tendrara |
En términos históricos, Tendrara es especialmente conocida por haber albergado un campo de internamiento durante el período colonial francés. En los años 40, en plena Segunda Guerra Mundial, el régimen de Vichy estableció en esta zona remota un campo donde fueron recluidos prisioneros políticos, combatientes republicanos españoles y judíos deportados desde Europa. El clima riguroso, la soledad del entorno y las duras condiciones de vida convirtieron este lugar en uno de los episodios más duros de la historia del exilio en el norte de África. Hoy en día, aunque queda poca infraestructura física de aquel tiempo, la memoria del campo de Tendrara ha sido recuperada por historiadores y descendientes de los internados, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y olvido.
En cuanto a su entorno natural, Tendrara ofrece un paisaje de belleza austera. Las grandes planicies secas, los horizontes despejados y el silencio casi absoluto crean una atmósfera única. La vegetación es escasa, adaptada a un clima continental extremo, con inviernos muy fríos y veranos calurosos. Este entorno, aunque duro, ha moldeado un modo de vida sobrio y resistente, basado tradicionalmente en la ganadería nómada y en la cultura de las tribus de origen amazigh (bereber). En las últimas décadas, el sedentarismo y los cambios sociales han transformado estos modos de vida, aunque persiste una fuerte identidad ligada al territorio.

Ambiente relajado en Tendrara |
Tendrara es también una parada destacada en la línea ferroviaria que conecta Oujda con Bouarfa. El paso del tren, que atraviesa paisajes desérticos poco habitados, aporta un elemento casi cinematográfico al lugar. Las antiguas estaciones ferroviarias, algunas hoy en desuso, conservan un aire nostálgico, como si el tiempo se hubiera detenido en ellas. Esta ruta ferroviaria, históricamente utilizada para el transporte de minerales y soldados, es hoy una conexión vital para los habitantes de esta parte remota del país.
En la actualidad, Tendrara es una ciudad modesta en tamaño y recursos, pero su valor reside en su memoria histórica, su paisaje natural y el modo de vida de su gente. No es un destino turístico en el sentido convencional, pero sí un lugar que invita a la contemplación, al silencio y al reconocimiento de una parte olvidada del Marruecos profundo. Quienes la visitan, suelen quedar impresionados por su autenticidad y por la fuerza del paisaje que la rodea, donde el cielo parece más amplio y el tiempo más lento.
Seguimos camino hasta Beni Guil GPS N32.5670055 W1.9190507 para visitar la antigua estación de tren y las vías en desuso, luego contaré el significado. Fotográficamente es un sitio ideal porque está en medio de la nada, en mitad del desierto. Pegado a la estación se encuentra el antiguo Pabellón de los trabajadores que construían el ferrocarril, abandonado y ahora ocupado por familias bereberes.

Estación de tren de Beni Guil |
Este lugar pudiera corresponder con el campo de concentración francesa de Foum ed Defla. En mayo de 1942, las autoridades francesas vendieron el terreno del campo de Aïn al-Ouraq a un notable árabe por 100.000 francos y, en su lugar, abrieron el campo de Foum-Defla, ubicado a unos 15 km al este de Bouarfa, junto a un riachuelo seco del mismo nombre. Este campo era un subcampo del campo principal de Bouarfa, donde prisioneros republicanos españoles y otros trabajadores forzados fueron sometidos a condiciones extremas. Los reclusos trabajaban principalmente en la construcción del ferrocarril, realizando jornadas de 10 horas diarias por las que recibían 8 francos. Las condiciones de vida eran precarias: dormían en tiendas de campaña sobre esteras de paja, con una sola manta, y la comida era insuficiente. El agua debía ser transportada desde fuera del campamento. Además, los prisioneros eran sometidos a castigos severos, como el “tombeau” (la tumba), que consistía en que el castigado debía cavar su propia tumba y permanecer allí durante días, con una dieta reducida y sin poder moverse. Estos castigos y las condiciones de trabajo forzado llevaron a la muerte de varios prisioneros, como se documenta en testimonios de la época.

Campo de trabajo en Beni Guil |
Aunque no se dispone de cifras exactas sobre el número de fallecidos en Foum Defla, muchos de los que murieron fueron enterrados en el cementerio del campo de Bouarfa, donde reposan restos de republicanos españoles que fueron presos allí. Recientemente, la asociación Foro por la Memoria denunció el destrozo de tumbas de españoles en este cementerio, solicitando su protección por parte del Gobierno español.
Unos kilómetros después llegamos a la ciudad de Bouarfa, está ocupada por el ejército con muchos cuarteles, seguramente porque estamos a pocos kilómetros de Argelia y es una zona en conflicto.
Lo primero que hacemos es ir a la antigua estación del ferrocarril de Bouarfa, está línea fue construida por los franceses en los años 40 del siglo XX. En principio el interés es fotográfico pero con tiempo ha pasado a la historia de España que muy pocos conocen.
Bouarfa fue un punto estratégico en la construcción del ferrocarril Transahariano, un ambicioso proyecto que pretendía unir Dakar con Argel a través de una red ferroviaria que cruzaba el desierto del Sáhara. Durante la Segunda Guerra Mundial, la estación de Bouarfa se convirtió en un centro de trabajos forzados, donde miles de prisioneros, principalmente republicanos españoles exiliados tras la Guerra Civil, fueron obligados a trabajar en la construcción del ferrocarril en condiciones inhumanas. Muchos de estos prisioneros perdieron la vida debido al hambre, las epidemias y las torturas.

Estacion de tren de Bouarfa |
Actualmente, la estación de Bouarfa sigue en pie, aunque su uso ha disminuido considerablemente. La línea ferroviaria que conecta Bouarfa con Oujda es de vía única y no está electrificada. Desde 1994, no se realizan servicios regulares de pasajeros, aunque la estación ocasionalmente recibe trenes turísticos, como el Oriental Desert Express, que recorre la antigua línea entre Oujda y Bouarfa dos veces al año .
La estación de Bouarfa y su entorno han sido utilizados como escenario en producciones cinematográficas. Una escena de la película de James Bond Spectre fue filmada en esta línea ferroviaria, destacando su carácter histórico y su conexión con el pasado colonial de la región. Después vamos hasta el cementerio pequeño católico, mayoritariamente son tumbas de españoles, quizás sus parientes ignoran que están aquí.
En principio el único interés de venir por esta parte del país es para conocer una zona poco turística y que desconocíamos, pero con el paso del tiempo hemos descubierto que parte de la historia de España se encuentra en esta tierra olvidada. Mucho se habla de la Memoria Histórica y de sus cunetas, pero nada de las cunetas de los exiliados españoles que llegaron a África.

Estacion de tren de Bouarfa |
Se calcula que en el norte del Magreb llegaron en distintos barcos unos 3000 españoles que huían al exilió durante la República.
Nada más llegar a Nador o Argelia la mayoría eran detenidos por las autoridades francesas, esta parte era colonia francesa.
Los franceses eran colaboradores de la Alemania nazi y seguían el mismo patrón de comportamiento.
Eran detenidos e ingresados en campos de concentración para su utilización como mano de obra barata, similar a los campos de concentración de Mauthausen o Auschwitz.
Los campos de trabajo forzado en régimen de semi esclavitud. Formaban parte del contingente de obreros que construía la línea de ferrocarril conocida como el Transahariano, con la que se pretendía unir Argelia con el África subsahariana, hasta Senegal.
El descubrimiento de manganeso y otros minerales en sus cercanías lo convirtió en un importante centro de asentamiento e industria minera de Francia. La administración colonial inició la explotación de los recursos naturales de Bouarfa en 1913 en Ain Beida. El gobierno francés también desarrolló una red de ferrocarriles que conectaba la región con los puertos del Mediterráneo. En 1941, el gobierno de Vichy construyó un conjunto de campamentos de tiendas de campaña y cuarteles alrededor de Bouarfa.

Estacion de tren de Bouarfa |
Se calcula que en este campo había unos 1000 españoles trabajando, atados y sometidos a una presión difícil de salvar, las condiciones climáticas del calor del desierto, enfermedades y trabajo forzado, la mayoría perecieron en esta ciudad y están enterrados en el cementerio católico, casi ninguno tiene inscripción en sus tumbas por lo que no ha sido posible la mayoría de las identificaciones.
Nuestros hombres lo llamaban el Tren de la Vergüenza, pero en la historia de Francia dice: Construida por colonos franceses y hecho famoso por la última película de James Bond, una línea ferroviaria que cruza el desierto de Marruecos está siendo revitalizada gracias a un amante de los trenes y el campo.
El megalómano proyecto ferroviario pretendía comunicar Dakar con el Mediterráneo por Tombuctú, atravesando lo que hoy es Senegal, Mali, Marruecos y Argelia, entonces territorios coloniales franceses. Empezó a barruntarse a finales del siglo XIX, pero hubo que esperar hasta 1928 para ver los primeros trabajos. El proyecto definitivo contemplaba un recorrido de 3.600 kilómetros. La recesión económica paralizó el proyecto, que se retomó precisamente durante la II Guerra Mundial con objetivos militares (movimiento de tropas) y estratégicos (suministro de mineral desde las minas de Kenadsa y Bouarfa). En 1941, y con el beneplácito del Tercer Reich, se reanudaron los trabajos de manera intensiva, en el tramo Bouarfa-Kenadsa (dando así continuidad al trazado ferroviario ya construido desde Orán hasta Oujda y Bouarfa), y de Kenadsa hacia el sur. Fue en este último tramo donde mayoritariamente trabajaron los prisioneros españoles, repartidos en ocho batallones de trabajo separados entre sí 15-20 kilómetros y siempre cerca de las vías, entre Bouarfa y Colomb-Béchar. En todo caso, el paisaje era siempre el mismo: desierto y temperaturas extremas.

Cementerio católico de Bouarfa |
Algunos de estos batallones dispensaron un trato especialmente inhumano: los de Beni Ounif y Ain-El Ourak eran “disciplinarios”, donde los castigos físicos y la privación de alimentación estaban a la orden del día, asimilables a los campos de concentración alemanes. Otros campos fueron Djorf Torba, Meridja, Kénadsa y Hadjerat M´Guil en la zona de Colomb-Bechar; Foum Defla y Ain el Ourak en las cercanías de Bouarfa en Marruecos. Los campos de Djorf Torba y de Meridja en medio del desierto (se sucedieron uno a otro) eran siniestros lugares de castigo, donde los trabajos forzados, generalmente picar piedra, no tenían otro sentido que agotar las energías de los condenados. Pero el campo más temido fue el de Hadjerat M'Guil, conocido por el sobrenombre del “Campo de la Muerte”. El complejo, que recibía a “los elementos más irreducibles” según se lee en documentos oficiales, estaba dirigido por el teniente Xavier Santucci, el cual vociferaba frecuentemente que “nadie saldría vivo de allí”. Las vejaciones, los golpes y las palizas hasta la muerte eran frecuentes en aquel campo. Hasta tal punto trascendió la crueldad, que, una vez recuperada Argelia por los aliados, en los juicios de 1944 el teniente Santucci fue condenado a muerte junto a su colaborador, el exlegionario alemán Otto Riepp.

Cementerio de Bouarfa |
El 8 de diciembre de 1941 se inauguró el tramo ferroviario Bouarfa-Kenadsa, con la presencia del ministro de Transporte y Comunicaciones del gobierno de Vichy. Fue el último fasto relacionado con este ferrocarril, ya que los raíles nunca pasaron de Abadla, 70 kilómetros al sur de Kenadsa. Se diría que el Transahariano fue la “excusa” para mantener esclavizados a aquellos prisioneros.
Tras el desembarco aliado en África, en noviembre de 1942, los campos de trabajo se fueron desmantelando con una lentitud exasperante hasta su definitiva liberación en 1944. Aun así, la construcción del Transahariano continuó hasta su clausura definitiva en 1949. Los españoles liberados se enrolaron en la Legión Extranjera, marcharon a Latinoamérica o bien se quedaron a vivir en Argel, creando una multitudinaria comunidad de unas 3.500 personas que crearon diferentes asociaciones culturales y políticas. Muchos de ellos tuvieron que volver a trasladarse en 1962, a causa de los movimientos independentistas argelinos: los españoles naturalizados franceses pasaron a ser repudiados como “pieds noirs”. Algunos se marcharon a Francia, pero muchos otros volvieron a sus localidades natales en España.

Algunas tumbas destruidas en el Cementerio de Bouarfa |
Se nos echa encima la tarde y es mejor quedarnos a dormir aquí, una de las alternativas es el parking del Hotel Clim Oriental GPS N32.525872 W1.958481. El precio es de 10 euros, incluye ducha en una de sus habitaciones, Wi-Fi, parking, luz, agua.

Anochecer en Bouarfa |
Día 18 de abril (viernes) Ruta: Bouarfa-Figuig

Edificio de Figuig |
El día comienza en el parking del Hotel Clim Oriental GPS N32.525872 W1.958491. La noche ha sido la más tranquila desde que estamos en Marruecos.
Comenzamos haciendo un pequeño reset a la autocaravana y salimos de Bouarfa camino de Figuig, nos separan 130 km por una carretera nacional bastante bien pavimentada.
Nada más salir vemos en el desierto el último tramo de las vías del ferrocarril de la vergüenza.
El trayecto entre Bouarfa y Figuig, en el este de Marruecos, ofrece una experiencia única de contraste entre el árido desierto y los oasis fértiles. Bouarfa, situada a 1.150 metros de altitud al pie del monte Bouarfa, es un punto de partida ideal para explorar esta región menos conocida del país.
La carretera N17, que conecta Bouarfa con Figuig, atraviesa el Plateau du Rekkam, una vasta meseta árida y rocosa que se extiende entre 1.100 y 1.600 metros de altitud . Este paisaje estepario, dominado por plantas como el alfa y la artemisa, es ideal para la ganadería extensiva y cultivos de secano.

Parking de Figuig |
A medida que te acercas a Figuig, el paisaje cambia drásticamente. Figuig es un oasis rodeado por montañas y desierto, conocido por sus palmerales y un sistema de riego ancestral llamado khettara, que ha sostenido la vida en la región durante generaciones. El contraste entre el árido entorno y la vegetación exuberante de los oasis es impresionante.
En resumen, el viaje entre Bouarfa y Figuig es una travesía que revela la diversidad geográfica y cultural de Marruecos, desde mesetas áridas hasta oasis fértiles, ofreciendo una experiencia única para los viajeros.
Vemos mucha vegetación y flores, esto indica que el invierno ha sido extremadamente lluvioso.
El camino es monótono porque la carretera tiene rectas de diez kilómetros, la vida es difícil, solamente vemos algunos grupos de beréberes trashumantes que cuidan de rebaños de cabras.
En el camino pasamos varios controles de policía y en dos nos piden los pasaportes, recordad estamos a 30 km de Argelia y es una zona fronteriza caliente.

Cuartel de Figuig |
Llegamos a Figuig y lo primero es llenar el depósito de combustible en una Shell, nos ofrece más confianza, en el camino no hemos visto muchas gasolineras.
El parking que teníamos apuntado nos parece peor que el que hemos visto enfrente del Ayuntamiento, además tiene un cuartel del ejército.
Pero hay que pedir permiso para que no haya sorpresas, aquí conozco a Samil, luego hablaré de este hombre. Parece bien conocedor del ayuntamiento, busca al responsable, imagino que es el alcalde. Me da la bienvenida y me autoriza aparcar y pernoctar en este parking.
El parking gratuito en la ciudad de Figuig, sin gorrilla tiene las coordenadas GPS N32.108955 W1.229175., es plano y está en un sitio estratégico con una importante seguridad porque está enfrente de un cuartel del ejército.
Según las guías de viajes indican que para visitar la ciudad lo más importante es contactar con Mohamed tfno+212 616937998. Nosotros no somos de utilizar estos servicios guiados, pero hacemos una excepción.
Mohamed nos indica que dentro de una hora estará disponible. Aprovechamos el tiempo para almorzar y en mitad de la comida se presenta el guía, no sabemos cómo nos ha localizado.

Ventana en Figuig |
Nos invita a su casa para que conozcamos a toda su familia, está soltero. En su casa es la hora del Cus Cus que comen todos juntos, como ya hemos comido esperamos bromeando al te y agradecemos su hospitalidad.
Comenzamos el tour por una ciudad que es un enigma. Tiene siete Kasar, son zonas amuralladas, como barrios con una puerta de entrada que se abre al amanecer y se cierra al anochecer.
La arquitectura de los ksar (plural de aghram en lengua bereber) de Figuig representa una forma ancestral de habitar el desierto, fruto de siglos de adaptación al clima extremo y a la geografía particular del sureste marroquí. Estos asentamientos fortificados se encuentran dispersos en el oasis de Figuig, muy cerca de la frontera con Argelia, y forman parte de un patrimonio cultural e histórico profundamente ligado a las comunidades amazighs (bereberes) que han habitado esta región durante generaciones.
Los ksar de Figuig están construidos principalmente con adobe, una mezcla de tierra y paja que se moldea en bloques y se seca al sol. Este material, disponible localmente, posee excelentes propiedades térmicas, ya que mantiene el interior fresco durante el día y cálido por la noche, una cualidad esencial en un entorno desértico. Los techos de las casas, llamadas tidriwin, están hechos de troncos de palma (tizidin) recubiertos con hojas de palma (tikachba) y tierra, lo que permite una adecuada protección contra el calor y las lluvias esporádicas.

Entrada al Kasar de Figuig |
La organización de los ksar es de carácter defensivo. Se estructuran como pequeñas fortalezas amuralladas, con un trazado interno laberíntico (conocido como abrid), que sirve tanto para confundir a posibles intrusos como para optimizar el uso del espacio y crear zonas de sombra. Las estrechas callejuelas, los pasajes cubiertos y los espacios comunes fomentan una vida comunitaria intensa, reflejo de una sociedad que tradicionalmente ha priorizado la cooperación frente a las duras condiciones del entorno.
Cada ksar contaba con torres de vigilancia, puertas de acceso que se cerraban por la noche y, en muchos casos, almacenes colectivos y pequeños graneros. En el corazón de estas estructuras, a menudo se encuentra una plaza central que funcionaba como espacio de reunión y lugar para actividades religiosas, sociales y comerciales. Estas construcciones, aunque modestas, muestran un elevado grado de sofisticación en cuanto a diseño urbano y eficiencia energética.
Pasamos por el monumento más importante y antiguo de Figuig el minarete de Loudaghir, también conocido como Sawmaa Hajaria (la torre de piedra), se remonta a los siglos XI y XII. Su historia se desarrolla en dos fases constructivas. La primera, en el siglo XI, vio la edificación de una base cuadrada de aproximadamente cinco metros de altura, realizada en piedra y arcilla. Posteriormente, durante el siglo XII, los chorfas (nobles descendientes del Profeta) de la comunidad de Loudaghir impulsaron una ampliación significativa: sobre la base cuadrada original se levantó una estructura octogonal, alcanzando una altura total de 19 metros.

Monarete Mezquita octogonal de Figuig |
Esta forma octogonal es rara en la arquitectura de los minaretes del Magreb, que suelen ser cuadrados o cilíndricos. Su diseño no es solo estéticamente notable, sino también funcional: la geometría octogonal ofrecía mayor estabilidad estructural y una mejor resistencia frente a los vientos del desierto. El uso de materiales locales —piedra de la región, cal y adobe— reafirma la estrecha relación entre arquitectura, entorno y sostenibilidad que caracteriza la cultura del oasis.
El minarete no solo cumplía la función religiosa de llamar a la oración —cinco veces al día—, sino que también desempeñaba un papel defensivo y estratégico. Su considerable altura permitía a los vigías observar el entorno y detectar movimientos o amenazas desde la distancia, en una región históricamente expuesta a conflictos tribales y flujos de caravaneros.
La mezquita de Loudaghir, a la cual pertenece el minarete, era y sigue siendo un punto central de la vida comunitaria. Como en otros ksour de Figuig, la mezquita era el espacio donde la fe se encontraba con la organización social: servía como lugar de enseñanza del Corán, centro de resolución de disputas, y espacio de encuentro durante las festividades religiosas. El minarete, visible desde todo el ksar y el palmeral circundante, se convertía así en un símbolo visual constante de la fe y la cohesión del grupo.

Mezquita de Figuig |
Como ocurre con otras construcciones de adobe y piedra del oasis, el minarete octogonal enfrenta hoy amenazas graves: la erosión provocada por el viento y las lluvias ocasionales, la falta de mantenimiento especializado y la progresiva despoblación de los ksour tradicionales. El desinterés institucional y la migración de los jóvenes hacia las ciudades también contribuyen a la pérdida del conocimiento necesario para su conservación.

Casa de adobe de Figuig |
Sin embargo, el creciente reconocimiento del valor patrimonial de estructuras como el minarete de Loudaghir ha dado lugar a iniciativas de documentación, sensibilización y restauración. Asociaciones locales y algunos organismos de cooperación internacional han comenzado a incluirlo en programas de valorización del patrimonio oasiano, como parte del esfuerzo por rescatar y transmitir un legado arquitectónico y espiritual profundamente arraigado en el alma del desierto.
El minarete octogonal de Loudaghir no es únicamente una rareza arquitectónica, sino un testimonio vivo de una civilización del desierto que combinó fe, inteligencia constructiva y organización social. En su silueta sencilla y firme se entrelazan más de nueve siglos de historia, oración, vigilancia y vida comunal. Preservarlo es preservar no solo una estructura, sino todo un modo de vida que ha sabido florecer en uno de los entornos más desafiantes del norte de África.
Tenemos ocasión de visitar en algunos kasar el antiguo Mellah que a diferencia de otras ciudades de Marruecos en este caso permanecen las casas cerradas esperando el regreso de sus primeros propietarios.

Mellah de Figuig |
El Mellah es el término utilizado en Marruecos para referirse al barrio tradicionalmente asignado a las comunidades judías en muchas ciudades y pueblos del país. En el caso de Figuig, este oasis no fue la excepción, y durante siglos coexistieron comunidades musulmanas y judías, cada una con su espacio y su propia dinámica social.
La presencia judía en Figuig se remonta a varios siglos atrás, posiblemente desde la Edad Media o incluso antes. Los judíos formaban una comunidad importante en el comercio y en actividades artesanales dentro del oasis, actuando como un puente cultural y económico entre Figuig y otras regiones del Magreb y del Sahara.
El Mellah de Figuig estaba ubicado en un sector específico del ksar o cercano a él, delimitado por murallas o calles estrechas que lo diferenciaban del resto del pueblo. Este barrio contaba con su propia sinagoga, baños rituales (mikvé) y cementerio, además de viviendas y talleres de artesanía.
Los judíos de Figuig participaron activamente en la economía local, especialmente en el comercio de productos agrícolas como los dátiles, tejidos y objetos de artesanía. Al mismo tiempo, mantenían sus tradiciones religiosas y culturales, observando las leyes kosher, el Sabbat y las festividades judías.

Ventana del Mellah de Figuig |
La convivencia con la comunidad musulmana fue generalmente pacífica y de mutuo respeto, aunque marcada por las diferencias religiosas y culturales propias del sistema social marroquí de la época. El Mellah no era solo un lugar físico, sino también un espacio de identidad comunitaria, resguardado pero integrado en el tejido social del oasis.
Con la llegada del siglo XX y los cambios sociales, económicos y políticos, especialmente después de la independencia de Marruecos en 1956, muchos judíos emigraron a ciudades mayores o al extranjero, principalmente a Israel, Francia o Canadá. Esta migración provocó el declive del Mellah de Figuig, cuyos edificios y sinagogas quedaron en muchos casos abandonados o reutilizados.

Torre de vigilancia del agu Figuig |
Actualmente, quedan pocas huellas visibles del antiguo Mellah, pero su memoria perdura en la tradición oral y en el reconocimiento creciente de la diversidad cultural que caracterizó a Figuig durante siglos. Algunos esfuerzos recientes buscan preservar y documentar este legado para promover el entendimiento intercultural y el turismo patrimonial.
Mohamed nos lleva al lugar donde aflora el agua del Palmeral es un elemento esencial en la vida de estos ksar es el sistema tradicional de riego conocido como khettara. Se trata de una red subterránea de canales que capta el agua de los acuíferos y la distribuye por gravedad hasta los campos de cultivo y palmerales. Este ingenioso sistema, combinado con la arquitectura adaptada al clima, convierte a Figuig en un claro ejemplo de paisaje cultural, donde arquitectura, medioambiente y vida social forman una unidad coherente y resiliente.
Hoy en día, muchos de estos ksar están en proceso de deterioro debido al abandono rural, la emigración y la falta de conservación. Sin embargo, su valor patrimonial ha empezado a ser reconocido por instituciones culturales y académicas, tanto en Marruecos como a nivel internacional, que ven en ellos no solo un testimonio del pasado, sino una fuente de inspiración para la arquitectura sostenible del futuro. Marchamos hasta el palmeral, estamos en un oasis, aquí lo más valioso es el agua para la vida. Vemos el sistema de vigilancia del agua, sus aljibes y el sistema de distribución.
El sistema de riego del palmeral de Figuig, en el este de Marruecos, es un ejemplo destacado de ingeniería hidráulica tradicional adaptada a las condiciones áridas del desierto. Este sistema, conocido como khettara o foggarra, ha sido fundamental para la agricultura y la vida en el oasis durante siglos.

Sistema de riego de Figuig |
Una khettara es una red subterránea de túneles que aprovecha la gravedad para transportar agua desde los acuíferos subterráneos hasta la superficie, sin necesidad de bombas mecánicas. Este sistema permite la captación de agua de fuentes artesianas, provenientes de surgencias naturales en el acuífero confinado que forma un pozo donde el agua brota naturalmente. La longitud de una khettara puede variar desde cientos de metros hasta varios kilómetros, dependiendo del gradiente hidráulico y la topografía del terreno. A lo largo de su recorrido, se construyen pozos verticales llamados madrassas que permiten la ventilación y el acceso para mantenimiento.
La gestión del agua en Figuig es una responsabilidad colectiva regida por un derecho consuetudinario. Cada comunidad, o jmaâ, es responsable del mantenimiento de las khettaras y de la distribución del agua. El reparto se realiza mediante turnos temporales, conocidos como kharrouba, que equivalen a períodos de 45 minutos. Estos turnos pueden ser heredados, vendidos o intercambiados, y su gestión se basa en principios de equidad y solidaridad.
Además de las khettaras, el sistema de riego incluye una red de canales abiertos llamados seguia o saqiya, que distribuyen el agua a los campos de cultivo. El agua captada se almacena en depósitos colectivos, y su distribución se organiza de manera que cada parcela reciba la cantidad necesaria para su cultivo.

Panorámica del Palmeral de Figuig |
A pesar de su eficacia, las khettaras enfrentan desafíos debido al descenso del nivel freático, el abandono de las prácticas tradicionales y la falta de inversión en mantenimiento. Sin embargo, iniciativas buscan recuperar y preservar este sistema de riego tradicional, promoviendo su valor como patrimonio cultural y su importancia para la sostenibilidad del oasis.

Panorámica del Palmeral de Figuig |
La estrella de Figuig es su palmeral es uno de los oasis más antiguos y emblemáticos del sureste de Marruecos, situado cerca de la frontera con Argelia. Este oasis no solo es un importante enclave agrícola, sino también un espacio vital para la cultura, la historia y la identidad de las comunidades amazighs que lo habitan desde hace siglos.

Palmeral de Figuig |
El palmeral de Figuig se extiende a lo largo de varios kilómetros en un entorno desértico y montañoso. Está formado por siete núcleos de población tradicionales conocidos como ksour (plural de ksar): Zenaga, Loudaghir, Oulad Slimane, Hammam Foukani, Hammam Tahtani, El Maïz y Laabidate. Estos asentamientos están rodeados por miles de palmeras datileras, que son la base de la economía local y símbolo de resistencia ecológica.
El palmeral de Figuig se basa en una agricultura en terrazas o en estratos, típica de los oasis del Sahara. En el nivel superior se encuentran las palmeras datileras (Phoenix dactylifera), que proporcionan sombra, regulan el microclima y protegen los cultivos inferiores. A un segundo nivel se cultivan frutales como granados, higueras, albaricoqueros y olivos. En el nivel inferior crecen cereales, hortalizas y forrajes. Esta organización agrícola, perfeccionada a lo largo de los siglos, permite una utilización eficiente del suelo y del agua, en un entorno donde ambos recursos son extremadamente escasos.
El palmeral depende completamente del agua captada por el sistema de khettaras, una red subterránea tradicional de captación y distribución de agua, lo que permite mantener la agricultura incluso en condiciones de extrema sequedad.

Palmeral de Figuig |
Más allá de su función agrícola, el palmeral es un espacio cultural profundamente simbólico. Es escenario de rituales religiosos, celebraciones tradicionales y modos de vida que han perdurado a lo largo del tiempo. La transmisión oral del conocimiento sobre la gestión del agua, la cosecha de los dátiles, la construcción en adobe y la vida comunitaria forman parte del patrimonio inmaterial de Figuig.
El palmeral de Figuig enfrenta hoy numerosos desafíos: la bajada del nivel freático, la migración de jóvenes a las ciudades, la desertificación y el abandono de las técnicas tradicionales. Además, el cierre de la frontera con Argelia ha reducido los intercambios comerciales y culturales que antiguamente enriquecían la vida del oasis.
A pesar de ello, se han emprendido proyectos de rehabilitación ambiental y patrimonial, impulsados tanto por asociaciones locales como por organismos internacionales, para preservar este paisaje cultural único. Entre ellos destacan iniciativas educativas, de turismo sostenible y de valorización del conocimiento ancestral.
Marchamos para descubrir una espléndida panorámica del Palmeral desde donde se divisa toda su extensión y su importancia vital en la vida de esta ciudad.

Palmeral de Figuig |
El punto más importante es la distribución del canal grande para las distintas zonas del palmeral, una de las zonas se inicia en la piscina municipal para hombres, hay otra para mujeres.
Descubrimos las distintas fincas separadas por murallas de adobe, muchas de ellas semideruidas por la acción de la lluvia.

Canales de distribucion de agua del Palmeral de Figuig |
Mohamed es muy famoso en la ciudad y durante el recorrido vamos saludando a las fuerzas vivas de la ciudad que se interesan por nosotros.

Maison d' Hotes Chez Ismail y Mina Figuig |
Conocemos a una familia de franceses que viven en París y son origininarios de Figuig, están de vacaciones en la ciudad, les gusta mucho porque vienen a la casa del abuelo.
Nos indican que les sigamos por el interior del Kasar porque quieren dar una sorpresa a un familiar.
Efectivamente formamos parte de la comitiva y la sorpresa nos la llevamos nosotros porque la casa es de Samil, el hombre que conocí por la mañana.
La casa es un palacio, se llama Maison d' Hotes Chez Ismail y Mina, situado en el Ksar de Zénaga, tiene una arquitectura similar a los patios de Córdoba. La parte baja es mancomunada donde se comparte la cocina y el baño. En la parte superior viven 7 habitaciones.
Es como un riad, muestra con orgullo la medalla al turismo del 2015 que concedió el Ministro de Turismo por el desarrollo de Figuig.
Nos invitan a te y nos enseñan la casa, parte superior y su colección de objetos antiguos que cuelgan de todas las paredes

Maison d' Hotes Chez Ismail y Mina Figuig |
Nosotros nos marchamos porque ya anochece y estamos súper cansados hemos andado en la tarde 10 km.
Día 19 de abril (sábado) Ruta: Figuig -Rissani

Camino de Rissani |
El día comienza en el parking gratuito en la ciudad de Figuig, sin gorrilla tiene las coordenadas GPS N32.108955 W1.229175. La noche ha sido tranquila, lo único a las 5;10 horas tronaban todos los minaretes en la llamada a la oración.
Ya nos hemos enterado cómo se ponen de acuerdo todos los muecines para llamar a la oración a la vez, es el Imán el que manda una hoja con la hora exacta que comienzan todos los rezos. El horario varía de una ciudad a otra.
Salimos pitando porque tenemos el día más duro de conducción de todo el viaje por Marruecos. Nuestro destino es la ciudad de Rissani es la puerta del desierto del Sáhara.
Nos separan 434 km partimos a las 9.30 h y llegamos casi a las 18:00 horas por la Nacional 17. Es una carretera muy correcta con buen firme y kilómetros en línea recta.
El trayecto entre Figuig y Rissani, en el corazón del Marruecos oriental, es mucho más que una simple línea en el mapa. Es un viaje profundo y evocador a través de territorios remotos, paisajes extremos y culturas resilientes que se han adaptado durante siglos a las condiciones implacables del desierto. A lo largo de los 434 kilómetros que separan estos dos enclaves, el viajero experimenta una transformación visual y sensorial que cuenta una historia de agua, piedra, viento y raíces humanas.

Colegio en Bouanane |
Desde Figuig hasta las inmediaciones de Errachidia, el paisaje se vuelve más inhóspito y vasto. Grandes mesetas rocosas, elevaciones erosionadas y llanuras desérticas dominan el horizonte. Las tonalidades del terreno oscilan entre el marrón rojizo, el gris y el dorado, dependiendo de la hora del día y de la luz del sol.
Es una región poco poblada, donde pequeños pueblos aparecen de forma dispersa, como manchas humanas en medio de una inmensidad mineral. Las viviendas, construidas con barro y piedra, se confunden con el terreno. Los wadis —cauces secos de ríos que solo llevan agua en raras ocasiones— serpentean por el paisaje, recordando la presencia intermitente de la vida.
Este tramo es duro, áspero, pero también sobrecogedor. Su desolación tiene una belleza hipnótica, casi lunar, que invita al silencio y a la contemplación.
Poco a poco el paisaje cambia de los rebaños de cabras y ovejas a camellos, estos están en libertad y van y vienen a su antojo.

Comida en Bouanane |
Paramos para repostar en un pueblo con una estación de Cepsa en Bouanane GPS N 32.0355067 W3.0399815, vemos que están haciendo Tajin de pollo pero no tienen de carne o de oveja, decidimos seguir. Aprovechamos que pasamos por un colegio para dejar la bolsa que llevamos con ropa y dulces para la gente más necesitada. Antes de salir de la población aprovechamos para que nos cocinen en un restaurante nuestras chuletas de cordero GPS N 32.037268 W3.051759, nos hacen un guiso muy rico, un plato de patatas y pagamos 3 euros. Lo comemos en la misma puerta dentro de la autocaravana. Al acercarse a Errachidia, el paisaje experimenta una transformación repentina y milagrosa. El río Ziz, alimentado por las nieves del Alto Atlas, da forma a un extenso palmeral que atraviesa el valle y proporciona vida a decenas de pueblos y aldeas. Aquí, la agricultura renace: cultivos en terrazas, árboles frutales, jardines familiares.
La carretera serpentea junto al palmeral, revelando kasbahs fortificadas y antiguos graneros de barro que dominan el valle desde las colinas. Las montañas siguen siendo áridas, pero el valle es un corredor fértil que resplandece como una cinta verde en medio del desierto.

Panoramico sobre el río Ziz |
Este tramo del viaje ofrece un contraste visual impresionante: el desierto no desaparece, pero es domado por el agua y por el esfuerzo humano.
Finalmente, al llegar a Rissani, el viajero entra en una de las regiones más emblemáticas del desierto marroquí. Antiguo punto de paso de las caravanas que cruzaban el Sahara hacia Tombuctú, Rissani es una ciudad que todavía vibra con su pasado nómada y mercantil.

Llegando a Risdsani |
El entorno está dominado por palmerales anchos, edificaciones de barro rojizo, mercados tradicionales y el rumor del desierto que ya se insinúa con fuerza. Muy cerca se encuentran las dunas de Merzouga, gigantes dorados que emergen del horizonte como olas inmóviles. El cielo, casi siempre despejado, adquiere aquí una claridad inusual, y las noches están marcadas por una impresionante visión estelar.
Llegamos a Rissani ya entrada la tarde y vamos al parking del mausoleo de Moulay Ali Cherif N31.2801 W4.2529, es gratuito y no tiene gorrilla.
Visitamos el Mausoleo Ali Cherif, la entrada es gratuita para los no musulmanes no tienen acceso a la mezquita, ni tampoco a la sala donde está el cuerpo. Aunque le pido a un musulmán que me saque unas fotos.

