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MIRADORES HOSPITAL DE MINEROS DE SAN RAFAEL DE ALMADÉN, PROVINCIA DE CIUDAD REAL
 
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Hospital de Mineros de San Rafael de Almadén

 

La fundación del hospital de San Rafael obedece a una necesidad a la que se vio avocada la localidad en el siglo XVIII por la importante mortalidad de sus trabajadores, que comprometía la producción de azogue. Para dar una respuesta médica a esta situación en 1752 se fundó el Real Hospital de Mineros de San Rafael para prestar la asistencia a los obreros de la mina y sus familiares. El hospital estuvo funcionando desde 1752 hasta 1975 como sede de los servicios sanitarios del establecimiento minero.

El edificio del Hospital de Mineros de San Rafael de Almadén tiene una fachada de ladrillo revestida de cal, excepto su portalón que es de ladrillo visto. El portal es de estilo renacentista sobre el que se levante un balcón, encima esta la hornacina de San Rafael y la espadaña con la campana.

El hospital fue construido entre 1755 y 1773 esta íntimamente ligado a la construcción de la Plaza de Toros porque de los festejos celebrados procedían los fondos para la construcción del hospital.

El edificio fue rehabilitado y se instalo en su interior el Archivo histórico de las Minas de Almadén, la sede de la fundación Almadén y Museo del Minero.

Desgraciadamente el edificio se le despojado de su pasado de la lucha durante siglos del hombre contra la piedra, dejando en el camino su piel, sus pulmones, sus manos y sus cerebros.

El hospital dependía directamente del administrador de las minas, que era quien nombraba al personal. Las cuentas del Hospital eran fiscalizadas por una Intervención y los gastos de su mantenimiento estaban incluidos en los presupuesto anuales de la minas.

Una parte mínima del edificio se ha dedicado para mostrar como fue la lucha medica contra la enfermedad, solamente un ala del edificio, se dedica a mostrar como fue el interior del hospital.

La enfermería de la Crujía, llaman al sitio donde se internaban los trabajadores, especialmente forzados, para recibir tratamiento ante los primeros síntomas de que el vapor del mercurio había penetrado en sus cuerpos.

Para combatir estos síntomas se instalo en el siglo XVI una primera enfermería en la Crujía. Se construyó un recinto revestido de madera de pino que basado en el principio de las saunas hacia el efecto de hacer sudar al enfermo, y de esta forma conseguir expulsar por la piel los vapores del mercurio.

La enfermería estaba dirigida por un médico y un cirujano, que tenían la obligación de visitar a los enfermos para proporcionarlos alimentos y medicinas, además la iglesia católica destino a la Congregación de la Caridad, fundada en 1718, para que ayudaran en la asistencia médica y espiritual a los reclusos.

El superintendente Francisco Javier de Villegas fue el encargo de su construcción, constituyendo uno de los primeros hospitales concebidos fuera de la tutela de la beneficencia.

El hospital posee más de 5000 fichas médicas sobre la salud de los trabajadores de la mina durante estos siglos. Además, los expedientes de accidentes de trabajo, libro de altas y bajas del Hospital, partes diarios de enfermos y memorias de los Servicios Sanitarios.

El siguiente relato de uno de los médicos que estuvo destinado en el Hospital de Almadén, José Parés califica su trabajo para tratar a las víctimas del mercurio mediante una carta dirigida al rey Carlos III. “Si me buscas me hallaras entre los dolores de los afligidos, entre suspiros tristes, entre el dolor de los infelices, entre los llantos de los miserables, entre el hedor de los enfermos, en fin entre los mineros del azoque, tienen un semblante pálido, heridas en sus cuerpos, temblores en sus miembros, la voz ronca, dolores en el pecho, toses asquerosas, esputos purulentos que mas que saliva parece sangre, siempre expirando sangre en lugar de aire, vertiendo sangre en lugar de orina y excretando sangre en lugar de heces, con pulmones ulcerados, el cerebro lo tienen trastornado, el abdomen con edemas, no hablan o solamente balbucean. Cuando quiero pararme a darles de beber un vaso con la más pestilente de las medicinas las tengo que apoyar en una mesa donde se encuentran las miserias humanas más innombrables”.