Mausoleo de Moulay Ali Cherif de Rissani |
El Mausoleo de Moulay Ali Cherif, situado en la ciudad de Rissani, al sureste de Marruecos, representa uno de los monumentos más emblemáticos del país tanto desde el punto de vista histórico como arquitectónico. Este mausoleo alberga los restos de Moulay Ali Cherif, considerado el fundador de la dinastía alauita, la misma que gobierna Marruecos desde el siglo XVII hasta la actualidad. La importancia de este lugar no radica únicamente en su valor espiritual y simbólico para la monarquía marroquí, sino también en su expresión arquitectónica, que refleja siglos de maestría artesanal y herencia islámica en el Magreb.
La historia del mausoleo está íntimamente ligada a la figura de Moulay Ali Cherif, nacido hacia el año 1589 en la región de Tafilalet, una zona estratégica entre el Alto Atlas y el desierto del Sahara. Descendiente directo del profeta Mahoma por vía de su hijo Hasan, Moulay Ali Cherif pertenecía a una familia chorfa, término usado para referirse a los nobles de linaje sharifiano. En una época de fragmentación política tras la decadencia de los saadíes, este líder carismático logró unificar las tribus de Tafilalet y proclamarse emir hacia 1631. Su hijo, Moulay Mohammed, consolidaría posteriormente el poder de la dinastía alauita en el conjunto del país.

Jardín del Mausoleo de Moulay Ali Cherif de Rissani |
Moulay Ali Cherif falleció en 1659, y poco después se erigió su mausoleo en Rissani, que por entonces era un importante centro caravanero y religioso. La construcción del mausoleo fue concebida no solo como un lugar de reposo, sino como un sitio sagrado destinado a perpetuar la memoria del linaje real. A lo largo de los siglos, el mausoleo ha sido objeto de restauraciones sucesivas, la más reciente e importante en 1997, durante el reinado de Hassan II, quien ordenó su rehabilitación completa, incorporando materiales y técnicas tradicionales. Esto permitió devolverle su esplendor original y reforzar su papel como símbolo de identidad nacional.
Desde el punto de vista arquitectónico, el mausoleo es un ejemplo paradigmático del arte islámico marroquí. El conjunto incluye varias secciones: el edificio principal donde se encuentra la tumba, una mezquita adyacente, un patio central abierto, una madrasa (escuela coránica) y varias salas destinadas a la acogida de peregrinos y estudiosos. El acceso al mausoleo se realiza a través de una gran puerta decorada con arabescos y motivos geométricos, enmarcada por una fachada de estuco tallado y azulejos de colores que contrastan elegantemente con el adobe rojo del entorno.

Mezquita del Mausoleo de Moulay Ali Cherif de Rissani |
Una de las características más notables del mausoleo es su profusa ornamentación interior. Las paredes están revestidas con zellij, mosaicos de cerámica vidriada dispuestos en patrones geométricos complejos que simbolizan la unidad infinita del universo islámico. El zellij cubre los zócalos hasta media altura, mientras que la parte superior está decorada con estuco labrado a mano, en el que se entrelazan caligrafías coránicas con formas florales y geométricas. El techo de la sala principal está hecho de madera de cedro tallada, policromada y ensamblada sin clavos, una muestra de la pericia de los carpinteros tradicionales de Meknés y Fez.
El ambiente del mausoleo es de una espiritualidad serena. A pesar de ser un lugar de visita constante, mantiene un aire de recogimiento. El sepulcro de Moulay Ali Cherif se encuentra cubierto por una tela verde con inscripciones coránicas, y alrededor se conservan lámparas tradicionales y objetos votivos donados por fieles. Solo los musulmanes pueden acceder al recinto más íntimo, pero el resto del complejo, incluyendo el patio y la mezquita, suele estar abierto a visitantes y turistas, lo que lo convierte también en un importante punto de interés cultural.

Tumba del Mausoleo de Moulay Ali Cherif de Rissani |
A lo largo del año, el mausoleo acoge numerosas celebraciones religiosas, especialmente durante el Mawlid (nacimiento del profeta), y recibe a peregrinos provenientes de diversas regiones del país. Es considerado no solo un sitio de devoción, sino también un espacio para el aprendizaje espiritual. La madrasa ha formado generaciones de estudiantes religiosos y ha sido un centro de difusión del islam suní y del pensamiento sufí, corriente mística con fuerte arraigo en Marruecos.

Decoración puertas del Mausoleo de Moulay Ali Cherif de Rissani |
La ubicación del mausoleo en Rissani no es casual: esta ciudad fue el núcleo originario de la dinastía alauita y desempeñó un papel fundamental en la historia de Marruecos precolonial. Además, Rissani está en las puertas del desierto, conectada por antiguas rutas caravaneras con el África subsahariana, lo que históricamente ha hecho de la región un cruce de civilizaciones. El mausoleo, por tanto, no solo tiene valor religioso y artístico, sino también geopolítico, como testimonio del papel de Marruecos como puente entre el mundo árabe, africano y mediterráneo.

Entrada al Ksar de Moulay Ali Cherif de Rissani |
Hay un guía en el Palacio que nos va acompañar el resto de la tarde para sacarnos de dudas de algunos conceptos y visitar otros lugares cercanos.
Enfrente está el Kasar que pertenecía a Mulay Ali Cherif GPS N31.279831 W4.254300, su interior está ocupado por 650 familias, una parte pertenecía a los judíos, era el Mellah, ahora las casas son ocupadas por beréberes. Tambien es conocido como el Ksar Akbar, una fortaleza construida a principios del siglo XIX que sirvió como lugar de exilio para miembros de la familia real alauita caídos en desgracia. Aunque actualmente se encuentra en ruinas, sus muros y la monumental puerta de entrada aún son visibles y forman parte del recorrido turístico de la zona.
La estructura principal del Ksar Akbar está construida en adobe, un material típico de las regiones desérticas compuesto por barro, paja y agua, que se seca al sol. Este tipo de construcción tiene propiedades térmicas que la hacen ideal para resistir el intenso calor del día y el frío nocturno característico del desierto. Las murallas del Ksar, de gran grosor, rodean el conjunto y servían tanto como protección contra ataques como para mantener un microclima interior más estable.

Portada del Ksar de Moulay Ali Cherif de Rissani |
Uno de los elementos más llamativos del Ksar Akbar es su puerta monumental, que destaca por su tamaño y su ornamentación sobria pero simbólica. Se trata de un gran arco de medio punto rebajado, flanqueado por dos torres de vigilancia. Estas torres, además de reforzar la defensa del acceso principal, también servían para controlar los movimientos en los alrededores y comunicar visualmente con otras estructuras defensivas cercanas. La puerta, al igual que el resto del conjunto, está hecha en adobe, pero se decora con motivos geométricos grabados en el yeso o tallados en la madera de sus puertas.
Una vez traspasada la puerta principal, se accede a una plaza central desde la cual se distribuían las diferentes secciones del Ksar. Aunque muchas de las edificaciones interiores están hoy en ruinas, aún se pueden observar los restos de viviendas, almacenes y áreas comunes que alguna vez dieron vida a esta fortaleza. El diseño urbanístico del Ksar es típico de los asentamientos fortificados del sur marroquí: compacto, con callejuelas estrechas, casas adosadas y espacios comunitarios, todo dispuesto de forma funcional y defensiva.

Mezquita desde el Ksar de Moulay Ali Cherif de Rissani |
En términos de estilo, el Ksar Akbar se inscribe dentro de la arquitectura vernácula del Tafilalet, caracterizada por el uso de materiales locales y una estética sobria y funcional. No es un lugar de ornamentación exuberante, sino un reflejo de las condiciones sociales, políticas y ambientales de la época. La funcionalidad y la integración con el paisaje son sus mayores virtudes.
Hoy en día, el Ksar Akbar se encuentra en gran parte en ruinas, debido al abandono y a los embates del tiempo y el clima. Sin embargo, aún conserva su majestuosidad y representa un testimonio silencioso de la historia de la región y de la dinastía alauita. Algunas familias todavía habitan partes restauradas del Ksar, aunque muchas zonas están deshabitadas y peligrosas de transitar sin guía. A pesar de ello, el lugar es visitado por turistas interesados en la historia, la arquitectura y la cultura tradicional del sur de Marruecos.
La visita al Ksar Akbar es especialmente enriquecedora si se combina con un recorrido por el Mausoleo de Moulay Ali Cherif y el zoco de Rissani. Juntos, estos lugares ofrecen una visión completa del pasado religioso, político y comercial de esta región del Sahara marroquí, constituyendo una parada esencial para todo viajero que busque conectar con las raíces históricas del país.

Calles del Ksar de Moulay Ali Cherif de Rissani |
Dentro del Ksar Akbar de Rissani existió un mellah, es decir, un barrio judío fortificado que formaba parte integral del ksar mismo. Esto no era inusual en Marruecos, especialmente en regiones como el Tafilalet, donde la convivencia entre comunidades musulmanas y judías estaba regulada por normas sociales, religiosas y políticas, y muchas veces implicaba la inclusión de los mellahs dentro o junto a las estructuras defensivas de los ksour (plural de ksar).
El mellah en el Ksar Akbar estaba ubicado en un sector bien definido del recinto amurallado, con acceso independiente o parcialmente controlado. Su arquitectura seguía las pautas del ksar: viviendas de adobe de una o dos plantas, calles angostas y sinuosas, y pequeñas plazas interiores. Estas construcciones solían tener patios interiores, balcones con celosías y hornacinas para uso religioso.
La comunidad judía dentro del Ksar Akbar estaba integrada principalmente por comerciantes, artesanos, curtidores y banqueros, que desempeñaban un papel esencial en la economía local, sobre todo por la posición estratégica de Rissani en las rutas caravaneras entre el norte de África y el África subsahariana. El mellah incluía una pequeña sinagoga, espacios de reunión comunitarios, y estaba ligado simbólicamente a las actividades del ksar aunque mantenía cierta autonomía.

Viviendas del Ksar de Moulay Ali Cherif de Rissani |
A pesar de vivir en un espacio físicamente separado, los judíos del Ksar Akbar participaban activamente en la vida económica del conjunto del ksar. Proveían productos especializados, como objetos de metal, textiles, y también servicios financieros. En muchos casos, existía una relación de patronazgo y protección por parte de la autoridad alauita hacia estas comunidades, lo que explica su presencia dentro de un ksar tan vinculado a la dinastía reinante.
Hoy en día, pocos vestigios visibles quedan del mellah dentro del Ksar Akbar, debido al abandono progresivo del lugar y a la emigración masiva de la comunidad judía marroquí a mediados del siglo XX, especialmente hacia Israel y Francia. Sin embargo, guías locales y habitantes mayores de la zona todavía identifican las antiguas zonas del mellah y pueden señalar las ruinas de las viviendas judías o incluso de la sinagoga, muchas veces ya irreconocibles para el visitante casual.
La familia de Mulay Ali Cherif, fundador de la dinastía alauita en Marruecos, atravesó una serie de vicisitudes que marcaron su ascenso y consolidación en el poder, así como su posterior declive y desafíos internos.

Mellah del Ksar de Moulay Ali Cherif de Rissani |
En 1631, Mulay Ali Cherif fue proclamado líder de los Chorfas de Tafilalet, una comunidad árabe que reclamaba descendencia del profeta Mahoma. Este nombramiento se produjo en un contexto de inestabilidad política tras la caída de la dinastía saadí. Ali Cherif consolidó su poder en la región de Sijilmassa (actual Rissani), estableciendo una base sólida para su familia.
A la muerte de Mulay Ali Cherif en 1659, su hijo Mulay Muhammad asumió el liderazgo. Sin embargo, las tensiones entre él y su medio hermano Mulay al-Rashid llevaron a un conflicto abierto. En 1664, Mulay al-Rashid se autoproclamó sultán y derrotó a su hermano en la llanura de Angad, consolidando su poder y marcando el inicio de la dinastía alauita en Marruecos. Este enfrentamiento interno es considerado un punto de inflexión en la historia de la familia, ya que resultó en la pérdida de influencia de Mulay Ali Cherif y sus descendientes en la política nacional.
A pesar de la derrota, los descendientes de Mulay Ali Cherif, especialmente a través de su hijo Mulay Ismail, lograron recuperar y expandir el poder. Mulay Ismail se convirtió en sultán en 1672 y es reconocido por unificar gran parte del país y fortalecer la dinastía alauita. Su reinado marcó el comienzo de una nueva era para la familia, que logró consolidar su posición en el trono marroquí.

Fuente del Ksar haj Haroune de Rissani |
Después visitamos Ksar haj Haroune
GPS N31.2854702 W4.257524, era un palacio de una familia emparentada con el rey Hassan II ahora está ocupado por 20 familias, la parte del harén es de una sola familia y no podemos verlo, pero si sus magníficas puertas y la pequeña mezquita, así como la entrada con arcos de herradura donde los miembros del Kasar discuten sus cosas.
El Ksar Haj Haroune, ubicado en las afueras de Rissani, en la región del Tafilalet en Marruecos, es una fortaleza tradicional que refleja la arquitectura y la historia de las comunidades del desierto. Construido en la época medieval con materiales locales como adobe, tierra compactada (pisé) y madera, este ksar fue diseñado para resistir las duras condiciones climáticas del desierto y proteger a sus habitantes. Sus murallas gruesas, torres de vigilancia y callejones estrechos son un claro ejemplo de la función defensiva que desempeñaban estas estructuras, que además servían como centros de comercio y convivencia comunitaria.
La disposición del Ksar Haj Haroune es típica de los ksour del Tafilalet, con calles laberínticas y viviendas adosadas alrededor de patios interiores que permitían la circulación del aire y ofrecían refugio del intenso calor durante el día. Este diseño fomentaba la interacción social y la cooperación entre las familias que habitaban el ksar. Aunque no se dispone de registros detallados sobre su fundación o acontecimientos históricos específicos relacionados con el ksar, su existencia evidencia la importancia estratégica y económica de Rissani como punto de encuentro en las rutas caravaneras del Sahara.

Ksar haj Haroune de Rissani |
En la actualidad, el Ksar Haj Haroune, aunque menos conocido que otros ksour más turísticos, conserva su autenticidad y es un testimonio vivo de la vida tradicional en el desierto marroquí. Visitarlo permite comprender mejor cómo las comunidades locales se adaptaron al entorno y cómo se organizaban social y económicamente para sobrevivir y prosperar. Se recomienda realizar la visita con un guía local que pueda aportar contexto histórico y cultural, enriqueciendo así la experiencia del visitante.

Ksar Oulad Mhmed Chorfa de Rissani |
Más adelante visitamos el El Ksar Oulad Mhmed Chorfa
N31.2831077 W4.254821, es una fortaleza tradicional situada en Rissani, en la región del Tafilalet, Marruecos. Construido entre finales del siglo XVII y principios del siglo XIX, este ksar fue una residencia emblemática de las familias gobernantes locales, reflejando el poder y la influencia que tuvieron en la zona. Formando parte del patrimonio arquitectónico de la región, el Ksar Oulad Mhmed Chorfa también es testigo del importante papel que desempeñó la dinastía alauita, originaria del Tafilalet, en la historia de Marruecos.
La arquitectura del ksar es típica de las construcciones defensivas del desierto, empleando materiales locales como adobe, pisé y madera, que proporcionan un eficaz aislamiento térmico frente al clima extremo. Sus murallas gruesas, torres de vigilancia y pasadizos estrechos fueron diseñados para proteger a sus habitantes de invasiones y controlar el acceso a la fortaleza. El diseño interno presenta una disposición laberíntica de calles y viviendas que promueven la interacción social y la cooperación entre las familias, mientras que los techos planos y los patios interiores facilitan la circulación del aire y ofrecen espacios frescos durante los días calurosos.

Ksar Oulad Mhmed Chorfa de Rissani |
Nuestro guía nos aclara cómo es posible que el novio conozca a la novia el día de la boda. En algunas comunidades bereberes tradicionales del sur de Marruecos, es común que el novio conozca a la novia el mismo día de la boda o poco antes de la ceremonia. Esta práctica refleja las costumbres ancestrales en las que los matrimonios se organizaban principalmente por acuerdos familiares y sociales más que por relaciones de pareja previas.

Zaouia de Rissani |
En estos casos, el matrimonio se considera una unión entre familias y tribus, y el amor o la relación personal entre los novios se espera que crezca con el tiempo tras la boda. La ceremonia y los rituales que la acompañan están llenos de simbolismos y celebraciones que buscan fortalecer ese nuevo vínculo. Aunque hoy en día esta práctica está cambiando y muchas parejas tienen más oportunidad de conocerse antes, sigue siendo una tradición respetada en varias zonas rurales y entre familias que mantienen vivas las costumbres bereberes.
La petición de mano en las comunidades bereberes del sur de Marruecos es un momento formal y lleno de respeto que marca el inicio del proceso matrimonial. Tradicionalmente, este acto es realizado por el padre o un representante cercano del novio, quien visita la casa de la familia de la novia acompañado por familiares y amigos. La llegada suele estar cargada de formalidades y símbolos que reflejan la importancia del compromiso.
Durante la petición de mano, el grupo lleva regalos que pueden incluir alimentos, productos artesanales o dinero, como muestra de buena voluntad y respeto hacia la familia de la novia. En esta reunión, los interlocutores discuten el deseo del novio de casarse con la joven, y es común que los padres de la novia expresen sus expectativas, condiciones y la importancia de la dote, que será parte fundamental del acuerdo matrimonial. Este intercambio no solo trata sobre la pareja, sino que también establece un vínculo entre ambas familias y sus respectivas comunidades.

Canales del palmeral de Rissani |
La conversación se desarrolla en un ambiente solemne pero cordial, y en ocasiones se acompaña de oraciones y bendiciones para que la unión sea próspera y feliz. Si ambas partes están de acuerdo, se fija una fecha para la boda y se inicia la planificación del ritual matrimonial. En caso de desacuerdo, se pueden posponer las negociaciones hasta que se logre un entendimiento, siempre manteniendo la armonía y el respeto mutuo.
Este acto de petición de mano es esencial porque representa la formalización del compromiso y la aceptación social del matrimonio dentro de la comunidad bereber, manteniendo vivas las tradiciones y valores ancestrales.
Día 20 de abril (domingo) Ruta: Rissani-El Oulia

Mercado de Rissani |
Amanece en el parking del mausoleo de Moulay Ali Cherif GPS N31.2801 W4.2529 , es gratuito y no tiene gorrilla. La noche ha sido muy tranquila como nos habían asegurado, pero..., a las 5,10 sonó la llamada a la oración, normalmente son unos segundos y se callan. Pues hoy han retransmitido en directo todas las plegarias para que la gente lo pueda seguir desde sus casas sin necesidad de acudir a la mezquita. Nosotros en el interior de la autocaravana no damos crédito.
Partimos para ver el mercado, hoy es domingo y es el más importante pues viene gente de toda la región para comprar y vender.
Cómo estamos a 2 km del centro de la Medina nos desplazamos en la autocaravana, aquí en Rissani no hay taxis.
Aparcamos en el parking céntrico con gorrilla, mucha gente pernocta aquí, le doy 20 dh al vigilante. Las coordenadas GPS N31.2820 W4.2680 .
Estamos en el Marruecos más profundo y se ve como aflora la pobreza, niños pidiendo limosna sin ir a la escuela y mujeres sentadas en todas las puertas.

Mercado de Rissani |
El mercado de Rissani es un espectáculo para los sentidos. Desde primeras horas de la mañana, el lugar se llena de gente: comerciantes, pastores, artesanos y compradores. Los aromas de especias, el sonido de las voces regateando, y la vista de tejidos de colores vivos, pieles y productos agrícolas, conforman una atmósfera auténtica y dinámica.
El mercado se organiza en diferentes áreas según los productos: hay zonas para la venta de ganado —camellos, cabras, ovejas—, sectores dedicados a las especias y alimentos, áreas para la venta de productos artesanales como alfombras bereberes, cerámica, cuchillos tradicionales y objetos de cuero, así como espacios dedicados a la venta de utensilios y herramientas para la vida diaria.
Un elemento que destaca es el mercado de animales, donde los pastores nómadas traen a sus camellos y cabras para la venta o el intercambio. Esta tradición, que se mantiene desde hace siglos, no solo cumple una función económica sino que también es un evento social donde se fortalecen relaciones entre tribus y familias.
Los productos que se venden en el mercado de Rissani reflejan la riqueza cultural y natural de la región. Entre los alimentos destacan las especias como el comino, el azafrán, la canela y el cilantro, que son ingredientes esenciales en la cocina marroquí. También se venden dátiles, miel local, aceite de argán y frutos secos.

Mercado de Rissani |
La artesanía ocupa un lugar especial en el mercado. Los tejidos bereberes, con sus colores intensos y patrones geométricos, son muy valorados tanto por los locales como por visitantes. Las alfombras, hechas a mano por mujeres de las tribus del desierto, cuentan historias ancestrales a través de sus diseños.
Otro producto emblemático es la cerámica de Rissani, con piezas decoradas a mano que reflejan la estética tradicional del Sahara. Además, se pueden encontrar cuchillos tradicionales con empuñaduras decoradas, joyería en plata y cuero trabajado.
El trueque sigue siendo una práctica común en ciertas partes del mercado, especialmente en la compra y venta de ganado y productos agrícolas, manteniendo viva una tradición ancestral.
Más allá de su función económica, el mercado de Rissani es un espacio social vital para la región. Es un lugar de encuentro donde se intercambian noticias, se fortalecen lazos sociales y se celebran tradiciones. Las reuniones en el mercado sirven para consolidar alianzas entre familias y tribus, además de ser una plataforma para resolver disputas o planear actividades comunitarias.

Mercado de Rissani |
La presencia de diferentes grupos étnicos, incluyendo bereberes, árabes y nómadas saharauis, hace que el mercado sea un microcosmos cultural del sur de Marruecos. Se hablan varias lenguas y dialectos, y las costumbres tradicionales siguen muy vivas.
Además, el mercado atrae cada vez más a turistas que buscan una experiencia auténtica y alejada de los circuitos turísticos convencionales, lo que ha contribuido a un intercambio cultural enriquecedor y a la generación de ingresos para la comunidad local.
El mercado está dividido por secciones, comenzamos por los vegetales, son los típicos camiones que vienen cargados hasta las trancas, estos venden como Mercamadrid, son mayoristas. Podemos ver frutas de temporada, verduras, patatas, cebollas, pimientos. Todo con muy buen aspecto, muy fresco.
El mercado de animales de Rissani se celebra con más actividad especialmente los martes, jueves y domingos. Desde temprano por la mañana, pastores y vendedores de distintas tribus —muchos provenientes de zonas remotas del desierto— llegan con sus rebaños de ovejas y cabras. A pie, en burro, o en camiones pequeños, los animales son traídos a un espacio abierto en las afueras del zoco principal, donde se agrupan por especie, tamaño o condición.

Mercado de Ovejas de Rissani |
El lugar está lleno de sonidos: balidos, gritos de vendedores, conversaciones en árabe y tamazight, y el incesante intercambio de opiniones sobre precios, calidad y peso. El ambiente es vibrante, pero también organizado según las reglas tradicionales del comercio rural.
A diferencia de otros mercados modernos, aquí el trueque sigue vivo. Muchos pastores intercambian animales por productos agrícolas, herramientas, o incluso servicios. Cuando hay dinero de por medio, la negociación es directa y rápida, pero siempre acompañada de gestos rituales que indican acuerdo o desacuerdo.
Los animales se revisan cuidadosamente: se examinan los dientes para calcular su edad, se observa el pelaje y la musculatura, y se conversa sobre su alimentación. La experiencia del vendedor y la reputación del comprador juegan un papel importante en cerrar un trato justo. El siguiente recinto está ocupado por vacas y terneros, todos los animales están señalizados. El ganado vacuno en esta región no es tan abundante como en las zonas del norte del país, donde hay más pastos verdes y agua, pero sigue siendo muy apreciado. Las vacas y los terneros son considerados animales de gran valor por su carne, leche y fuerza de trabajo. Muchas familias rurales invierten buena parte de sus ahorros en estos animales, usándolos como “banco vivo”, ya que pueden venderlos en caso de necesidad urgente.

Mercado de Vacas de Rissani |
Negociar el precio de una vaca puede llevar varios minutos e incluso involucrar a testigos o intermediarios conocidos como "semssar" (mediadores). En algunos casos, el trato se sella con un fuerte apretón de manos, como símbolo de compromiso.
El siguiente es el de burros y caballos, hoy no hay camellos, este es muy interesante porque no podemos saber los animales en venta y los que ocupan plaza de parking.
En la región de Rissani, el burro sigue siendo el animal más utilizado para tareas cotidianas. Es resistente, fácil de mantener, y se adapta bien al clima seco. Es común ver a diario burros cargando agua o leña, incluso dentro de la misma ciudad.
El caballo, en cambio, tiene un papel más simbólico y se asocia a menudo con la dignidad, la fuerza y el estatus social. Se usa en celebraciones, bodas y eventos tradicionales como la fantasía (espectáculo ecuestre donde los jinetes disparan rifles en formación). También es un animal valorado por su elegancia y por la conexión espiritual que muchas comunidades rurales establecen con él.
Paseamos por el Interior del mercado techado, aquí el comercio es minorista. Nosotros compramos 1 kg de tomates, 1 kg de plátanos, 1 kg de manzanas de Midelt, 1/2 de naranjas. Por todo pagamos 2.8 euros, para que calculéis el nivel de vida.

Mercado de burros de Rissani |
Otro apartado es el de las especias, nos piden por 100 gr 5 euros, es buen precio, nunca comprar donde haya guías con turistas.
Es la hora de la comida y negociamos comprar las chuletas de cordero, era un ejemplar grande, pero está recién matado y sin despiezar nos pide por 600 gr 7 euros.

Mercado de burros de Rissani |
En el restaurante por cocinarlas, ensaladas, patatas, pan y agua, pagamos 8 euros. Un poco caro, pero no protestamos.

Murallas del Kasar El Fida de Rissani |
Salimos a 4 km de Rissani para visitar el Kasar El Fida
GPS N31.307136 W4.251521, es un museo y está en rehabilitación, nos conformamos con ver los arcos de entrada y su magnífica portada. El guardia nos impide ver el interior por orden del ministro de Cultura.
Construido entre 1854 y 1872 durante el reinado del sultán Moulay Ismail, este ksar (término que designa un poblado fortificado de adobe en el norte de África) fue una residencia de caïds, o gobernadores locales, durante la época de consolidación del poder alauita en la región.
Este ksar es uno de los ejemplos más notables de la arquitectura tradicional del sur marroquí. Su estructura, hecha de barro y adobe, se caracteriza por muros altos, puertas ornamentadas, techos de madera decorados y estrechos pasadizos interiores que conectan distintas áreas del recinto. El diseño no solo responde a necesidades defensivas, sino también a la adaptación al clima del desierto: el interior permanece fresco incluso durante los meses más calurosos del año.

Entrada al Kasar El Fida de Rissani |
Tras años de abandono parcial, el Ksar El Fida fue restaurado en 2005, en un esfuerzo por preservar el patrimonio arquitectónico y cultural de la región. Actualmente funciona como museo, permitiendo a los visitantes explorar su historia y su contexto cultural. Dentro del museo se encuentran colecciones de objetos tradicionales que ilustran la vida cotidiana en Tafilalet durante los siglos pasados: alfombras tejidas a mano, herramientas de uso doméstico, fotografías históricas y retratos de figuras relevantes de la dinastía alauita.
El ksar sirvió originalmente como residencia del caïd local bajo el reinado del sultán Moulay Ismail. Más allá de su función defensiva y residencial, el edificio se distingue por la riqueza ornamental de sus espacios interiores, los cuales constituyen una fuente valiosa para el estudio de las tradiciones estéticas y constructivas en contextos oasisianos del Magreb.
La decoración interior del Ksar El Fida obedece a principios funcionales y simbólicos. En primer lugar, el uso de materiales locales como el adobe (mezcla de barro y paja) permite una eficiente regulación térmica, condición esencial en el clima árido del valle del Ziz. Esta elección material incide también en el carácter austero de los muros interiores, cuyo acabado liso y monócromo contrasta con los elementos decorativos de madera y yeso, concentrados en puntos estratégicos como techos, puertas y nichos.

Kasar El Fida de Rissani |
Uno de los aspectos más destacados de la decoración interna son los techos artesonados, realizados en madera de palmera o cedro del Atlas. Estos presentan una rica labor de talla y pintura, con motivos geométricos y vegetales de fuerte impronta islámica. La policromía tradicional –a base de ocres, verdes y rojos naturales– responde tanto a una función estética como simbólica, vinculada a códigos de prestigio y sacralidad en el imaginario decorativo marroquí. En determinadas salas, los techos revelan composiciones radiales u octogonales que remiten a modelos empleados en madrasas y palacios urbanos de la misma época.
Asimismo, se observa un uso recurrente de arcos de herradura y arcos lobulados en los vanos interiores, muchos de ellos adornados con molduras de yeso modelado, técnica heredera de la tradición almohade y meriní. Las puertas, de madera maciza, están ricamente trabajadas con herrajes de forja artesanal y decoración incisa, incorporando en algunos casos inscripciones cúficas con fórmulas de bendición o versículos coránicos.
Los espacios habitacionales incluyen nichos murales (tazougha), que cumplían funciones de almacenamiento o iluminación mediante lámparas de aceite, y que a menudo están enmarcados por molduras decorativas o remates pintados. El mobiliario tradicional, aunque escaso debido al carácter funcional del ksar, se complementaba con textiles como alfombras tejidas manualmente en lana, tapices y cortinas, elementos que introducían color y textura al ambiente interior.

Kasba El Khobat de El Oulia |
En este punto abandonamos Rissani en dirección a Tinghir, pero se nos echa encima la tarde y es mejor no conducir de noche, en cuanto vemos que empieza a oscurecer buscamos un refugio que siempre aparece.

Calles de la Kasba El Khobat de El Oulia |
Aprovechamos la proximidad de la Kasba El Khobat y un poco antes vemos un hotel restaurante que nos permite pasar la noche en su parking. Me pide 100 dh pero llegamos a un acuerdo de 50 dh, solo por aparcar. Las coordenadas Gps N31.495606 W5.088305. El pueblo se llama El Oulia.
En el corazón del ksar, se encuentra el restaurante El Khorbat, que ofrece cocina tradicional bereber. Los platos son preparados por las mujeres del pueblo, siguiendo recetas ancestrales. La especialidad de la casa es el tagine de dromedario con dátiles.
El restaurante dispone de un salón tradicional y una amplia terraza entre las palmeras, protegida del sol mediante techumbres de troncos y barro. Los menús varían entre 100 y 160 dirhams (aproximadamente 9 a 15 euros), e incluyen opciones como ensaladas, sopas, tagines, cuscús y postres
Para estirar las piernas nos acercamos a visitar el Kasar Bereber El Khobat. Está recientemente rehabilitado, parte se ha convertido en Riad, otra parte en el museo y el resto está ocupado por familias. El museo está dirigido por la Asociación local, el precio de entrada es 2O Dh.

Bordado bereber en la Kasba El Khobat de El Oulia |
Ksar El Khorbat es un ejemplo representativo del patrimonio arquitectónico y cultural del sur de Marruecos. Situado en la región del Valle del Todra, cerca de la ciudad de Tinejdad, este ksar fortificado ha sido objeto de interés tanto para la conservación patrimonial como para el estudio antropológico y turístico. Su revitalización en las últimas décadas ha permitido no solo preservar su estructura, sino también convertirlo en un espacio educativo y cultural a través del establecimiento de un museo comunitario.
Ksar El Khorbat fue construido a mediados del siglo XIX por comunidades bereberes sedentarias (principalmente de etnia amazigh) como respuesta a las necesidades de defensa, vivienda y almacenamiento en un entorno semiárido. Tradicionalmente, el ksar sirvió como una comunidad cerrada, donde las familias compartían recursos, protegían sus bienes y desarrollaban una economía de subsistencia basada en la agricultura de oasis y el pastoreo.
Durante el periodo colonial francés, como muchos ksars en Marruecos, El Khorbat experimentó una transformación parcial debido a las nuevas rutas de comercio, el desarrollo de infraestructura moderna y los cambios administrativos. En las décadas posteriores a la independencia marroquí (1956), el ksar sufrió un progresivo abandono por parte de sus habitantes, quienes emigraron hacia zonas urbanas o al extranjero.

Interior Museo de la Kasba El Khobat de El Oulia |
Ksar El Khorbat presenta una estructura urbanística cerrada, con calles angostas y techadas, y viviendas contiguas construidas con técnicas tradicionales de tapia de barro (adobe), madera de palmera y piedra. El diseño de las casas está adaptado al clima desértico: muros gruesos para el aislamiento térmico, patios interiores para la ventilación y techos planos para el aprovechamiento del agua de lluvia.
El ksar se organiza jerárquicamente en torno a una calle principal cubierta, que actúa como espina dorsal del asentamiento, conectando las diferentes unidades habitacionales y los espacios colectivos como los graneros, los pozos y la mezquita. Este tipo de arquitectura responde tanto a exigencias defensivas como a principios de cohesión social y distribución equitativa del espacio.
La restauración de El Khorbat, iniciada en la década de 2000 gracias a una colaboración entre asociaciones locales e instituciones internacionales, se llevó a cabo respetando las técnicas constructivas originales, combinándolas con criterios de conservación moderna. Esta intervención ha permitido reactivar parte del ksar como alojamiento turístico y centro cultural.

Kasba El Khobat de El Oulia |
Uno de los elementos más significativos de El Khorbat es el Museo de los Oasis, inaugurado en 2002 y ubicado en tres casas tradicionales dentro del ksar. Este museo tiene como objetivo documentar y preservar el modo de vida tradicional de los pueblos oasis del sur de Marruecos. A través de una exposición permanente, se presentan aspectos clave de la cultura amazigh: herramientas agrícolas, vestimenta, objetos rituales, y maquetas de sistemas hidráulicos (como las khettaras).

Minareta de la Mezquita de la Kasba El Khobat de El Oulia |
El museo también ofrece material educativo sobre la organización social de los ksars, la gestión comunitaria del agua y los ciclos agrícolas en los oasis. De este modo, actúa como una plataforma para la educación patrimonial, dirigida tanto a los visitantes internacionales como a la población local, particularmente a las nuevas generaciones que están en riesgo de desconexión cultural.
Guiados por la llamada al rezo llegamos a la mezquita de Ksar El Khorbat es uno de los elementos centrales de este ksar tradicional ubicado en el valle del Todra, al sureste de Marruecos. El ksar, construido a mediados del siglo XIX, es un ejemplo representativo de la arquitectura de tierra cruda del sur de Marruecos.
La mezquita se sitúa en una plaza pública dentro del ksar, sirviendo como centro espiritual y comunitario para sus habitantes. Este espacio abierto conecta la entrada principal del ksar con la calle central, facilitando el acceso de los fieles. La plaza también alberga otras infraestructuras comunes, como los baños y la escuela coránica, reflejando la organización social y religiosa del asentamiento.
La mezquita presenta un diseño sencillo pero funcional, acorde con las características del ksar. El alminar, construido en hormigón armado, ha sido recubierto con una capa de tierra y paja para integrarse visualmente con el conjunto arquitectónico de adobe del ksar. Esta adaptación demuestra el esfuerzo por mantener la armonía estética y cultural del lugar.

Interior Mezquita de la Kasba El Khobat de El Oulia |
La mezquita no solo cumple una función religiosa, sino que también es un símbolo de la identidad y cohesión comunitaria del ksar. Su ubicación estratégica y su diseño reflejan la importancia de la espiritualidad en la vida cotidiana de los habitantes de El Khorbat.
Día 21 de abril (lunes) Ruta: Le Oulia-Tinghir-Amridil

Minareta de la Mezquita de la Kasba El Khobat de El Oulia |
El día comienza en el hotel de Kasba El Khobat. Precio 50 dh, solo por aparcar. Las coordenadas Gps N31.495606 W5.088305 . El pueblo se llama El Oulia. La noche ha sido muy tranquila.
El cuidador del hotel me enseña el jardín del hotel, tiene una estupenda huerta donde tiene plantado muchos hortalizas que utilizan en el restaurante, también podemos ver que el dueño presta mucha atención al cuidado de ciertos animales.
Salimos dirección de la ciudad de Tinghir, pasamos por su vista panorámica camino de las Gargantas de Todra GPS N 31.5303178 W5.5682323. Nos llama mucho la atención la cantidad de casas que se han levantado en el camino. También nos sorprende la cantidad de turismo procedente de todo el mundo.
El palmeral de Tinghir, ubicado en el valle del Todra, al pie del Alto Atlas central de Marruecos, representa un ejemplo paradigmático de oasis cultivado. Con una extensión de más de 30 km de longitud a lo largo del río Todra, este ecosistema ha sido modelado por siglos de interacción entre las condiciones naturales del entorno desértico y la acción humana, principalmente de comunidades amazighes. El palmeral constituye no solo una fuente vital de recursos agrícolas, sino también un espacio simbólico y cultural profundamente enraizado en la identidad local.

Palmeral de Tinghir |
El palmeral de Tinghir se basa en un sistema de oasis irrigado tradicional, cuyo elemento central es la palmera datilera (Phoenix dactylifera). Esta especie cumple una función ecológica fundamental: crea un microclima sombrío que permite el cultivo en estratos sucesivos. Bajo las palmeras, se desarrollan cultivos arbóreos (como el granado, el olivo y el almendro) y en el nivel más bajo, hortalizas y cereales.
La gestión del agua, proveniente del río Todra y de fuentes subterráneas mediante canales (seguías) y galerías filtrantes (khettaras), ha permitido la irrigación controlada en un contexto árido. Este sistema hidráulico, heredado de prácticas ancestrales, es un modelo de sostenibilidad en zonas semiáridas.
El palmeral está dividido en parcelas familiares llamadas "jnan", cultivadas de manera intensiva y colectiva. El acceso al agua y a la tierra está regulado por normas consuetudinarias transmitidas por las comunidades locales. Esta organización social se articula en torno a ksars o aldeas fortificadas, como Ksar El Khorbat, que estructuran el territorio del oasis.

Panorámica del Palmeral de Tinghir |
Cada comunidad gestiona sus recursos a través de estructuras comunales, como los jemâa (asambleas tradicionales), que garantizan la equidad en el uso del agua y la resolución de conflictos. Estas instituciones han permitido la persistencia de un modelo agrícola sostenible y resiliente frente a las presiones climáticas y socioeconómicas.

Panorámica del Palmeral de Tinghir |
Más adelante hay otro mirador del Palmeral de Todra GPS N31.5476812 W5.5831635, es un sitio esencial para parar y disfrutar durante unos minutos de uno de los paisajes más evocadores del mundo. Las vistas son increíbles de las palmeras datileras, y cultivos de pastos para el ganado. Podrás ver también toda la ciudad antigua con sus típicos edificios de barro.

Gargantas del Río Todra en Tinghir |
Seguimos el camino hasta llegar a las Gargantas del Río Todra GPS N31.585952 W5.591126, están formadas por paredes de 300 m de altura a lo largo de 1 Km, con un ancho de solo 20 metros en la zona más estrecha. Por ellas transcurren las aguas cristalinas procedentes de los Atlas
No hay descripción posible de la sensación de pequeñez que se siente frente al entorno que te rodea. Estas gargantas son conocidas internacionalmente por ser uno de los cañones naturales más impresionantes, donde acude gente de todo el mundo para practicar y disfrutar del entorno en una de las paredes verticales más increíbles del planeta.
Las Gargantas del Todra, situadas en la región del Alto Atlas oriental, cerca de la ciudad de Tinghir (provincia de Drâa-Tafilalet, Marruecos), constituyen una de las formaciones geológicas más espectaculares del norte de África. Talladas a lo largo de millones de años por la acción erosiva del río Todra, estas gargantas representan no solo un fenómeno natural notable, sino también un espacio de relevancia cultural, económica y ecológica para las poblaciones locales. Este trabajo aborda las características geomorfológicas de las gargantas, sus usos históricos por parte de las comunidades amazighes, y su creciente valorización como destino turístico.

Gargantas del Río Todra en Tinghir |
Las Gargantas del Todra son un ejemplo clásico de cañón fluvial en un entorno semiárido. El río Todra, afluente del río Dades, ha erosionado progresivamente la roca calcárea del Alto Atlas, generando un pasaje estrecho de hasta 300 metros de profundidad en algunos tramos, con paredes verticales que se elevan abruptamente a ambos lados del cauce. En su punto más angosto, el cañón no supera los 10 metros de ancho.
Desde el punto de vista geológico, la zona está formada predominantemente por rocas carbonatadas del Jurásico y Cretácico, con presencia de fallas tectónicas que han facilitado la incisión del río. Las fuerzas endógenas y exógenas han contribuido conjuntamente a la morfología actual, haciendo del sitio un laboratorio natural para la geografía física y la geomorfología estructural.
Históricamente, las poblaciones amazighes del valle del Todra han utilizado las gargantas y su entorno como parte integral de su territorio agrícola y ganadero. A pesar del terreno abrupto, las terrazas agrícolas construidas a lo largo del río han permitido el cultivo de cereales, hortalizas y palmeras datileras, gracias a un sistema tradicional de irrigación por acequias (seguías) y galerías subterráneas (khettaras).

Gargantas del Río Todra en Tinghir |
Además, las gargantas han servido como corredores de paso y comunicación entre distintas regiones montañosas. La adaptación arquitectónica y territorial de estas comunidades a un entorno geográficamente exigente es una muestra de resiliencia socioambiental.
En las últimas décadas, las Gargantas del Todra se han convertido en un importante destino turístico tanto nacional como internacional. El sitio es especialmente valorado por escaladores profesionales debido a la calidad de sus paredes de roca, que ofrecen rutas de escalada de distintas dificultades. Asimismo, el paisaje espectacular, accesible desde la carretera principal, ha fomentado el desarrollo de infraestructura hotelera, restaurantes y guías locales.

Parking centrico ciudad de Tinghir |
Después de pasear entre este impresionante paisaje decidimos regresar a visitar la ciudad de Tinghir. Aparcamos en el mismo centro N31.521717 W5.530662. Tiene gorrilla y le doy 20 Dh.
Muy cerca hay un restaurante, llevamos unos filetes de ternera de Madrid, ellos nos ponen dos ensaladas, patatas fritas, pan y agua. Pagamos 10 euros.
Atendiendo al ofrecimiento de un guía para descubrir el interior de esta ciudad accedemos a que nos acompañe por la cantidad de 100 Dh, al final llama a otro compañero que resulta ser un comisionista y no nos enseña nada simplemente hace un recorrido buscando las comisiones de las alfombras, medicinas alternativas, etc. Pensábamos que las cosas estaban cambiando en Marruecos, pero vemos que todavía hay gente que no sabe lo que necesitamos algunos viajeros.
Descubrimos su medina con unas tiendas, en estos momentos sin vendedores es la hora de rezo. En el centro de la medina se encuentra el antiguo barrio judío, conocido como el mellah de Ait El Haj Ali, donde todavía se conservan las formas y materiales originales de construcción. Aunque la comunidad judía ya no reside allí, el barrio mantiene su estructura y esencia, con tiendas de artesanía local que ofrecen alfombras, objetos de plata, cerámica y ropa típica bereber. El zoco, aunque pequeño, late con la vida diaria de los habitantes y se convierte en punto de encuentro donde se mezclan aromas de especias, sonidos de trueques y el eco de la historia.

Ksar de Tinghir |
La medina de Tinghir no es solo un espacio urbano, sino también una puerta a la memoria colectiva de la región, donde las tradiciones bereberes siguen vivas en la lengua, en los gestos y en la hospitalidad de sus gentes. Desde sus callejones se puede observar el cercano palmeral, que alimenta la ciudad con su verdor y frescura. La medina, aunque modesta en tamaño, guarda en sus muros una riqueza cultural profunda que hace de Tinghir un lugar de paso obligado para quienes buscan conocer el Marruecos más auténtico y humano.
Llegamos a la Kasba, una parte importante era la mitad la judería o Mellah. Todos los judíos se marcharon en los años 60 y sus casas fueron ocupadas por familias bereberes. La sinagoga está en estado de ruina y no se puede visitar. Pasamos por la antigua mezquita y el morabito, santón musulmán de 1400.
La mezquita y medersa Ikelane se encuentra en las afueras de Tinerhir, Marruecos, dentro del ksar Afanour, un antiguo conjunto fortificado que ha sido parcialmente restaurado. Este monumento es un ejemplo destacado de la arquitectura tradicional de adobe de las regiones presaharianas del país.

Entrada al Mellah Tinghir |
La estructura de la mezquita y medersa Ikelane es única en Marruecos, ya que está construida en parte sobre un barranco y en parte sobre una calle cubierta del ksar Afanour. La sala de abluciones incluye un pozo, un cuartito donde se calentaba el agua en un caldero, un almacén donde se guardaba la leña destinada al fuego, un espacio para las abluciones menores y unos departamentos privados para las abluciones mayores. La sala de oración cuenta con un mihrab orientado hacia La Meca, un nicho donde se sitúa el mimbar desde el cual el imam pronuncia el sermón del viernes, y un amplio espacio cubierto de esteras para rezar. El techo de la sala de oración está sostenido por 24 pilares de adobes recubiertos con yeso, y una hermosa cúpula con ventanas en cada uno de sus lados ilumina el interior. La azotea era utilizada para impartir clases y también para la llamada a la oración, siendo muy rara la existencia de un alminar en las mezquitas antiguas de la región. Tres habitaciones servían para alojar a los estudiantes procedentes de pueblos lejanos.
La fecha de fundación de la mezquita-medersa Ikelane no se conoce con certeza, pero su estilo arquitectónico sugiere que fue probablemente reconstruida durante la segunda mitad del siglo XIX. El edificio cumplía cuatro funciones diferentes: mezquita del barrio de los Ikelane, escuela infantil del pueblo, escuela superior donde se formaban una buena parte de los alfaquíes del sur marroquí, y residencia de estudiantes para los alumnos procedentes de pueblos lejano

Morabito de Tinghir |
Para finalizar paseamos por el palmeral dice que ocupa 30 km. La fuente de ingresos de la gente son los dátiles, el aceite de oliva, ovejas y cabras y ahora el turismo.
Gracias al agua del río Todra y a un ingenioso sistema de canales de riego tradicionales, el palmeral mantiene una vegetación exuberante que incluye palmeras datileras, olivos, higueras, granados, almendros y campos de alfalfa y trigo. Este entorno agrícola y natural ha sido el sustento de las comunidades bereberes locales durante siglos.
Para explorar el palmeral, existen senderos que serpentean entre huertos y aldeas de adobe, ofreciendo una experiencia auténtica y tranquila. Una de las rutas más recomendadas es la que va desde el antiguo ksar de Tinerhir hasta la fuente del Pez Sagrado, en la entrada de las gargantas del Todra.
Salimos pitando hacia nuestro último destino se trata de la Alcazaba Ameridil, nos separan 138 km. Por una carretera compleja que nos demora 2 horas.

Palmeral de Tinghir |
Pernoctamos en el camping de Ameridil de Skouda, precio 120 Dh con luz y WiFi. Las coordenadas GPS N31.050474 W6.576365. Nos sorprende que las duchas son calientes porque tienen un sistema de horno alimentado con madera de palmera.
Día 22 de abril (martes) Ruta: Skouda-Ait Ben Hadu

Decoración bereber de la Kasbah Amridil |
El día comienza en el camping de Amridil de Skouda, precio 120 Dh con luz y WiFi. Las coordenadas GPS N31.050474 W6.576365 . La noche ha sido tranquila
Antes de salir del camping hacemos un completo reset a la autocaravana pues no sabemos lo que nos deparará la carretera.
Nuestro primer destino es la visita a la Alcazaba Amridil GPS N31.046808 W6.581035, esta justo enfrente del camping, pero preferimos mover la autocaravana. Es la segunda vez que la visitamos, años antes solamente se podía ver la mitad de la Alcazaba, ahora ya han restaurado otra parte y se ha convertido en museo, todavía queda por rehabilitar otro cuarto. Estamos ante un verdadero palacio bereber del siglo XVII y ha estado habitada hasta mediados del siglo XX. Está dividida en dos mitades en las dos hay que pagar 40 Dh. por visitarla.
La Kasbah Amridil, situada en el fértil oasis de Skoura, en el sur de Marruecos, es una de las kasbahs más emblemáticas y mejor conservadas del país. Su historia se remonta al siglo XVII, cuando la influyente familia Nasiri, originaria de Tamegroute, se estableció en esta zona estratégica del valle del Draa. Aunque la estructura original fue construida durante esa época, la kasbah fue significativamente ampliada y restaurada en el siglo XIX, especialmente gracias a la relación entre M'hamed Ben Brahim Nasiri, un erudito religioso, y Madani El Glaoui, jefe del poderoso clan de los Glaoui. Esta conexión permitió que artesanos del palacio del Glaoui en Telouet contribuyeran a la construcción de una tighremt (mansión fortificada) para los Nasiri, que terminaría convirtiéndose en la actual Kasbah Amridil.

Museo de la Kasbah Amridil |
La parte dedicada a museo ha permitido preservar y difundir el patrimonio cultural y arquitectónico del sur de Marruecos. Esta iniciativa ha sido impulsada por los descendientes de la familia Nasiri, que aún residen en una sección privada del edificio, y tiene como objetivo no solo conservar el monumento, sino también ofrecer al visitante una experiencia inmersiva en la vida tradicional bereber de los siglos pasados. El museo ocupa varias estancias originales de la kasbah y está diseñado para mostrar cómo era la vida cotidiana en este tipo de residencias fortificadas, sin alterar su estructura ni su autenticidad.
El recorrido por el museo permite acceder a distintas habitaciones que han sido cuidadosamente restauradas y amuebladas con objetos originales. Entre los espacios más representativos se encuentran las cocinas, con sus grandes tinajas de barro, molinos de piedra y utensilios de cobre; las habitaciones privadas, decoradas con alfombras, cojines y cerámica local; y los almacenes, donde se exhiben herramientas agrícolas, arados de madera, cántaros para el agua y recipientes para el almacenamiento de grano. También se pueden ver ejemplos de los trajes tradicionales usados por las familias bereberes, incluyendo túnicas, turbantes y joyería artesanal.

Patio del museo de la Kasbah Amridil |
Uno de los elementos más destacados del museo es la colección de objetos relacionados con la cultura religiosa y educativa de la kasbah. Se conservan antiguos manuscritos coránicos, tablillas de madera utilizadas por los estudiantes para copiar versículos, así como esteras y muebles utilizados en la madrasa. Estos espacios ayudan a comprender el importante papel que desempeñó la Kasbah Amridil como centro de enseñanza coránica y de vida espiritual.
El museo también incluye una exposición al aire libre en las terrazas superiores, desde donde se pueden contemplar las torres de la kasbah, el sistema defensivo original y el impresionante paisaje del palmeral de Skoura. Este mirador ofrece una vista privilegiada del entorno agrícola que dio sustento a la familia Nasiri durante generaciones. Además, algunas zonas del museo están dedicadas a explicar las técnicas de construcción con adobe, mostrando moldes, herramientas y ejemplos de muros tradicionales.
La visita está pensada para ser tanto educativa como sensorial, y suele ir acompañada de explicaciones por parte de guías locales —muchos de ellos miembros de la familia— que transmiten conocimientos ancestrales y anécdotas familiares. Esta combinación de historia, arquitectura y vida cotidiana convierte la Kasbah Amridil en un verdadero museo vivo, en el que el pasado no solo se observa, sino que se siente y se comprende a través de sus espacios.

Madrasa de la Kasbah Amridil |
En definitiva, la parte de la Kasbah Amridil dedicada a museo cumple una función esencial en la conservación del patrimonio material e inmaterial del sur marroquí. Gracias a ella, es posible descubrir la organización social, los valores religiosos, las técnicas de construcción y el modo de vida de una época que, aunque lejana, sigue viva en cada rincón de esta fortaleza de barro. Es un espacio que no solo documenta la historia, sino que también la mantiene abierta al diálogo con el presente.
La arquitectura de la Kasbah Amridil representa uno de los ejemplos más completos y emblemáticos del estilo tradicional del sur de Marruecos, especialmente de la región de Ouarzazate y el valle del Draa. Construida principalmente con adobe, un material compuesto por barro, agua y fibras vegetales como la paja, esta kasbah refleja la profunda relación entre el ser humano y su entorno. El adobe, moldeado en bloques y secado al sol, permite una gran eficiencia térmica: mantiene frescos los interiores durante los abrasadores días del verano y conserva el calor en invierno, lo que lo convierte en el material ideal para el clima árido del sur marroquí. A ello se suma el uso de troncos de palmera y cañas en techos y estructuras interiores, lo que da a la construcción una estética sencilla pero muy funcional.

Arquitectura de la Kasbah Amridil |
La Kasbah Amridil sigue el esquema arquitectónico de la tighremt, una casa-fortaleza tradicional bereber. Su planta es cuadrada, con torres de vigilancia en las esquinas, conocidas como borj, que le confieren un carácter defensivo y simbólico. Estas torres, al igual que las fachadas, están decoradas con relieves geométricos y almenas que combinan función y ornamento, reforzando la solidez del edificio al tiempo que comunican el estatus social de sus habitantes. El interior de la kasbah está organizado en torno a un patio central, llamado wust ad-dar, alrededor del cual se distribuyen las habitaciones y espacios funcionales a lo largo de varios niveles. Esta organización vertical es una característica fundamental de las kasbahs del sur, pensadas para aprovechar al máximo el espacio disponible y para separar claramente las funciones domésticas, económicas y privadas.
En el primer nivel se encuentran las zonas de almacenamiento de alimentos, grano, aceite y utensilios, así como los establos para animales, reflejando la vida autosuficiente de las familias rurales. El segundo nivel alberga las cocinas y otras estancias domésticas, mientras que en el tercer piso se ubican los espacios de residencia, con habitaciones destinadas a los miembros de la familia, decoradas con motivos pintados en ocres y blancos que simbolizan protección y prosperidad. Finalmente, el cuarto nivel está compuesto por terrazas que dan acceso a las torres y al reloj solar, un instrumento tradicional que regulaba las horas de oración y trabajo.

Detalle de la arquitectura de la Kasbah Amridil |
Uno de los aspectos más destacados de esta arquitectura es su adaptación al medioambiente. La orientación de la kasbah y el uso de patios internos permiten una ventilación cruzada natural, esencial en regiones de temperaturas extremas. Las pequeñas ventanas y los muros gruesos aseguran la protección térmica y reducen la exposición al calor y a la luz directa. Además, la kasbah forma parte de un conjunto urbano mayor, el ksar, que es un pueblo fortificado de casas similares, organizado de manera cooperativa y defensiva.
Más allá de su valor arquitectónico, la Kasbah Amridil cumplió un importante papel social y cultural en la región. Funcionó como residencia familiar, pero también como centro educativo y religioso, gracias a la existencia de una madrasa y una mezquita en su interior. En estos espacios se impartía la enseñanza del Corán a niños y jóvenes del oasis y de comunidades vecinas. Asimismo, el líder de la familia ejercía funciones judiciales, mediando en conflictos locales y gestionando los asuntos comunales. La kasbah también fue un lugar de recepción de caravanas, dado que Skoura era un cruce importante en las rutas comerciales que conectaban el Alto Atlas con el desierto del Sahara.

Galería porticada de la Kasbah Amridil |
A lo largo del siglo XX, muchas kasbahs similares en la región de Draa-Tafilalet han sido abandonadas o han caído en ruina por la migración hacia centros urbanos y por la falta de recursos para su mantenimiento. Sin embargo, la Kasbah Amridil ha logrado sobrevivir, en gran parte gracias al compromiso de la familia Nasiri con su preservación. Desde los años 1990, la kasbah ha sido parcialmente convertida en museo, con salas que exhiben herramientas tradicionales, objetos de uso cotidiano, trajes y mobiliario de época, proporcionando a los visitantes una experiencia inmersiva en la vida tradicional del sur marroquí. Esta musealización ha convertido a la kasbah en un atractivo turístico importante, visitado tanto por viajeros individuales como por estudiosos de la arquitectura y la historia del Magreb.
El interior es un ejemplo del diseño tan especial en adobe pegado a la tierra, destaca sus ventanales de la distintas estancias, unos tienen una función defensiva, otros un sistema de ventilación tan util que corre el aire por todo su interior, y el último es para la comunicación y poder hablar desde el interior sin ser vistos, vamos el WhatsApp antiguo.

Ventana de la Kasbah Amridil |
La kasbah tiene grandes murallas de adobe, que eran fundamentales para la defensa del edificio. Estas murallas son altas y gruesas, lo que ayudaba a proteger a los habitantes de los ataques. A lo largo de las murallas se pueden ver torres de vigilancia en las esquinas, que permitían observar los alrededores y detectar cualquier posible amenaza. Las torres son características de las kasbahs, y en Amridil, estas torres tienen un diseño vertical que le da un aire imponente y robusto.
Al igual que muchas kasbahs, la de Ameridil tiene un patio central que sirve como núcleo del edificio. Alrededor de este patio se encuentran varias estancias, como habitaciones, almacenes y espacios comunes. Este diseño en torno a un patio cerrado es común en la arquitectura islámica y proporciona una sensación de privacidad y seguridad.
La kasbah es conocida por sus intrincados detalles decorativos, especialmente en las paredes y en las puertas de madera. Los muros están adornados con relieves geométricos y diseños ornamentales realizados en ladrillo, lo que da una sensación de riqueza estética. Estos patrones también eran simbólicos, reflejando la cultura islámica y el arte tradicional del sur de Marruecos.

Panorámica completa de la Kasbah Amridil |
Los techos de la kasbah están construidos con madera local, y algunas de las habitaciones tienen techos de madera de palma o madera de cedro. El uso de materiales naturales en los techos es parte de la adaptación al entorno, dado que el calor en la región puede ser extremo, y la madera ayuda a mantener una temperatura más agradable en el interior.

Kasbah Amridil en Skoura |
Seguimos el viaje desde Skoura con destino Ouarzarzate, constituye un ejemplo significativo de la transición paisajística y ecológica que caracteriza la región pre-sahariana del Alto Atlas. A lo largo de los aproximadamente 40 kilómetros que separan estas dos localidades, se pueden observar cambios notables en la morfología del terreno, la cobertura vegetal y la presencia humana, lo que convierte este recorrido en un caso de estudio relevante para comprender la interacción entre geografía, clima y ocupación del territorio en el contexto marroquí.
Skoura, situada a 1180 metros sobre el nivel del mar, se identifica principalmente por su extenso palmeral, que constituye uno de los oasis más fértiles y mejor conservados del sur de Marruecos. Este ecosistema de oasis, alimentado por sistemas tradicionales de irrigación (khettaras), permite la existencia de una agricultura intensiva basada en la producción de dátiles, hortalizas y cereales.
A medida que se abandona el oasis, el paisaje sufre una transformación progresiva. La vegetación disminuye drásticamente, y el terreno se convierte en una llanura árida y pedregosa, interrumpida por colinas de tonos rojizos y amarillentos. Esta zona de transición semidesértica revela una geología marcada por la erosión y la escasez hídrica, lo que limita la actividad agrícola y condiciona los asentamientos humanos, que aparecen dispersos y constituidos por construcciones de adobe adaptadas al entorno.

Río Oued Ounila en Ouarzazate |
Finalmente, al aproximarse a Ouarzazate, se evidencia una urbanización más desarrollada y la aparición de infraestructuras vinculadas al turismo y la industria cinematográfica. Ouarzazate, conocida como la "Puerta del Desierto", alberga estudios de cine de proyección internacional, así como monumentos históricos como la Kasbah Taourirt. Este último tramo del recorrido muestra cómo el paisaje natural se ha integrado con actividades económicas modernas, generando una simbiosis entre lo tradicional y lo contemporáneo.
Entramos en Ouarzazate y nos sorprende, hace tantos años que visitamos la ciudad y no la conocemos, grandes avenidas, edificios oficiales y un conglomerado de casas residenciales, se ha convertido en una ciudad del desierto muy importante.
Decidimos no parar porque el mayor atractivo es su Kasba y fue gravemente dañada en el terremoto de hace tres años y no tiene sentido no poder ver las mejores decoraciones, preferimos esperar a que completen su rehabilitación.
Continuamos hasta nuestro siguiente punto es el Kasar Ait Ben Hadu. El trayecto entre Ouarzazate y Aït Ben Haddou, situado en la región de Drâa-Tafilalet, representa una unidad geográfica significativa dentro de la cuenca pre-sahariana del Alto Atlas. A lo largo de los 30 kilómetros que separan ambos puntos, el paisaje experimenta una evolución caracterizada por la aridez del entorno, la presencia de formaciones geológicas sedimentarias y la adaptación humana a un medio semidesértico, lo que convierte este corredor en una muestra representativa del sur marroquí.

Paisaje en Aït Ben Haddou |
Desde Ouarzazate, ciudad de carácter urbano y modernizado, el entorno natural comienza a perder densidad poblacional, dando paso a un paisaje dominado por mesetas áridas y colinas erosionadas. El terreno está formado principalmente por rocas sedimentarias de tonos rojizos y ocres, lo que confiere al paisaje un carácter dramático, acentuado por la luz intensa y las sombras marcadas del sol desértico. La vegetación es escasa y adaptada al clima árido, compuesta por matorrales bajos, arbustos espinosos y esporádicas palmeras en los valles.
El camino discurre paralelo al Oued Ounila, un cauce intermitente que, en época de lluvias, canaliza agua desde las montañas del Atlas hacia el valle. Esta fuente hídrica ha permitido históricamente el asentamiento humano en sus márgenes, tal como lo evidencia la aparición de pequeños pueblos construidos en adobe. Las kasbahs y ksour tradicionales, hechos de tierra apisonada, aparecen diseminados por el territorio, insertándose armoniosamente en el paisaje gracias a su cromatismo similar al del suelo circundante.
Cuando llegamos no damos crédito a lo que ven nuestros ojos ha crecido tanto y hay tanto turismo que nos parece otro lugar.

Puerta de Aït Ben Haddou |
Al final aparcamos en el parking central, afortunadamente hay sitio y podemos pasar la noche, tiene gorrilla y me pide 30 Dh. Las coordenadas GPS N31.042818 W7.129733.
El Ksar de Aït Ben Haddou, situado en la provincia de Ouarzazate, al sur de Marruecos, es uno de los ejemplos más notables de arquitectura de tierra en el norte de África. Clasificado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987, este ksar —término que designa una aldea fortificada de tradición bereber— representa un testimonio material excepcional del modo de vida tradicional en el pre-Sáhara marroquí. Aït Ben Haddou se distingue no solo por su valor arquitectónico, sino también por su significado histórico como punto clave en las antiguas rutas comerciales que unían el Sahara con Marrakech y el Mediterráneo. Este trabajo analiza los aspectos históricos y arquitectónicos del ksar, con el objetivo de comprender su evolución, su función social y simbólica, así como su importancia en el patrimonio cultural marroquí.
Aït Ben Haddou se encuentra en la ribera izquierda del Oued Ounila, afluente del río Drâa, en una región semiárida situada entre la cordillera del Alto Atlas y el desierto del Sahara. Esta posición estratégica le permitió desempeñar un papel central en las rutas caravaneras que cruzaban Marruecos desde el siglo XI en adelante. Caravanas procedentes de Tombuctú y otras ciudades del África subsahariana pasaban por esta región en su trayecto hacia las ciudades imperiales del norte, como Marrakech y Fez, transportando oro, sal, esclavos y especias.

Torres de Aït Ben Haddou |
Se estima que el Ksar fue fundado entre los siglos XVII y XVIII por la tribu Aït Ouarzegt, aunque es probable que existieran asentamientos anteriores en el lugar, dada su ubicación privilegiada y acceso al agua. A lo largo del tiempo, Aït Ben Haddou se consolidó como un centro de poder local, articulado en torno a una estructura social tribal y a una economía basada en la agricultura de oasis, el comercio y el control territorial.
El Ksar de Aït Ben Haddou está construido íntegramente con materiales locales: tierra cruda (adobe), paja, madera de palmera y piedras. Estos materiales no solo responden a una lógica de disponibilidad, sino también a criterios de sostenibilidad y adaptación climática. La tierra apisonada (pisé) permite regular la temperatura interior de los edificios, ofreciendo frescor en verano y retención térmica en invierno, lo que resulta esencial en un clima de fuertes contrastes térmicos. El ksar está compuesto por un conjunto de viviendas agrupadas y protegidas por una muralla perimetral fortificada con torres de vigilancia. El acceso se realiza por una única puerta principal, lo que facilitaba la defensa del asentamiento. En el punto más alto de la colina se sitúa el agadir o granero colectivo, símbolo del poder comunal y lugar de almacenamiento de cereales y documentos importantes.

Entrada de Aït Ben Haddou |
Entre las edificaciones se destacan las kasbahs, casas fortificadas de varias plantas pertenecientes a las familias más influyentes. Estas construcciones destacan por sus torres almenadas, decoradas con motivos geométricos en relieve, que constituyen una forma de ornamentación tradicional bereber. El interior de las kasbahs incluye patios, estancias para animales, almacenes y habitaciones dispuestas en torno a patios centrales, en una organización espacial que combina funcionalidad y privacidad.
El trazado urbano responde a criterios defensivos y climáticos: las calles son estrechas y laberínticas, con pasajes cubiertos que protegen del sol y del viento. Las viviendas están orientadas para minimizar la exposición solar directa, y el espesor de los muros contribuye a aislar térmicamente los espacios interiores.
La arquitectura del ksar no es solo funcional, sino también simbólica. Los motivos decorativos de las fachadas, los elementos de diseño y la propia disposición jerárquica del espacio urbano reflejan una cosmovisión tribal basada en la protección, la jerarquía social y la identidad colectiva. El uso de la tierra como material constructivo no implica una arquitectura "primitiva" o efímera, sino un conocimiento técnico sofisticado transmitido oralmente durante generaciones.

Riad en el interior de Aït Ben Haddou |
Históricamente, el ksar cumplía una doble función: defensiva y comunitaria. Como núcleo cerrado y amurallado, garantizaba la seguridad de sus habitantes frente a incursiones y saqueos, comunes en un contexto de tensiones intertribales y rivalidades por el control de los recursos. Al mismo tiempo, constituía un espacio de cohesión social, en el que se compartían recursos como el agua, el horno comunal o el granero, y se celebraban rituales colectivos.

Calles de Aït Ben Haddou |
A partir del siglo XX, con el declive de las rutas caravaneras y la consolidación del Estado moderno marroquí, Aït Ben Haddou fue progresivamente perdiendo su función residencial. Muchos de sus habitantes emigraron a aldeas cercanas como Asfalou o a la ciudad de Ouarzazate, en busca de mejores condiciones de vida. Como resultado, el ksar fue quedando parcialmente despoblado, lo que puso en riesgo su integridad estructural y su conservación.
No obstante, desde la década de 1960, Aït Ben Haddou ha experimentado un nuevo ciclo de valorización patrimonial y turística. Su fotogenia y autenticidad arquitectónica lo han convertido en un escenario privilegiado para producciones cinematográficas internacionales como Lawrence de Arabia (1962), Gladiator (2000) o Juego de Tronos (2013). Esta exposición mediática ha incrementado su atractivo turístico, generando ingresos para la comunidad local y fomentando su restauración.
La intervención de la UNESCO y del gobierno marroquí ha permitido realizar trabajos de consolidación estructural y de mantenimiento utilizando técnicas tradicionales. Sin embargo, esta patrimonialización no está exenta de tensiones: algunos críticos señalan el riesgo de “museificación” del ksar, es decir, su transformación en un espacio turístico escenográfico desconectado de su función original y de su comunidad.

Molino de Aït Ben Haddou |
La conservación del Ksar de Aït Ben Haddou plantea desafíos importantes. El principal es la sostenibilidad de las técnicas tradicionales de construcción en un contexto de abandono progresivo de la arquitectura de tierra, considerada por algunos sectores como anticuada o poco prestigiosa. El mantenimiento de los edificios de adobe requiere un conocimiento técnico específico y una inversión continua, lo que dificulta su viabilidad si no se encuentra acompañado por una estrategia de desarrollo local.

Vestido de novia de Aït Ben Haddou |
Además, el equilibrio entre turismo y preservación patrimonial es frágil. La afluencia masiva de visitantes puede tener efectos negativos sobre la estructura del ksar, especialmente si no se regula adecuadamente el acceso y el uso del espacio. Por otra parte, existe el riesgo de descontextualización cultural si el patrimonio se presenta como una atracción sin conexión con la historia viva de sus habitantes.

Arquitectura de Aït Ben Haddou |
Frente a estos desafíos, se han propuesto diversas estrategias de gestión participativa del patrimonio, que buscan involucrar a la comunidad local en los procesos de restauración, toma de decisiones y beneficios económicos. Estas propuestas se inscriben en una visión más amplia de la conservación como herramienta de desarrollo sostenible, en la que la preservación del patrimonio material e inmaterial contribuye al bienestar y al empoderamiento de las poblaciones locales.

Panorámica de Aït Ben Haddou |
Día 23 de abril (miércoles) Ruta: Ait Ben Hadu-Marrakech

Aldeas camino de Marrakech |
El día comienza en el parking central de Ait Ben Hadu, tiene gorrilla y me cuesta 30 Dh. Las coordenadas GPS N31.042818 W7.129733. La noche ha sido tranquila hasta la llamada a la oración porque a los perros les molestaba al oído y se han puesto a ladrar y no eran pocos.
Salimos en dirección a Marrakech por la carretera nacional, hay que atravesar todas las montañas de los Atlas de este a oeste. Tenemos marcados casi cuatro horas, antes se hacía en ocho.
El recorrido entre el Ksar de Aït Ben Haddou y la ciudad de Marrakech es un trayecto geográfico y culturalmente denso que atraviesa diversas unidades del relieve marroquí, desde el entorno árido del pre-Sáhara hasta las fértiles llanuras del Haouz. El itinerario, de aproximadamente 180 km, discurre por una carretera de montaña que cruza la imponente cadena del Alto Atlas, constituyendo un corredor de comunicación fundamental entre las regiones del sur y del norte de Marruecos. Este trayecto permite observar una transformación gradual en el paisaje, el clima, la vegetación y la forma de ocupación del territorio.

Puerto de Tizi n'Tichka Camino de Marrakech |
El punto de partida del trayecto, Aït Ben Haddou, se encuentra en una zona de transición entre las montañas y el desierto. El paisaje aquí está caracterizado por una orografía semiárida, con colinas erosionadas de tonos rojizos, valles secos y un clima marcado por la aridez, con escasa vegetación salvo por las palmeras y cultivos asociados al oued Ounila.
Las construcciones tradicionales de tierra apisonada y adobe se integran armónicamente en el entorno. El uso de materiales locales responde tanto a necesidades climáticas como a tradiciones constructivas ancestrales. La presencia del ksar fortificado, asentado en una ladera rocosa, representa un testimonio cultural único del modo de vida comunitario en zonas áridas.
A medida que se avanza hacia el norte, el paisaje cambia radicalmente. La carretera asciende en curvas cerradas por las laderas del Alto Atlas, ofreciendo vistas panorámicas de los valles profundos, las montañas escarpadas y las terrazas agrícolas en las laderas. Este tramo, dominado por el puerto de montaña Tizi n'Tichka, es el punto más alto de la ruta (2.260 metros sobre el nivel del mar) y representa una frontera climática y ecológica.

Parada al borde del precipicio Camino de Marrakech |
La vegetación se vuelve más diversa: aparecen encinares, sabinares y campos de cultivo en terrazas sostenidas por muros de piedra. Las aldeas bereberes, con casas de piedra o adobe, se ubican estratégicamente junto a fuentes de agua y zonas cultivables. Las condiciones climáticas aquí son más húmedas que en el sur, con precipitaciones estacionales y ocasional presencia de nieve en invierno.
Este tramo ha sido históricamente uno de los pasos más importantes para el comercio y el intercambio cultural entre el norte y el sur de Marruecos, y hoy continúa siendo un eje vital de comunicación.
La primera vez que vinimos a Marruecos era un puerto temido para ellos, incluso se podía considerar peligroso. Recuerdo que se nos hizo de noche en la cima, nevaba y estaba con niebla. Tuvimos que esperar la llegada de un camión que nos abrió camino hasta bajar todo el puerto. La gente bajaba andando con linternas, eso eran aventuras.
Tras cruzar el Tizi n'Tichka, el camino desciende hacia las llanuras del Haouz, una extensa zona agrícola que rodea la ciudad de Marrakech. El paisaje cambia de nuevo: el terreno se vuelve más llano, y las condiciones climáticas son más favorables para la agricultura intensiva. Aparecen olivares, campos de trigo, huertos y sistemas de irrigación que aprovechan el agua proveniente del deshielo del Atlas.

Panorámica de los Atlas camino de Marrakech |
El entorno rural se caracteriza por una estructura más densa de asentamientos, con aldeas más numerosas y edificaciones modernas que conviven con técnicas tradicionales. A medida que se aproxima a Marrakech, se incrementa la urbanización, y el paisaje muestra señales de transformación económica y demográfica, con presencia de infraestructuras turísticas, comerciales y viales.

Panorámica de los Atlas camino de Marrakech |
Treinta kilómetros antes de Marrakech paramos a comer en el restaurante de carretera Mechwat El Mahir, situado en la población de, Aït Ourir GPS N31.5565565 W7.6854429, traemos desde Madrid unas hamburguesas y nos hacen un plato de pollo con verduras, ensalada y pan, todo son 11.5 euros.