Más adelante, se queja de que aunque la medicina no conoce medicinas curativas para esa enfermedad y esos enfermos no tuvieran una simple toalla para enjugar sus llantos, bálsamos para sus heridas, socorros para sus miserias y la palabra compasión que aliviase su desolación. Esto seguramente hace referencia a la iglesia que no estuviera allí para ofrecer el consuelo de sus corazones, viéndose totalmente desamparados. Dice que con la simple ternura puede limpiar una llaga, acompañar la soledad, suavizar los dolores, alentar el espíritu, vivificar el corazón. Aunque en este escrito dice que solamente el rey es fuente de consuelo para los mineros.

En el mismo escrito describe como muchos de los mineros son llevados a la mina antes de haber cumplido los nueve o diez años, habiendo sido robada su infancia para ocuparlos en el mismo oficio que sus padres. Al ser tan temprana su edad de ingreso en la mina mucho antes contrajeron la enfermedad y sus temblores les hacia inhábiles para cualquier ejercicio corporal. Manifestando unas secuelas como andar sin tiento, huyendo de sus casas, comiendo atropelladamente, lo que constituye una importante demencia que visto en tan temprana edad es sumamente escalofriante.

También hace referencia a los numerosos accidentes de trabajo producidos a la entrada a la mina como las roturas de maromas mientras se descuelgan hasta unas profundidades que parecen llegar a la faz de la tierra, otras veces se dispara el cabestrante y el minero cae al vacío, las roturas de las escaleras de madera hace que el bajar hasta el fin de la mina sea un ejercicio de alto riesgo.

Además, el doctor indica al rey las cargas que llevan los mineros a sus espaldas por las inclinadas escaleras, portando a sus hombros herramientas para barrenos que suelen acabar con sus propias vidas.

Los derrumbes y hundimientos eran una constante en la vida de la mina teniendo unas condiciones de trabajo muy penosas, cuando esto sucedía el médico proponía al rey por qué no se tocaba aceleradamente la campana de la iglesia y se llevaba a los moribundos o el cadáver para recibir la santa unción. Por el contrario la forma de informar de una desgracia en la mina es mediante el boca a boca y ante el menor susurro las mujeres, las hijas y los hijos corren llenos de temor por las calles de Almadén hasta llegar a la mina, hasta saber si su marido, su hijo o su padre, es el protagonista del desastre.

Las referencias a las condiciones del trabajo supusieron un análisis de los riesgos en las enfermedades profesionales para evitar los accidentes en el trabajo. La salida de la mina desde un sitio cálido en que se abren los poros de la piel, a otro frío, en que los poros se cierran. Suben muchas cuestas, muchas pendientes que con una pequeña agitación se dañan y lastimas los pulmones. Habla de numerosos defectos en la mina como es la falta de ventilación en que trabajan los operarios, los problemas de los trabajadores en los hornos de fundición, los que atan las macetas de azogue, los que cargan y descargan los hornos. La temperatura en que son obligados los trabajadores entrar en los hornos.

Analiza por qué la gente acude a esos trabajos tan peligrosos, no solamente son trabajadores de la zona, acuden hombres de cualquier parte que solamente tienen en común la miseria y el hambre.

Terminan la carta pidiendo al Rey Clemencia para poder mejorar los trabajos tan penosos y las enfermedades derivados de estos, añade, el rey es el único que puede evitarlo y dar alivio a los trabajadores de las minas de azogue que tanto están contribuyendo a sacar de las entrañas unos tesoros tan grandes e importantes para la subsistencia de la Real Persona y de su Monarquía.

Fruto de esta carta se produce una ligera mejora en las condiciones de vida de los mineros de Almadén con la construcción del Real Hospital de Mineros; las limosnas a trabajadores incapacitados, viudas y hermanos. En 1776 se crea el Monte Pío con beneficios para los dependientes de la mina, seguramente es la primera expresión jurídica de la futura implantación de la Seguridad Social, aunque habría que esperar hasta 1883 cuando se crea la Comisión de Reformas Sociales en España.