Coronación del minarete de la Kutubia de Marrakech |
Llegamos a Marrakech en un momento de un tráfico normal y pasamos por nuestro antiguo parking situado enfrente del Hotel Mamunia, ya no existe, el otro que utilizábamos es en el hotel Atlas, este lleva tiempo desaparecido.
Terminamos en el parking céntrico de la Kutubia, el precio no es barato 15 euros sin servicios. Antes era caótico pero ahora está un poco mejor organizado GPS N31.6238 W7.9953 .
Llegamos a Marrakech en un momento de un tráfico normal y pasamos por nuestro antiguo parking situado enfrente del Hotel Mamunia, ya no existe o en este momento se está celebrando una Feria bajo grandes carpas, el otro que utilizábamos es en el hotel Atlas, este lleva tiempo desaparecido.
Al final terminamos en el parking céntrico de la Kutubia, el precio no es barato 15 euros sin servicios. Antes era caótico pero ahora está un poco mejor organizado GPS N31.6238 W7.9953.
El tiempo en Marrakech es bochornoso estamos a 32 grados, pero salimos a disfrutar de una de las ciudades más cautivadoras o la odias o la amas.

Antigua Mezquita de la Kutubia de Marrakech |
El resto de la tarde vamos a dedicarlo a tomar el pulso de la ciudad, marchamos paseando por los jardines de la Koutoubia , están preciosos, el minarete es una maravilla de la arquitectura almohade.
Una impronta inconfundible distingue a las ciudades musulmanas. Por su tardía aparición, el Islam asimilo elementos de anteriores culturas y creó los suyos propios, amoldándose al dogma religioso y a las condiciones climatológicas.
La propia fe, irreductible monoteísta, propicia una unidad ética y estética del amplio territorio acogido a esta religión. En las ciudades marroquíes el laberinto de callejuelas que conforman la medina recorre, en realidad, el espacio sobra después de la construcción de las viviendas. Estas. Rodeadas de muros sin ventanas, también evocan la fe. Tal hábitat asegura el recogimiento familiar y el rechazo a lo extraño en la ciudad.
Las habitaciones se abren, habitualmente sin puertas, en torno a un patio, es el centro de la vida familiar. Este esquema, que entronca con la tradición romana, también está en función del clima, por lo general caluroso en esta zona de África. La escasez de agua, bastante común, explica la idea coránica del jardín o riad, donde la fuente o sadirvan es el elemento fundamental.

Mezquita de la Kutubia de Marrakech |
El clima es asimismo factor determinante en la proyección de las mezquitas. Centro de la vida ciudadana, estos edificios constan de un patio y de una sala hipóstila que lo rodea y que se ensancha en la zona dedicada a la oración en común dirigida por el imán.
La dirección de La Meca o quibla es indicada por el mihrab. Este nicho, habitual en edificios no religiosos, suele ser semicircular y con una pequeña cúpula que se apoya en dos columnas. Su espacio vacío simboliza la presencia del Profeta.
Otro elemento interno es el mimbar o púlpito desde el que el predicador celebra la gran oración de los viernes. Es famoso el de la mezquita de la Kutubía.
En el exterior hay un jardín o sahn y siempre sobresale una torre, el minarete, que sirve de muecín para efectuar las cinco llamadas diarias a la oración. Este elemento vertical, que rompe la horizontalidad que domina el edificio, y en general toda la medina, evolucionó desde la plata cuadrada hasta la redonda o estrellada.

Portada de la Mezquita de la Kutubia de Marrakech |
El minarete de la Kutubía mantiene las formas primarias del tipo de edificaciones en Marruecos. La arquitectura mantiene la falta de estatuas, es, de igual manera, un precepto religioso. Cualquier imagen humana atentaría contra la primacía de Alá. Esto explica el espléndido desarrollo de la decoración naturalista y caligráfica.
La Kutubía se hizo gracias a una curiosa rectificación arquitectónica, obedece a la reconstrucción en el siglo XII de una mezquita anterior porque no miraba hacia la Meca. Así nació el monumento más perfecto del norte de África. Su constructor, Abb el Moumen, quiso crear un edificio de una belleza inigualable. Para ello busco a los mejores artesanos del mundo musulmán, que llenaron de columnatas de las 17 naves del interior y decoraron las columnas con estalactitas y capiteles con formas vegetales, toda una maravilla que los infieles no podemos disfrutar. El elemento más llamativo es su minarete, tiene un estilo muy cercano porque obedece a la mano de obra hispano-morisca. Sus estudiadas proporciones y su decoración exterior con dibujos geométricos y florales hacen un prototipo único en su clase. Se dice que posteriormente fue una referencia en el modelo artístico para la construcción de la Giralda de Sevilla.

Interior de la Mezquita de la Kutubia de Marrakech |
La leyenda indica que para coronar el minarete de la Koutoubia se emplearon las joyas de un gran constructor de la ciudad. Se dispusieron tres bolas de oro que son vistas desde cualquier punto de la ciudad porque hay una ley que impide que ningún edificio supere esta altura.
La arquitectura islámica del occidente musulmán, conocido como el Magreb y al-Andalus, alcanzó una expresión monumental y coherente bajo el dominio de la dinastía almohade (siglos XII–XIII). Dos de sus obras más representativas son la mezquita Kutubiyya de Marrakech y la Giralda de Sevilla, esta última originalmente construida como alminar de la mezquita mayor de Sevilla. Aunque separadas geográficamente por el Estrecho de Gibraltar, ambas estructuras comparten notables similitudes formales y funcionales, derivadas de un contexto político, religioso y estético común. El análisis comparativo de estas dos construcciones permite comprender la unidad estilística del arte almohade y su legado en la historia arquitectónica del Mediterráneo occidental.
Siempre que vemos la Mezquita nos viene a la cabeza las similitudes arquitectónicas entre la mezquita Kutubiyya de Marrakech y la Giralda de Sevilla. Tanto la Kutubiyya como la Giralda fueron edificadas durante el auge del poder almohade, una dinastía de origen bereber que logró unificar amplios territorios del norte de África y la península ibérica. Marrakech fue la capital espiritual y administrativa del imperio, mientras que Sevilla se convirtió en el principal centro urbano de al-Andalus bajo el mismo régimen. La construcción de grandes mezquitas con alminares monumentales respondía a una doble función: la afirmación del poder religioso islámico y la expresión visual del dominio político.

Vista de la Mezquita Kutubia de Marrakech |
La mezquita Kutubiyya fue erigida entre 1158 y 1195, mientras que la Giralda de Sevilla se construyó entre 1184 y 1198. En ambos casos, las obras fueron patrocinadas por los califas almohades y ejecutadas por artesanos y arquitectos que compartían un repertorio técnico y estético común. La circulación de modelos, saberes y estilos a través de las rutas del imperio favoreció la creación de un lenguaje arquitectónico homogéneo, caracterizado por la austeridad decorativa, el uso de proporciones rigurosas y la monumentalidad controlada.
Ambas torres fueron concebidas originalmente como alminares (minaretes), es decir, torres adosadas a mezquitas desde donde se realizaba el llamado a la oración. Esta función religiosa, además de práctica, tenía un carácter simbólico: el alminar señalaba la presencia del islam en el paisaje urbano y servía como emblema visual del poder musulmán.
En cuanto a su morfología, la Kutubiyya y la Giralda comparten una planta cuadrada de aproximadamente 13 metros por lado y una altura original de más de 70 metros. Su estructura interna presenta un sistema de rampas en espiral, suficientemente anchas como para permitir el ascenso de personas a caballo hasta el remate superior. Este elemento, raro en la arquitectura islámica, destaca por su ingenio técnico y su simbolismo ascensional.

Parada al borde del precipicio Camino de Marrakech |
El tratamiento decorativo de ambas torres es también muy similar: las fachadas están organizadas en cuerpos horizontales y se adornan con motivos geométricos, como los paños de sebka (rejillas de rombos entrelazados), característicos del arte almohade. Estos patrones no solo embellecen la superficie, sino que también responden a una lógica de repetición matemática que refuerza la sensación de orden y control. La ornamentación es sobria, sin elementos figurativos, en consonancia con la ortodoxia almohade.
Aunque ambas torres fueron concebidas con la misma función, sus trayectorias históricas divergieron tras la caída del poder islámico en al-Andalus. Mientras la Kutubiyya continuó siendo parte activa de la vida religiosa de Marrakech, la Giralda fue transformada en campanario cristiano tras la conquista de Sevilla por Fernando III en 1248. Aun así, el cuerpo almohade original fue preservado, y la adición renacentista del siglo XVI, obra de Hernán Ruiz, respetó las proporciones y estilo del alminar.

Vista de la Mezquita de la Kutubia de Marrakech |
La influencia de estos dos monumentos ha sido duradera. La Kutubiyya sirvió de modelo directo no solo para la Giralda, sino también para el alminar de la mezquita inacabada de Hassan en Rabat, constituyendo una tríada de torres almohades emblemáticas. Por su parte, la Giralda inspiró numerosas torres posteriores en el mundo hispánico, tanto en Europa como en América.
La comparación entre la mezquita Kutubiyya y la Giralda de Sevilla revela una estrecha relación entre dos monumentos que, aunque geográficamente distantes, pertenecen a una misma cultura arquitectónica. Su similitud estructural, decorativa y simbólica responde al ideal almohade de unidad religiosa y estética. Estas torres no solo fueron referentes en su época, sino que continúan siendo testimonio tangible del intercambio artístico entre el Magreb y al-Andalus. Analizarlas conjuntamente permite comprender la riqueza del legado islámico en la arquitectura mediterránea y su capacidad de adaptación a contextos históricos diversos.

Plaza Djemaa El Fna de Marrakech |
Lo más inmediato es ir hasta la plaza Djemaa El Fna GPS N31.6258192 W7.9894767, pasa un poco lo mismo o te atrae con una fuerza inusitada o te repele hasta sentirte muy mal.
En el corazón de Marrakech, donde los sonidos parecen tener vida propia y los aromas se mezclan como en un viejo cuento de Las mil y una noches, se encuentra un lugar que no solo es una plaza, sino un universo en sí misma: la Djemaa el Fna. Intentar describir esta plaza con palabras es casi tan difícil como atrapar el humo de una pipa con las manos. Pero aun así, vale la pena intentarlo.

Plaza Djemaa El Fna de Marrakech |
Desde el primer paso que se da en Djemaa el Fna, uno se da cuenta de que ha entrado en un escenario mágico donde el tiempo tiene sus propias reglas. Es como si todos los relojes del mundo se detuvieran para cederle el paso a los encantadores de serpientes, a los contadores de historias, a los músicos bereberes y a los vendedores de jugo de naranja que gritan su mercancía con una sonrisa que parece no acabarse nunca.

Plaza Djemaa El Fna de Marrakech |
La primera impresión puede ser abrumadora. Hay tanto que ver, oír, oler y probar, que el cerebro necesita unos minutos para organizar la avalancha de estímulos. Las motos zumban como abejas, los carritos de comida desprenden un aroma hipnotizante a especias, cordero y menta, y los sonidos de los tambores y los laúdes se mezclan con los gritos de los vendedores y las risas de los turistas.
Pero después de ese primer impacto sensorial, uno empieza a notar los detalles que hacen de Djemaa el Fna algo único. No es una plaza cualquiera, como las que uno ve en Europa con sus fuentes y palomas. No, aquí se vive otra lógica, más antigua, más auténtica, más vibrante.
Uno de los mayores encantos de Djemaa el Fna es su gente. Hay encantadores de serpientes que, al ritmo de flautas hipnotizantes, logran que las cobras se levanten como si fueran títeres encantados. También hay domadores de monos con los que puedes sacarte una foto (aunque con un poco de culpa por el pobre animal), mujeres que hacen tatuajes de henna con la destreza de una artista, y curanderos que ofrecen brebajes milagrosos contra cualquier mal imaginable, desde el mal de amores hasta la jaqueca.

Plaza Djemaa El Fna de Marrakech |
Pero quizás los más fascinantes sean los cuentacuentos. Estos personajes, verdaderos guardianes de la tradición oral marroquí, atraen a círculos de oyentes con sus voces graves y gestos teatrales. Aunque uno no entienda ni una palabra de árabe, es fácil dejarse llevar por su tono, por la emoción en los ojos de quienes los escuchan, y por ese ritmo mágico que parece venir de tiempos muy antiguos.
El resto de la tarde lo dedicamos a las compras en su medina, pero si bien el bullicio de la plaza es encantador, hay un rincón menos conocido, casi como un pequeño secreto cultural, que representa otro rostro de Marrakech: el skup de los vendedores bereberes de alfombras. Para llegar allí, uno se adentra en los zocos que se extienden como un laberinto detrás de la plaza, donde las calles se estrechan, las lámparas de cobre cuelgan del techo y el aire huele a cuero y jazmín.
En este entorno, entre puestos de especias, tejidos y antigüedades, se alza una tienda amplia o una pequeña plaza interior donde se lleva a cabo el skup. Esta palabra, poco conocida fuera de Marruecos, designa una especie de subasta tradicional bereber, donde las protagonistas son las alfombras tejidas a mano por mujeres de las montañas del Atlas. Pero el skup no es una simple venta. Es una ceremonia. Un ritual lleno de teatralidad, emoción y arte.

Skup Bereberes de Alfombras de Marrakech |
Los vendedores bereberes, con sus túnicas coloridas y sus ojos vivos, despliegan una alfombra tras otra con gestos majestuosos. La sacuden, la alzan al sol, la pisan con orgullo para mostrar su resistencia, y mientras lo hacen, relatan su historia. Porque cada alfombra tiene alma: representa meses de trabajo silencioso en los hogares de barro de las aldeas, donde las mujeres hilan lana, tiñen con pigmentos naturales, y tejen según la memoria de su tribu. Ninguna alfombra es igual a otra, y muchas esconden símbolos de protección, fertilidad o identidad familiar.
A medida que las alfombras se exhiben, los compradores —ya sean locales o turistas— se agrupan alrededor. Algunos solo miran, otros preguntan, y pronto comienza el regateo, que aquí es todo un arte. El vendedor lanza un precio inicial que provoca gestos de sorpresa fingida del comprador. La negociación sigue como una danza: se ofrecen cifras, se rechazan con sonrisas, se sirve té de menta, se cuentan anécdotas, y a veces hasta se recita un proverbio bereber. Todo forma parte del juego. Y cuando finalmente se llega a un acuerdo, se celebra como una victoria compartida.

Skup Bereberes de Alfombras de Marrakech |
Lo mágico es que tanto en la plaza Djemaa el Fna como en el skup, el comercio no es solo comercio. Es cultura viva. Es tradición. Es una forma de encuentro humano donde el producto (ya sea un zumo de naranja, una historia, o una alfombra) es solo el pretexto para conectar, conversar, compartir. Marruecos ha sabido conservar ese arte de la relación, donde cada transacción es también un relato y cada objeto lleva consigo un pedacito del alma del pueblo.
La noche se nos echa encima en la plaza Djemaa El Fna, ya han instalado los puestos de comida, nos sentamos en uno de pescado: calamares, lenguados, patatas, 2 berenjenas, pan y agua 8.5 euros.
No se puede hablar de la Djemaa el Fna sin mencionar su comida. A medida que cae la tarde y el sol se convierte en una bola naranja en el horizonte, los puestos de comida se multiplican como por arte de magia. Las parrillas empiezan a humear, y los bancos de madera aparecen por todos lados.
Aquí se puede comer desde un simple pan con aceitunas hasta un tajine humeante lleno de cordero, ciruelas y almendras. También hay caracoles cocidos en caldo especiado, brochetas de carne, sopa harira y, para los más atrevidos, incluso cabezas de cordero cocidas que miran con resignación desde los platos. Y claro, el omnipresente té de menta, servido con elegancia desde lo alto, como si la altura mejorara el sabor.

Cena Plaza Djemaa El Fna de Marrakech |
Todo se come al aire libre, rodeado de gente que habla en al menos cinco idiomas distintos, entre luces, risas, humo y música. Comer aquí no es solo alimentarse: es una experiencia sensorial, casi espiritual.
De día, la plaza es caótica y vibrante, pero cuando cae la noche, algo cambia. Las luces de los puestos iluminan la plaza como un tablero de ajedrez brillante. La temperatura baja, el bullicio se vuelve más suave, y los espectáculos se intensifican.
A esa hora aparecen nuevos artistas callejeros: grupos de música tradicional gnawa que hacen que hasta el turista más tímido termine bailando, malabaristas, acróbatas, y hasta adivinas que leen la fortuna con cartas desgastadas y mirada penetrante.
Subir a una de las terrazas que rodean la plaza y ver desde arriba el espectáculo es como mirar una escena de película. Es posible que uno se quede un buen rato ahí, sin hablar, solo mirando, con una taza de té caliente en la mano, dejando que el alma respire el ambiente de Djemaa el Fna.
Djemaa el Fna no es solo una atracción turística; es un símbolo vivo de la identidad marroquí. Fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, no por su arquitectura, sino por su vida, por esa cultura popular que se transmite de generación en generación y que todavía resiste el paso del tiempo.

Anochecer en la Plaza Djemaa El Fna de Marrakech |
En ella se cruzan las historias, las lenguas, las culturas, los siglos. Es un punto de encuentro entre lo antiguo y lo moderno, lo local y lo foráneo, lo visible y lo invisible. Es un espacio donde Marrakech se muestra tal como es: orgullosa, mágica, intensa, ruidosa, hospitalaria, y siempre, siempre fascinante.
Es difícil marcharse de Djemaa el Fna sin sentir que algo queda atrás. Uno se va con la ropa impregnada de humo, el estómago feliz y el corazón un poco más ligero. Como si la plaza, en su generosidad caótica, nos hubiera ofrecido algo más que un espectáculo: nos regaló una vivencia.

Panprámica de la Plaza Djemaa El Fna de Marrakech |
Y aunque uno la abandone físicamente, Djemaa el Fna queda latiendo en algún rincón de la memoria, como un sueño extraño que, en lugar de desvanecerse, se hace más nítido con el tiempo. Porque, al final, quien visita esta plaza no solo ve, escucha y prueba… también siente. Día 24 de abril (jueves) Ruta: Marrakech

Mellach de Marrakech |
El día comienza en el parking céntrico de la Kutubia, el precio no es barato 15 euros sin servicios GPS N31.6238 W7.9953. La noche ha sido tranquila pensábamos que oiríamos la llamada al rezo desde la Kutubia, pero no, se escuchaba desde muy lejos.
Enseguida salimos para visitar el Mellah, barrio judío. Cogemos un taxi porque está a 2 km, no pone el taxímetro y le doy 20 Dh. Y no pone mala cara.
La última visita lo estaban rehabilitando, hoy no se nota la mejoría, si no, todo lo contrario, vemos como muchas casas las están tirando.
El Mellah de Marrakech es uno de los barrios más emblemáticos de la ciudad, famoso por su rica historia, arquitectura distintiva y su conexión con la cultura judía de Marruecos. Originalmente, el término mellah se refería a los barrios judíos en las ciudades del norte de África, y el de Marrakech no es una excepción. Situado cerca de la Plaza Jemaa el-Fna, en el corazón de la medina, este distrito ha sido testigo de una rica convivencia de culturas a lo largo de los siglos.

Mellach de Marrakech |
El Mellah de Marrakech fue fundado en el siglo XVI durante el reinado del sultán Ahmed al-Mansur. A lo largo de los años, los judíos de Marruecos encontraron en este barrio un refugio y un centro comunitario, después de haber sido desplazados de otras áreas o segregados en distintas épocas. De hecho, la palabra "Mellah" proviene del árabe mal?a, que significa "sal", haciendo referencia a las salinas que se encontraban cerca de las zonas donde se asentaban los judíos.
Durante muchos siglos, la comunidad judía jugó un papel fundamental en el comercio, las finanzas y las artes de Marrakech. Hoy en día, aunque la mayoría de los judíos han emigrado a Israel y otros países, la huella de su legado sigue siendo visible en las calles, las sinagogas y las casas que se mantienen.
El barrio de la Mellah destaca por su arquitectura característica. Las casas son de estilo tradicional marroquí, con fachadas de adobe y patios interiores, pero lo que hace especial a este distrito son las huellas de la arquitectura judía, como las ventanas de hierro forjado y los detalles en madera tallada. También se pueden ver las riads, tradicionales casas con jardines interiores, en las que los habitantes solían convivir en comunidad.

Puerta del Mellach de Marrakech |
El Zoco de la Mellah es otro de los puntos de interés, con una oferta de productos variados como especias, textiles, joyas, objetos de cuero y artesanías. Es menos turístico que otros zocos de la medina, lo que lo hace ideal para quienes buscan una experiencia más auténtica.
En la actualidad, la Mellah de Marrakech es un barrio en el que se mezcla lo antiguo y lo moderno. Mientras que los turistas pueden explorar sus callejones y mercados, también se siguen viviendo allí generaciones de marroquíes que mantienen vivas las tradiciones locales. A pesar de que la mayoría de los judíos han dejado el barrio, la memoria de su presencia sigue presente en la vida cotidiana y en el patrimonio material de la zona.
Este barrio sigue siendo un testimonio de la diversidad cultural de Marrakech, un lugar donde se respira la historia y las influencias de diversas culturas que han contribuido a forjar la identidad de la ciudad. La Mellah, en este sentido, sigue siendo un lugar de encuentro entre el pasado y el presente, entre la tradición y la modernidad.

Riad Al Rasihd de Marrakech |
Paseando por una de las calles nos invitan a pasar en una de las puertas más destacadas del Mellach, se trata del Riad Al Rasihd de 5 estrellas GPS N 31.6204114 W7.9831276, se gerente nos indica que pasemos para ver las posibilidades de alojamiento que tiene este lugar.
Ubicado en el corazón del antiguo barrio de la Mellah, el Riad Alrashid se erige como un ejemplo refinado de la arquitectura tradicional marroquí. Su diseño es un homenaje a la elegancia artesanal del país, donde cada detalle refleja siglos de historia, arte y cultura. Al traspasar su discreta entrada, el visitante se adentra en un universo de calma y belleza, característico de los riads auténticos, donde el bullicio de la medina queda atrás y da paso a un remanso de paz.
El riad gira en torno a un patio central, elemento esencial de esta tipología arquitectónica, donde una fuente de mármol burbujea suavemente y árboles de naranjo proporcionan sombra y frescura. Este espacio abierto, al aire libre pero íntimo, no solo es el núcleo de la vida doméstica, sino también una expresión del equilibrio entre naturaleza y arquitectura, luz y sombra, sonido y silencio.

Terraza del Riad Al Rasihd de Marrakech |
Las paredes están revestidas en tadelakt, una técnica ancestral de estuco pulido que aporta una textura suave y brillante, muy usada en los riads nobles. Los suelos, decorados con azulejos zellige en tonos verdes, azules y blancos, muestran complejos patrones geométricos que rinden tributo a la tradición islámica del arte sin imágenes, donde la belleza se expresa a través de la repetición y la simetría.
En los techos de madera tallada se pueden apreciar motivos florales y arabescos, mientras que los arcos de herradura, columnas esculpidas y puertas de cedro con herrajes tradicionales refuerzan la estética morisca. En cada habitación, las ventanas enrejadas de hierro forjado dejan filtrar la luz de manera delicada, creando juegos de sombras que cambian a lo largo del día.
Además del diseño arquitectónico, el Riad Alrashid integra detalles modernos con discreción, ofreciendo un confort contemporáneo sin alterar el espíritu del lugar. Los acabados, materiales y proporciones se mantienen fieles a la tradición, pero adaptados para satisfacer las expectativas del viajero actual, combinando autenticidad y lujo en perfecta armonía.

Riad Al Rasihd de Marrakech |
Así, el Riad Alrashid no es solo un lugar para alojarse, sino una verdadera experiencia sensorial, donde la arquitectura se convierte en el hilo conductor entre el pasado glorioso de Marrakech y su presente vibrante.

Sinagoga Salat Alzama de Marrakech |
Más adelante, visitamos la Sinagoga Salat Alzama GPS N31.6200232 W7.9849915. Entrada 10 Dh. Ubicada en pleno corazón del mellah, el antiguo barrio judío de la medina de Marrakech, la Sinagoga Salat Alzama (también conocida como Slat Al Azama o Slat Lazama) es uno de los espacios religiosos más antiguos y emblemáticos de la ciudad. Este lugar no solo es testimonio de la rica herencia judía en Marruecos, sino también un punto de encuentro entre culturas que han convivido durante siglos en la ciudad roja.
La historia de esta sinagoga está íntimamente ligada a la diáspora sefardí. Tras la expulsión de los judíos de España en 1492, muchas familias buscaron refugio en el norte de África. Marrakech fue uno de los destinos donde estas comunidades encontraron acogida, y la Sinagoga Salat Alzama se considera uno de los primeros lugares que construyeron para mantener viva su fe y tradiciones. Aunque no se conserva la estructura original del siglo XV, la sinagoga ha sido restaurada y modificada en varias ocasiones, siendo la versión actual la que se reconstruyó a finales del siglo XIX.
A pesar de que el mellah como barrio judío fue oficialmente establecido por las autoridades saadíes en 1557, los judíos sefardíes ya se habían asentado anteriormente en la ciudad. Durante generaciones, la Salat Alzama ha sido el corazón espiritual de esta comunidad, y sigue siendo un lugar de culto activo, especialmente durante festividades judías o visitas de descendientes de judíos marroquíes de la diáspora.

Patio de la Sinagoga Salat Alzama de Marrakech |
Lo que hace única a la Sinagoga Salat Alzama no es solo su historia, sino también su encantadora arquitectura tradicional. Al entrar, lo primero que sorprende es su discreta fachada. Como muchas sinagogas en países islámicos, el edificio no exhibe una entrada monumental, sino que está integrado dentro de una casa tradicional marroquí con patio interior —lo que se conoce como un riad. Este diseño, común en las casas de la medina, ofrece frescura, tranquilidad y privacidad.
En el centro del patio se alza la sala de oración, decorada con zellij —mosaicos de cerámica esmaltada— y una refinada combinación de madera trabajada y yeserías que reflejan el estilo artesanal marroquí. La bimá, desde donde se lee la Torá, está situada en el centro, y el arca sagrada (hejal) que contiene los rollos de la Torá se encuentra en la pared oriental, mirando hacia Jerusalén. El original, hecho de madera, fue reemplazado por uno de mármol blanco, con elegantes detalles.
Un elemento particularmente notable es la sección de mujeres, o ezrat nashim, añadida durante una restauración en los años 50. En contraste con otras sinagogas marroquíes, donde las mujeres solían rezar en una sala separada al nivel del suelo, aquí se construyó un espacio elevado a un costado del santuario principal, lo cual le da un carácter singular.

Altar de la Sinagoga Salat Alzama de Marrakech |
En el segundo piso se encuentra una pequeña yeshivá, una escuela religiosa dedicada al estudio del Talmud y la Torá, que también ha servido históricamente como centro comunitario para la enseñanza y las reuniones de la comunidad judía local.
A pesar de que la población judía de Marrakech ha disminuido considerablemente desde mediados del siglo XX —cuando muchos emigraron a Israel, Francia o Canadá—, la sinagoga permanece abierta al público como símbolo del legado sefardí marroquí. Hoy, tanto turistas como peregrinos pueden visitarla para conocer su historia, su arquitectura y su valor espiritual.
La sinagoga ha sido restaurada en varias ocasiones para preservar su belleza. Tras el terremoto de septiembre de 2023, sufrió algunos daños estructurales menores, pero afortunadamente no hubo víctimas ni pérdidas irreparables, y el edificio ha sido reforzado desde entonces.
En la planta baja de la sinagoga se encuentra un modesto museo que exhibe una colección de objetos históricos, fotografías y documentos que narran la evolución de la comunidad judía en Marrakech. Las exposiciones incluyen imágenes antiguas de la sinagoga, objetos rituales y elementos que ilustran la vida cotidiana de los judíos en la ciudad. Aunque el espacio es pequeño, ofrece una experiencia enriquecedora para quienes deseen profundizar en este aspecto de la historia local.

Vista desde la galería de mujeres de la Sinagoga Salat Alzama de Marrakech |
El museo también destaca por su decoración, que combina elementos tradicionales marroquíes con símbolos judíos, creando un ambiente único que refleja la fusión de culturas en la región.

Cementerio Judío de Marrakech |
Después caminamos hasta el cementerio Judío GPS N31.6200232 W7.9849915, conocido como Miâara o Bet Mo'ed leQol ?ai, es uno de los espacios más emblemáticos y espirituales de la ciudad. Situado en el barrio histórico de la mellah —el antiguo barrio judío—, este camposanto es testigo de siglos de historia, tradición y convivencia.
Fundado en el siglo XV, aunque se cree que la zona ya se utilizaba como lugar de enterramiento desde el siglo XII, el cementerio de Miâara es el más grande de Marruecos, con más de 20.000 tumbas distribuidas en un terreno de aproximadamente 2.800 dunams (equivalente a unas 2.800 hectáreas).
Este cementerio es considerado el lugar de descanso eterno de los justos de la comunidad judía de Marrakech, donde generaciones de fieles han sido enterradas siguiendo las tradiciones religiosas. Entre las personalidades más destacadas que reposan en él se encuentran el rabino Pinchas HaCohen, quien según la tradición salvó la vida del pacha Thami El Glaoui; el rabino Abraham Azulai, conocido por su sabiduría y espiritualidad; y el rabino Shlomo Tammuzat, entre otros.

Tumbas del Cementerio Judío de Marrakech |
El cementerio está organizado en secciones separadas para hombres, mujeres y niños, respetando la tradición judía que establece que un judío no puede ser enterrado junto a una persona del sexo opuesto que no sea su cónyuge.
Las tumbas, de apariencia sencilla y austera, están construidas con materiales como piedra, cemento y cal. Muchas de ellas presentan inscripciones en hebreo y símbolos religiosos, reflejando la profunda espiritualidad de la comunidad. En la entrada del cementerio se encuentran las tumbas de los kohanim (descendientes de la tribu sacerdotal), que están pintadas de azul, siguiendo una tradición que facilita su identificación.
Uno de los aspectos más conmovedores del cementerio es la sección dedicada a los niños que fallecieron durante una epidemia de tifus en el siglo XIX. Se estima que alrededor de 6.000 niños fueron enterrados en esta área, cuyas tumbas, aunque modestas, están marcadas con símbolos que indican su edad y nombre.
Dentro del cementerio se encuentran varios mausoleos dedicados a rabinos y figuras religiosas de gran veneración. Estos lugares de descanso eterno son visitados por fieles y peregrinos que buscan bendiciones, rezos y momentos de reflexión. El ambiente sereno y la belleza del entorno hacen del cementerio un lugar de paz y espiritualidad.

Tumba barroca del Cementerio Judío de Marrakech |
A pesar de la disminución de la población judía en Marrakech desde mediados del siglo XX, el cementerio de Miâara sigue siendo un símbolo del legado judío en la ciudad. Es un lugar de memoria, respeto y conexión con las generaciones pasadas. Cada tumba cuenta una historia, cada inscripción es un testimonio de fe y cada rincón del cementerio invita a la reflexión sobre la historia compartida de las comunidades que han habitado Marrakech.
Aunque las tumbas más antiguas no tienen inscripciones, simplemente es un montículo pintado de blanco. No sé cómo lo hacen pero sus familiares saben exactamente donde están enterrados sus antepasados. Hay un mapa del cementerio donde indica el nombre y el lugar donde están enterrados los rabinos de Marrakech de seis siglos.
Las tumbas de los grandes rabinos suelen tener un diseño rectangular, bajo y sólido, con un acabado de cal o cemento blanco. Esta sencillez no responde a una falta de recursos, sino a una tradición judía que valora la modestia incluso en la muerte. Sin embargo, la relevancia del difunto suele reflejarse en el tamaño, el tipo de cobertura, las inscripciones, y la ubicación de la tumba dentro del cementerio.

Tumbas bajo la muralla del Cementerio Judío de Marrakech |
Algunas de estas tumbas están pintadas de blanco o azul celeste, colores que en la tradición marroquí y sefardí están asociados con la protección divina y lo sagrado. El azul, en particular, también se relaciona con los kohanim (sacerdotes) y con la mística cabalística. Estos colores son habituales en las tumbas de figuras consideradas santas o milagrosas.
A diferencia de las tumbas comunes, varias tumbas de rabinos famosos están protegidas por pequeños mausoleos o construcciones abovedadas, que permiten a los fieles entrar para rezar, dejar ofrendas o encender velas. Estas estructuras suelen tener techos de tejas verdes o blancas y pueden estar decoradas con mosaicos (zellij), inscripciones en hebreo, y placas conmemorativas.
En el caso del rabino Pinchas HaCohen, por ejemplo, su tumba está dentro de una estructura techada y señalada con una estrella de David. Del mismo modo, la tumba del rabino Shlomo Tammuzat se encuentra en un recinto similar, frecuentado por peregrinos judíos que acuden en busca de bendiciones.

Tumba del Rabino Yaakov Breton del Cementerio Judío de Marrakech |
Las lápidas suelen estar grabadas con epitafios en hebreo, que incluyen el nombre completo del difunto, su linaje, la fecha de fallecimiento según el calendario hebreo, y, en algunos casos, frases de alabanza o títulos honoríficos como tzadik (justo), rav (maestro), o ba'al mofet (milagrero).
Por ejemplo, en la tumba del rabino Abraham Azulai, cuyos escritos cabalísticos lo convirtieron en figura central de la mística judía, se incluye una inscripción que lo presenta como “lumbrera de la generación”, un reconocimiento a su sabiduría y legado espiritual.

Tumba del Rabino del Cementerio Judío de Marrakech |
Estas tumbas no son solo lugares de entierro; son espacios vivos de devoción y peregrinaje, especialmente durante las hilulot (celebraciones conmemorativas del aniversario de muerte del justo). Durante estas fechas, los visitantes encienden velas, recitan salmos y piden intercesión espiritual.

Panorámica del Cementerio Judío de Marrakech |
El diseño de estas tumbas responde a esta práctica, con pequeñas aberturas o nichos para dejar velas, monedas, papeles con plegarias (al estilo del Muro de los Lamentos), y a menudo están rodeadas de bancos o áreas protegidas del sol, lo que facilita la meditación y la oración.

Tiendas de las especias de Marrakech |
Se nos echa encima el horario de la comida, nos sentamos en una mesa a la sombra en una plaza del Mellah y pedimos una brocheta de carne y un tajín de carne con huevos, pan, dos colas, zumo y agua y nos piden 20 euros. Para ser Marrakech y un lugar nativo, es caro.
Seguimos paseando por el Mellah,este enclave histórico no solo conserva una arquitectura particular y una atmósfera más tranquila, sino que también alberga algunas de las tiendas de especias más auténticas y tradicionales de todo Marruecos. Pasear por sus callejuelas es una experiencia sensorial en sí misma: los aromas flotan en el aire, los colores intensos de las especias se despliegan en conos perfectamente dispuestos, y los comerciantes, muchos de ellos herederos de generaciones de mercaderes, ofrecen sus productos con orgullo y hospitalidad.
Las tiendas del Mellah no son simples establecimientos comerciales, sino verdaderos templos del sabor y el remedio natural. Entre los productos más comunes y buscados está el famoso ras el hanout, una mezcla de especias que puede contener más de veinte ingredientes diferentes, desde comino, pimienta negra, cúrcuma y nuez moscada, hasta pétalos de rosa secos y granos de paraíso. Cada tienda ofrece su versión, y es frecuente que el vendedor invite a los visitantes a oler, tocar e incluso probar la mezcla antes de comprarla. Este contacto directo con los productos permite a los visitantes elegir según sus gustos o necesidades culinarias.

Tiendas de las especias de Marrakech |
Además del ras el hanout, los estantes están repletos de azafrán en hebras, considerado uno de los más puros del mundo, y de especias indispensables en la cocina marroquí como el comino, el jengibre, la cúrcuma, el pimentón dulce y picante, la canela y el anís estrellado. También abundan las hierbas medicinales y aromáticas, como el tomillo, el laurel, la menta seca, la artemisa y la salvia, utilizadas tanto en infusiones como en tratamientos tradicionales. Estas hierbas forman parte de una rica herencia de medicina popular, transmitida oralmente a través de generaciones.
En muchas de estas tiendas también se pueden encontrar productos menos comunes pero igual de fascinantes, como el ámbar gris, el almizcle en pasta, incienso, henna, ghassoul (arcilla marroquí) y aceites esenciales. Las flores secas, especialmente los pétalos de rosa de Kelaat M'Gouna, se apilan en grandes canastos, aportando un toque visual y olfativo único. Los vendedores, generalmente muy conocedores, explican para qué sirve cada producto, ya sea en la cocina, en la cosmética natural o en tratamientos de bienestar.
A diferencia de otros mercados más frecuentados por turistas, como Rahba Kedima o los zocos del norte de la medina, el Mellah ofrece una experiencia más serena y auténtica. Aquí es posible negociar precios con calma, hacer preguntas sin apuro y tomarse el tiempo para entender la procedencia y el uso de cada especia o remedio. Muchos comerciantes aún siguen prácticas tradicionales, como envolver las especias en conos de papel kraft o medir con balanzas antiguas, lo que aporta un aire nostálgico y genuino a la compra.

Tiendas de las especias de Marrakech |
Visitar las tiendas de especias del Mellah no es simplemente comprar productos; es sumergirse en la memoria viva del comercio marroquí, descubrir secretos de la cocina tradicional y abrir los sentidos a una cultura que ha hecho del aroma y el sabor un verdadero arte. Para quien busca una conexión más profunda con Marrakech y su herencia, este rincón discreto y fragante es, sin duda, una parada imprescindible.

Entrada al Palacio de la Bahía de Marrakech |
Después queremos visitar la otra sinagoga de la ciudad Al Fassayn, nos cuesta un trabajo enorme encontrarla, incluso estábamos en la puerta y nadie la conocía porque no tiene ninguna indicación.
Al final, una amable persona nos desvela el secreto, hay dos judíos con sendos comercios que tienen la llave de la sinagoga.
Nos indica que el Judío Aion es el que verdaderamente tiene la llave. Tenemos que esperar hasta las 15;00 horas para que abra su tienda de Ferretería.
Hacemos tiempo visitando el Palacio de la Bahía, la entrada son 100 Dh GPS N31.6217112 W7.9845437. Horarios de 9,00 a 17,00 horas, abierto todos los días de la semana.
El Palacio de la Bahía, cuyo nombre significa “Palacio de la Bella” o “Palacio de la Brillante”, es uno de los monumentos más emblemáticos de Marrakech, al sur de Marruecos. Construido en el siglo XIX, este palacio es una obra maestra de la arquitectura islámica y marroquí, que combina con maestría el arte tradicional con una planificación arquitectónica compleja que refleja poder, refinamiento y sofisticación.

Palacio de la Bahía de Marrakech |
La construcción del Palacio de la Bahía comenzó en la década de 1860 bajo las órdenes de Si Moussa, visir del sultán alauí Moulay Hassan I. Más adelante, fue ampliado y embellecido por su hijo Ba Ahmed ben Moussa, quien fue también gran visir y figura poderosa en la corte entre 1894 y 1900. Se dice que el palacio fue construido para albergar a sus cuatro esposas oficiales y a un harén de concubinas, lo cual explicaría su diseño laberíntico y la variedad de salas privadas y patios íntimos.
Tras la caída de Ba Ahmed, el palacio fue confiscado y pasó a manos del sultán. Más tarde, durante el periodo del protectorado francés, fue utilizado como residencia del residente general de Francia en Marruecos. Esto ayudó a conservar su estructura, ya que recibió mantenimiento durante esa época.
El Palacio de la Bahía cubre una extensión de cerca de 8 hectáreas, y aunque muchas partes del edificio han sido deterioradas por el paso del tiempo o por la falta de mobiliario, su estructura aún impresiona. A diferencia de los palacios reales o religiosos, el Palacio de la Bahía no fue construido en una sola etapa ni por un arquitecto único, sino que fue ampliado gradualmente, lo cual le otorga un carácter algo irregular.

Harén del Palacio de la Bahía de Marrakech |
El palacio está compuesto por más de 150 habitaciones, numerosos patios y jardines, pasillos estrechos y recovecos que se entrelazan en un trazado no simétrico. Uno de los espacios más impresionantes es el gran patio central, rodeado de columnas y habitaciones decoradas con mosaicos zellij, techos de madera pintada, estucos esculpidos y puertas talladas. En este lugar, el agua y la vegetación juegan un papel central, siguiendo el ideal islámico del jardín como paraíso.
Uno de los patios más famosos es el Patio de Honor, pavimentado con mármol blanco y rodeado por salones destinados a la recepción de invitados distinguidos. Cada espacio fue cuidadosamente decorado por los mejores artesanos de Fez, Meknes y Marrakech, utilizando técnicas y materiales tradicionales: madera de cedro, yeso tallado, azulejos coloridos y techumbres ornamentadas.
El palacio cuenta también con extensos jardines y zonas verdes que reflejan la importancia del agua y la naturaleza en el diseño arquitectónico marroquí. Palmeras, naranjos, buganvillas y flores exóticas embellecen los senderos que conectan las distintas secciones del palacio. El uso del agua, a través de fuentes y canales, crea una atmósfera de frescor en contraste con el clima cálido de Marrakech.

Decoración del Palacio de la Bahía de Marrakech |
La decoración del Palacio de la Bahía es uno de sus elementos más destacados y es un ejemplo sobresaliente del refinamiento artístico de Marruecos en el siglo XIX. Está profundamente influenciada por el arte andalusí, el estilo islámico marroquí y la tradición amazigh, combinando técnicas artesanales locales con una fuerte carga simbólica y estética.
Uno de los sellos más característicos del palacio son los estucos esculpidos a mano, que decoran paredes, arcos y techos. Estos estucos muestran motivos geométricos, vegetales (arabescos), inscripciones coránicas y formas entrelazadas, todo realizado con una precisión extraordinaria. Los artesanos moldeaban el yeso fresco con herramientas manuales para crear una decoración que da la sensación de estar tejida sobre la superficie.
Los estucos no solo son ornamentales, también tienen una función simbólica: las formas geométricas sin representación humana o animal reflejan la espiritualidad del arte islámico, que busca representar la perfección de lo divino a través de patrones infinitos.
El zellige es el arte del mosaico en cerámica vidriada, típico de Marruecos. En el Palacio de la Bahía, los zelliges cubren los zócalos (partes bajas de las paredes), fuentes, suelos y columnas. Están dispuestos en formas geométricas complejas: estrellas, flores, octógonos y motivos entrelazados. Cada pequeño azulejo de forma romboidal, cortado a mano, se coloca con precisión milimétrica.

Yeserías del Palacio de la Bahía de Marrakech |
Los colores predominantes suelen ser el azul cobalto, el verde, el blanco, el amarillo mostaza y el negro, formando composiciones ricas pero equilibradas.
Los techos y puertas del palacio están elaborados con madera de cedro del Atlas, una madera resistente y muy apreciada en Marruecos. Los techos artesonados están minuciosamente tallados y pintados a mano, a menudo con motivos florales y geométricos en colores vivos como el rojo, el dorado, el azul y el verde.
Este trabajo, realizado por maestros artesanos (maâlems), convierte los techos en verdaderas obras de arte. Algunos salones del palacio tienen techos abovedados que parecen alfombras suspendidas por la riqueza y detalle de su decoración.
Las puertas del palacio son de madera maciza, generalmente talladas a mano y a menudo pintadas o decoradas con clavos de metal en patrones geométricos. Muchas están flanqueadas por arcos de herradura decorados con estuco.

Bóveda del Palacio de la Bahía de Marrakech |
Además, hay celosías de madera (llamadas mashrabiya) que permiten ver sin ser visto, típicas en habitaciones privadas del harén. Estas celosías filtran la luz y crean juegos de sombra muy característicos.
Aunque parte del diseño paisajístico, los jardines y fuentes del palacio también forman parte de la decoración. Las fuentes, muchas de ellas de mármol, están ubicadas estratégicamente para refrescar el aire y aportar sonido relajante. Los jardines están organizados al estilo andalusí, con senderos simétricos y árboles frutales, especialmente naranjos, limoneros y palmeras, que evocan el ideal del "jardín del paraíso" islámico.
Hoy en día, el Palacio de la Bahía es un monumento abierto al público y constituye uno de los principales atractivos turísticos de Marrakech. Miles de visitantes lo recorren cada año para admirar su arquitectura, su historia y su belleza artística. Además, el palacio ha sido escenario de eventos culturales y ceremonias oficiales, y ocasionalmente acoge exposiciones temporales o eventos organizados por instituciones patrimoniales marroquíes.

Palacio de la Bahía de Marrakech |
Es importante destacar que, a pesar de su fama, el palacio nunca fue sede real oficial, ni alberga grandes colecciones de arte o mobiliario como otros palacios europeos. Su valor reside más bien en su diseño arquitectónico, en la artesanía excepcional de sus acabados y en la atmósfera histórica que transmite.

Texto del Corán: Quizás estés solo, Palacio de la Bahía de Marrakech |
Después vamos a ver al judío que cuida la sinagoga Al Fassayn. Nos damos a conocer, se presenta como una persona ruda con mucho carácter y después de una conversación consigo hacerme entender que nos abra la sinagoga para documentarla.

Sinagoga Al Fassayn de Marrakech |
Este hombre tiene una tienda como una ferretería pero muy particular con cosas que nunca he visto, aunque tiene mucha clientela marroquí, pero los trata como dije muy rudamente.
Al final en un hueco de público le indica a uno de sus empleados beréberes que nos abra la sinagoga.
La sinagoga Al Fassayn está situada cerca del negocio al final de una estrecha calle,
GPS N 31.619683 W7.9889051, en el interior de una cancela llena de candados y puerta de hierro.
Es necesario preguntar a la gente cercana pues descubrirla es un trabajo muy difícil.
La sinagoga Al Fassayn, también conocida como Slat Al Fassiyine, es una de las más antiguas y significativas de Marruecos. Situada en el barrio judío (mellah) de Marrakech, esta sinagoga data del siglo XVII y ha sido testigo de la rica historia de la comunidad judía en la ciudad. A lo largo de los años, ha experimentado períodos de abandono y restauración, reflejando la resiliencia y el compromiso de la comunidad por preservar su patrimonio religioso y cultural.

Sinagoga Al Fassayn de Marrakech |
Hasta finales de la década de 1950, la sinagoga Al Fassayn funcionó activamente como lugar de culto. Tras la independencia de Marruecos en 1956, muchos miembros de la comunidad judía emigraron, lo que llevó al cierre de la sinagoga. Posteriormente, el edificio fue utilizado para diversos fines, incluyendo un taller de alfombras y un gimnasio.
En 2013, gracias a los esfuerzos conjuntos del gobierno marroquí, la comunidad judía de Fez, la Fundación para el Patrimonio Cultural Judío Marroquí y el gobierno alemán, la sinagoga fue restaurada y reabierta al público. La restauración permitió preservar elementos arquitectónicos originales, como los mosaicos de zellij y las intrincadas decoraciones tradicionales marroquíes.
El 8 de septiembre de 2023, un devastador terremoto de magnitud 6.8 sacudió Marruecos, causando daños significativos en varias ciudades, incluida Marrakech. La sinagoga Al Fassayn sufrió daños estructurales considerables, con paredes y techos colapsados y grietas en los arcos blancos del edificio.
Debido a estos daños, la sinagoga no pudo acoger los servicios religiosos de Rosh Hashaná de ese año. Sin embargo, la comunidad judía de Marrakech mostró su resiliencia al organizar oraciones al aire libre y en otras sinagogas cercanas.

Sinagoga Al Fassayn de Marrakech |
La sinagoga Al Fassayn está ubicada en la calle Tissa, en el antiguo barrio judío de Marrakech. Aunque actualmente está cerrada al público debido a los daños sufridos, su importancia histórica y cultural sigue siendo reconocida. Los visitantes interesados en la historia del patrimonio judío en Marruecos pueden explorar otras sinagogas cercanas, como la sinagoga Slat al-Azama, que también sufrió daños durante el terremoto pero ha sido restaurada y sigue funcionando como lugar de culto.
La sinagoga Al Fassayn es un testimonio del legado judío en Marruecos y un símbolo de la convivencia interreligiosa que ha caracterizado al país a lo largo de los siglos.

Altar de la Sinagoga Al Fassayn de Marrakech |
El interior son dos habitaciones con unos bancos con mucha mugre y el altar con unas cortinas donde se guarda la Tora.

Entrada a la Madrasa Ben Youssef de Marrakech |
Nuestro siguiente destino es la Madrasa Ben Youssef se encuentra a 3 km del Mellah, decidimos pillar otro taxi compartido, antes de salir negociamos el precio es 30 Dh.
El taxi nos deja a 600 metros porque la Madrasa se encuentra en una zona sin tránsito de coches. El precio de entrada son 50 Dh.
La Madrasa Ben Youssef de Marrakech, GPS N31.6319067 W7.987348 , es una de las joyas más emblemáticas de la arquitectura islámica en el mundo árabe. Construida en el siglo XIV por el sultán benimerín Abou al-Hasan, fue completamente renovada en el siglo XVI por el sultán saadí Abdallah al-Ghalib, quien le otorgó su esplendor actual.
La madrasa Ben Youssef fue concebida como una escuela teológica de alto nivel, destinada a la formación de eruditos y estudiantes del Corán. Con una capacidad para albergar hasta 900 estudiantes, se convirtió en la mayor medersa del Magreb. Su ubicación junto a la mezquita homónima, fundada por el sultán almorávide Ali ibn Yusuf en el siglo XII, subraya su importancia religiosa y educativa en la ciudad.

Corredor de la Madrasa Ben Youssef de Marrakech |
Durante siglos, la madrasa fue un centro de aprendizaje y espiritualidad, hasta su cierre en 1960. Tras un período de abandono, fue restaurada en 1982 y reabierta al público en 2022, convirtiéndose en un importante atractivo turístico y cultural de Marrakech.
La arquitectura de la madrasa es un ejemplo sublime del arte islámico, fusionando influencias andalusíes y magrebíes. Su planta cuadrada, de aproximadamente 40 x 43 metros, se organiza en torno a un gran patio central rodeado de galerías. En el centro del patio se encuentra una piscina rectangular, utilizada para las abluciones rituales previas a la oración.
Las paredes y arcos del edificio están decorados con intrincados mosaicos de zellige, estuco tallado y madera de cedro. Destacan las inscripciones en árabe, como la basmala, que adornan casi todas las superficies. La sala de oración, ubicada al final del patio, es especialmente notable por su mihrab decorado con piñas y palmeras, símbolos de la fertilidad y la abundancia.
El programa decorativo de la madrasa sigue un orden jerárquico que se encuentra comúnmente en la arquitectura islámica: desde el suelo hacia el techo, se disponen en estratos ascendentes el zellige, el estuco tallado y la madera labrada. Esta disposición responde no solo a una lógica material (durabilidad frente a la humedad, por ejemplo), sino también simbólica: cada nivel representa una transición desde lo físico y lo humano hacia lo espiritual y lo divino.

Patio de la Madrasa Ben Youssef de Marrakech |
La estructura visual está basada en un riguroso principio de simetría axial que recorre patios, pasillos y salas. Este orden refleja la cosmovisión islámica del universo como manifestación de la unidad (taw?id) de Dios, donde la repetición de patrones y la armonía de proporciones conducen al observador hacia la meditación y la introspección.
El zellige —mosaico de cerámica vidriada ensamblado manualmente en patrones geométricos complejos— constituye la base decorativa en zócalos, fuentes y elementos arquitectónicos menores. La técnica, de origen andalusí y desarrollada en Marruecos desde el siglo XIII, se caracteriza por una gran precisión matemática y un uso simbólico del color. Los motivos más frecuentes incluyen estrellas de ocho puntas, polígonos entrelazados y rosetones concéntricos, configuraciones que sugieren infinitud y trascendencia.
Desde una perspectiva teológica, la geometría del zellige no es puramente ornamental, sino un reflejo del orden divino en el universo. Al prescindir de representaciones figurativas, el arte islámico opta por la abstracción como medio para expresar la perfección de la creación. El espectador, al enfrentarse a la complejidad rítmica de estos patrones, es invitado a reconocer la presencia de lo absoluto a través de lo múltiple.

Yaserías de la Madrasa Ben Youssef de Marrakech |
El segundo estrato decorativo lo conforma el estuco tallado, aplicado sobre paredes, arcos y muros interiores. Este material maleable permite la ejecución de motivos de gran riqueza formal, entre los que destacan los arabescos (composiciones de hojas, flores y tallos estilizados) y las inscripciones caligráficas en árabe, usualmente versículos coránicos, invocaciones o proverbios didácticos.
La ornamentación vegetal, estilizada hasta rozar la abstracción, remite al ideal islámico del jardín del paraíso (al-?janna), símbolo recurrente en el Corán. A nivel técnico, la talla en estuco en la madrasa alcanza un grado de delicadeza que sugiere no solo pericia artesanal, sino también un propósito meditativo: los muros, al estar cubiertos de formas repetidas e interconectadas, crean una atmósfera de ritmo visual propicia para el recogimiento espiritual.
Las inscripciones, además de ser elementos decorativos, constituyen manifestaciones visuales de la palabra revelada. La caligrafía islámica, en este contexto, no solo embellece, sino que transmite conocimiento sagrado. La elección de estilos como el cúfico y el nasjí, y su integración con los motivos vegetales, refuerza la función didáctica de la madrasa como espacio de enseñanza religiosa.

Fuente de las abluciones de la Madrasa Ben Youssef de Marrakech |
El uso de la madera de cedro, trabajada principalmente en techos, puertas, celosías y frisos, introduce una dimensión tridimensional al conjunto decorativo. La talla en madera combina motivos geométricos y caligráficos con una minuciosidad que rivaliza con el estuco y el zellige, aunque con un carácter más sobrio.
Además de su valor funcional, la madera cumple un papel estético y simbólico relevante. Su aroma, textura y calidez natural son atributos que, transformados por la mano del artesano, representan la purificación de la materia a través del arte. En un contexto religioso, el uso de elementos naturales como la madera reitera la idea de que lo creado —cuando es ennoblecido por el conocimiento y la devoción— puede acercar al ser humano a lo divino.
El mihrab de la madrasa Ben Youssef, aunque de tamaño modesto, concentra la riqueza decorativa. Está orientado hacia La Meca y marca la dirección de la oración (qibla).
Se aprecia el Zellige en la base, estuco en la zona media y madera en el arco superior. Los motivos vegetales y caligráficos refuerzan la sacralidad del espacio.

Cita del Corán de la Madrasa Ben Youssef de Marrakech |
Cúpula sobre el mihrab, generalmente decorada con mocárabes (elemento estalactítico que representa la transición entre lo terrenal y lo divino).
Las 130 celdas que albergaban a los estudiantes están dispuestas en dos niveles alrededor del patio. Aunque simples y austeras, estas habitaciones reflejan la dedicación al estudio y la meditación. Los pasillos y galerías están adornados con detalles arquitectónicos que invitan a la reflexión y al recogimiento.
Uno de los elementos más singulares de la madrasa es una pila de abluciones de mármol labrado, originaria de Madinat al-Zahra en Córdoba, España. Esta pieza, datada entre 1002 y 1007, fue dedicada a Abd al-Málik al-Muzáffar, hijo de Almanzor. Tras ser trasladada a Marrakech, ha permanecido en la madrasa durante siglos, siendo un testimonio de la conexión cultural entre Al-Ándalus y el Magreb.
Durante su apogeo, la Madrasa Ben Youssef de Marrakech representó no solo un centro de formación religiosa, sino también un microcosmos autosuficiente donde se desarrollaba una forma de vida profundamente estructurada por la fe, el conocimiento y la disciplina espiritual. Fundada en el siglo XIV y reconstruida en el siglo XVI por el sultán saadí Abdallah al-Ghalib, esta institución acogía a cientos de estudiantes procedentes de diversas regiones del Magreb, que encontraban en ella no solo instrucción coránica sino también alojamiento, alimentación y guía moral.

Mihrad de la Madrasa Ben Youssef de Marrakech |
Los estudiantes residían en pequeñas celdas dispuestas alrededor del gran patio central, en una arquitectura concebida para el recogimiento. Estas habitaciones, de dimensiones reducidas y austeramente equipadas, ofrecían apenas el espacio necesario para dormir, almacenar unos pocos libros y realizar oraciones privadas. A pesar de las condiciones espartanas, la posibilidad de acceder a una educación gratuita era percibida como un privilegio. La vida cotidiana en la madrasa comenzaba antes del amanecer, con la oración del alba (?alat al-fajr), que marcaba el inicio de una jornada dominada por el ritmo litúrgico del islam. Tras el rezo, los estudiantes participaban en clases impartidas en los patios, pasillos o salas de estudio, donde los ?ulama? (sabios o maestros) enseñaban mediante la recitación, la memorización y el comentario de textos sagrados.
La instrucción se centraba en el estudio del Corán, la jurisprudencia islámica (fiqh), la teología (aqida), la gramática árabe y, en algunos casos, otras ciencias como la lógica, la aritmética o la astronomía, consideradas auxiliares para la interpretación de la ley divina. El método pedagógico era oral, basado en la repetición y la memorización, y la relación entre maestro y discípulo era profundamente reverencial, modelada por el principio de la transmisión ininterrumpida del saber sagrado (sanad). El conocimiento no se concebía como una adquisición puramente intelectual, sino como una práctica que implicaba también una transformación ética y espiritual del estudiante.

Celda de la Madrasa Ben Youssef de Marrakech |
Las comidas eran simples, consistentes principalmente en pan, aceitunas, legumbres o dátiles, y frecuentemente financiadas por donaciones piadosas a través del sistema del waqf (fundación religiosa). La vida dentro de la madrasa seguía un horario estricto que incluía cinco oraciones diarias obligatorias, tiempos reservados al estudio individual y colectivo, y momentos de silencio o contemplación. El ambiente general era sobrio, disciplinado, y regido por un fuerte sentido de comunidad: los estudiantes compartían espacios, conocimientos y responsabilidades, generando vínculos que muchas veces se mantenían durante toda la vida.
En este entorno, la dimensión espiritual impregnaba todos los aspectos de la existencia. Los espacios estaban diseñados no solo para facilitar la enseñanza, sino también para fomentar la introspección. El arte que decoraba la madrasa —los zelliges geométricos, las yeserías con caligrafía coránica, los techos tallados en cedro— no eran meros ornamentos, sino parte integral del mensaje formativo del lugar. Cada forma, cada repetición, cada inscripción contribuía a crear un ambiente en el que el alma del estudiante se armonizaba con los principios de belleza y orden que, según la cosmología islámica, reflejan la voluntad de Dios.

Ventana de la Celda en la Madrasa Ben Youssef de Marrakech |
La experiencia de vida en la Madrasa Ben Youssef no se limitaba al aprendizaje académico; era una formación total del individuo dentro de una comunidad creyente. En ese sentido, la madrasa actuaba como un modelo reducido de la umma, la comunidad islámica ideal, donde el saber se transmitía no solo mediante libros y lecciones, sino a través de la práctica compartida de una vida regida por la devoción, la humildad y la búsqueda del conocimiento como camino hacia la trascendencia.

Medina de Marrakech |
Salir de la Medina desde la Madrasa de Ben Youssef no es una tarea fácil con la ingenuidad del turista que cree que su mapa, su lógica occidental y su sentido de la orientación serían suficientes para domar los mil años de caos ordenado que es la medina de Marrakech. Pero ahora, envuelto en un sol rojizo que parecía pintado sobre los muros de arcilla, no podía decir si caminaba en círculos o si, sin quererlo, había cruzado a otro mundo.
Las calles se estrechaban como arterias secretas. El bullicio era constante, pero no monótono: niños que corrían entre los puestos, ancianos sentados a la sombra recitando historias a medias, comerciantes que lo llamaban con la insistencia de quien vende sueños y menta fresca. Y los burros. Siempre los burros. Cargando montones de cartón, sacos de harina, a veces hasta una pequeña familia sobre un carro desvencijado. Avanzaban con el ritmo paciente de quien ha visto pasar generaciones entre esos muros altos y estrechos. El sonido de sus cascos sobre las losas antiguas marcaba un tiempo ajeno al del reloj.
Cada esquina parecía prometer una salida, pero ofrecía más bifurcaciones. A su alrededor, los muros de barro encalado ocultaban patios secretos y vidas enteras. Nadie parecía perdido excepto él. Nadie dudaba hacia dónde caminar, como si la medina solo revelara sus caminos a quienes no la cuestionan. El aire olía a comino tostado, cuero curtido y a esa madera perfumada que se quema en los braseros de las casas. Todo estaba tan vivo, tan intenso, que por un momento sintió que la ciudad lo tragaba, como si fuese una criatura viva y él solo una sombra desorientada dentro de su cuerpo.

Medina de Marrakech |
Giró otra vez, sin saber si repetía la ruta o inauguraba una nueva. Atrás quedó una mujer encorvada moliendo especias. A la derecha, un zoco de alfombras con colores tan vivos que casi dolían a los ojos. A la izquierda, un pasillo estrecho donde apenas cabía una persona, flanqueado por puertas azules y gatos dormidos. Y sin embargo, nada. No una señal. No un cartel. Solo un breve instante de vértigo, como si el laberinto le susurrara que no hay salida. No para los que dudan. No para los que insisten en comprender.
Entonces se detuvo. Respiró hondo. Escuchó. Un grito de niño. Un burro que rebuznaba al fondo. Una mujer que reía en un patio invisible. Poco a poco, empezó a moverse otra vez. Esta vez sin urgencia, sin buscar un destino, como si aceptara el pacto implícito que la medina impone: no es ella la que se muestra, es uno quien debe callar para que ella hable.
Se detuvo junto a una fuente casi seca. Un anciano, envuelto en un djellaba color tierra, recogía agua gota a gota con una taza de metal. Sus movimientos eran tan lentos que parecían fuera del tiempo. El anciano lo miró apenas, sin juicio, como si supiera que aquel extranjero estaba siendo devorado dulcemente por la medina. No hubo palabras. Solo el murmullo constante que todo lo envolvía: el chocar de las herramientas en un taller de latón, el arrastre de una puerta de madera carcomida, el silbido agudo de un vendedor de dulces. Era una sinfonía antigua y sin director.

Medina de Marrakech |
Las calles parecían abrirse más fácilmente ahora. Quizás era la medina quien lo guiaba, ahora que había dejado de resistirse. Pasó frente a un hombre que le ofrecía té en un vaso pequeño, sin hablar. Aceptó, sin hablar tampoco. El líquido caliente, azucarado, con un leve amargor de hierbabuena, le recorrió el cuerpo como si quisiera despertarlo de un sueño.
Y de nuevo, los burros. Uno pasó al lado, cargado con sacos de limones secos, y al mirarlo a los ojos —unos ojos enormes y cansados— el viajero sintió una conexión absurda pero clara: los burros sabían exactamente por dónde ir. Ellos eran la memoria viva de ese laberinto. Sabían cuándo girar, cuándo esperar, sabían incluso a quién mirar y a quién ignorar.
La tarde caía, y con ella la luz se volvía dorada, casi líquida. Las sombras se alargaban entre las calles que todavía se retorcían, pero ahora cada esquina era una invitación y no una trampa. El sonido del adhan, el canto del almuédano desde alguna mezquita cercana, flotó por encima de los tejados. Y por primera vez desde que entró, el viajero sonrió.
No había encontrado la salida. Pero había encontrado otra cosa. Había comprendido que en la medina no se entra para llegar, sino para perderse. Para rendirse. Para que, en medio de su desorden perfecto, uno recuerde que no todo lo esencial puede ser trazado en un mapa.

Medina de Marrakech |
Y entonces, al girar una esquina más —una cualquiera, sin signos ni promesas— allí estaba: el bullicio abierto de la plaza Jemaa el-Fna, viva y palpitante, como si fuera el corazón descubierto de la ciudad. Pero ahora él ya no corría. Caminaba despacio, como un iniciado que por fin había entendido que la medina no es un lugar. Es una prueba.
Antes nuestros ojos esta la famosa Plaza Jema Fna, acaban de poner los puestos para cenar, pero es pronto para cenar y a pesar de todo vencemos a las tentaciones y decidimos continuar hasta el parking de la Kutubia para cenar en casa.
Día 25 de abril (viernes) Ruta: Marrakech -Essaouira

Olivos del Jardín de la Menara de Marrakech |
El día comienza en el parking céntrico de la Kutubia, el precio no es barato 15 euros sin servicios GPS N31.6238 W7.9953. La segunda noche ha sido tranquila, pensábamos que oiríamos la llamada al rezo desde la Kutubia, pero creo que no ha sucedido.
Salimos para visitar el Jardín de la Menara GPS N31.618851 W8.025822, se encuentra a 3 Km, cogemos un taxi compartido que negociamos el precio por 30 Dh.
A escasos tres kilómetros al suroeste de la medina de Marrakech, en medio de una vasta extensión de olivares, se encuentran los Jardines de la Menara, uno de los espacios más emblemáticos, serenos y antiguos de la ciudad roja. Su historia, íntimamente ligada a la evolución hidráulica y agrícola del Marruecos medieval, se entrelaza con la estética de la arquitectura almohade y el paisaje semiárido del Haouz, donde el verde del olivar contrasta con el fondo majestuoso de las cumbres nevadas del Alto Atlas.
El origen de los Jardines de la Menara se remonta al siglo XII, bajo el reinado del califa almohade Abd al-Mu'min. En esa época, la prioridad no era ornamental sino práctica: se trataba de un sistema de huertos irrigados, destinado a asegurar el suministro alimentario de la ciudad y sus tropas. El nombre "Menara", que en árabe puede hacer referencia a un "faro", "torre" o "mirador", alude posiblemente al pabellón elevado que domina el estanque y que fue construido posteriormente, ya en el siglo XVI, y reformado en el XIX bajo el sultán Alauí Sidi Mohammed ben Abdallah.

Pabellon del Jardín de la Menara de Marrakech |
El corazón del conjunto lo constituye un gran estanque artificial de aproximadamente 195 por 160 metros, cuya superficie de casi 3 hectáreas actúa como reserva de agua para riego. Lo notable es que el agua no proviene de un pozo local, sino de una ingeniosa red de canales subterráneos llamada khettara (o qanat), que transporta el agua desde los manantiales situados en las laderas del Alto Atlas, a más de 30 kilómetros de distancia. Esta técnica milenaria, introducida en el Magreb desde Persia a través del mundo islámico, demuestra la sofisticación del conocimiento hidráulico en la época medieval. El agua, al llegar a la gran dársena, se distribuye por gravedad hacia los campos, gracias a un sistema de acequias que atraviesa los olivares cuidadosamente trazados.
El paisaje de la Menara está dominado por extensas plantaciones de olivos, plantados en cuadrícula y podados regularmente, lo que le confiere una apariencia rústica pero ordenada. Acompañan a estos árboles frutales algunos cipreses, palmeras datileras y ocasionales higueras o granados. Este no es un jardín floral o decorativo, como los del estilo andalusí que se encuentran en la Alhambra o el Generalife, sino un espacio vivo, agrícola, productivo, aunque profundamente estético en su sobriedad. La atmósfera cambia con la luz del día: al amanecer o al atardecer, el sol tiñe el estanque de tonos dorados y proyecta las sombras del pabellón sobre el agua, mientras que al fondo, los picos nevados del Atlas completan una postal inolvidable.

Lámina de agua del Jardín de la Menara de Marrakech |
El pabellón de la Menara, situado en la orilla sur del gran estanque que da nombre a este histórico jardín de Marrakech, es una construcción de gran valor simbólico y estético. Aunque el origen de los jardines se remonta al siglo XII, bajo la dinastía almohade, el pabellón actual fue edificado en el siglo XVI y restaurado en el siglo XIX durante el reinado del sultán alauí Sidi Mohammed ben Abdallah, quien le dio su forma definitiva. Esta restauración respetó las formas tradicionales de la arquitectura marroquí, integrando elementos heredados del arte andalusí con técnicas y materiales locales. A pesar de su apariencia sobria, el edificio se erige como un elemento central del conjunto, tanto desde el punto de vista visual como funcional, pues domina el estanque, sirve como mirador y actúa como símbolo de equilibrio entre el poder, la naturaleza y el agua.
La estructura del pabellón es sencilla pero cuidadosamente proporcionada. Se trata de un edificio de planta cuadrada y dos alturas, construido sobre una plataforma ligeramente elevada. Los muros están hechos de materiales tradicionales como ladrillo o adobe, recubiertos con un enlucido de cal que le da su característico tono ocre, en armonía con el paisaje circundante. El elemento más distintivo del edificio es su tejado a cuatro aguas, cubierto con tejas vidriadas de color verde —una elección que no solo responde a razones estéticas, sino que también indica su carácter real o simbólicamente sagrado, ya que este tipo de tejado se reserva en Marruecos para construcciones de especial importancia, como mezquitas o palacios.

Vista del lago desde el Pabellón Jardín de la Menara de Marrakech |
Aunque el exterior del pabellón es austero, su interior revela una mayor riqueza decorativa, típica de la tradición marroquí, que reserva la ornamentación para los espacios íntimos. En el interior se pueden apreciar trabajos de yesería con motivos geométricos y vegetales, propios del arte islámico, así como zellige —mosaicos de cerámica vidriada en tonos verdes, azules y blancos— que decoran zócalos y marcos. Las techumbres están realizadas en madera de cedro del Atlas, tallada o pintada, formando artesonados con motivos estrellados o florales de clara influencia andalusí. Las ventanas y puertas están enmarcadas por arcos de herradura, algunos lobulados, que suavizan el paso entre las estancias y aportan profundidad visual.
En la planta superior, el pabellón cuenta con un mirador abierto desde donde se obtienen vistas privilegiadas del estanque, de los olivares que se extienden más allá, y, en los días despejados, de la majestuosa cordillera del Atlas. Este espacio cumplía funciones diversas: era un lugar de descanso, contemplación y también un espacio ceremonial reservado para el sultán o su corte. En algunos relatos históricos y leyendas locales se sugiere que también habría sido escenario de encuentros amorosos o confidencias palaciegas, aunque estas historias forman parte del imaginario popular más que de una fuente documentada.

Decoración del Pabellón del Jardín de la Menara de Marrakech |
El pabellón de la Menara no solo desempeña un papel arquitectónico o paisajístico, sino también simbólico. Su presencia en el centro visual del jardín, junto al estanque, representa la armonía entre el poder humano y los recursos naturales, en particular el agua, que en la cultura islámica es símbolo de vida, pureza y paraíso. El propio término “Menara” significa en árabe “faro” o “torre de luz”, lo que refuerza su valor como guía o punto de orientación, no solo físico, sino también espiritual y político. En suma, el pabellón de la Menara es una expresión contenida pero profunda de la arquitectura marroquí: equilibrada, funcional, simbólica y en diálogo constante con su entorno natural e histórico.

Vista desde el Pabellón el Jardín de la Menara de Marrakech |
El lugar invita al descanso, a la contemplación tranquila, al paseo sin prisa. Familias marroquíes suelen reunirse allí para picnics informales bajo los árboles o junto al estanque, donde es común ver a niños correteando, parejas disfrutando del paisaje o grupos de amigos compartiendo pan khubz, aceitunas, makoudas y otros platos sencillos de la cocina local. Las aves acuáticas, como patos y garzas, encuentran también refugio en el entorno, convirtiendo el jardín en un pequeño ecosistema donde naturaleza y cultura coexisten en equilibrio. En el centro del estanque esta el llamado Pabellón de la Menara, levantado en el siglo XVII por orden del sultán Sidi Mohammed. Si bien, el edificio actual sufrió un gran cambio estructural, con la restauración de 1869. Fue entonces cuando se decidió coronarlo con un característico tejado piramidal de tejas verdes, que es el que le da nombre a todo el conjunto: Menara se puede traducir como torre. Y, realmente, después de la restauración, el pabellón se asemeja al torreón de una fortaleza.

Camellos en las calles de Marrakech |
Nuestra intención es seguidamente visitar el Jardín de Malloret, es un jardín botánico de Marrakech. Fue diseñado por el artista expatriado francés Jacques Majorelle en 1924.

Jardín de la Kutubía de Marrakech |
Cogemos un taxi compartido y nos dice el taxista que el jardín solamente se puede visitar con entradas reservadas por Internet, miro rápidamente para sacar las entradas y está todo reservado para los siguientes dos días. Le digo al taxista que nos deje en el parking de la Kutubia para marcharnos a nuestro siguiente destino, pero nos deja en el Jardín de la Kutubia y aprovechamos para darnos un paseo antes de terminar.
El Jardín de la Kutubía es uno de los espacios verdes más encantadores de Marrakech, situado junto a la emblemática Mezquita de la Kutubía, cuya silueta domina el paisaje urbano de la ciudad. Este jardín ofrece un remanso de paz en medio del bullicio del centro histórico, muy cerca de la famosa plaza Jemaa el-Fna. Caminar por sus senderos bien cuidados, rodeados de naranjos, palmeras y rosales, permite disfrutar de un ambiente relajante y refrescante, especialmente en las horas más calurosas del día. Los bancos distribuidos a lo largo del parque invitan al descanso, mientras se contempla la belleza del minarete de la mezquita, una de las obras maestras de la arquitectura almohade del siglo XII.