La estructura del hospital no sufre variación desde su fundación, cuando el establecimiento minero es gestionado por el Consejo de administración autónomo formada por: superintendente, contador, tesorero, interventor, este ultimo era el encargo de administrar al personal facultativo. El mantenimiento del hospital se llevaba una parte de los ingresos de la mina y ante el deterioro financiero de la institución, se soluciono recibiendo el Hospital el diezmo del alquiler de la Dehesa de Castilseras y el beneficio de la venta del aguardiente con fines curativos.

El hospital dedica casi exclusivamente sus esfuerzos para combatir los efectos y las secuelas del Hidrargirismo conocido también con el nombre de “mercurialismo”, sus primeros síntomas cuando el metal ha llegado al torrente sanguíneo son los temblores. El tratamiento empleado era el baño caliente seco, y la medicación a base de yodo-bromurada lo que mitigaba el temblor mercurial desordenado. Para saber la evolución de los enfermos se les hacia firmar en una hoja durante la evolución del tratamiento para saber el alcance de la enfermedad y su desarrollo.

También el hospital estuvo dedicado a otro tipo de enfermedades, la más grave fue la epidemia de paludismo (mal aire) que azoto Almadén durante el siglo XVIII, conocida como la Malaria fue especialmente virulenta con los obreros de la mina y sus familias.

Además, el hospital trataba enfermedades respiratorias como el asma, la pulmonía o la tuberculosis fueron las principales enfermedades de mortalidad en la localidad. La silicosis empezó durante una pequeña época con la llegada de los martillos de perforación hasta que se acompaño con la refrigeración del agua en que se mitigaron sus efectos.

El edificio poseía un aljibe natural en el nivel inferior. La planta alta se ha utilizado para hacer un recorrido museístico del significado del Azogue en América para la producción del oro y plata; la extracción de cinabrio desde el neolítico, el azogue durante la dominación árabe; el comercio del azogue en el mundo; La crisis del siglo XIX con la invasión francesa; el auge y el declive de Almadén.

Otra parte del ala superior nos muestra como afecto la mina de Almadén a la vida de las familias de los mineros. La familia era el centro de la vida en Almadén, el hombre formaba parte del eje en el trabajo dentro del cerco. La mujer se utilizaba para otro tipo de actividades tan bien relacionadas como la búsqueda de mineral aprovechable de la escombrera, el lavado de la ropa de los mineros enfermos o forzados. La limpieza de las ropas de los mineros era una de las labores de la mujer porque en ellas sus maridos llegaban a casa con la impregnación de los vapores tóxicos del mercurio en las ropas.

El jardín tiene un agradable aspecto donde se puede imaginar a los afectados por la enfermedad del mercurio como paseaban y se movían buscando el sol y el olor de las plantas y flores.

En el sótano todavía se conserva una de las celdas donde se internaba a los forzados enfermos durante su recuperación en el hospital. La sala por si sola habla del ambiente en que se desarrollaba sus tratamientos hospitalarios, siempre con unos colchones de paja y atados de por los pies. Escuchando en silencio aún se puede oír los lamentos de los forzados durante la estancia en esta sala.

Otra curiosidad es saber la vida de los forzados en su relación con los trabajos en la mina. Básicamente su vida era considerada porque ofrecían un rendimiento económico; su alimentación dependía del trabajo que tenían asignados, los más peligrosos eran los que trabajan en tornos de agua (como hemos visto antes) charqueros, tiradores y amainadores, estos recibían como recompensa tres libras de pan, dos o tres cuartillos de vino y una libra de carne o pescado al día; mientras que los demás se les llamaba “forzados de comida menor” tomaban dos libras de pan, una de carne y dos cuartillos de vino.

Las condenas más generales por lo que eran conducidos a trabajos forzados a la minas de Almadén tenían edades comprendidas entre los veinte y los cuarenta años –pudiendo alcanzar en momentos puntuales los sesenta años– los motivos de los delitos variaban desde robos hasta homicidios, bandolerismo, y asaltadores de caminos, deserciones y ofensas al rey; las penas oscilaban entre dos y los diez años en la mina, de estos últimos pocos llevaban a cumplir la pena.

En el siglo XVI con el descubrimiento de América la condena forzada era a galeras, pudiéndose sustituir a elección del reo por los trabajos forzados en la mina de Almadén, además era una condena usual a gitanos y moriscos. Esta pena perdura hasta 1799.

   
 

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Hospital de Mineros San Rafael

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