Jardín de la Kutubía de Marrakech |
Además de su valor paisajístico, el jardín tiene un interés histórico y cultural importante. Fue inmortalizado en una pintura por Winston Churchill durante una visita a Marrakech en 1943, convirtiéndose en una de las imágenes más representativas del paisaje marroquí. Hoy en día, el Jardín de la Kutubía sigue siendo un lugar ideal tanto para los habitantes locales como para los turistas que buscan una pausa tranquila entre visitas y excursiones. Su acceso libre y su ubicación céntrica lo convierten en una parada obligada para quienes desean descubrir el alma serena y contemplativa de Marrakech.
Las fuentes del Jardín de la Kutubía están decoradas con un estilo sobrio y tradicional, en armonía con la estética andalusí y marroquí que caracteriza a la ciudad de Marrakech. Aunque no son fuentes monumentales, su diseño sencillo y elegante complementa perfectamente la tranquilidad del entorno.
Estas fuentes suelen estar revestidas con azulejos de zellige, un tipo de mosaico artesanal típico de Marruecos, compuesto por pequeñas piezas de cerámica de colores vivos (azul, verde, blanco, amarillo) que forman patrones geométricos. Los bordes de las fuentes están rematados con piedra o mármol, y algunas presentan elementos de hierro forjado o pequeñas canaletas que distribuyen el agua de manera sutil, generando un sonido relajante al fluir.

Fuente del Jardín de la Kutubía de Marrakech |
En el centro de muchas de estas fuentes hay estructuras circulares o poligonales bajas, desde donde brota un pequeño chorro de agua. Más que espectaculares, están pensadas para refrescar el ambiente y ofrecer un punto de descanso visual y auditivo, en sintonía con el carácter contemplativo del jardín. Estas fuentes reflejan el espíritu de los antiguos jardines islámicos: no sólo como espacios de belleza, sino también de meditación, frescura y equilibrio.

Centro comercial Marjane Massira de Marrakech |
Decidimos abandonar Marrakech hacia nuestro siguiente destino. Entrar y salir de la ciudad de Marrakech era una verdadera aventura porque entre los burros, camellos, motos, caballos, camiones etc, era un imposible la circulación.
Nos sorprende la ciudad porque ya no hay vestigios de la vida animal, los semáforos se respetan y el tráfico es bastante ordenado, es un giro de 180 grados el que ha dado la Marrakech.
Antes de salir de la ciudad paramos en el centro comercial de Marjane Massira GPS N 31.629003 W8.0969305, nos sorprende porque apenas hay nadie, lógicamente se achaca a la política de precios, casi todo es de importación, incluso las frutas y verduras. Nosotros llenamos la nevera y nos gastamos 115 euros.
Hemos comprado un par de chuletones bronco saurios que nos los cocinan justo enfrente, nos cobran 2 euros por hacerlos y los degustamos en la autocaravana.
La carretera a Essaouira ha mejorado mucho, la mitad está desdoblada. Volvemos a pasar por pueblos del Marruecos profundo, donde las chilabas andan solas de la mugre y las botellas de butano están oxidadas.

Almuerzo de chuletones en Marrakech |
Al salir de Marrakech en dirección a Essaouira, el paisaje comienza con los tonos cálidos y terrosos que caracterizan a la ciudad imperial. A medida que el vehículo se aleja del bullicio urbano, los edificios se van dispersando, dando paso a zonas más abiertas donde predominan los campos secos y las colinas suaves. El terreno es llano al principio, con vegetación escasa, salpicado de palmeras y arbustos resistentes al calor, mientras que pequeñas aldeas de casas de adobe se integran con naturalidad al entorno. Conforme se avanza hacia el oeste, el aire se vuelve más seco y el color del suelo cambia de rojizo a un marrón más pálido.
En la región de Chichaoua, el ambiente se vuelve más rural. Se cruzan campos agrícolas donde a veces se ven burros cargados, pastores con cabras y mujeres trabajando la tierra. Aquí, la vida parece seguir el ritmo pausado del sol. Poco a poco, el paisaje comienza a transformarse: aparecen los primeros árboles de argán, de ramas retorcidas y copas anchas, únicos en esta zona del mundo. En algunos tramos, es posible observar cabras trepadas en sus ramas, buscando frutos, una imagen insólita y casi mágica.
A medida que el viaje se acerca a su fin, el aire cambia. Se hace más húmedo y fresco, y la presencia del océano Atlántico comienza a sentirse en la brisa y en el olor salino que trae consigo. El terreno se vuelve más irregular, con suaves colinas cubiertas de matorrales y algunas dunas dispersas. Finalmente, aparece Essaouira, con sus murallas blancas, sus casas encaladas y sus techos azules, asomando frente al mar. El sonido del viento y las gaviotas anuncia la llegada a esta ciudad costera tranquila y llena de historia, donde el desierto se encuentra con el océano.

Campo de Argan de Marrakech a Essaouira |
Pasamos por los campos del Argan, creo que ha bajado mucho la venta pues ha disminuido el interés de los occidentales por este producto. No vemos la típica escena de las cabras subidas en el árbol del Argan comiendo sus frutos.
El parking en Essaouira tiene una señal de prohibido autocaravanas, vamos hasta el centro y aparcamos en una calle ancha donde pasaremos la noche al lado de unos holandeses GPS N31.510814 W9.763877 , es gratuito.
Salimos para tomar el pulso a la ciudad, marchamos para ver la sinagoga pero cuando llegamos han cerrado y mañana es el día de fiesta para los judíos.
En las ciudades marroquíes, el mellah era tradicionalmente el barrio donde residía la comunidad judía. En Essaouira, este barrio estuvo particularmente activo entre los siglos XVIII y XIX, cuando la ciudad fue un importante puerto comercial bajo el sultán Mohammed Ben Abdallah, quien atrajo a comerciantes judíos para desarrollar el comercio con Europa.
El mellah de Essaouira se encuentra en el extremo sur de la medina, cerca del puerto y de las murallas. Aunque hoy en día está bastante integrado con el resto de la medina, se pueden reconocer ciertos elementos arquitectónicos y urbanísticos propios.

Campos de Argan y cabras de Marrakech a Essaouira |
Hoy el mellah es una zona algo deteriorada, con edificios de piedra y cal que conservan detalles de puertas y balcones de madera tallada. Muchas casas están en ruinas o en proceso de restauración, pero aún se puede sentir su antigua vitalidad. Caminar por sus calles estrechas y un tanto melancólicas te da la sensación de estar pisando un lugar lleno de historias que resisten al tiempo.
A pesar de su estado, el mellah sigue teniendo vida: hay talleres de carpinteros, herreros, y pequeños comercios. Algunas sinagogas han sido restauradas, como:
Sinagoga Slat Lkahal: También conocida como la "sinagoga de los pobres", ha sido restaurada recientemente y funciona como un museo cultural. Es un lugar sencillo, pero muy evocador, con paneles informativos sobre la historia judía de Essaouira.
Sinagoga Simon Attias: Una de las más antiguas, recientemente restaurada, que sirve como símbolo de la convivencia entre judíos y musulmanes en Marruecos.

Mellah en Essaouira |
Marchamos hacia la muralla del puerto construida por los portugueses y la dieron el titulo de Mogador. Es un testimonio de piedra de los días en que Essaouira era uno de los grandes puertos del mundo atlántico. Construida en el siglo XVIII por orden del sultán Sidi Mohammed Ben Abdallah, esta muralla fue diseñada por ingenieros europeos, mezclando la arquitectura militar francesa con técnicas locales. El resultado es una fortificación sobria y poderosa, que abraza el puerto con sus torres de vigilancia, bastiones bajos y cañones alineados hacia el horizonte marino. Desde la Skala du Port, la parte más reconocible de la muralla, se domina una vista extraordinaria: los barcos de pesca azules meciéndose suavemente, las gaviotas revoloteando sin cesar, y, al fondo, las Islas Purpureas que emergen como sombras planas sobre las aguas.
Al caminar por lo alto de la muralla, el viento marino azota el rostro con fuerza, trayendo consigo el olor salado del océano y el bullicio del puerto activo. Pescadores descargan sus redes, comerciantes llaman a voces, y todo parece estar en movimiento constante, mientras las piedras antiguas conservan una calma imperturbable. La plataforma elevada de la Skala, con sus cañones antiguos y su suelo de grandes losas de piedra, ofrece uno de los mejores lugares para observar la puesta de sol en Essaouira. La luz dorada del atardecer transforma las murallas en un tapiz cálido, mientras el mar golpea rítmicamente la base de la ciudad. Desde allí, también se puede seguir caminando hacia la Skala de la Ville, donde los muros se continúan hacia la medina, flanqueados por talleres de artesanos que trabajan la madera de tuya con delicadeza y tradición.

Mellah en Essaouira |
Hoy, como hace siglos, la muralla no solo protege, sino que también define el carácter de Essaouira. Es una frontera simbólica entre el mar y la ciudad, entre la historia y el presente, entre lo que fue y lo que aún se resiste a desaparecer. Caminar por ella es una forma de atravesar el tiempo, acompañado por el sonido eterno de las olas.

Atardecer en la Skala en Essaouira |
Es la hora de la puesta de sol en un puerto pesquero que vive de la pesca. En estos momentos la escena es muy bonita porque están cayendo los rayos de sol mientras las gaviotas comen de los excedentes que los pescadores lanzan al mar.
Día 26 de abril (sábado) Ruta: Essaouira-Safi

Calles del Mellah en Essaouira |
El día comienza en el parking céntrico, situado en una calle ancha, enfrente del hospital provincial. GPS N31.510814 W9.763877, es gratuito.
Lo primero que queremos ver el resto del barrio judío para ver si abren la sinagoga, nada de nada los sábados es la fiesta judía.
Continuamos entre las estrechas calles con los frisos pintados de azul, vemos que para ser una ciudad tan turística poco caso hacen a esta parte histórica de la ciudad, seguramente porque ya no quedan judíos y las casas están ocupadas por familias bereberes.
A las afueras está el cementerio Judío, llamamos al teléfono que indica pero no contestan, el policía nos dice que es sábado.
El cementerio judío de Essaouira (también conocido como el Beit Haim o Bayt Hayyim, o Casa de la Vida)
GPS N31.5177378 W9.7653194, es uno de los lugares más antiguos, emotivos y cargados de historia de la ciudad. Ubicado junto al mar, justo fuera de las murallas de la medina, este camposanto es testigo silencioso de la importante comunidad judía que floreció en Mogador entre los siglos XVIII y XX.

Cementerio cristiano en Essaouira |
La tumba más famosa corresponde Haim Pinto (1748–1845) fue un rabino y místico muy respetado en Mogador (actual Essaouira). Conocido por su vida de piedad y sabiduría, es considerado un hombre justo.
Al lado está el cementerio cristiano
GPS N31.5166618 W9.7658086, entramos para curiosear, está en tan mal estado que las tumbas van desapareciendo entre las dunas de la arena de la playa que va depositando el viento.
A las afueras de la medina de Essaouira, apenas separado por una verja oxidada y algunas palmeras solitarias, se encuentra el cementerio cristiano, un rincón apartado y casi olvidado por el paso del tiempo. Flanqueado por el océano a un lado y por los muros desgastados de la ciudad al otro, este pequeño camposanto guarda las huellas de una presencia europea que, aunque ya lejana, dejó una marca visible en la historia de Mogador. Caminando entre las tumbas, muchas cubiertas de musgo o parcialmente desmoronadas, se leen nombres franceses, portugueses, españoles y británicos, grabados en lápidas de piedra que han resistido al salitre y al viento durante décadas.

Cementerio cristiano en Essaouira |
La brisa marina sopla constante, haciendo que el sonido de las olas sea casi una oración perpetua. Algunas cruces siguen en pie, otras yacen caídas o inclinadas sobre la arena. Aquí y allá, flores secas, conchas marinas y rastros de visitantes ocasionales que aún se detienen a rendir homenaje. No hay un camino marcado, ni señales turísticas: es un lugar que se encuentra más por intuición que por indicaciones. Pero ese abandono relativo le otorga una atmósfera especial, entre la melancolía y la paz.
El cementerio cristiano es, al igual que los otros cementerios históricos de Essaouira, testigo de una convivencia que durante siglos fue posible. Comerciantes, diplomáticos, marinos y exiliados encontraron aquí su último descanso, a orillas del Atlántico, en una ciudad que siempre fue puerto abierto a otras lenguas y credos. Hoy, el lugar permanece en silencio, resistiendo al olvido, como un pequeño archivo de piedra donde el mar aún recita los nombres del pasado.
Marchamos hasta lo que hoy es El Museo de la Memoria Judía está situado en una antigua casa, hoy rehabilitada, propiedad de una familia de comerciantes judíos. El patriarca murió en Londres y su mujer, al no poder repatriar el cuerpo, decidió rehabilitar la sinagoga Slat Attia GPS N31.513366 W9.7712843, situada en el inmueble y que hoy forma parte del conjunto.

Sinagoga Slat Attia en Essaouira |
La Sinagoga Slat Attia, también conocida como la Sinagoga Simon Attias, es uno de los principales testigos del legado judío en la ciudad costera de Essaouira, Marruecos. Construida en el año 1892 por Nima Attias, fue erigida en memoria de su esposo, el comerciante Simon Attias, quien murió durante un viaje de negocios a Liberia. La sinagoga se encuentra en pleno corazón del antiguo barrio judío, la Mellah, una zona que en su momento albergó una vibrante comunidad sefardí, profundamente integrada en el comercio y la vida urbana de Essaouira.
La sinagoga forma parte de una mansión tradicional de tres plantas que combinaba espacios residenciales, comerciales y religiosos. En la planta baja se encontraban tiendas y locales comerciales, mientras que en el segundo piso se halla la sala de oración principal, que aún conserva su estructura original, con un balcón reservado para las mujeres. El tercer piso estaba destinado a las funciones judiciales y administrativas, albergando los tribunales rabínicos de la comunidad.
La estructura de Bayt Dakira sigue la tipología típica de las casas marroquíes tradicionales, con un patio central que actúa como núcleo de ventilación e iluminación natural. Este patio interior, rodeado de arcos y paredes decoradas, es el alma del edificio y genera un ambiente de tranquilidad y recogimiento.

Sinagoga Slat Attia en Essaouira |
La decoración interior es una manifestación de la riqueza cultural que caracteriza al lugar. Las paredes están revestidas con zellige, el icónico mosaico cerámico marroquí, que crea patrones geométricos precisos y coloridos, símbolo de la artesanía local. La yesería delicadamente tallada en marcos de puertas, ventanas y muros exhibe motivos florales y caligráficos que hablan tanto de la tradición islámica como de la judía sefardí.
El uso de la madera tallada en techos y puertas aporta un sentido de calidez y elegancia. Las vigas del techo muestran elaborados motivos geométricos y florales, mientras que las puertas presentan inscripciones y símbolos religiosos que reafirman la identidad cultural del espacio.
La combinación armónica de estos elementos – piedra, madera, yeso y cerámica – no solo cumple una función estética, sino también simbólica, expresando la convivencia y el respeto entre culturas. Bayt Dakira es, en definitiva, un lugar donde la arquitectura y la decoración se fusionan para narrar una historia de memoria, identidad y diálogo.
Uno de los elementos más notables de la sinagoga es su hekhal, el arca sagrada donde se guardan los rollos de la Torá. Esta pieza fue especialmente encargada a Londres, donde fue tallada en madera de nogal por el artesano M.L. Koffman. El arca está ricamente decorada con elementos florales y un águila, símbolo que algunos asocian con la protección divina o la identidad judía sefardí. El conjunto interior, aunque modesto en escala, refleja una exquisita mezcla entre sobriedad marroquí y ornamentación europea de la época.

Galería de la Sinagoga Slat Attia en Essaouira |
Durante gran parte del siglo XX, como ocurrió con muchas sinagogas en Marruecos, Slat Attia cayó en desuso a medida que la comunidad judía se redujo drásticamente por la emigración hacia Israel, Francia y otros destinos. Sin embargo, en un esfuerzo por preservar el patrimonio cultural judeo-marroquí, el edificio fue restaurado cuidadosamente e incorporado al proyecto Bayt Dakira (“Casa de la Memoria”), un centro cultural, museo y lugar de diálogo interreligioso inaugurado por el rey Mohamed VI en enero de 2020. Este gesto simbólico reafirmó el compromiso del estado marroquí con la diversidad y la convivencia interreligiosa.
Bayt Dakira alberga hoy exposiciones permanentes y temporales dedicadas a la historia de los judíos en Essaouira y Marruecos en general, incluyendo objetos religiosos, documentos, fotografías antiguas y archivos orales. También funciona como centro de investigación y formación, en colaboración con el Centro de Estudios Haim y Celia Zafrani, promoviendo el diálogo entre culturas y religiones en el contexto mediterráneo.
Visitar la Sinagoga Slat Attia no solo permite apreciar un ejemplo bien conservado de arquitectura religiosa del siglo XIX, sino también adentrarse en una historia profunda de convivencia, memoria y resistencia cultural. Situada en la calle Al Mouahidin, dentro de la medina de Essaouira (declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO), la entrada al lugar es gratuita y está generalmente abierta al público en horarios de mañana y tarde. Se recomienda confirmar previamente los horarios exactos, especialmente en días festivos o durante el shabat.

Entrada a la sala de oración de la Sinagoga Slat Attia en Essaouira |
La ciudad de Essaouira cuenta con otras sinagogas históricas, como la de Chaim Pinto, aún venerada por judíos marroquíes y visitantes del extranjero, y la Slat Lkahal, también conocida como la sinagoga de los artesanos. Todas ellas forman parte del rico tapiz multicultural que ha caracterizado a Essaouira durante siglos, una ciudad donde musulmanes, judíos y cristianos convivieron durante generaciones.
Además de este espacio destinado a la oración, en Bayt Dakira se pueden contemplar diferentes objetos y antigüedades relacionadas con la religión hebrea, como una antigua torah, o curiosidades relacionadas con las tradiciones judías, como una silla de circuncisión. También documentos históricos y fotografías antiguas, que contribuyen a recrear la memoria histórica de la religión hebrea.
Caminamos hasta el puerto de Essaouira GPS N31.509800 W9.773641, sigue siendo un centro neurálgico para la pesca artesanal. Es conocido por ser el tercer puerto pesquero de sardinas más grande de Marruecos, después de Casablanca y Agadir. Los pescadores locales ofrecen una amplia variedad de productos frescos, incluyendo sardinas, morenas, besugos y crustáceos, que se subastan en el puerto al final de la tarde. Esta subasta es un espectáculo animado. Compramos dos kilos de gambas por 12 euros.

Puerta de la Armada o Bab el-Marsa en Essaouira |
Entramos en el puerto por Bab El Marsa, también conocida como la Puerta de la Armada o Bab el-Marsa, es una de las entradas más emblemáticas de la medina de Essaouira, Marruecos. Construida entre 1769 y 1770 bajo las órdenes del sultán alauita Mohammed Ben Abdellah, esta puerta fortificada destaca por su arquitectura de estilo Vauban, caracterizada por el uso exclusivo de piedra tallada y detalles ornamentales inspirados en modelos europeos.
Bab El Marsa presenta una estructura imponente con un frontón triangular flanqueado por columnas estriadas coronadas por capiteles. En el centro del frontón, una inscripción árabe conmemora la orden del sultán y la fecha de construcción. Además, la puerta incorpora símbolos que representan la armonía interreligiosa: una media luna islámica, una concha de Santiago cristiana y una estrella de David judía.
La ubicación de Bab El Marsa ofrece vistas panorámicas del océano Atlántico y conecta con la histórica Skala du Port, una fortaleza costera construida por los portugueses en el siglo XVIII . Esta zona es ideal para pasear, fotografiar el atardecer y disfrutar de la gastronomía local en los restaurantes cercanos.

Puerto de Essaouira |
El puerto de Essaouira, ubicado al pie de las murallas de la medina y flanqueado por la fortaleza de la Skala du Port, es uno de los espacios más emblemáticos y vibrantes de esta ciudad costera marroquí. Desde su fundación en el siglo XVIII por orden del sultán Sidi Mohammed ben Abdallah, este puerto fue concebido como una puerta estratégica entre Marruecos, Europa y África subsahariana. Gracias a su diseño planificado por ingenieros europeos y su ubicación protegida frente al Atlántico, Essaouira se convirtió en un importante centro comercial y marítimo, y el puerto fue durante mucho tiempo un eje del intercambio de mercancías como especias, aceites, pieles y metales preciosos.
Hoy en día, aunque ha perdido su rol central en el comercio internacional, el puerto sigue siendo un lugar lleno de vida y actividad, especialmente ligado a la pesca artesanal. Cada mañana, decenas de pequeñas embarcaciones azules regresan del mar cargadas con la pesca del día: sardinas, calamares, doradas, merluzas, pulpos y langostinos que pasan rápidamente de las redes al mercado o directamente a la parrilla. La escena es caótica y auténtica, con pescadores que desembarcan cajas húmedas, gaviotas que chillan desde lo alto de los mástiles, y compradores locales —y algunos turistas curiosos— que se mueven entre los puestos de venta improvisados.

Mercado en el Puerto de Essaouira |
Junto al puerto, el mercado de pescado de Essaouira es una experiencia en sí mismo. Allí, el visitante puede comprar pescado fresco directamente de los pescadores, o bien seleccionar una pieza y llevarla a uno de los sencillos puestos de asado que rodean el mercado. Estos pequeños restaurantes al aire libre cocinan el pescado al momento, sobre brasas de carbón, y lo sirven acompañado de pan marroquí, ensalada fresca y rodajas de limón. Comer allí no es solo una experiencia gastronómica, sino también un modo de integrarse al ritmo y al sabor de la ciudad, rodeado de lugareños, sonidos del mar y el inconfundible aroma del pescado a la parrilla.
La atmósfera del puerto es especialmente pintoresca al atardecer, cuando la luz dorada del sol baña los barcos atracados, las murallas de la medina y las aguas del Atlántico. Desde lo alto de la Skala du Port, donde aún se conservan antiguos cañones orientados al mar, se puede contemplar una de las vistas más icónicas de Essaouira: el bullicio del puerto en primer plano, las islas Purpurinas al fondo y las siluetas de los minaretes recortadas contra el cielo.

Tiburon en el Mercado en el Puerto de Essaouira |
A pesar del paso del tiempo y de los cambios en la economía de la ciudad, el puerto sigue siendo un símbolo vivo de Essaouira, un lugar donde el pasado y el presente se entrelazan con naturalidad. Aquí no hay escenografía para turistas, sino un verdadero tejido de vida cotidiana. Es, sin duda, uno de los lugares imprescindibles para quien desee conocer el alma marinera y auténtica de esta ciudad atlántica.

Almuerzo en Mercado central de Essaouira |
Para finalizar vamos hasta el antiguo mercado de la Medina GPS N 31.5144996 W9.7687263, dicen que es más barato almorzar el pescado que comprar en el puerto y lo cocinen allí.
Elegimos un sargo, cuatro calamares y cuatro sardinas y nos cobran 10 euros. Luego por asar el pescado, dos platos de patatas, el agua y el pan otros 8.5 euros.
El mercado central de alimentos de Essaouira es el núcleo palpitante de la vida cotidiana en la ciudad. Ubicado dentro de la medina amurallada, cerca de la plaza Bab Doukkala y a pocos pasos de las arterias comerciales principales, este mercado —conocido localmente como el souk el khodra (mercado de verduras)— es mucho más que un lugar para abastecerse: es un espacio de encuentro, tradición y color que conecta a Essaouira con su identidad agrícola y costera.
Desde las primeras horas de la mañana, el mercado cobra vida con una energía vibrante. Agricultores y comerciantes de los alrededores llegan con carretillas cargadas de frutas, verduras, legumbres, hierbas frescas, huevos y productos locales como aceite de argán, aceitunas curadas o miel del Atlas. Las filas de tomates, naranjas, zanahorias, higos y dátiles se disponen en montículos organizados, mientras que el aire se llena del aroma intenso de las especias molidas en el momento: cúrcuma, comino, pimentón, y harissa.

Mercado central de Essaouira |
Uno de los grandes atractivos del mercado central es su carácter profundamente local. Aunque los visitantes son bienvenidos, el mercado sigue funcionando principalmente para los residentes de Essaouira. Aquí se ven a las mujeres marroquíes con sus cestos de palma y a los hombres regateando el precio del pescado o el pan recién horneado. La experiencia es auténtica, sin adornos turísticos: se compra, se conversa, se intercambian recetas y se refuerzan los lazos comunitarios.
El espacio del mercado está dividido por zonas. En una parte se concentran los puestos de verduras y frutas frescas; en otra, se ubican los carniceros, que ofrecen carne de cordero, ternera o pollo, en mostradores abiertos como se hacía hace siglos. Más allá, se encuentran los pescaderos, que exponen su mercancía sobre hielo en sencillos mostradores de piedra: merluzas, sardinas, doradas y calamares recién llegados del puerto. También hay pequeñas tiendas de quesos artesanales, mantequilla de cabra, y hasta panaderías tradicionales donde se hornea pan moruno en horno de leña.

Ciudad de Essaouira |
Uno de los detalles más encantadores del mercado central es su dinámica visual y sonora: gritos de vendedores que llaman a sus clientes, conversaciones en árabe, francés y dialectos bereberes, y el ir y venir de carritos, pájaros sobrevolando y niños jugando alrededor. Es un entorno que despierta los sentidos y permite al visitante observar la rutina marroquí desde dentro.

Islas de Essaouira |
Aquí termina nuestra visita a esta hermosa ciudad que desgraciadamente no sabe sacar el partido a la afluencia de turismo con un mayor interés en la conservación de sus monumentos históricos y una mayor limpieza de sus calles.

Paisaje de Essaouira a Safi |
Partimos en dirección Safi por la carretera de la costa, discurre paralela al océano Atlántico, son 120 km, pero tardamos una eternidad.
La ruta costera entre Essaouira y Safi, en la región de Marrakech-Safi de Marruecos, ofrece una variedad de paisajes impresionantes que combinan naturaleza salvaje, historia y cultura local. Partiendo de Essaouira, una ciudad costera conocida por su medina fortificada y su arquitectura blanca con detalles azulados, el Atlántico se presenta con fuerza a lo largo de sus murallas, donde el viento constante ha convertido sus playas en un destino favorito para los amantes del kitesurf y el windsurf. Frente a la ciudad se encuentran las Iles Purpuraires, un pequeño archipiélago cargado de historia fenicia y romana, que añade un toque místico al horizonte marino.
A medida que se avanza hacia el norte por la costa, el paisaje se vuelve más salvaje y menos urbanizado. El camino serpentea entre acantilados rocosos, playas vírgenes y pequeños pueblos pesqueros, donde se puede apreciar el modo de vida tradicional y la estrecha relación entre la gente y el mar. Esta zona es ideal para realizar paradas panorámicas, caminatas por senderos naturales y encuentros auténticos con la cultura local, especialmente en cooperativas de aceite de argán o pequeños mercados artesanales.

Paisaje de Essaouira a Safi |
Al llegar a Safi, la ciudad revela un nuevo tipo de belleza. Conocida por su tradición alfarera, Safi se alza sobre colinas que miran al mar, donde se ubican los talleres de cerámica que producen algunos de los mejores azulejos del país. El Ksar el-Bahr, una antigua fortaleza portuguesa situada frente al océano, ofrece vistas espectaculares del puerto y de las olas rompiendo contra la costa. La playa de Safi, amplia y ventosa, invita a largas caminatas y deportes acuáticos, aunque sus fuertes corrientes la hacen más adecuada para surfistas que para bañistas.
En conjunto, el tramo entre Essaouira y Safi no solo destaca por sus paisajes costeros, sino también por la riqueza cultural, la autenticidad de sus pueblos y la variedad de experiencias que ofrece al viajero. Es una ruta ideal para quienes buscan un Marruecos más tranquilo, natural y profundo, donde cada parada ofrece una historia, una vista inolvidable o una expresión artística local.
La carretera se encuentra como antaño maricastaño, te tragas unos baches estratosféricos y varios kilómetros sin asfaltado por un pedregal. Los pueblos que atravesamos más de lo mismo, justo a la entrada están sin asfaltar. Volvemos al Marruecos profundo, lo anterior ha sido un espejismo.

Paisaje de Essaouira a Safi |
Por fin llegamos a Safi y vemos que ha crecido mucho pero lo más básico e histórico lo recordamos. Marchamos hasta el parking de la playa pero nos dicen que allí no podemos pernoctar.
Vamos a un camping municipal a tres kilómetros del centro, nos cobran 4,2 euros con luz, un verdadero chollo, pero la verdad no está muy bien cuidado y nos parece suficiente para pasar la noche. Las coordenadas GPS N32.317475 W9.237877 .
El resto de la tarde lo dedicamos para asearnos y prepararnos para el fútbol de la champions.
Día 27 de abril (domingo)
Ruta: Safi-Oualida

Camping de Safi |
El día comienza en el camping municipal de Safi a tres kilómetros del centro, nos cobran 4,2 euros con luz, un chollo. Las coordenadas GPS N32.317475 W9.237877. La noche ha sido ideal, no escuchamos los rezos.
Comenzamos la visita a Safi, ciudad que conocíamos con anterioridad. Cogemos un taxi que nos deja en la puerta del Kasar El Bahr, es el castillo de origen portugués, está en restauración y no se puede visitar.
Recuerdo que la primera vez que visitamos el castillo coincidió con la manifestación de la primavera árabe, la policía secreta no quería que miráramos hacia la calle para no ver la protesta.
El Ksar El Bahr, también conocido como el Castillo del Mar, es una imponente fortaleza situada en la ciudad costera de Safi, Marruecos. Construida por los portugueses entre 1508 y 1523 durante su ocupación de la ciudad, esta estructura defensiva fue diseñada para proteger el puerto y controlar estratégicamente el tráfico marítimo del Atlántico. Atribuida al arquitecto Boytac, la fortaleza destaca por su estilo manuelino, caracterizado por sus robustos muros de piedra, casamatas, torreones y una monumental puerta de entrada que aún impresiona por su escala y diseño.

Ksar El Bahr de Safi |
El Ksar El Bahr ocupa una posición privilegiada sobre los acantilados, lo que le ofrece una vista panorámica excepcional del océano, del puerto pesquero de Safi y de la medina que se extiende hacia el interior. En su época de esplendor, contaba con un sistema defensivo avanzado para la época, incluyendo pasadizos subterráneos, cañones orientados hacia el mar (algunos de origen portugués, español y holandés) y gruesas murallas de hasta doce metros de altura. Su ubicación y estructura lo convirtieron en un punto clave para la defensa costera y el control de las rutas marítimas entre Europa y África.
A lo largo de los siglos, el castillo sufrió diversos daños provocados por la erosión marina, los fuertes vientos y el paso del tiempo. Parte de sus estructuras colapsaron en varias ocasiones, siendo los episodios más graves los ocurridos en 1937, 2007, 2010, 2017 y recientemente en abril de 2025, cuando se derrumbó una parte importante de la fachada oeste, incluyendo la histórica puerta Bab al-Qous. Debido a estos riesgos estructurales, el monumento ha sido cerrado al público por razones de seguridad, aunque es posible visitarlo desde el exterior y disfrutar de las vistas que ofrece su entorno.

Ksar El Bahr de Safi |
A pesar de su estado actual, el Ksar El Bahr sigue siendo un símbolo del legado histórico portugués en Marruecos y una de las construcciones más emblemáticas de Safi. Desde 2020, el Ministerio de Cultura marroquí, en colaboración con autoridades locales y universidades portuguesas, ha iniciado un proyecto de restauración con un presupuesto estimado de más de 130 millones de dirhams, con el objetivo de preservar el monumento y reabrirlo al público en condiciones seguras.
Visitar el entorno del castillo es aún una experiencia única. La combinación entre su arquitectura militar, el sonido de las olas golpeando los acantilados y las vistas al océano Atlántico al amanecer o al atardecer ofrece un momento de gran belleza y reflexión. Muy cerca se encuentran también la medina de Safi y los talleres de alfarería, lo que permite complementar la visita con un recorrido cultural completo por la ciudad. El Ksar El Bahr no solo representa una joya patrimonial, sino también un testigo silencioso de los intercambios históricos entre Europa y el norte de África.
Nos adentramos en la Medina por la plaza de la Independencia, es uno de los rincones más auténticos y menos explorados de Marruecos, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido y donde las culturas que han pasado por la ciudad han dejado huellas visibles en cada callejón, puerta y azulejo. A diferencia de otras medinas más turísticas como la de Marrakech o Fez, la de Safi conserva una atmósfera local y genuina, marcada por el ritmo pausado de los vecinos, la actividad de los artesanos y el aroma a especias que emana de los mercados.

Entrada a la Medina de Safi |
Esta medina, rodeada por antiguas murallas, fue reforzada durante la ocupación portuguesa en el siglo XVI, y en su interior se conservan vestigios únicos de esa época, como la Catedral Portuguesa, uno de los escasos ejemplos de arquitectura gótica manuelina en el continente africano. Muy cerca, se encuentra también la Gran Mezquita, con un alminar que recuerda el esplendor de la época almohade, así como restos de sinagogas y mausoleos judíos que atestiguan siglos de convivencia religiosa y cultural.
Caminar por la medina es sumergirse en un laberinto de callejuelas estrechas, arcos, pasajes cubiertos y patios escondidos. La arteria principal, conocida como la Rue du Souk, conecta dos de las puertas más transitadas: Bab Lamaasa y Bab Chaaba. A lo largo de esta vía y sus alrededores se agrupan los zocos, donde los comerciantes ofrecen desde cerámica local hasta tejidos, artículos de cuero, lámparas artesanales y condimentos. La ciudad de Safi es, de hecho, considerada la capital marroquí de la cerámica, y dentro de la medina abundan talleres y tiendas que exhiben coloridas piezas decoradas con el característico azul safiense.

Medina de Safi |
Uno de los puntos más destacados de la visita es el Museo Nacional de Cerámica, ubicado en Dar Soltán, una antigua residencia fortificada que también sirvió como centro de administración. Este edificio, además de su interesante colección de cerámicas tradicionales y contemporáneas, ofrece una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad desde su terraza.
Lo más recomendable es recorrer la medina temprano por la mañana o al final de la tarde, cuando la luz dorada del sol resalta los tonos ocre de las paredes y la vida cotidiana se despliega con serenidad. Contratar un guía local puede enriquecer la experiencia, especialmente para descubrir los rincones menos visibles: patios interiores, talleres ocultos, pequeños cafés familiares o vestigios históricos camuflados entre viviendas.
La medina de Safi, aunque menos conocida que otras en Marruecos, ofrece una experiencia profunda e íntima. Es un lugar donde la historia, la artesanía, la espiritualidad y la vida cotidiana se entrelazan en una armonía modesta pero cargada de sentido. Ideal para quienes buscan autenticidad y contacto real con la cultura local.

Calles de la Medina de Safi |
Nuestro destino en la Medina es la Catedral Portuguesa de Safi, construida en 1519 durante la ocupación portuguesa de esta ciudad atlántica, es uno de los ejemplos más notables de la arquitectura gótica manuelina fuera de Portugal. Aunque su estructura original no fue terminada completamente y ha sufrido siglos de abandono y deterioro, lo que queda en pie ofrece una visión fascinante del legado portugués en Marruecos. Este edificio, también llamado “Igreja dos Portugueses”, fue concebido como la primera catedral portuguesa fuera del territorio continental, un proyecto ambicioso que reflejaba el deseo de establecer una presencia duradera en la costa africana.
El edificio se encuentra en el corazón de la medina de Safi, no muy lejos de la Gran Mezquita, en una zona donde confluyen distintas tradiciones religiosas y culturales. Su integración en el tejido urbano ilustra el complejo mosaico histórico de Safi, donde durante siglos coexistieron musulmanes, judíos y cristianos. A pesar del estado ruinoso en que se encuentra actualmente, la iglesia conserva su capilla mayor, con una bóveda de crucería aún bien definida, y una capilla lateral, parcialmente en pie. La estructura está adornada con claves de bóveda ricamente decoradas que muestran emblemas del rey Manuel I, como la esfera armilar, la cruz de la Orden de Cristo y diversos motivos heráldicos.

Puerta Catedral Portuguesa de Safi |
La retirada portuguesa en 1541, tras su derrota militar en la región, marcó el fin del desarrollo de esta iglesia. Por orden del propio rey, la mayor parte de la catedral fue desmantelada para evitar que fuera utilizada por las fuerzas musulmanas. Esto dejó solo algunas secciones en pie, que con el tiempo se fueron deteriorando, aunque nunca desaparecieron por completo. En el siglo XX, la capilla fue reconocida como monumento histórico, y aunque ha habido iniciativas de preservación, todavía hoy espera una restauración integral que permita valorarla en toda su dimensión patrimonial.
Pese a su estado actual, visitar la Catedral Portuguesa de Safi es una experiencia cargada de significado. Rodeada de callejuelas típicas de la medina, entre zocos de cerámica, alfombras y especias, la iglesia aparece como una huella visible del pasado colonial, pero también como símbolo de una ciudad donde la historia compartida dejó una marca profunda. Sus muros de piedra desgastada y las bóvedas abiertas al cielo ofrecen una imagen poderosa, especialmente al atardecer, cuando la luz dorada ilumina los relieves esculpidos. Hoy, la iglesia no está activa como lugar de culto, sino que se presenta como una ruina evocadora, quizás por el derrumbe de la cúpula ya no está abierta al público.

Gran Mezquita de Safi |
La Gran Mezquita de Safi, situada en el corazón de la antigua medina, es uno de los símbolos más importantes de la identidad religiosa y cultural de la ciudad. Construida originalmente durante el siglo XII o XIII en la época almohade, la mezquita ha sido testigo de numerosas transformaciones a lo largo de los siglos, reflejando tanto la influencia islámica como los episodios de ocupación y reconstrucción que caracterizan la historia de Safi.
Uno de sus rasgos más singulares es su minarete, que se encuentra separado del cuerpo principal de la mezquita, un detalle poco común en Marruecos. Este minarete, construido en piedra de sillería y decorado con arcos polilobulados y frisos, recuerda a grandes monumentos almohades como la Koutoubia de Marrakech o la Giralda de Sevilla, y representa la sobriedad y monumentalidad propias de ese estilo arquitectónico. La estructura de la mezquita en sí es hipóstila, con una sala de oración amplia y un patio central donde se sitúa la fuente de abluciones, respetando la tradición islámica del Magreb.
Durante la ocupación portuguesa, la Gran Mezquita fue profanada y sufrió daños considerables, incluso llegando a ser utilizada como establo. Sin embargo, en el siglo XVIII, bajo el reinado del sultán Sidi Mohammed ben Abdallah, fue restaurada y recuperó su función como lugar de culto, consolidándose como el principal centro religioso de Safi.

Gran Mezquita de Safi |
Su ubicación junto a la Catedral Portuguesa, en pleno laberinto de calles y mercados de la medina, destaca la convivencia y superposición de diferentes culturas y religiones que han marcado la identidad de Safi. Hoy en día, la Gran Mezquita esta en tan mal estado que tampoco permiten las visitas, ni siquiera para el rezo.
En Safi no hay Mellah porque es la única ciudad de Marruecos que convivieron en paz árabes y judíos en las mismas calles, aunque se puede identificar las casas de los judíos porque tienen balcones de madera y en alfil de piedra relieves identificativos.
Paseamos por la parte de las tiendas dedicadas a la cerámica, dicen que es una de las ciudades de Marruecos con mayor tradición.
En la Mellah se encuentran varias sinagogas históricas, algunas de las cuales datan de los siglos XVII y XVIII. Aunque muchas han sido abandonadas o transformadas debido a la emigración masiva de judíos marroquíes en el siglo XX hacia Israel, Europa y América, algunas permanecen como testimonios vivos de esta herencia. Entre ellas destaca la sinagoga Mellah el Jedid, que es la mejor conservada y a la que aún acuden visitantes y descendientes para rendir homenaje.

Mellah de Safi |
Dentro de la medina merece la atención a la fabricación y venta de la cerámica, es una expresión viva del saber popular que involucra conocimientos sobre la selección y preparación de la arcilla, técnicas de moldeado, decoración y cocción. Proteger y promover esta artesanía es esencial para preservar un legado intangible que forma parte del patrimonio inmaterial de Marruecos.
En resumen, la cerámica de Safi es mucho más que un producto artesanal; es un símbolo de identidad, un motor económico, un arte en constante evolución y un patrimonio cultural invaluable. Visitar Safi y conocer su cerámica es sumergirse en una tradición rica y fascinante que continúa brillando con fuerza en el presente.
La cerámica de Safi es una de las expresiones artesanales más emblemáticas y reconocidas de Marruecos, con una tradición que se remonta a siglos atrás y que ha contribuido a consolidar la identidad cultural y artística de la ciudad. Safi es considerada la capital de la cerámica marroquí, gracias a la calidad, variedad y belleza de sus piezas, que destacan especialmente por sus característicos tonos azules. Esta cerámica refleja una fusión de influencias históricas que van desde las técnicas tradicionales bereberes hasta elementos islámicos y mediterráneos, manifestándose en diseños geométricos, florales y simbólicos que decoran platos, jarras, azulejos y otros objetos.

Alfareria de Safi |
La alfarería representa un motor económico y social fundamental para Safi, ya que numerosos talleres y familias dependen de la producción y venta de cerámica para su sustento, convirtiendo este oficio en un pilar del desarrollo comunitario. Además, la cerámica atrae a turistas nacionales e internacionales, fomentando así el intercambio cultural y generando ingresos importantes para la región. Aunque basada en técnicas ancestrales, la cerámica de Safi se caracteriza también por su capacidad de innovación y adaptación, con artesanos contemporáneos que experimentan con nuevas formas, colores y estilos, combinando tradición e innovación para crear piezas únicas que responden a las demandas del mercado moderno sin perder su esencia artesanal.
El distintivo azul profundo de la cerámica de Safi se ha convertido en un símbolo visual asociado directamente con la ciudad, representando la conexión con el océano Atlántico que baña su costa e integrando naturaleza y cultura en un mismo lenguaje artístico. Además, la cerámica constituye una expresión viva del saber popular, que involucra conocimientos sobre la selección y preparación de la arcilla, técnicas de moldeado, decoración y cocción.

Tienda de Alfarería de Safi |
Subimos hasta el Palacio del Sultán, sigue en el mismo estado de hace 20 años, no se puede visitar, GPS N 32.2992148 W9.2388825 .

Palacio del Sultán de Safi |
El Palacio del Sultán de Safi, conocido como Dar Soltane o Dar al-Sultan, es una histórica ciudadela situada en la medina de Safi, Marruecos. Construida por los almohades entre los siglos XII y XIII, esta fortaleza desempeñó un papel crucial en la defensa de la ciudad y en la residencia de los sultanes alauitas. Durante la ocupación portuguesa (1508–1541), la fortaleza fue utilizada por los colonizadores, y posteriormente, bajo el reinado de Moulay Hicham en el siglo XVIII, se construyó dentro de la ciudadela una residencia palaciega conocida como Qsar al-Bahia.
La ciudadela presenta una arquitectura robusta y estratégica, con murallas de piedra que ofrecen vistas panorámicas del océano Atlántico y del puerto de Safi. En su interior, el Mexuar o patio de armas destaca por su amplitud y su función ceremonial. La entrada principal está flanqueada por una puerta monumental que da acceso a un campo de desfile adornado con antiguos cañones de bronce, testigos de épocas pasadas. El techo de la fortaleza ofrece una espléndida vista de la ciudad, permitiendo a los visitantes apreciar la disposición urbana de Safi y su proximidad al mar.

Museo de Cerámica de Safi |
Seguimos visitando Safi y vamos al Museo Nacional de la Cerámica, precio entrada 20 Dh GPS N 32.2974238 W9.2381976 , situado en la parte más alta de la ciudad.
El Museo Nacional de la Cerámica de Safi, ubicado dentro de la histórica ciudadela de Dar Soltane, representa un verdadero homenaje a la tradición artesanal que ha definido a esta ciudad durante siglos. Su colección abarca una amplia variedad de piezas que reflejan la evolución técnica y estética de la cerámica local, desde objetos utilitarios hasta creaciones artísticas que destacan por sus colores y formas únicas. Esta cerámica, especialmente reconocida por sus tonos azules, se ha convertido en un símbolo distintivo de Safi y un orgullo para sus habitantes.
El museo no solo exhibe piezas antiguas, sino que también da espacio a la cerámica contemporánea, mostrando cómo las técnicas tradicionales se adaptan y renuevan en el presente. Al recorrer sus salas, el visitante puede apreciar la diversidad de estilos que han convivido en la región, así como la influencia de diferentes culturas que han pasado por Safi, desde la época almohade hasta la actualidad.

Entrada al Museo de Cerámica de Safi |
Además, la ubicación del museo en la fortaleza ofrece un escenario privilegiado para la visita. Desde sus terrazas y murallas, se puede contemplar una panorámica impresionante de la ciudad y el océano Atlántico, lo que añade un componente paisajístico a la experiencia cultural. Esta combinación de historia, arte y paisaje convierte al Museo Nacional de la Cerámica en un punto de encuentro entre el pasado y el presente de Safi.
La visita también es una oportunidad para acercarse a la vida de los artesanos locales, quienes mantienen viva esta tradición a través de sus talleres situados en las cercanías. Aquí, el visitante puede observar el proceso de creación de la cerámica, desde la preparación de la arcilla hasta el acabado final, y adquirir piezas directamente de quienes las elaboran, garantizando así una experiencia auténtica y enriquecedora.
El museo alberga más de 600 piezas que abarcan desde la prehistoria hasta la época contemporánea. Las colecciones incluyen cerámica de la época almorávide, romana, así como de diferentes regiones como el Rif, Tamgroute, Fès y Meknès. Además, cuenta con una destacada sección dedicada a la cerámica de Safi.

Brocal del Museo de Cerámica de Safi |
El interior del Museo Nacional de la Cerámica de Safi alberga una de las colecciones más destacadas y representativas de la cerámica marroquí, donde se exhiben algunas de las mejores piezas que ilustran la riqueza y diversidad de esta tradición artesanal. Cada sala está cuidadosamente organizada para mostrar la evolución técnica y artística de la cerámica local, desde sus orígenes hasta la época contemporánea. Entre las piezas más impresionantes se encuentran los platos y cuencos decorados con el característico esmalte azul y blanco, que se ha convertido en la marca distintiva de Safi. Estos objetos destacan por la precisión de sus motivos geométricos y florales, que combinan influencias islámicas y mediterráneas con un acabado brillante y elegante. La delicadeza del dibujo y la calidad del esmalte reflejan la maestría de los alfareros de la región.
También llaman la atención las grandes jarras y ánforas, muchas de ellas de origen medieval, que muestran una combinación de formas robustas y decoraciones sofisticadas. Estas piezas no solo tenían un valor funcional, sino que eran símbolos de estatus y reflejaban el gusto estético de su época. Algunas cuentan con inscripciones y detalles en relieve que aportan información histórica y cultural valiosa.

Anfora del Museo de Cerámica de Safi |
El museo conserva además colecciones de cerámica rural, donde se pueden apreciar objetos de uso cotidiano elaborados con técnicas tradicionales. Estos trabajos más humildes, pero igualmente bellos, muestran la conexión profunda entre la cerámica y la vida diaria de las comunidades de Safi y sus alrededores.

Tintero con forma de mezquita del Museo de Cerámica de Safi |
Entre las piezas más raras y valiosas destacan algunos objetos arqueológicos recuperados en excavaciones locales, que datan desde el Neolítico hasta la Edad Media, evidenciando la larga historia de la alfarería en la región. Estos testimonios permiten trazar un recorrido fascinante por las diferentes fases del arte cerámico marroquí.

Entrada a Lieux Saints Sebaa Ouled Ben Zmirou Safi |
Accidentalmente conocemos la existencia de la sinagoga judía que se encuentra muy cerca del museo, se llama Lieux Saints Sebaa Ouled Ben Zmirou. Para entrar está fuertemente custodiada por el ejército y la policía, nos hacen un intenso interrogatorio y nos piden los pasaportes, mientras hablan con la central para pedir autorización. Al final, cuando parecía todo perdido nos dejaron acceder.
Es un lugar de peregrinación para los judíos porque representa el éxodo de Portugal a España, luego de Fez a Safi, la historia de Ouled Ben Zmirou difiere según las versiones. El primero vincula la caída de Granada (1492) anunciando el final victorioso de la Reconquista en España y el éxodo de miles de familias judías de la Península Ibérica hacia el norte de África y particularmente a Marruecos.
El Mausoleo de los Ouled Ben Zmirou es un lugar sagrado de gran importancia espiritual e histórica en Safi, que refleja la profunda huella que la comunidad judía dejó en esta ciudad costera. Dedicado a siete santos judíos, entre ellos Abraham Ben Zmirou, el mausoleo se ha convertido en un centro de peregrinación que une tradiciones religiosas y culturales, mostrando la coexistencia pacífica entre comunidades durante siglos.

Tumbas de Lieux Saints Sebaa Ouled Ben Zmirou Safi |
Arquitectónicamente, el mausoleo combina elementos tradicionales de la arquitectura religiosa judía con influencias propias del Magreb. La construcción es sencilla pero cargada de simbolismo: está delimitada por muros bajos que encierran un patio central, espacio abierto donde se encuentran las sepulturas y monumentos dedicados a cada uno de los siete santos. Este patio, de suelo empedrado y con zonas cubiertas, sirve como espacio para la oración y la reflexión.
Las tumbas están marcadas por piedras blanqueadas con cal, algunas con inscripciones en hebreo o adornos sencillos, y en muchas de ellas los visitantes encienden velas o colocan pequeños objetos en señal de respeto y recuerdo. La disposición de las sepulturas responde a la tradición de honrar a los santos en un entorno sereno y accesible, permitiendo a los peregrinos recorrer el lugar con calma y devoción.
Dentro del recinto, se encuentra una pequeña sinagoga o sala de oración que, aunque modesta, conserva detalles característicos como arcos de medio punto y yeserías sencillas en las paredes, reflejo de la arquitectura local adaptada a las necesidades de la comunidad. Esta sala es un espacio protegido donde se realizan rituales religiosos durante las celebraciones y las visitas guiadas.

Sinagoga de Lieux Saints Sebaa Ouled Ben Zmirou Safi |
El uso de materiales locales, como la piedra y la cal, junto con la integración del mausoleo en el entorno urbano tradicional de Safi, le confiere un aspecto armónico y discreto que invita al recogimiento. La arquitectura no busca el esplendor ostentoso sino la sencillez espiritual, haciendo que el lugar sea accesible y acogedor para todos los visitantes.
La ubicación del mausoleo, fuera de las murallas portuguesas y en un barrio tranquilo, potencia su función como espacio de paz y meditación. La arquitectura abierta y el uso de la luz natural hacen que el ambiente sea luminoso y sereno, reforzando la experiencia de conexión espiritual que ofrece el lugar.
Fue en esta atmósfera que los Ben Zmirou extendieron su influencia sobre la Mellah y luego forjaron vínculos con los musulmanes de la ciudad y los portugueses que controlaban el puerto, todo ello siguiendo el consejo de Abraham Ben Zmirou, entonces poeta y filósofo.
Abraham Ben Zmirou fue un sabio y líder espiritual que vivió en el siglo XV, originario de la península ibérica. Debido a la persecución y la Inquisición, tuvo que emigrar junto con su familia y seguidores hacia el norte de África, estableciéndose primero en Fez y luego en Safi, donde fundó una comunidad que se destacó por su sabiduría y respeto hacia las distintas confesiones religiosas. Su figura se convirtió en un símbolo de tolerancia y coexistencia pacífica.

Tumbas de los siete santos de Lieux Saints Sebaa Ouled Ben Zmirou Safi |
El mausoleo honra la memoria de Abraham y de otros seis santos que, según la tradición, descendían de su linaje o compartían su legado espiritual. Estos santos son venerados no solo por judíos, sino también por musulmanes locales, lo que refleja la compleja y rica historia de convivencia entre ambas comunidades en Safi y en Marruecos en general.

Altar de Lieux Saints Sebaa Ouled Ben Zmirou Safi |
El sitio ha sido desde hace siglos un centro de peregrinación y devoción. La Hilloula, una festividad anual que conmemora a estos santos, atrae a miles de visitantes que llegan para rendir homenaje, rezar y participar en ceremonias religiosas que mantienen viva esta tradición milenaria. Este evento simboliza la unión entre diferentes credos y el respeto mutuo, manteniendo viva la memoria histórica de los Ouled Ben Zmirou.

Comida en el pueblo de Had Hrara |
Aquí terminamos la visita a Safi, cogemos un taxi, en la proximidad de la plaza hay un policía que le indica al taxista que nos lleve al camping, me parece escuchar que le dice que tenga cuidado con cobrarnos más, cuando llegamos a la puerta del camping le ofrezco 20 Dh y me devuelve 10 Dh, un euro, ha resultado efectiva la advertencia del policía porque nos cuesta la mitad que a la ida.
Salimos pitando del camping, son las 14;00 horas y queremos comer carne a la barbacoa en el camino. Al salir de Safi, el camino bordea los espectaculares acantilados atlánticos. El oleaje golpea con fuerza en las rocas, creando pozas y vistas pintorescas. Hay puntos panorámicos donde el agua se filtra entre grietas y salpica en columnas de espuma
A continuación, se alternan playas de arena y tramos de vegetación próxima al mar. Mientras avanzas hacia el norte, pequeñas calas se alternan con campos de cultivo y verdes valles, a veces salpicados de cabras y camellos pastando, es un lugar muy bonito con un paisaje muy diferente al árido y pedregoso desierto.

Playa Oualida |
En la mitad del recorrido llegamos al pueblo Had Hrara, es el típico de una encrucijada de caminos donde los hombres y las mujeres, bajan y suben sin saber dónde van, pero estoy seguro que cada uno lleva un destino.
Had Hrara es un tranquilo asentamiento rural de alrededor de mil habitantes, situado en una región semiseca de Marruecos. Ofrece servicios esenciales como escuela, farmacia, estación de servicio y proveedor de cemento. Además, está integrado en un entorno agrícola y boscoso, formando parte de una comuna más amplia.
Vemos un sitio donde cocinan con carbón, tenemos tres entrecots que compramos en el Marjane. Los cocinan y los cortan con unas cebollas y con hierbas, nos hacen unas patatas fritas. Me pide 2 euros por todo.
Continuamos el viaje hasta la ciudad de Oualida, ha crecido mucho, pero somos capaces de reconocerlo. En el recorrido se alternan playas de arena y tramos de vegetación próxima al mar. Mientras avanzas hacia el norte, pequeñas calas se alternan con campos de cultivo y verdes valles, a veces salpicados de cabras y camellos pastando.

Playa Oualida |
A la llegada a Oualidia se abre un escenario completamente diferente: su famosa laguna, protegida por una lengua de arena que crea aguas tranquilas. Aquí florecen salinas, marismas y aves migratorias como flamencos, garzas y zarapitos.
El parking en la ciudad de Oualida sigue en el mismo sitio, el precio es de 50 Dh. Las coordenadas GPS N32.731921 W9.043952 .

Playa Oualida |
La ciudad de Oualida está en la costa y es ahora un importante lugar de descanso para los marroquies, tiene una magnífica laguna interior donde se pescan mariscos y pescados.
Antiguamente la ciudad era destacada como un lugar de pescado y mariscos para los extranjeros, y ahora, está lleno de un Turismo local que compite en consumo con el turismo internacional.
Día 28 de abril (lunes) Ruta: Oualida-El Jadida

Laguna de Oualida |
El día comienza en parking en la ciudad de Oualida sigue en el mismo sitio, el precio es de 50 Dh. Las coordenadas GPS N32.731921 W9.043952 . La noche ha sido muy tranquila.
Nuestra intención era alquilar una barca para recorrer toda la laguna y descubrir las aves que anidan, ya lo teníamos negociando por 20 euros y una hora de recorrido. Desgraciadamente cuando llegamos es marea baja, pero tan baja que la barca no puede navegar.
La laguna de Oualidia es uno de los enclaves naturales más singulares del país. Separada del océano por una delgada barra de arena y salpicada de pequeños islotes, esta laguna de unos 12 kilómetros ofrece un entorno de aguas tranquilas, protegidas del oleaje marino, ideales para el baño, la navegación y el avistamiento de fauna. El paisaje se caracteriza por una mezcla armónica de marismas, dunas, zonas verdes y aguas turquesas, creando un contraste visual de gran belleza.
Además de su valor paisajístico, la laguna posee una riqueza ecológica excepcional. Es una importante zona de descanso para aves migratorias, entre las que destacan flamencos, garzas reales, cigüeñas y otras especies que convierten este espacio en un paraíso para los ornitólogos. Sus aguas poco profundas también albergan una gran diversidad de peces y moluscos, lo que ha permitido el desarrollo de una actividad económica clave en la zona: la ostricultura.

Laguna de Oualida |
Oualidia es conocida como la capital marroquí de la ostra. Desde los años 50, aquí se cultivan ostras de excelente calidad, y actualmente se producen entre 200 y 300 toneladas al año. A lo largo de la laguna, se pueden visitar criaderos donde se explica el proceso de cultivo y, por supuesto, degustar mariscos frescos directamente del mar al plato, a menudo acompañados de vistas espectaculares sobre el agua.
El entorno también permite actividades recreativas como paseos en barca, kayak, paddle surf o simplemente caminatas por la playa. Durante la marea baja, se forman islotes de arena a los que a veces acceden vacas nadando para alimentarse, una imagen peculiar y muy representativa del lugar. Además, Oualidia conserva vestigios históricos, como los restos de la kasbah saadí del siglo XVII y las ruinas del palacio de verano del sultán Mohammed V, que reflejan la importancia que esta zona ha tenido a lo largo de la historia.
Sin embargo, la laguna enfrenta ciertos desafíos medioambientales. La presión turística, el vertido de aguas residuales y el uso intensivo de la tierra circundante amenazan el equilibrio natural. Por ello, se han iniciado planes de protección y sensibilización ambiental para garantizar la conservación de este ecosistema.

Panorámica de la Laguna de Oualida |
Decidimos continuar el viaje en dirección a El Jadida, son 60 km y lo hacemos lentamente porque la carretera tiene puntos conflictivos.
Atravesamos un paisaje de marismas que está muy explotada agrícolamente, se ven berzas, coliflores, trigo, etc.

Panorámica de la Playa de Oualida |
El tramo que une Oualidia con El Jadida ofrece una belleza costera auténtica y diversa, mostrando el rico contraste de la costa atlántica marroquí. Comenzando en Oualidia, destaca su emblemática laguna en forma de media luna, rodeada de marismas, aguas turquesas y vegetación litoral; aquí se aprecian los característicos islotes de arena y los barcos de pesca balanceándose suavemente en la orilla

Marisma El Jadida |
Al avanzar por la carretera R301, que sigue muy pegada al océano, aparecen playas vírgenes de arena dorada y acantilados escarpados que rompen con intensidad el oleaje, dotando al paisaje de un aire salvaje y dramático
Zonas como Lamghasel, Sidi Abed o Mrizqua invitan a detenerse, ofrecer refugio para el surf se mezclan con la tranquilidad de entornos poco alterados
Uno de los mayores atractivos del trayecto es la sensación de soledad costera: sin apenas construcciones, la ruta permite disfrutar de tramos extensos de arena, dunas y acantilados con vistas sin obstáculos al océano
La presencia de marismas y humedales junto a la costa añade riqueza al paisaje, con avifauna como flamencos, garzas y chorlitejos que habitan estos espacios protegidos
A unos 30 km al sur de Oualidia, emerge Cabo Bedouza, un accidente geográfico donde los acantilados se elevan de forma abrupta, ofreciendo panorámicas espectaculares sobre el Atlántico
En este punto es frecuente ver faros y restos de antiguas edificaciones, testigos de siglos de observación marítima.

Paisaje El Jadida |
Finalmente, al acercarse a El Jadida, la costa se abre hacia amplias playas accesibles, como las de Haouzia o Sidi Bouzid, conocidas por su limpieza y popularidad entre surfistas y visitantes de fin de semana
El contraste entre los muros centenarios de Mazagán y la naturaleza costera añadida al final del trayecto crea una sensación de viaje completo, donde cultura e impresión natural confluyen.
En conjunto, el recorrido Oualidia–El Jadida es una fusión de calma y energía: laguna y marismas silvestres, acantilados escarpados, playas dispuestas para el surf o el descanso, vegetación litoral, fauna y vestigios humanos. Perfecto para viajeros que buscan un viaje por carretera con libertad, paradas estratégicas y paisajes impredecibles que revelan el carácter profundo del Atlántico marroquí.
Llegamos a El Jadida, tenemos como punto de referencia un parking en pleno centro, tiene gorrilla y le doy 20 Dh. Las coordenadas GPS del lugar N33.257013 W8.504841.

Comida de pescado fresco El Jadida |
Comenzamos buscando un restaurante, estamos en la zona de costa con un importante puerto de pesca. Encontramos un sitio sin muchos lujos, pedimos un plato de calamares, otro de acedias, berenjenas fritas, un pastel de pescado, agua y pan. Nos cobran 17.5 euros.
Salimos para descubrir el Kasar portugués. La antigua ciudad portuguesa de El Jadida, conocida históricamente como Mazagán, es uno de los enclaves más singulares del patrimonio marroquí y atlántico. Situada estratégicamente en la costa entre Casablanca y Safi, esta fortaleza marítima fue fundada por los portugueses a comienzos del siglo XVI, cuando el imperio lusitano buscaba afianzar su presencia en las rutas comerciales hacia la India y controlar el litoral africano del Atlántico. A lo largo de más de dos siglos, Mazagán se convirtió en un ejemplo notable de urbanismo militar renacentista aplicado fuera de Europa, con estructuras defensivas imponentes, un trazado urbano ordenado y una fusión arquitectónica entre las culturas portuguesa y marroquí que sigue viva hasta hoy.
El casco histórico amurallado, conocido como la Ciudad Portuguesa, fue diseñado como una fortaleza cerrada por gruesas murallas inclinadas de piedra, alimentadas por un foso de agua marina y flanqueadas por cinco bastiones: San Antonio, Espíritu Santo, San Sebastián, el Ángel y el desaparecido bastión del Gobernador. Estos baluartes formaban una estructura defensiva de planta estelar, muy innovadora para su tiempo, especialmente adaptada a la artillería de pólvora, con ángulos diseñados para maximizar el alcance de los cañones y minimizar los puntos ciegos ante un ataque. En sus muros aún se conservan cañones de la época y garitas de vigilancia que evocan la intensidad de los siglos de ocupación europea.

Entrada a la fortaleza portuguesa El Jadida |
Dentro de esta estructura se despliega un trazado urbano notablemente racional, con calles rectilíneas y una clara organización espacial poco habitual en las medinas tradicionales marroquíes. La Rua da Carreira, eje principal de la antigua ciudad, todavía conserva algunos edificios de dos plantas con ventanas arqueadas y elementos de estilo manuélico portugués. Uno de los edificios más destacados es la iglesia de la Asunción, de estilo gótico tardío y manuélico, cuya sobriedad y verticalidad contrasta con el resto de la arquitectura circundante. Aunque ya no cumple funciones religiosas, el edificio se utiliza actualmente como sala cultural y escenario de eventos, manteniendo su rol comunitario. Sin embargo, el verdadero corazón simbólico y estético de El Jadida es su famosa cisterna portuguesa. Esta construcción subterránea, que en sus orígenes se utilizó como arsenal y posteriormente como depósito de agua, fue diseñada entre 1514 y 1541. Su estructura cuadrada de aproximadamente 34 metros por lado está sostenida por 25 columnas que dividen el espacio en cinco naves, con techos abovedados que filtran la luz desde un óculo central. Este tragaluz permite que un rayo de sol se proyecte sobre una fina lámina de agua, creando un reflejo casi perfecto de las columnas, el techo y los arcos. Esta atmósfera silenciosa, húmeda y mágica convirtió a la cisterna en uno de los escenarios más célebres del cine: Orson Welles la eligió como lugar clave para su película “Otelo” en 1952. Su eco, su penumbra y su geometría hacen de este lugar una experiencia sensorial única.

Minarete de la Mezquita El Jadida |
Más allá de su valor estético, El Jadida representa un punto clave del intercambio cultural entre Europa y el Magreb. En 1769, tras más de dos siglos de presencia portuguesa, la ciudad fue recuperada por las tropas del sultán Mohammed ben Abdallah. Aunque gran parte de la población portuguesa abandonó Mazagán y algunas zonas fueron abandonadas, muchas estructuras se mantuvieron en pie, y otras fueron restauradas o reutilizadas con funciones nuevas. El nombre de la ciudad cambió entonces a El Jadida, que en árabe significa “la nueva”, como reflejo del nuevo comienzo bajo soberanía marroquí.
Hoy en día, la Ciudad Portuguesa de El Jadida ha sido declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO (2004), en reconocimiento a su estado de conservación, a su singularidad como ejemplo de arquitectura militar europea fuera de Europa, y a su valor como testimonio del mestizaje cultural. Sus muros, su cisterna, sus iglesias reconvertidas y sus callejuelas rectas nos hablan de una época de exploración, colonización, pero también de convivencia e intercambio. Caminar por estas calles es retroceder en el tiempo, pero también entender cómo una ciudad puede transformarse sin perder su identidad histórica.

Entrada a la Cisterna portuguesa El Jadida |
El Jadida no es solo un lugar para ser observado, sino para ser sentido. Desde la cima de sus murallas, la vista se abre al océano, a los pescadores que siguen faenando junto a los mismos muros donde una vez se apostaron los cañones portugueses. En su interior, los talleres de cerámica, los cafés tranquilos, y la calma que reina en su medina contrastan con la agitación de otras ciudades marroquíes. Es una ciudad que invita a la contemplación, al paseo sin prisa, a la búsqueda de detalles arquitectónicos y a la reflexión sobre un pasado compartido. En definitiva, El Jadida es un libro abierto sobre la historia del Atlántico, donde cada piedra, columna y bastión cuenta una parte de la historia entre dos continentes.
El Jadida, ocupa un lugar emblemático en la historia de Portugal como uno de los últimos bastiones de su presencia territorial en el norte de África. Su fundación y desarrollo reflejan no solo la estrategia militar del imperio portugués durante los siglos XVI al XVIII, sino también la ambición cultural y religiosa que animaba la expansión ultramarina lusa. Esta ciudad-fortaleza, construida sobre un asentamiento anterior, fue desde sus inicios un símbolo del poder europeo proyectado más allá de sus fronteras continentales.

Calles ciudad portuguesa El Jadida |
La decisión de ocupar y fortificar Mazagão respondió a una lógica que combinaba geografía, comercio y defensa. A diferencia de otras plazas costeras tomadas por los portugueses —como Azemmour o Safim—, Mazagão se convirtió rápidamente en un enclave de carácter permanente. Su puerto natural ofrecía un fondeadero seguro y una posición intermedia entre Ceuta y Agadir, ideal para controlar la navegación atlántica y servir de escala hacia los territorios lusos de África occidental e India. Por esta razón, el diseño de la ciudad no fue improvisado: fue cuidadosamente planificado según los principios de la ingeniería renacentista, transformando un simple puesto de avanzada en una verdadera ciudad fortificada, con muros bastionados, sistema de fosos, iglesias, almacenes, viviendas y una impresionante cisterna subterránea.
Durante más de dos siglos, Mazagão representó para Portugal no solo una avanzada militar, sino también un centro de vida colonial. La ciudad fue dotada de elementos arquitectónicos que reflejaban el estilo manuelino, un lenguaje artístico que mezclaba elementos góticos y renacentistas. Se construyeron iglesias, hospitales y casas de estilo portugués, a la vez que se mantenía una población estable formada por soldados, comerciantes, artesanos y clérigos. Mazagão no era simplemente una plaza fuerte: era una extensión de la metrópoli, con su propia administración, vida religiosa y costumbres lusas. En sus calles se hablaba portugués, se celebraban festividades católicas, y las campanas de sus iglesias marcaban el ritmo cotidiano en medio del mundo islámico circundante.

Calles ciudad portuguesa El Jadida |
La importancia simbólica de Mazagão creció con el tiempo, precisamente porque resistía allí donde otras plazas habían sido ya abandonadas. Mientras Tánger y Arzila habían sido cedidas o perdidas, Mazagão se mantuvo como un último vestigio de la ambición atlántica del Portugal del Renacimiento. Sin embargo, esta resistencia también tenía un alto coste. A lo largo del siglo XVIII, la presión de los sultanes marroquíes sobre la plaza fue aumentando. El cerco militar, las dificultades logísticas y el coste económico de mantener el enclave comenzaron a parecer desproporcionados frente a sus beneficios. En 1769, tras prolongadas tensiones con el sultán Mohammed ben Abdallah y un asedio inminente, la Corona portuguesa tomó la decisión de evacuar la ciudad.
El abandono de Mazagão no fue simplemente una retirada militar, sino una migración completa. Cientos de familias fueron trasladadas por barco hacia Brasil, específicamente al estado de Pará, donde fundaron una nueva ciudad con el mismo nombre: Nova Mazagão. Este episodio marcó un cierre simbólico de la presencia portuguesa en Marruecos y un redireccionamiento de sus intereses imperiales hacia América y Asia. Para Portugal, la pérdida de Mazagão fue un golpe al orgullo nacional, aunque mitigado por el contexto de reformas ilustradas que promovía el marqués de Pombal, quien buscaba racionalizar y reorganizar el imperio.

Iglesia de la Asunción El Jadida |
Hoy, el significado de El Jadida en la memoria histórica portuguesa va más allá del recuerdo militar. Es un vestigio tangible de la Edad de los Descubrimientos, un eco de una época en que el reino más occidental de Europa se aventuró a construir un imperio marítimo global. La arquitectura, el urbanismo, la toponimia y hasta las leyendas locales conservan esa huella lusa. El interior tiene muchos puntos de interés dos iglesias portuguesas, una sinagoga y la espectacular cisterna portuguesa.
El Yadida era una ciudad histórica entre culturas que convivían en armonía los portugueses, judíos y musulmanes.
Visitamos una de las iglesias, está convertida en teatro de la ciudad, todavía conserva la techumbre de madera y algunos arcos originales. La Iglesia de la Asunción, es uno de los testimonios más elocuentes del legado arquitectónico luso en el norte de África. Construida a comienzos del siglo XVI por los colonizadores portugueses, esta iglesia refleja con claridad el estilo manuélino, una corriente arquitectónica propia del reinado de Manuel I de Portugal que combina elementos del gótico tardío con influencias del Renacimiento, así como motivos marítimos y exóticos que evocan la expansión portuguesa.

Interior de la Iglesia de la Asunción El Jadida |
El edificio presenta una estructura sobria en su exterior, propia de su función defensiva dentro de la ciudad amurallada. La fachada, de piedra tallada, conserva líneas simples, con una puerta de entrada enmarcada por molduras discretas y una torre campanario que aún se yergue como punto de referencia visual en el casco histórico. Aunque su ornamentación exterior es hoy limitada, se pueden identificar rastros del lenguaje decorativo manuelino en ciertos detalles de las cornisas y ventanales.
En su interior, originalmente, el espacio estaba dividido en una sola nave con techumbre de madera y muros blancos, iluminado por ventanas altas que permitían el ingreso de luz natural. La iglesia estaba concebida como un punto espiritual central para la comunidad portuguesa, pero también como símbolo de presencia y poder en un enclave militar estratégico. Con el paso del tiempo y especialmente tras la retirada portuguesa en 1769, la iglesia fue desconsagrada y su uso ha ido cambiando, pasando de lugar de culto a espacio cultural.
Descubrimos el mellah de El Jadida, ubicado dentro del recinto de la antigua ciudad portuguesa de Mazagão, constituye uno de los espacios urbanos más ricos en memoria histórica y diversidad cultural de la ciudad. Aunque el término mellah designa tradicionalmente los barrios judíos en las ciudades marroquíes, en el caso de El Jadida su uso es relativamente reciente. Durante el periodo portugués (siglos XVI-XVIII), la ciudad amurallada no tenía una función específicamente religiosa o étnica. No fue sino hasta el siglo XIX, tras la retirada de los portugueses y la reintegración de Mazagão al control marroquí, que esta zona empezó a poblarse de forma más densa por familias judías, además de musulmanes y algunos europeos. Desde entonces, el barrio pasó a ser conocido como el mellah.

Mellah El Jadida |
Arquitectónicamente, el mellah de El Jadida es una fusión singular de estilos. Las estructuras defensivas portuguesas, con sus gruesas murallas de piedra, bastiones y trazado ortogonal, conviven con viviendas y edificaciones posteriores de estilo hispano-morisco y europeo. Muchas de las casas tradicionales aún conservan balcones de hierro forjado, puertas de madera tallada y fachadas encaladas que reflejan la influencia arquitectónica judía y europea del siglo XIX. Las callejuelas estrechas y empedradas del mellah, organizadas en un entramado algo irregular, evocan un ambiente de vida comunitaria, de vecindad cerrada y multicultural.
Uno de los edificios más significativos es la sinagoga Bensimon, inaugurada en 1926, que aún se conserva, aunque ya no en funcionamiento religioso y no se puede acceder. Su diseño sobrio y funcional se integraba perfectamente en el entorno urbano del mellah. También destaca la gran mezquita del barrio, construida por orden del sultán Moulay Abd al-Rahman en 1823, poco después de la recuperación marroquí de la ciudad. Su arquitectura islámica tradicional, con arcos, columnas interiores y un minarete pentagonal, añade otra capa a la rica composición cultural del lugar.

Sinagoga ciudad Portuguesa El Jadida |
A pesar del éxodo casi total de la comunidad judía en la segunda mitad del siglo XX, el mellah sigue siendo un testimonio vivo de la convivencia que caracterizó a El Jadida durante siglos. Las antiguas sinagogas, las puertas como Bab El Mellah, y las casas aún en pie revelan una historia de encuentros y superposiciones culturales. Hoy, el mellah es un destino de interés para viajeros que buscan entender la compleja identidad de El Jadida, donde las huellas portuguesas, musulmanas y judías dialogan en piedra, cal y memoria.
Seguimos paseando por la ciudad hasta que llegamos a la cisterna portuguesa, desgraciadamente lleva cinco años cerrada. Era una de las joyas de Marruecos, el interior era de una belleza inusitada con unas posibilidades fotográficas muy especiales.
Paseamos por el puerto portugués y sus diferentes torres defensivas, tan bien muy bellas. Construido por los portugueses a partir de 1514 como parte del sistema defensivo de la ciudad fortificada de Mazagão, este puerto no solo servía como punto de conexión entre Europa y África, sino también como escala crucial en la ruta hacia la India y otras colonias lusas.

Puerto de la ciudad Portuguesa El Jadida |
Situado al abrigo de una pequeña bahía natural, el puerto estaba directamente vinculado con la fortaleza de Mazagão, cuyo trazado renacentista fue concebido para la defensa tanto por tierra como por mar. Las murallas de piedra, los bastiones en forma de estrella y los cañones orientados hacia el Atlántico protegían la entrada del puerto, que era lo suficientemente profundo como para permitir el atraque de navíos de guerra y barcos mercantes. El acceso al puerto estaba controlado por una entrada vigilada, lo que aseguraba su función tanto comercial como militar.
A diferencia de otros puertos marroquíes más abiertos al comercio local, el puerto de El Jadida funcionó inicialmente como una instalación cerrada al servicio del imperio portugués, operando bajo estrictas normas de seguridad. Sin embargo, con el tiempo, y especialmente tras el paso del control a manos marroquíes en 1769, el puerto fue adaptándose a usos más amplios, integrándose al sistema portuario del país y manteniendo su importancia regional.

Puerto de la ciudad Portuguesa El Jadida |
En la actualidad, aunque ha sido transformado y ampliado con infraestructuras modernas, el puerto de El Jadida conserva elementos de su pasado colonial. Las murallas y fortificaciones portuguesas aún dominan el paisaje costero, y pasear por la zona ofrece una vista privilegiada del legado arquitectónico y marítimo de la ciudad. A lo largo del muelle, se pueden observar pequeñas embarcaciones pesqueras tradicionales junto a barcos turísticos, reflejo de la continuidad de la vida portuaria a lo largo de los siglos.
El antiguo puerto portugués de El Jadida no es solo un vestigio militar o comercial, sino un símbolo de las conexiones oceánicas que definieron la historia de Marruecos. Su arquitectura defensiva, su vinculación con el urbanismo de Mazagão y su evolución funcional lo convierten en un punto clave para entender cómo el mar dio forma a esta ciudad única entre África y Europa.
Al atardecer salimos para visitar la Medina en plena ebullición, hacemos unas pequeñas compras y nos retiramos. La medina de El Jadida es una de las más singulares de Marruecos, tanto por su historia como por su trazado urbano. A diferencia de otras medinas del país, con su característico caos de callejuelas laberínticas, la de El Jadida conserva una estructura ordenada y geométrica, herencia directa de su pasado como ciudad fortificada portuguesa. Fundada por los portugueses en 1502 y conocida entonces como Mazagão, la ciudad fue concebida como una plaza militar y comercial clave en la ruta atlántica hacia la India y Brasil, y durante más de dos siglos funcionó como una colonia lusa en suelo africano.

Medina de El Jadida |
El recinto de la medina está delimitado por sólidas murallas de piedra que aún hoy se conservan casi intactas. Estas murallas, de estilo renacentista, fueron diseñadas por ingenieros militares europeos siguiendo modelos italianos y portugueses, con baluartes angulares, pasarelas defensivas y puntos de vigilancia estratégicos. Las puertas monumentales —como Bab el-Bahr (puerta del mar) o Bab el-Mellah— daban acceso a la ciudad fortificada desde distintos frentes.
Dentro de las murallas, el trazado urbano es sorprendentemente regular: calles rectas y manzanas cuadradas que siguen una lógica militar más que tradicional marroquí. Entre los monumentos más destacados se encuentra la Cisterna Portuguesa, una sala subterránea con columnas simétricas y una bóveda de piedra que servía como almacén de agua y hoy es uno de los puntos turísticos más visitados. La Iglesia de la Asunción, de arquitectura manuelina, recuerda el papel central que tuvo la religión católica durante el periodo colonial.
Tras la retirada portuguesa en 1769, la ciudad fue repoblada por marroquíes bajo el sultán Mohammed ben Abdallah, quien respetó gran parte del tejido urbano original pero añadió elementos islámicos, como la construcción de una mezquita y de viviendas tradicionales marroquíes. Así, la medina se convirtió en un espacio híbrido, donde conviven las huellas europeas con la identidad marroquí.

Medina de El Jadida |
Estamos muy preocupados por los sucesos en España del total apagón eléctrico y todos los marroquíes nos preguntan por el problema porque sale en todos los informativos donde cuentan que Marruecos ha intervenido mandando electricidad a España mediante el cable submarino.

Medina de El Jadida |
Día 29 de abril (martes) Ruta: El Yadida-Casablanca

Ciudad Portuguesa El Jadida |
El día comienza en el parking de El Jadida, situado en pleno centro, tiene gorrilla y le doy 20 Dh. Las coordenadas GPS del lugar N33.257013 W8.504841. La noche en pleno centro y pegado a la Medina siempre es más complicado, aunque es recomendable.
Salimos en dirección norte camino de la ciudad de Casablanca, cogemos la autopista de peaje,. En mitad del camino echamos gasoil en una estación de Afriquia, al precio más barato del viaje 10.79 Dh. Aprovechamos para que nos laven la autocaravana que tiene polvo de todo el viaje, además, vacío y lleno de agua potable y me pide 100 Dh.
Viajar por Marruecos en peaje es olvidarse de hacer un viaje lleno de aventuras, ahora te sientes como en cualquier país de Europa. El trayecto entre El Jadida y Casablanca, a lo largo de la costa atlántica marroquí, ofrece un paisaje cambiante que refleja la transición entre lo rural y lo urbano, entre la tranquilidad histórica de una ciudad costera y la energía vibrante de una metrópolis moderna. A lo largo de aproximadamente 100 kilómetros, el viajero atraviesa una franja de litoral marcada por campos agrícolas, dunas doradas, playas abiertas al océano y pequeñas poblaciones pesqueras que parecen suspendidas en el tiempo.

Mall de Casablanca |
Al salir de El Jadida, el paisaje se extiende en suaves llanuras cubiertas de cultivos de cebada, trigo y girasol, especialmente verdes en primavera. Aquí y allá, se levantan aldeas de casas bajas, techos planos y paredes encaladas, donde la vida rural sigue su ritmo pausado. Pastores guían rebaños de ovejas junto a caminos secundarios, mientras los carros tirados por burros conviven con el tráfico moderno de la carretera nacional o la vía del tren.
En el horizonte, a menudo aparece el brillo azul del Atlántico. Las playas salvajes entre Sidi Bouzid y Azemmour están flanqueadas por dunas y acantilados, ideales para los amantes del surf o del paseo solitario. La ciudad de Azemmour, a orillas del río Oum Er-Rbia, marca una parada intermedia destacada. Con su medina antigua, murallas portuguesas y callejones artísticos, Azemmour combina historia y serenidad en un entorno natural donde el río se encuentra con el mar.
A medida que uno se acerca a Casablanca, el paisaje se va urbanizando poco a poco. Aparecen áreas industriales, infraestructuras modernas, conjuntos residenciales en expansión y centros comerciales que anuncian la llegada a la ciudad más grande y dinámica del país. Aun así, el mar permanece como hilo conductor del camino, visible desde la carretera y el tren, con sus tonos grises, azules y verdes cambiantes según la luz del día.

Mezquita de Casablanca |
Este corredor costero no solo conecta dos ciudades, sino también dos ritmos de vida: el sosiego histórico de El Jadida y el pulso económico de Casablanca. Entre ambas, el paisaje ofrece una síntesis del Marruecos atlántico: fértil, marítimo, culturalmente entrelazado y en constante transformación.
Tenemos como referencia el parking del Maroc Mall de Casablanca que está un poco retirado del centro de la ciudad, el precio 24 horas 30 Dh. Las coordenadas GPS N35.578658 W7.704155 .

Minarete de La Gran Mezquita de Casablanca |
Aquí los taxis compartidos son de color rojo y son baratos, nos informamos del costo para ir hasta la Gran Mezquita y nos indica sobre 20 Dh, al final por poco más de 2 euros estamos en la Mezquita de Casablanca.
Cuando llegamos GPS N 33.608109 W7.630004 nos informan que la próxima entrada guiada en español a la mezquita es a las 15;00 horas, no hay otra forma de acceder.
Tenemos tiempo de comer un menú en un restaurante cercano que nos recomiendan. Pedimos dos ensaladas con un plato de fritura de pescado y patatas fritas, el pan y el agua 17.5 euros los dos.
Después marchamos a ver la Gran Mezquita de Casablanca, el precio de la visita en castellano es de 14 euros. Es la única mezquita de Marruecos que se puede visitar su interior para los no musulmanes.
La Gran Mezquita de Casablanca, oficialmente llamada Mezquita Hassan II, es una de las obras más ambiciosas del siglo XX dentro del mundo islámico y, sin duda, uno de los logros arquitectónicos y espirituales más representativos de Marruecos. Su construcción no solo respondió a un deseo religioso, sino también a una visión política, cultural y estética que buscaba situar al país en el panorama internacional como heredero de una tradición islámica viva, pero capaz de dialogar con la modernidad. Esta mezquita es más que un lugar de culto: es un símbolo nacional, una obra maestra de la artesanía marroquí y una proeza de ingeniería que dialoga con la espiritualidad a través del arte.

Sobre el agua La Gran Mezquita de Casablanca |
La idea de construir una gran mezquita en Casablanca surgió a mediados de los años ochenta, cuando el rey Hasán II manifestó públicamente su deseo de ofrecer a su pueblo una gran obra religiosa que reflejara la grandeza del islam y de Marruecos. Eligió Casablanca —la ciudad más moderna y poblada del país— como emplazamiento, rompiendo con la tradición que reservaba las grandes mezquitas para ciudades históricas como Fez, Marrakech o Rabat. Quiso además que la construcción se realizara sobre el mar, en una plataforma parcialmente artificial ganada al océano Atlántico, evocando el verso coránico que señala que “el trono de Dios estaba sobre las aguas”.
Las obras comenzaron oficialmente en 1986, bajo la dirección del arquitecto francés Michel Pinseau, quien ya había trabajado en Marruecos y conocía profundamente la estética islámica magrebí. La empresa constructora encargada fue Bouygues, pero lo más notable del proyecto fue la implicación de más de 10.000 artesanos marroquíes que trabajaron durante años tallando madera, esculpiendo piedra, creando mosaicos y aplicando yesería decorativa según métodos tradicionales transmitidos de generación en generación. La mezquita fue inaugurada el 30 de agosto de 1993, coincidiendo con el aniversario del nacimiento del rey. Su construcción fue financiada en gran parte por donaciones de ciudadanos marroquíes, tanto dentro como fuera del país, lo que reforzó el carácter nacional y colectivo del proyecto.

La Gran Mezquita de Casablanca |
En términos arquitectónicos, la mezquita es un ejemplo majestuoso de la reinterpretación moderna del arte islámico tradicional. Con una superficie construida de 20.000 m², puede acoger en su interior a 25.000 fieles, mientras que la gran explanada exterior permite reunir hasta 80.000 personas. El elemento más impresionante de la mezquita es su minarete, de 210 metros de altura, considerado el más alto del mundo. Este minarete no solo cumple una función simbólica y litúrgica, sino también tecnológica: en su cima se encuentra un rayo láser que apunta en dirección a La Meca, reforzando su conexión espiritual con el centro del islam.
El edificio principal presenta una nave inmensa con techos de hasta 60 metros de altura. El techo es retractable, y puede abrirse en menos de cinco minutos, permitiendo la entrada de luz natural y aire, lo cual proporciona una sensación única de amplitud y espiritualidad. Esta innovación técnica se integra armoniosamente con la estética tradicional del conjunto, creando un equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo.

Decoración interior de La Gran Mezquita de Casablanca |
La decoración interior es una exaltación del arte marroquí en todas sus expresiones. El zellige, mosaico tradicional de pequeños azulejos cerámicos cortados a mano, cubre buena parte de las paredes y pilares, formando intrincados motivos geométricos y florales. Cada diseño es único y responde a patrones simbólicos ligados a la cosmovisión islámica, que evita la representación figurativa y se expresa mediante la abstracción y la repetición.
La madera de cedro del Atlas, especialmente tratada y tallada a mano, reviste techos y puertas monumentales, decoradas con rosetones, estrellas de ocho puntas y mocárabes. Estos elementos recuerdan la estética de las madrasas de Fez y los palacios andalusíes. El estuco tallado, o yesería decorativa, cubre cornisas, nichos y arcos con caligrafías cúficas y naskh que reproducen versículos coránicos, oraciones y motivos vegetales. Cada inscripción ha sido aplicada con precisión por maestros artesanos que siguen técnicas centenarias.
Los materiales utilizados provienen casi exclusivamente de Marruecos: mármol de Agadir, granito del Rif, piedra de Casablanca, cerámica de Safí, maderas del Medio Atlas y cobre trabajado de Fez. Solo algunos elementos decorativos, como las lámparas de cristal de Murano en el salón de oración, fueron importados. Las fuentes, los patios y los suelos pulidos reflejan la influencia de la arquitectura hispano-morisca, en particular del periodo nazarí.

Mihrad de La Gran Mezquita de Casablanca |
En el corazón espiritual de la Gran Mezquita de Casablanca, la Mezquita Hassan II, se encuentra uno de los elementos más sagrados y significativos del conjunto: el mihrab. Este nicho orientado hacia el sureste marca la qibla, es decir, la dirección hacia La Meca, hacia donde los fieles deben dirigirse durante la oración. Aunque la mezquita es conocida mundialmente por su minarete monumental, su techumbre retráctil y su grandiosa escala, el mihrab, por su simbolismo y función litúrgica, constituye el punto focal del espacio interior.
Situado en el muro de la qibla, el mihrab de la mezquita se presenta como una hornacina profunda y elegante, de forma semicircular y rematada por un arco de herradura ligeramente apuntado. Su diseño, aunque sobrio en comparación con otros elementos del edificio, destaca por una decoración minuciosa y refinada, ejecutada por manos de maestros artesanos marroquíes que aplicaron técnicas centenarias. El interior del nicho está completamente revestido con estuco tallado, formando delicados motivos geométricos y vegetales entrelazados que evocan la tradición andalusí y magrebí. Cada detalle ha sido esculpido a mano, siguiendo patrones que remiten a la unidad y perfección del universo islámico, una cosmovisión donde la abstracción visual se convierte en medio de expresión espiritual.

Mimbar de La Gran Mezquita de Casablanca |
La parte superior del mihrab está adornada con franjas de caligrafía coránica, cuidadosamente inscritas en estilos cúfico y naskh. Estas inscripciones no solo embellecen, sino que también elevan el espacio a una dimensión sagrada mediante la palabra divina. En algunos tramos, el estuco se combina con zellige, el tradicional mosaico marroquí de pequeñas teselas de cerámica cortadas y ensambladas una a una, que añade color y ritmo visual a la composición.
A la derecha del mihrab se encuentra el minbar, el púlpito desde donde el imán pronuncia el sermón del viernes. Tallado en madera de cedro del Atlas y decorado con incrustaciones geométricas, el minbar refleja la misma atención artesanal que el resto del recinto. Ambas estructuras forman un conjunto armónico que guía la mirada de los fieles hacia el lugar más sagrado de la sala de oración.
Más allá de su dimensión estética, el mihrab cumple una importante función acústica. Su forma cóncava actúa como un resonador natural, proyectando la voz del imán hacia la nave principal sin necesidad de amplificación, aunque el templo está equipado con un moderno sistema de sonido. Este efecto fue cuidadosamente estudiado durante el diseño de la mezquita, integrando la tradición arquitectónica islámica con los avances tecnológicos actuales.

Arcos de La Gran Mezquita de Casablanca |
Uno de los elementos más innovadores y sorprendentes de la Gran Mezquita de Casablanca es su techumbre desplegable, un ingenioso sistema arquitectónico que permite abrir parte del techo de la sala de oración principal para dejar pasar la luz natural y renovar el aire del interior. Esta característica, inusual incluso en las mezquitas más modernas, refleja la voluntad de integrar la tecnología contemporánea con la tradición espiritual y artística del islam. Diseñada para ofrecer un espacio adaptable, luminoso y en diálogo con la naturaleza, la techumbre retráctil simboliza también la apertura del islam marroquí al mundo y a la modernidad.
La sala de oración principal, que puede acoger hasta 25.000 fieles, está cubierta por un techo de madera de cedro del Atlas, bellamente tallado y pintado a mano por artesanos marroquíes. Este techo, con una altura máxima de alrededor de 60 metros, está dividido en grandes secciones, una de las cuales puede desplazarse mecánicamente hacia los lados mediante un sistema de raíles ocultos y motores de alta precisión. En pocos minutos, el techo puede abrirse completamente para dejar al descubierto el cielo, creando un efecto visual y espiritual sobrecogedor. La operación es silenciosa y perfectamente integrada en la estructura del edificio, de modo que no altera la armonía arquitectónica del espacio.

Sala de Oración de La Gran Mezquita de Casablanca |
Desde el punto de vista simbólico, la apertura del techo puede entenderse como un gesto de conexión directa con lo divino: al abrirse el cielo sobre los fieles durante la oración, se refuerza la idea de una relación inmediata entre el creyente y Dios, sin barreras. Este detalle arquitectónico también responde a la idea de que la mezquita es un lugar vivo, en constante interacción con su entorno, y que la luz y el aire —símbolos de purificación y presencia divina— deben formar parte integral del acto de oración.
Estéticamente, la techumbre desplegable está decorada con los mismos niveles de detalle que el resto del edificio: cada viga, panel y moldura está cuidadosamente ornamentado con motivos geométricos y vegetales propios del arte islámico marroquí. Incluso las partes móviles mantienen la coherencia con el diseño global, lo que demuestra una planificación minuciosa que no sacrifica la belleza por la funcionalidad. Cuando el techo está cerrado, no se distingue visualmente que una parte de la techumbre es móvil, lo que refuerza la sensación de unidad y perfección del espacio sagrado.
Además de su función simbólica y visual, el sistema retráctil tiene una utilidad práctica importante. En un país con clima templado como Marruecos, y en un espacio que puede acoger decenas de miles de personas, la ventilación natural es esencial. La posibilidad de abrir el techo permite regular la temperatura, mejorar la calidad del aire y ofrecer una experiencia más confortable para los fieles, especialmente durante los meses cálidos o las celebraciones multitudinarias.

Sala de Abluciones de La Gran Mezquita de Casablanca |
Otro elemento digno de mención es la sala de abluciones, con fuentes circulares de mármol esculpido que parecen flores gigantes, donde los fieles se purifican antes de la oración. El conjunto también incluye una biblioteca teológica, un museo de arte islámico y un centro cultural, que refuerzan el carácter multifuncional del recinto, como espacio de espiritualidad, conocimiento y encuentro.

Panorámica de La Gran Mezquita de Casablanca |
La visita guiada a la Mezquita Hassan II es una de las pocas oportunidades en Marruecos para que los no musulmanes puedan acceder a un templo islámico. Se ofrecen visitas en varios idiomas y están dirigidas por guías oficiales que explican tanto los aspectos arquitectónicos como el contenido espiritual y cultural del lugar. Durante el recorrido, se visita la gran sala de oración, la sala de abluciones, el hammam (no operativo para visitantes), las galerías exteriores y las terrazas con vista al mar. La experiencia se vuelve particularmente impactante en los momentos en que la luz natural inunda el espacio, reflejándose en los mármoles y mosaicos, generando un ambiente de contemplación y belleza.

Faro de El Hank de Casablanca |
Después marchamos para ver el gran faro de Casablanca GPS N33.6099664 W7.660119 , se encuentra enfrente de la Mezquita y ofrece una bonita panorámica. El Faro de El Hank es uno de los monumentos más emblemáticos de Casablanca, Marruecos. Situado en la punta de El Hank, al oeste del puerto de la ciudad y sobre un promontorio rocoso frente al océano Atlántico, este faro destaca tanto por su valor histórico como por sus espectaculares vistas. Su construcción se inició en 1916 y fue finalizada en 1920 bajo la dirección del arquitecto francés Albert Laprade, quien se inspiró en la arquitectura tradicional de los minaretes del norte de África.
Con una altura de 51 metros —a los que se suman 6,6 metros de base— y un diámetro de 39 metros, el Faro de El Hank es el más alto de Marruecos. Está equipado con una lente Fresnel de segundo orden que gira sobre un sistema de mercurio, con seis paneles de 70 centímetros cada uno. Su intensidad luminosa alcanza los 2,1 millones de candelas, permitiendo que su luz sea visible hasta 30 millas náuticas (aproximadamente 55 kilómetros), con un patrón de tres destellos cada 15 segundos. Este potente sistema lo convierte en una pieza clave para la navegación marítima en la región.

Faro de El Hank de Casablanca |
Además de su función técnica, el faro es también una atracción turística abierta al público. Los visitantes pueden ascender por una escalera de 256 peldaños hasta la plataforma superior, desde donde se obtienen vistas panorámicas inigualables de Casablanca, el océano Atlántico y la cercana Mezquita Hassan II. Se recomienda realizar la visita al atardecer para disfrutar de la mejor luz y del ambiente tranquilo que ofrece la Corniche, el paseo marítimo donde se encuentra ubicado.
El precio de entrada ronda los 15 dirhams (aproximadamente 1,5 euros), y aunque no es accesible para personas con movilidad reducida debido a las escaleras empinadas y suelos irregulares, es una visita que vale la pena para quienes pueden realizar el ascenso. Es aconsejable llevar calzado cómodo y protegerse del sol, especialmente en días calurosos.
El entorno del faro es también muy atractivo. Ubicado en una zona de contraste urbano, desde allí se pueden apreciar tanto barrios lujosos como zonas más populares de la ciudad. El área es ideal para caminar, hacer fotografías y disfrutar del ambiente costero de Casablanca. Gracias a su historia, arquitectura y ubicación privilegiada, el Faro de El Hank es mucho más que una torre de señalización: es un símbolo de la ciudad y un mirador excepcional sobre el Atlántico.

Entrada a la Medina Antigua de Casablanca |
Nuestro siguiente destino es la Medina Antigua GPS N33.5973702 W7.616364 , es muy limpia y fácil de recorrer hasta que llegas a la zona de pescado y las verduras.
La Medina de Casablanca, también conocida como la “Ancienne Medina”, es el corazón histórico de la ciudad y uno de los pocos vestigios que aún conserva el alma marroquí tradicional en medio del paisaje moderno y cosmopolita de Casablanca. Aunque no es tan extensa ni tan bien conservada como las medinas de Fez o Marrakech, guarda una autenticidad que la hace especial para quienes buscan comprender la evolución urbana y social de esta metrópoli atlántica.
La Medina de Casablanca conserva varias puertas históricas que funcionaban como puntos de entrada y defensa. La más emblemática es Bab Marrakech, una gran puerta de arco que conecta directamente con el zoco y es un punto clave para comenzar la visita. Otra importante es Bab el-Kebir, más antigua y menos concurrida, que conecta con calles interiores residenciales. Estas puertas no solo tenían un papel militar, sino también simbólico: marcaban la transición entre la ciudad tradicional y la Casablanca moderna.

Medina Antigua de Casablanca |
Su historia se remonta a tiempos antiguos, cuando era conocida como Anfa, un importante centro comercial bereber que más tarde fue destruido por los portugueses en el siglo XV. Estos la rebautizaron como “Casa Branca” y construyeron un fuerte para controlar la costa atlántica. Sin embargo, tras el terremoto de Lisboa de 1755, la ciudad fue casi totalmente destruida. Fue el sultán Sidi Mohammed Ben Abdallah quien decidió reconstruirla en el siglo XVIII, rodeándola de murallas de unos 4 kilómetros con varias puertas de acceso, como Bab Marrakech y Bab el-Kebir.
Caminar por la medina es entrar en un laberinto de calles estrechas, zocos, talleres y viviendas con fachadas blancas y detalles en hierro forjado o cerámica “zellige”. A diferencia de otras medinas más turísticas, aquí el ambiente es marcadamente local: los habitantes compran en los mismos mercados donde los turistas se detienen a tomar fotos; los niños juegan en callejones donde resuena el llamado a la oración.
Uno de los puntos más emblemáticos es la Mosquea Ould el-Hamra, construida a finales del siglo XVIII, que conserva elementos arquitectónicos típicos del estilo marroquí. También merece una visita la sinagoga Ettedgui, recientemente restaurada, situada en lo que fue el antiguo Mellah, el barrio judío.

Bab Marrakech Medina Antigua de Casablanca |
El zoco de la medina ofrece productos tradicionales como especias, tejidos, alfombras, cerámica, babuchas y joyería de plata. El regateo es común, pero se hace en un ambiente mucho menos agresivo que en otras ciudades. Además, los aromas de pan recién horneado, caracoles especiados o brochetas al carbón llenan el aire, especialmente al atardecer.
Un lugar especialmente recomendable para hacer una pausa es La Sqala, una antigua fortificación transformada en restaurante que ofrece cocina típica marroquí con vistas al mar.

Pollos en el Zocode la Medina Antigua de Casablanca |
Pese a su modesto tamaño y cierta dejadez en el mantenimiento de algunos rincones, la Medina de Casablanca conserva una esencia real, sin el maquillaje del turismo masivo. Es una mezcla entre pasado y presente que permite entender cómo una ciudad de origen bereber y árabe, influida por los portugueses, los franceses y el mundo moderno, sigue latiendo con voz propia.

Rick's Café de Casablanca |
Para finalizar no queremos dejar de visitar el Café de Rick GPS N 33.6050224 W7.6205533, es famoso porque sale en la película de Casablanca. Con la famosa frase de Ingrid Bergman; ,!tócalo Sam!. El Rick's Café es uno de los escenarios más icónicos del cine clásico, inmortalizado en la película Casablanca (1942), dirigida por Michael Curtiz y protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. En la trama, el café es un refugio ambiguo en medio del caos de la Segunda Guerra Mundial, donde diplomáticos, oficiales nazis, refugiados, espías y oportunistas convergen en busca de salvación o poder. Propiedad del enigmático Rick Blaine, el local es mucho más que un bar: es un punto de encuentro cargado de tensión política, nostalgia, y una atmósfera romántica marcada por la inolvidable melodía “As Time Goes By”.
Aunque el Rick's Café original fue una creación ficticia rodada en estudios de Hollywood, su impacto cultural fue tan duradero que en 2004 se inauguró una versión real en la ciudad de Casablanca, Marruecos. La impulsora del proyecto fue Kathy Kriger, una exdiplomática estadounidense que quiso hacer realidad el sueño de trasladar al mundo físico la magia del clásico cinematográfico. El edificio elegido fue una villa tradicional construida en la década de 1930, ubicada cerca del puerto y de la antigua medina de Casablanca.

Interior de Rick's Café de Casablanca |
La arquitectura del café combina el estilo Art Déco, característico de la época colonial francesa en Marruecos, con detalles moriscos y andalusíes que evocan la historia local. El resultado es un espacio elegante y acogedor: techos altos con vigas de madera, arcos de herradura, baldosas de zellige, lámparas de hierro forjado y patios interiores con palmeras y fuentes. El mobiliario recrea con fidelidad el ambiente del film: mesas de mármol, sillones tapizados en terciopelo, cortinas pesadas, y un piano blanco junto al bar, donde músicos tocan jazz en vivo cada noche.
Más allá de su estética, el Rick's Café real conserva el espíritu del original: es un lugar de encuentro para viajeros de todas partes del mundo, cargado de historia, romance y una atmósfera atemporal. Visitarlo es como entrar en una escena del cine clásico, donde el pasado y la ficción se funden en una experiencia sensorial única. En palabras de Rick Blaine: “Siempre nos quedará Casablanca”.
Entrar en este templo es una odisea porque tiene gorilas en la puerta que filtran el público. Les decimos que solo queremos una Coca Cola y nos enseñan la carta de precios, no hay nada que baje de 10 euros. Nos decantamos por un cóctel sin alcohol.

Salón del Rick's Café de Casablanca |
Es un lugar súper exclusivo donde mayoritariamente están cenando son turistas llevados por sus agentes turisticos, imagino el palo.
Nosotros nos tomamos nuestro cóctel y nos fotografiamos con entera libertad para dejar testimonio de la visita.

Atardecer en Casablanca |
Para finalizar tomamos un taxi hasta el parking donde tenemos la autocaravana, nos cuesta 3 euros, son 10 km. Cuando llegamos el encargado del parking nos indica que no podemos pasar la noche, no estamos de acuerdo porque el parking es de 24 horas y nadie a la entrada nos ha dicho lo contrario. Al final después de hablar nos dejan pasar la noche.
Día 30 de abril (miércoles) Ruta: Casablanca-Rabat

Tumba Sidi Abderrahman de Casablanca |
El día comienza en el parking del Maroc Mall de Casablanca que está un poco retirado del centro de la ciudad, el precio 24 horas 30 Dh. Las coordenadas GPS N35.578658 W7.704155. Durante la noche el encargado de parking quiere que nos marchemos y le hago ver que cuando entre la condición es pasar la noche.
Cuando nos levantamos vemos que el problema es que estamos solos y el parking ha puesto una barrera en la entrada y en la salida y el vigilante se ha marchado. Nuestra experiencia ha sido muy positiva.
Muy cerca tenemos el monumento donde se encuentra la tumba Sidi Abderrahman GPS N 33.5823291 W7.7053594 . Antes era un morabito en una isla, ahora, se ha construido un puente.
La tumba de Sidi Abderrahman, situada sobre un islote rocoso frente al litoral de Casablanca, es uno de los lugares más emblemáticos y espirituales de Marruecos. Este islote, unido a la ciudad por una pasarela peatonal, ha sido durante siglos un centro de peregrinación y prácticas místicas, atrayendo tanto a creyentes como a curiosos. La leyenda cuenta que Sidi Abderrahman Ibn Jilali, un santo sufí originario de Bagdad, llegó a esta costa en el siglo XIX en busca de soledad espiritual. Allí, vivió en aislamiento, dedicando sus días a la oración y la meditación, ganándose la veneración de los locales por los supuestos milagros que realizaba. Se le atribuyen poderes sobrenaturales como curar enfermedades, deshacer hechizos, atraer la fertilidad y aliviar enfermedades mentales.

Tumba Sidi Abderrahman de Casablanca |
Después de su muerte, su tumba fue convertida en una koubba, un pequeño mausoleo blanco con cúpula, que se convirtió en punto de peregrinación popular, especialmente entre mujeres que buscan ayuda espiritual para problemas personales o familiares. Durante años, el islote también albergó pequeñas viviendas informales donde residían adivinas y curanderas que ofrecían servicios esotéricos, como la lectura de manos o la fundición de plomo, una práctica de adivinación tradicional.
Sin embargo, en 2024, el gobierno llevó a cabo un proceso de rehabilitación del lugar, derribando las construcciones ilegales y preservando únicamente el mausoleo. Esto permitió conservar el carácter sagrado del sitio al tiempo que se mejoraba su accesibilidad y se limitaban prácticas consideradas poco ortodoxas.
Según la leyenda, Abderrahman era un hombre notable de Bagdad. Expulsado de la ciudad persa hace tres siglos, se dice que vagó hasta la costa atlántica y se refugió en la isla que ahora lleva su nombre. Algunos, más chovinistas, afirman que es uno de los muchos hijos de Bouazza, que huyen del despiadado y cruel mundo de la ciudad.

Panorámica de la Tumba Sidi Abderrahman de Casablanca |
Sea cual sea su origen, se dice que el hombre era piadoso y solitario, que vivía bajo las estrellas en la roca, con sólo su laúd y sus cantos litúrgicos como compañeros.

Morocco Mall de Casablanca |
Después marchamos a ver el Maroco Mall GPS N33.577361 W7.704964 . En su tiempo era el centro comercial más grande y lujoso de África. Ahora, muchas de las grandes firmas de lujo han huido por falta de ventas.
El Morocco Mall de Casablanca fue inaugurado en diciembre de 2011, este complejo representa un símbolo de modernidad y dinamismo en Marruecos, combinando una amplia oferta comercial con espacios de entretenimiento y una arquitectura contemporánea ubicada frente al océano Atlántico. El proyecto fue desarrollado por el grupo marroquí Aksal junto con el inversor saudí Al Jedaie, con una inversión cercana a los 175 millones de euros, y diseñado por el arquitecto italiano Davide Padoa. El centro comercial se extiende sobre una superficie total de 250.000 metros cuadrados, de los cuales 70.000 están dedicados a tiendas y comercios, contando con más de 350 establecimientos que incluyen marcas internacionales reconocidas como Zara, H&M, Gucci, Dior, Louis Vuitton, Galeries Lafayette y Fnac.
Más allá de las compras, Morocco Mall ofrece una experiencia integral de ocio y entretenimiento. Destaca especialmente su impresionante acuario cilíndrico llamado Aquadream, que contiene un millón de litros de agua y alberga más de 40 especies marinas, permitiendo a los visitantes actividades como el buceo y paseos en bote dentro del acuario. Además, el centro cuenta con una fuente musical interactiva que sincroniza espectáculos de agua con música, un parque de atracciones para niños, una pista de hielo y salas de cine IMAX 3D, lo que lo convierte en un espacio ideal para toda la familia.

Plaza central del Morocco Mall de Casablanca |
Ubicado en el Boulevard de la Corniche, Morocco Mall es fácilmente accesible desde el centro de Casablanca, a tan solo 15 minutos en taxi desde la famosa Mezquita Hassan II. Gracias a su combinación de arquitectura moderna, comercio de lujo y diversas opciones de entretenimiento, el Morocco Mall no solo es un centro de compras, sino también un punto turístico y cultural que refleja la evolución urbana y económica de Casablanca como ciudad cosmopolita y pujante en la región. Para visitantes y residentes, representa una experiencia única donde el ocio, la cultura y el lujo se entrelazan en un entorno costero privilegiado.
El Morocco Mall, alberga uno de los atractivos más impresionantes de la ciudad: el acuario Aquadream. Este acuario cilíndrico tiene un diámetro de 13,4 metros y una altura de 9,3 metros, con un millón de litros de agua de mar que albergan más de 3,000 animales marinos de alrededor de 40 especies diferentes, incluyendo tiburones, rayas y peces tropicales. Una de sus características más sorprendentes es el ascensor panorámico de vidrio que permite a los visitantes ascender a través del centro del acuario, disfrutando de una vista de 360 grados del mundo submarino. Además, Aquadream ofrece experiencias de buceo profesional con instructores, fomentando la educación y la sensibilización sobre la vida marina a través de pantallas táctiles, rampas informativas y materiales educativos. El acuario está abierto de lunes a jueves de 12:00 a 20:00 horas y de viernes a domingo de 11:00 a 20:00 horas. Las entradas tienen un precio accesible, siendo 25 MAD para adultos y 15 MAD para niños. Situado en el corazón del Morocco Mall, este acuario es una parada obligatoria para quienes visitan Casablanca y desean sumergirse en un fascinante mundo marino sin salir de la ciudad.

Acuario del Morocco Mall de Casablanca |
-FIN-
by
Ángel López
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